Una realidad complicada llena de avances y retrocesos

Podríamos pensar, tras los titulares del año pasado sobre Oriente Medio –y la prometedora evolución de los acontecimientos en países autoritarios como Myanmar y Cuba– que 2011 fue un año excepcional para las libertades. Pero la realidad es más complicada.

 

Cada año, Freedom House publica su informe Freedom in the World, un recuento exhaustivo de los avances y los retrocesos de la libertad en todo el mundo durante el año anterior, que califica los países de libres, no libres o parcialmente libres en función de su comportamiento respecto a una serie de indicadores numéricos. En cifras, el estado de la libertad a finales de 2011 era el siguiente: 87 países libres, 60 parcialmente libres y 48 no libres. De 195 países, 117 son democracias electorales, dos más que el año anterior, pero todavía seis menos que en el año dorado de 2005.

Por desgracia, el número de Estados que vivieron avances en 2011, 12, fue inferior al de los que retrocedieron, 26. Es cierto que varios países árabes mejoraron, pero aún fueron más los que ejercieron duras represalias contra los disidentes. También hubo un grave declive en varios lugares de Europa central y del este.

No obstante, tan importantes como los números son los hechos y acontecimientos que crearon tendencia este año. Freedom House cree que 2011 puede haber sido un año trascendental, como 1989, por las demandas de libertad que sirvieron de base a las revueltas árabes. De modo que hemos llegado a la conclusión de que las siguientes tendencias son las más importantes del año:

 

 

1. Túnez surge como la primera democracia genuina del mundo árabe

Bajo el Gobierno de Zine el Abidine Ben Alí, Túnez era una de las sociedades más represivas de Oriente Medio y el norte de África, junto con Siria y Arabia Saudí. A diferencia de Egipto, donde el Ejército ha insistido en mantener un estatus al margen del imperio de la ley desde la caída de Hosni Mubarak, los militares tunecinos han renunciado a la participación política. La dirección posrevolucionaria llevó a cabo elecciones limpias a una asamblea constituyente, ha tolerado la libertad de prensa y ha optado por el pragmatismo en vez de la venganza en sus relaciones con la vieja élite. Es el único verdadero éxito de la Primavera Árabe hasta el momento.

 

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2. Tres dictadores menos

No es frecuente ver un año en el que tres de los déspotas más longevos del mundo fueron derrocados gracias a la acción ciudadana. Mubarak, Ben Alí y el libio Muamar Gadafi reunían entre los tres nada menos que 96 años de poder dictatorial. Existen motivos para confiar en que pronto sigan su ejemplo dos tiranos más de la región: Bashar el Assad, que, sumado al mandato de su padre, ha dominado Siria desde hace 40 años, y Alí Abdulá Saleh en Yemen, que lleva 33 años en el poder.

 

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3. Un retroceso del fenómeno de Tahrir

En el mundo árabe no hubo sólo tendencias positivas, ni mucho menos. Las criminales acciones de El Assad contra el pueblo sirio fueron las que más atención atrajeron. Pero en toda la región, las viejas élites se resintieron claramente al ver la suerte que corrían sus colegas autoritarios. Y en vez de hacer reformas, apretaron las tuercas mediante asesinatos, detenciones, torturas, censura y otras tácticas del contrastado manual de los dictadores. Hubo tremenda represión en Yemen y Bahréin, además de medidas más discretas en Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos y Líbano.

 

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4. Luchas sectarias

La intensificación de la violencia entre suníes y chiíes en Irak a medida que las fuerzas de Estados Unidos completaban su retirada puso de relieve la amenaza general para la democracia que representa el sectarismo en Oriente Medio. Las diferencias entre distintas corrientes del islam complicaron las medidas contra los manifestantes en Bahréin, en su mayoría chiíes, y, gracias a las manipulaciones de El Assad, fueron un factor importante en la crisis de Siria. La rivalidad entre suníes y chiíes es también un peligro grave para la estabilidad política en Líbano, mientras que, en Egipto, el sentimiento anticristiano estalló a lo largo de 2011 en brotes de violencia, con la tácita colaboración del Ejército.

 

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5. Atisbos de esperanza para los más reprimidos

Myanmar, que fue durante años, junto con Corea del Norte, una de las sociedades más cerradas del mundo, está experimentando algo que podría desembocar en una gran apertura política. El nuevo Gobierno del presidente Thein Sein ha permitido más debate público y cierta dosis de comentarios en la prensa, ha puesto en libertad a la histórica dirigente de la oposición Aung San Suu Kyi y ha abierto la puerta a que su partido se presente a las elecciones. Cuba, también uno de los países más represivos del planeta, vivió una pequeña mejora con la reducción limitada de las restricciones económicas aprobada por el Gobierno de Raúl Castro. Sin embargo, a diferencia de Myanmar, la isla no ha tenido ninguna liberalización política.

 

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6. (Algunas) buenas noticias en Asia

Para ser una región cuya potencia dominante, China, mantiene el sistema más complejo y exhaustivo de control político autoritario del mundo, las tendencias recientes en Asia han sido más bien positivas. Aparte de las mejoras en Myanmar, el año pasado destacó por la celebración de comicios más abiertos y competitivos en Singapur, que tiene desde hace decenios una variedad peculiar de “democracia guiada”. De hecho, en todos los países asiáticos –excluidas las islas del Pacífico–, casi todos los indicadores que mide Freedom in the World mejoraron en cierta medida. Tailandia y Malaisia tuvieron avances positivos en su conjunto, aunque la evolución en Tailandia se vio ensombrecida por la presencia acechante del ex primer ministro exiliado Thaksin Shinawatra.

 

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7. Señales de peligro en nuevas democracias

Hasta hace poco, se consideraba que Ucrania, Hungría y Suráfrica eran auténticos triunfos de la democracia. Hoy están en tela de juicio. El mayor declive en las instituciones de la libertad se ha producido en Ucrania, donde a una serie de acontecimientos de signo negativo hubo que añadir la condena de la líder de la oposición y antigua primera ministra Yulia Timoshenko por unos cargos discutibles. En los dos últimos años –un periodo que coincide con el mandato del presidente Víktor Yanukóvich–, Ucrania ha pasado de la categoría de libre a la de parcialmente libre,  y ha sufrido un deterioro en la mayoría de los indicadores utilizados por Freedom House. En Hungría, el Gobierno del primer ministro Víktor Orban, aprovechando su supermayoría parlamentaria, ha impulsado una nueva constitución y una serie de leyes que podrían debilitar gravemente la libertad de prensa, la independencia judicial y la limpieza de los procesos electorales. Y en Suráfrica, las nuevas normas sobre medios de comunicación y las pruebas de la corrupción generalizada en la dirección del Congreso Nacional Africano amenazan con anular el celebrado cambio pacífico logrado por el país.

 

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8. El modelo turco se tambalea

El Gobierno del primer ministro Recep Tayyip Erdogan ha tenido un éxito detrás de otro en los últimos años. A él se atribuye haber mejorado las instituciones democráticas del país, sobre todo por haber logrado que el poderoso Ejército turco esté bajo control civil. Sin embargo, recientemente, las cosas han empeorado. Ha habido una oleada de arrestos de defensores de los derechos de los kurdos, periodistas, profesores, miembros de la oposición política y miembros destacados del Ejército. El hecho de que continúe la investigación del caso Ergenekon, un caso de conspiración –una supuesta trama militar para dar un golpe de Estado— de enorme alcance, turbio y cargado de contenido político, que ha llevado a la detención de docenas de rivales políticos de Erdogan, es un mal ejemplo para un Gobierno que asegura representar un modelo de desarrollo democrático para las sociedades vecinas en Oriente Medio.

 

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9. Retrocesos duraderos en los productores de energía de Eurasia

El año pasado contempló la continuación de una tendencia que venía de 10 años atrás, la de los retrocesos en los Estados ex soviéticos más ricos y modernos: Rusia, Kazajistán y Azerbaiyán. El grado de libertad disminuyó en los tres países, pese a las demandas populares de reforma y las señales de alarma de Oriente Medio. En realidad, desde las revoluciones de color de 2003-2005, los autócratas de Eurasia han reaccionado siempre a los movimientos democráticos de fuera de sus fronteras intensificando la represión dentro. Las protestas de finales de año en Moscú y la violenta agitación sindical en Kazajistán deberían servir de recordatorio de que la represión no engendra estabilidad.

 

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10. Los fracasos de la inmigración en los países ricos

Europa ya ha sufrido una de las consecuencias imprevistas de la Primavera Árabe: un aumento de los aspirantes a trabajadores que huyen del caos y las revueltas en busca de las riquezas del mundo democrático. Europa se ha mostrado poco inclinada a diseñar políticas humanas y racionales para la integración de los inmigrantes de África y Asia, por lo que los problemas se agravan. La crisis económica del continente puede agudizar la polarización a propósito de la política de inmigración, porque los inmigrantes están buscando refugio de la represión y la violencia en unos momentos en los que las tasas de paro en Europa están alcanzando niveles sin precedentes. En concreto, cada vez son más los Gobiernos del Viejo Continente que toman medidas para prohibir las costumbres identificadas con el islam. En 2011, se detuvo a mujeres en Francia y Bélgica por llevar vestimenta musulmana conservadora. También hubo controversias relacionadas con los pañuelos y las mezquitas en Alemania, Suiza e Italia.

 

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Autor: Arch Puddington es director de investigaciones en Freedom House.