Mientras el mundo concentra su atención en las armas de
destrucción masiva, el comercio letal de armas de pequeño calibre
sigue provocando a diario miles de muertos y heridos. Desde Haití hasta
Irak, estas armas prolongan los conflictos y dificultan el desarrollo y el crecimiento
económico. Hasta el momento, los intentos por restringir su flujo apenas
han tenido éxito. El arma ligera más importante es el AK-47. Su
presencia constante en las zonas de conflicto es un símbolo de la lucha
armada. Su característico perfil se halla incluso en la bandera de Mozambique.

Orgullo de familia
La familia de armas Kaláshnikov es la favorita tanto de las fuerzas gubernamentales
como de los grupos rebeldes y supera a otros modelos, también populares,
como el Uzi israelí o el M-16 estadounidense. Entre sus principales ventajas
están la facilidad con que se puede conseguir y su fiabilidad. Es un
arma sencilla de manejar, mantener y disparar. Las autoridades de ocupación
estadounidenses en Irak han adquirido AK-47 para el nuevo Ejército iraquí
y algunos soldados de EE UU allí destacados lo han adoptado como arma
personal por su buen funcionamiento en climas polvorientos.

 

La muerte se deslocaliza

Diseñado en la Unión Soviética por el venerado Mijaíl
Kaláshnikov, el AK se produce ya en todo el mundo. Su nombre son las
siglas de Automat Kaláshnikov y la designación 47 hace referencia
a 1947, el año en el que este fusil de asalto fue diseñado para
el Ejército soviético. Durante la guerra fría, su producción
se extendió a los países del Pacto de Varsovia y ahora se ha ampliado
mucho más allá de la Europa del Este. La mayoría de los
fabricantes ofrecen versiones piratas y Rusia ya no fabrica el modelo original,
que ha sido sustituido por versiones más avanzadas.

 

Matar por ocho euros
El AK-47 se rige por las reglas del mercado. En las zonas de conflicto que fueron
inundadas de AK durante la guerra fría, como Afganistán, se puede
adquirir uno por pocos euros o a cambio de ganado, comida u otros objetos de
valor. Donde las armas son menos accesibles o las leyes más estrictas,
su precio sube en consonancia. Dado que la mayoría de los AK del mercado
son de segunda mano, procedentes de los modelos de la guerra fría, los
beneficios van a parar a los intermediarios.

 

Armas ligeras, destrucción masiva

La media de las muertes anuales en guerras espoleadas por las armas cortas y
ligeras (incluido el AK-47) es mayor que la cifra de víctimas de las
explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki en 1945. Sólo en el reciente
conflicto de la República Democrática del Congo se estima que
han muerto más de un millón de personas. La incapacidad de los
gobiernos para tomar en serio los daños provocados por las armas cortas
y ligeras supone un tremendo fracaso.

 

Mientras el mundo concentra su atención en las armas de
destrucción masiva, el comercio letal de armas de pequeño calibre
sigue provocando a diario miles de muertos y heridos. Desde Haití hasta
Irak, estas armas prolongan los conflictos y dificultan el desarrollo y el crecimiento
económico. Hasta el momento, los intentos por restringir su flujo apenas
han tenido éxito. El arma ligera más importante es el AK-47. Su
presencia constante en las zonas de conflicto es un símbolo de la lucha
armada. Su característico perfil se halla incluso en la bandera de Mozambique.
William Hartung y Rachel Stohl.

Orgullo de familia
La familia de armas Kaláshnikov es la favorita tanto de las fuerzas gubernamentales
como de los grupos rebeldes y supera a otros modelos, también populares,
como el Uzi israelí o el M-16 estadounidense. Entre sus principales ventajas
están la facilidad con que se puede conseguir y su fiabilidad. Es un
arma sencilla de manejar, mantener y disparar. Las autoridades de ocupación
estadounidenses en Irak han adquirido AK-47 para el nuevo Ejército iraquí
y algunos soldados de EE UU allí destacados lo han adoptado como arma
personal por su buen funcionamiento en climas polvorientos.

 

La muerte se deslocaliza

Diseñado en la Unión Soviética por el venerado Mijaíl
Kaláshnikov, el AK se produce ya en todo el mundo. Su nombre son las
siglas de Automat Kaláshnikov y la designación 47 hace referencia
a 1947, el año en el que este fusil de asalto fue diseñado para
el Ejército soviético. Durante la guerra fría, su producción
se extendió a los países del Pacto de Varsovia y ahora se ha ampliado
mucho más allá de la Europa del Este. La mayoría de los
fabricantes ofrecen versiones piratas y Rusia ya no fabrica el modelo original,
que ha sido sustituido por versiones más avanzadas.

 

Matar por ocho euros

El AK-47 se rige por las reglas del mercado. En las zonas de conflicto que fueron
inundadas de AK durante la guerra fría, como Afganistán, se puede
adquirir uno por pocos euros o a cambio de ganado, comida u otros objetos de
valor. Donde las armas son menos accesibles o las leyes más estrictas,
su precio sube en consonancia. Dado que la mayoría de los AK del mercado
son de segunda mano, procedentes de los modelos de la guerra fría, los
beneficios van a parar a los intermediarios.

 

Armas ligeras, destrucción masiva

La media de las muertes anuales en guerras espoleadas por las armas cortas y
ligeras (incluido el AK-47) es mayor que la cifra de víctimas de las
explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki en 1945. Sólo en el reciente
conflicto de la República Democrática del Congo se estima que
han muerto más de un millón de personas. La incapacidad de los
gobiernos para tomar en serio los daños provocados por las armas cortas
y ligeras supone un tremendo fracaso.

 

William Hartung es investigador en
el Instituto Político Mundial de EE UU y autor de How Much Are You Making
on the War, Daddy? (Thunder’s Mouth Press, N. York, 2004). Rachel Stohl
es analista en el Centro de Investigación de Defensa de EE UU.