(Darrian Traynor/Getty Images)
(Darrian Traynor/Getty Images)

El país se presenta como actor protagonista e imprescindible en la región.

El siglo XXI es, indudablemente, el período de la gran transformación estratégica del espacio asiático. Pujantes economías emergentes, China e India, junto a sus nuevos modelos de seguridad nacional. Un vecindario que cuenta con innumerables pequeños protagonistas que manifiestan una incipiente actividad económica, política y diplomática, caso de Vietnam, Singapur, Birmania, Taiwán y Filipinas entre otros. La profunda modificación del modelo de seguridad nacional nipón. Un interés estratégico estadounidense, cada vez mayor, por esta zona con su ya casi clásica doctrina estratégica del 60 por 40. Todo ello, sin dejar de lado las perspectivas de SIPRI, la institución noruega señala que para el año 2020 será en Asia-Pacífico donde se concentre cerca del 30% del presupuesto militar global.

Es en esta metamorfosis donde se sitúa Australia. Los últimos gobiernos subrayan un mayor compromiso estratégico con Estados Unidos y como socio comercial de China. Es fundamental su papel como uno de los portavoces más destacados en la lucha contra el cambio climático. Asimismo, trabaja por la puesta en marcha de políticas integradoras y multilaterales que generen estabilidad regional y, sobre todo, por una mayor integración en la zona. Destaca, por último, como uno de los actores más comprometidos en la lucha contra el terrorismo yihadista.

Según el investigdor Liao Kai “es ciertamente una de las naciones más grandes del mundo; por lo tanto, la libertad de los mares es importantísima para la economía y seguridad de Australia. Proclamando jurisdicción sobre 27,2 millones de kilóme­tros cuadrados (la mitad de los cuales “sobre el océano o el mar”) o 5% del planeta, debe defender y expandir sus intereses nacionales a través del mar. Un país con enor­mes reservas de recursos naturales, a Australia solo le faltan agua y población —vulnerabilidades inherentes que la vuelven una potencia comparativamente débil económica, política y militar­mente. En consecuencia, los australianos no parecen estar muy seguros de su propia capacidad para defender el vasto territorio y recursos que controlan”. Es una de las naciones más ricas con un PIB per cápita de 67.300 dólares, el quinto mayor del mundo. Su situación geográfica hace que el desarrollo económico dependa de su comercio exterior que consiste principalmente en la exportación de materias primas, la mayoría minerales, y en la importación de servicios y bienes industriales, cuya producción interior no cubre las necesidades del país.

Desde la creación de la Commonwealth de Australia en 1901, esta nación ha generado en sus diferentes proyecciones estratégicas una visión prudente y realista del entorno internacional, sobre todo del más próximo geográficamente y del posible impacto de su evolución sobre los intereses australianos: una aproximación intemporal a la defensa de la isla continente, establecida sobre necesidades inalterables y no sobre ideas del momento, tan susceptibles a las modas. La insularidad australiana tan similar a la que sufre Gran Bretaña o Japón determina en gran medida sus políticas estratégicas. En estos últimos años los diferentes gobiernos de Canberra han generado su propio relato estratégico a través del llamado Libro Blanco 2012, Australia in the Asian Century, documento capital de los sucesivos análisis sobre el papel de este país. Lo que más destaca es el documento de 2013 A Strategy for Australia’s National Security. En estos momentos, las inquietudes australianas (en muchos casos bajo el peso de las opiniones públicas) se centran en la extensión de terrorismo global por el Sureste Asiático, en la, cada vez mayor, presencia china y en cuestiones sobre cambio climático y sus terribles consecuencias en varios Estados vecinos. Más específicamente, sus intereses estratégicos, económicos y comerciales se centran en la región de Asia Indo-Pacífico, en el mar de Arabia, la bahía de Bengala y el mar del Sur de China, donde intenta desarrollar un papel de estabilidad y respeto de la libertad de navegación.

Por otro lado, Australia ha incrementado sus relaciones de seguridad regional y global con EE UU y, en especial, con la nueva política del Gobierno de Barack Obama que está redefiniendo su papel en el Sudeste Asiático. En 2011 se firmó el acuerdo entre estos dos países que permite la presencia de marines estadounidenses en Darwin, en el norte del país. También, han mejorado sus relaciones con Japón, sobre todo existe un gran intercambio comercial y una mayor integración en el ámbito de la seguridad nacional. Junto con Estados Unidos estos tres países conforman la Trilateral sobre el Diálogo de Seguridad al que se está intentando seducir a India, país al que Australia ha apoyado en su meta por ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Sin embargo, su estimada singularidad al ser una “gran isla” entre Oceanía y Asia -su insularidad- le lleva a aplicar su propia proyección estratégica priorizando las relaciones multilaterales que eviten el choque con otras naciones y a lograr una estabilidad regional que permita la protección de sus intereses estratégicos. En algunos casos, esta realidad ha provocado los recelos de EE UU, buen ejemplo de ello, es la decisión australiana por participar en el China’s Asia Infraestructure Investement Bank, o su lucha por conseguir un papel más visible de China en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco de Desarrollo de Asia (Pekín resulta ser el primer socio comercial australiano y sus importaciones minerales sustentan el actual momento de bonanza económica del que disfruta el país ). Pero su política multilateral, también le ha permitido una presencia global sumamente interesante como miembro del G20, del grupo MIKTA (México, Indonesia, Corea, Turquía), del ASEF (Fundación UE-Asia), demostrando una gran capacidad de actuación a través de los subgrupos que se generan en dichas reuniones diplomáticas.

Australia desde su creación y hasta bien entrado el siglo XX ha sido una nación condenada a la “tiranía de la distancia”. En el presente y motivado por las numerosas transformaciones de Asia ha pasado a ser una nación esencial en los nuevos contornos de proximidad de este espacio regional. La ex primera ministra, Julia Gillard, afirmaba en el Libro Blanco 2012: “ Nos hemos beneficiado de la trayectoria de los países de nuestra región. Nuestra relación con China, India, Indonesia, Japón y la República de Corea nos ha reforazdo en los últimos años. Nuestra alianza con Estados Unidos permanece tan fuerte como siempre”. En estos momentos, las relaciones estratégicas con Washington cuentan con un gran respaldo de la opinión pública australiana, Pekín resulta ser uno de sus socios estratégicos, mientras sigue estrechando sus relaciones con Tokio y Seúl, sin olvidar a Nueva Delhi.

El nuevo programa naval australiano de compra, desarrollo y mantenimiento de su flota de submarinos, cuyo coste total asciende a 36.000 millones de dólares mejorará las capacidades de proyección estratégicas australianas (la cifra de los nuevos sumergibles varía entre 8 y 12). Proceso de contratación al que se han presentado tres importantes conglomerados industriales como son el japonés Kawasaki Heavy y Mitsubishi Heavy Industries, la constructora francesa DCNS y la alemana Thyssen Krupp Marine Systems. Esta apuesta naval con total seguridad va encaminada a reforzar de su propia insularidad en el siempre cambiante escenario del Sureste Asiático. Las capacidades y una mayor presencia en los mares será una cuestión que no debe ser desdeñada en los análisis estratégicos, un actor que potencia el multilateralismo y que busca la estabilidad regional como protección de sus propios intereses.