Cultivos mutantes: los afganos cambian amapolas por trigo. |
El aumento de los precios de los alimentos ha provocado violentos disturbios e importantes contratiempos. Pero en Afganistán, especialmente afectado por el encarecimiento del trigo, está surgiendo un resquicio de esperanza para la crisis. El elevado coste de este cereal podría conseguir algo que la guerra internacional contra el narcotráfico no ha logrado: convencer a los agricultores afganos, que suministran el 90% del opio mundial, para que abandonen las plantaciones de amapolas y cultiven alimentos.
Como los precios del trigo casi se han triplicado en el último año, el pan se ha disparado. David Mansfield, investigador independiente que ha estudiado el mercado del opio en el país centroasiático durante casi dos décadas, piensa que el aumento de precio ha hecho que el trigo sea más atractivo para muchos campesinos que se dedican a la cosecha de la amapola. En septiembre de 2007, el kilo de opio se situaba en torno a los 90 dólares (unos 60 euros), mientras que con la misma cantidad de trigo un agricultor ganaba 55 dólares. Ocho meses después, el grano había subido hasta casi 160 dólares el kilo, mientras que el precio del opio apenas había variado.
De acuerdo con las casi quinientas entrevistas que Mansfield ha realizado a agricultores, los beneficios generados por las cosechas de amapolas este año han sido muy inferiores a los esperados, lo que indica que están plantando más trigo como respuesta a las presiones del mercado. “Los entrevistados afirmaron que iban a sembrar más amapolas que las que después plantaron”, explica Mansfield. Sostiene que es posible, incluso, que los campesinos de la capital del cultivo de la amapola, en la provincia de Helmand, hayan vuelto a sembrar sus campos con trigo. Según el Ministerio de Lucha contra los Estupefacientes, 20 provincias no tienen la flor del opio este año, siete más que en 2007, en buena medida porque la estaban sustituyendo por cosechas legales. Pese a todo, la probabilidad de que dejen de cultivar adormideras es remota. Las pésimas carreteras, los controles y la corrupción de los intermediarios dificultan el transporte de excedentes de trigo al mercado. Por lo pronto, la mayoría de los agricultores están descubriendo que el grano extra puede alimentar a sus familias o venderse en el mercado local más fácilmente. Pero no deja de ser interesante que haya sido la oferta y la demanda, no los agresivos esfuerzos en la lucha contra la droga, lo que haya hecho posible este progreso.