Palestina e Israel siguirán sujetos a una dinámica completamente diferente a Egipto, Túnez y Libia.

 

ABBAS MOMANI/AFP/Gettyimages

 

Entre tantos análisis sobre qué dirección tomará la primavera árabe, ¿qué es lo que guarda 2012 para el insoluble conflicto palestino-israelí? Desde luego no es la previsión de un panorama soleado. Un optimista podría predecir un año encapotado con periodos de sol; un realista pondría de relieve las nubes de tormenta que acechan en el horizonte. A medida que Estados Unidos e Israel se adentran en un año de elecciones presidenciales y parlamentarias, respectivamente, cada vez gana más aceptación la idea de que no se va a lograr nada sustancial reiniciando las negociaciones de paz. Es probable que 2012 sea testigo de cierto “boxeo de exhibición” entre los protagonistas, sin que en realidad ninguno de los dos llegue a propinar un verdadero puñetazo. Los recientes encuentros en Amman entre palestinos e israelíes sí demuestran, sin embargo, una cierta voluntad de reanudar las negociaciones de la que ambas partes carecían el año pasado.

No obstante, a medida que Túnez, Egipto y Libia continúan con sus procesos de transición, los acontecimientos en Palestina siguen sujetos a una dinámica completamente diferente. Cualquier que sea el resultado de las deliberaciones del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el Estado palestino, los territorios palestinos continúan presentando divisiones internas, dependencia de los donantes y siguen bajo una ocupación. Todos aquellos que potencialmente podrían hacer cambiar las cosas de manera decisiva se enfrentan a diversos obstáculos.

Hamás y Al Fatah deben cumplir con el acuerdo de unidad y establecer la fecha de las elecciones

Las facciones rivales de Hamás y Al Fatah deben cumplir con el acuerdo de unidad, establecer una fecha para la celebración de elecciones en 2012 y no dejar que las frustraciones por los rechazos de Israel les hagan recaer en la violencia. Sus socios occidentales deben abordar la guerra de narrativas creada en torno al intento de Abbas de lograr el reconocimiento del Estado palestino, y la cuestión de la legitimidad de las negociaciones auspiciadas por Estados Unidos y el Cuarteto.

La Liga Árabe y los gobiernos liderados por islamistas que vayan surgiendo deben estar preparados para compensar las medidas de castigo de Estados Unidos e Israel con el ofrecimiento de asistencia económica tangible, no con un mero apoyo retórico.

El impacto de la primavera árabe sobre el conflicto ha sido mínimo a nivel local pero potencialmente decisivo a nivel regional. Queda por ver hasta qué punto las revueltas árabes contribuirán a dar vigor a las dinámicas locales en Palestina, o si terceras partes pueden ayudar a producir el cambio de mentalidad necesario para superar el actual punto muerto.

Hélène Michou, investigadora junior de FRIDE