Algunos países se transforman en el transcurso de una generación –como Irlanda o China–, y otros permanecen congelados en el tiempo (basta pensar en Corea del Norte). El grado de rapidez o de lentitud con el que cambia la vida en determinados Estados es el objetivo del Índice de Velocidad de Cambio, que mide los avances en urbanización, alfabetización, PIB per cápita, libertades civiles y acceso a las comunicaciones durante los últimos quince años. Cuanto más cambian estos factores, más alta es la puntuación. Desarrollado por la consultora Social Technologies de Washington, el estudio revela dónde se modifican más rápido las necesidades de los ciudadanos, dónde están abriéndose nuevos mercados y dónde es más alto el riesgo de inestabilidad.