• Après la démocratie (Después de la democracia)
    Emmanuel Todd Gallimard,
    París Francia, 2008 (en francés)

Una Francia que conquista el mundo”. Cuando habla de su país, de su grandeur, Nicolas Sarkozy es ambicioso y no lo oculta. Aún aspiraba a convertirse en presidente de Francia cuando, el 27 de febrero de 2007, en el Palacio de Congresos de Madrid, pronunció estas palabras ante unas 2.000 personas seguras de que él era el único que podía salvarlas. Pero, para algunos, el supuesto mesías no era más que el mero reflejo del populismo que se apoderaba de la clase política francesa. Sarkozy acababa de terminar su congreso-espectáculo y aún se oía la Marsellesacuando dos jóvenes irrumpieron con una pancarta de cartón: “Sarkozy, publicista político contra la democracia”, rezaba en francés. La anécdota ilustra la ecuación que propone el historiador y sociólogo francés Emmanuel Todd en Après la démocratie: más que amenazada, la democracia está condenada, perdida. Y políticos como Nicolas Sarkozy, “incompetente tanto en economía como en diplomacia”, serán sus verdugos.

Peligro público: la presencia de Nicolas Sarkozy en el Elíseo es una nueva forma de dictadura, según Emmanuel Todd.

Leer a Todd asusta porque, aunque el tono irónico que a veces emplea provoca sonrisas, recuerda que nos hemos olvidado de nuestro mayor derecho básico: la igualdad. Tal como reclama oficialmente una República francesa ahora en crisis. Tres millones de parados; siete millones de pobres; la economía no crece; discriminación. Los síntomas que describe Todd no sólo los sufre Francia sino también otros muchos países de Europa, como España o Grecia, enfrentados a la crisis financiera mundial.

El ensayista escribe un verdadero panfleto en contra de Sarkozy para entender lo que falla: “El presidente es la prueba de que Francia está enferma”. Y desgrana cinco rasgos de organización –“o desorganización”– que caracterizan el sistema impuesto por el presidente francés: incoherencia del pensamiento, mediocridad intelectual, agresividad, fascinación por el dinero e inestabilidad afectiva.

Intelectual original en el panorama francés –nunca quiso ser consejero personal de ningún político, como se suele hacer en el país vecino–, Todd critica a todo y a todos. Nada ni nadie se salva: desde Sarkozy hasta Kart Marx, pasando por los socialistas, los periodistas, los economistas, sus paisanos intelectuales, los sistemas británico y alemán, el poder económico de China, el islam, la guerra en Afganistán… Con un objetivo: demostrar que la única manera de salvar la democracia es optar por un sistema proteccionista. Porque, en la situación actual, “el sufragio universal podría desaparecer”, y avisa: “¡No bromeo!”.

“Nuestra sociedad está en crisis, amenazada por lo peor: el empobrecimiento, la desigualdad, la violencia, la regresión cultural”, escribe Todd en la introducción. Las revueltas que estallaron en Atenas y en varias ciudades de Grecia tras la muerte de un joven mostraron que hacía falta poco para que se colmara el vaso. A pesar de la violencia, el movimiento supo ilustrar el rechazo de un sistema paralizado por una clase política ineficiente y una Universidad caduca. Cuando en España se habla de los mileuristas y de los jóvenes más endeudados de la Unión Europea, Francia tiene su generación becaria. El desempleo alcanza el 22,4% de los jóvenes. Todd recuerda entonces que las revueltas en las banlieues en 2005 tenían más que ver con “el estancamiento educativo de Francia” que con el origen de los manifestantes. Tras leer Après la démocratie, todo tipo de grito en contra del sistema parece adecuado y justificado.

Pero Todd no anima a actuar. Sólo apunta a donde más duele: “Si Sarkozy existe como fenómeno social e histórico, a pesar de su vacuidad, su violencia y su vulgaridad, debemos admitir que el hombre no alcanzó la cumbre del Estado a pesar de sus deficiencias intelectuales y morales, sino gracias a ellas”. El libro describe las raíces del deseo de desigualdad que llevaron a votar a Sarkozy; Todd recuerda los modelos de igualdad en Francia, Reino Unido y Alemania para entender la historia y la actualidad. Mientras en Francia los hijos se van de casa y reciben la misma herencia de los padres, los alemanes privilegiaron una familia patriarcal y autoritaria. Y es en el nombre de esa igualdad, de la famosa excepción francesa, en la que el ensayista analiza por qué el sistema ha llevado al empobrecimiento de la sociedad. ¿Aún es posible la igualdad?

La demostración de Todd encuentra un límite en su manera de escribir. La acumulación de temas tratados marea un poco, aunque hay que reconocer la labor de síntesis de un libro cuya lectura es más que recomendable en la actualidad. Pero el historiador y sociólogo quizás peca de presuntuoso; las cosas son como las describe él y nada más.

Tampoco revela grandes novedades, como cuando escribe que tenemos que fijarnos más en China e India. Arranca su argumentación con el vacío religioso como causa de una vida actual “sin sentido”. Reconoce que en sociedades laicas vivir sin Dios “no es tan desagradable”, aunque concluye que la crisis metafísica “no lleva a la libertad de acción sino a una depresión colectiva de gran envergadura”. ¿Por qué la religión sería el pilar de la igualdad resucitada? No responde.

¿Qué va a pasar? ¿Qué hay después de la democracia? Todd confiesa que “es imposible saberlo” y que “sólo la catástrofe económica es segura”. El riesgo más grave sería una “república étnica”, basada en el rechazo de lo ajeno, con la designación de un chivo expiatorio, lo que llevaría a un sistema autoritario.

¿Es posible una presidencia mundial? El autor no confía en que las dos grandes fuerzas internacionales, Estados Unidos y China, sean capaces de conseguirla, y “la realidad es más una amenaza de una generalización de las dictaduras”.

Desde el principio del libro ya tenemos claro que la presencia de Sarkozy en el Palacio del Elíseo es una nueva forma de dictadura. La supresión del sufragio universal también es una realidad, y toma como ejemplo las medidas impuestas en Bruselas por dirigentes cooptados, no elegidos.

Con juicios de valores rápidos y tonos entre cinismo, ironía y pesimismo, queda claro que esta obra es un ensayo-panfleto. Y el lector se pregunta si Todd quiere asustar o divertir. Pero no, él está convencido de que la mundialización es la culpable de la desintegración de sociedades como la francesa y de que la única manera de salvarse, de salvar la democracia, es el proteccionismo. Los sueldos subirían, la cohesión social se reforzaría y la democracia renacería…

Quizás sea el tiempo de adoptar soluciones radicales, de romper con los deseos de “conquistar el mundo” y de escuchar a Emmanuel Todd. Fue uno de los primeros en predecir la desaparición de la Unión Soviética. Una duda: aún faltan las panaceas.