Cuando se cumplen, el 9 de noviembre, 15 años de la caída del
muro de Berlín, cabe preguntarse qué cambió más
al mundo: ¿aquel 9-11-1989 o los atentados del 11-9- 2001? El fin de
la guerra fría fue fundamental, y dejó a EE UU como única
superpotencia, pero escondiendo sus vulnerabilidades, que quedaron patentes
el 11 de septiembre. Pero quizá la pregunta esté mal formulada,
pues lo que ahora queda cada vez más claro es que aquellos atentados
fueron en gran parte consecuencia de, o bebieron en, los mismos orígenes
que el derrumbe del sistema soviético en Europa del Este y en la propia
URSS: Afganistán y la globalización.

"Afganistán nos parecía lejano. Para Al Qaeda, América
parecía muy cercana. Estaban más globalizados"

Con su invasión de Afganistán, de la que en diciembre se cumplirán
25 años, no sólo dio la Unión Soviética un paso
decisivo hacia su final, sino que, para encerrar a la URSS en su propia trampa,
EE UU fomentó una resistencia que se convirtió en escuela de
radicalización y violencia islamista por la que se calcula que, entre
otros, pasaron 25.000 árabes. Pero el gran empujón que derribó el
muro y el sistema soviético e impulsó estos movimientos fue el
de la globalización.

Ésta tiene mucho que ver con el 11 de septiembre, con esa "asimetría
cultural" de la que habla el informe de la Comisión independiente
sobre el 11-S en EE UU que se fraguó con la superpotencia y Europa adormecidos
en el sopor de su "siesta estratégica" tras ganar la guerra
fría y con un Afganistán olvidado en el que Al Qaeda se asentó. "Para
nosotros", señala la Comisión, "Afganistán
parecía muy lejano. Para los miembros de Al Qaeda, América parecía
muy cercana. En un cierto sentido estaban más globalizados que nosotros".
Efectivamente, Al Qaeda es un fenómeno global y moderno que ha sabido
sacar provecho de las ventajas de la globalización en sus diversas dimensiones,
incluidos sus rasgos más oscuros, lo que Loretta Napoleoni ha llamado
la "nueva economía del terror", que mueve casi un 5% del
PIB mundial, entremezclada con otros tipos de delincuencia, como el narcotráfico
o incluso con algunos negocios, aunque no busque acumular riqueza sino redistribuirla
a su modo.

Conceptualmente, no estábamos preparados ni para el 9-11 ni para el
11-9, y la actual Administración Bush, menos. Lo demuestra no sólo
que no supiera ver venir el golpe, sino que su reacción fue bastante
tradicional en el esquema que ha dominado la guerra fría, punto culminante
del sistema de equilibrio de poderes entre Estados. Para intentar acabar con
una red criminal como Al Qaeda se lanzó a atacar un Estado (fallido),
Afganistán, y posteriormente siguió (aunque no tenga nada que
ver) contra otro Estado, Irak.

La lucha contra lo que Reagan llamó el imperio
del mal
llevó a
fomentar otro mal, y a su nieto George W. Bush a contraer, en su reacción
al 11 de septiembre, el mal del imperio, que no es un bien democrático.
Además, la guerra fría había tapado las diferencias culturales.
Tras saltar la tapadera y con la presión de la globalización, éstas
han regresado de la zona reprimida de Freud. En cuanto a los dividendos de
la paz del fin de la guerra gría, bajaron los gastos militares (que
ahora se recuperan), pero también, ciegamente, la ayuda al desarrollo.
El mundo empezó un gran giro hace 15 años. Hace tres cobró más
spin. Y sigue girando, cada vez más rápido.

3, 15 y 25 años después. Andrés
Ortega

Cuando se cumplen, el 9 de noviembre, 15 años de la caída del
muro de Berlín, cabe preguntarse qué cambió más
al mundo: ¿aquel 9-11-1989 o los atentados del 11-9- 2001? El fin de
la guerra fría fue fundamental, y dejó a EE UU como única
superpotencia, pero escondiendo sus vulnerabilidades, que quedaron patentes
el 11 de septiembre. Pero quizá la pregunta esté mal formulada,
pues lo que ahora queda cada vez más claro es que aquellos atentados
fueron en gran parte consecuencia de, o bebieron en, los mismos orígenes
que el derrumbe del sistema soviético en Europa del Este y en la propia
URSS: Afganistán y la globalización.

"Afganistán nos parecía lejano. Para Al Qaeda, América
parecía muy cercana. Estaban más globalizados"

Con su invasión de Afganistán, de la que en diciembre se cumplirán
25 años, no sólo dio la Unión Soviética un paso
decisivo hacia su final, sino que, para encerrar a la URSS en su propia trampa,
EE UU fomentó una resistencia que se convirtió en escuela de
radicalización y violencia islamista por la que se calcula que, entre
otros, pasaron 25.000 árabes. Pero el gran empujón que derribó el
muro y el sistema soviético e impulsó estos movimientos fue el
de la globalización.

Ésta tiene mucho que ver con el 11 de septiembre, con esa "asimetría
cultural" de la que habla el informe de la Comisión independiente
sobre el 11-S en EE UU que se fraguó con la superpotencia y Europa adormecidos
en el sopor de su "siesta estratégica" tras ganar la guerra
fría y con un Afganistán olvidado en el que Al Qaeda se asentó. "Para
nosotros", señala la Comisión, "Afganistán
parecía muy lejano. Para los miembros de Al Qaeda, América parecía
muy cercana. En un cierto sentido estaban más globalizados que nosotros".
Efectivamente, Al Qaeda es un fenómeno global y moderno que ha sabido
sacar provecho de las ventajas de la globalización en sus diversas dimensiones,
incluidos sus rasgos más oscuros, lo que Loretta Napoleoni ha llamado
la "nueva economía del terror", que mueve casi un 5% del
PIB mundial, entremezclada con otros tipos de delincuencia, como el narcotráfico
o incluso con algunos negocios, aunque no busque acumular riqueza sino redistribuirla
a su modo.

Conceptualmente, no estábamos preparados ni para el 9-11 ni para el
11-9, y la actual Administración Bush, menos. Lo demuestra no sólo
que no supiera ver venir el golpe, sino que su reacción fue bastante
tradicional en el esquema que ha dominado la guerra fría, punto culminante
del sistema de equilibrio de poderes entre Estados. Para intentar acabar con
una red criminal como Al Qaeda se lanzó a atacar un Estado (fallido),
Afganistán, y posteriormente siguió (aunque no tenga nada que
ver) contra otro Estado, Irak.

La lucha contra lo que Reagan llamó el imperio
del mal
llevó a
fomentar otro mal, y a su nieto George W. Bush a contraer, en su reacción
al 11 de septiembre, el mal del imperio, que no es un bien democrático.
Además, la guerra fría había tapado las diferencias culturales.
Tras saltar la tapadera y con la presión de la globalización, éstas
han regresado de la zona reprimida de Freud. En cuanto a los dividendos de
la paz del fin de la guerra gría, bajaron los gastos militares (que
ahora se recuperan), pero también, ciegamente, la ayuda al desarrollo.
El mundo empezó un gran giro hace 15 años. Hace tres cobró más
spin. Y sigue girando, cada vez más rápido.