El gigante asiático se mantiene inmune a la crisis europea.

 

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Feng Li//Getty Images

 

 

A pesar de la crisis en Estados Unidos y Europa, China continua imparable en su ascenso económico. Según las previsiones de septiembre del Fondo Monetario Internacional (FMI), el gigante asiático seguirá creciendo a tasas en torno al 9% de su Producto Interior Bruto (PIB) en 2011 y 2012. Si bien una gran parte de su crecimiento de las últimas décadas se explica por su conexión con el mundo (sobre todo como receptora de inversiones y exportadora de productos), Pekín parece una vez más inmune a una crisis que está haciendo estragos en el viejo continente y que está acelerando en el imaginario colectivo, su ascenso en la escena internacional.

Aunque las cifras económicas indican que China se mantiene firme, esto no ha evitado que en las últimas semanas algunos columnistas hayan defendido que el gigante asiático podría ser el próximo en caer. Para ello esgrimen varios problemas que se han intensificado en los últimos años: la alta inflación, la burbuja en el sector inmobiliario, el descenso en las exportaciones, la corrupción y el peligro de altercados políticos o sociales. A pesar de que Pekín se enfrenta a numerosos retos y la crisis internacional está afectando al país, estos problemas (al menos de momento) no ponen en peligro a la segunda economía del mundo.

Para empezar, China no tiene ningún problema de deuda soberana ni su sistema financiero está en entredicho. Su porcentaje de deuda pública respecto a su PIB es del 26%, mientras que el de EE UU ya ha sobrepasado el 100% y la mayoría de países europeos se mueven entre el 60% y el 90%. Aunque en la esfera local sí hay administraciones endeudadas y bancos con créditos de muy difícil recuperación, la situación general de las finanzas chinas no alcanza la gravedad de la de los Estados de Europa.

La inflación y la burbuja inmobiliaria han sido durante 2011 los dos grandes quebraderos de cabeza del Gobierno. Ambos, sin embargo, parecen haberse controlado en los últimos meses. En septiembre, la inflación interanual aumentó un 6,1%, una cifra preocupante que, sin embargo, supone un leve descenso con respecto a agosto (6,2%) y julio (6,4%). En el sector inmobiliario, los precios de la vivienda en las principales ciudades han pasado de crecimientos de dos cifras (un 13% en abril de 2010) a incrementos moderados en torno al 4%. Para conseguir esto, el Ejecutivo ha favorecido la construcción de vivienda pública, incrementado las tasas de interés, restringido las inversiones extranjeras en el sector y aumentado las dificultades para la compra de una segunda y tercera casa. Todo parece indicar que la burbuja se ha controlado antes de que fuera demasiado tarde.

Con el estallido de la crisis en 2008, el sector de la economía china más afectado fue el de la exportación, que durante las últimas tres décadas ha sido el gran motor de su economía. El descenso de la demanda por parte de Europa y Estados Unidos provocó en su momento el cierre de miles de fábricas en el sur del país, con la consiguiente pérdida de tejido empresarial y aumento del paro.

En la actualidad, sin embargo, el sector de la exportación parece haberse ajustado a la nueva situación económica. En septiembre de este año, las exportaciones crecieron un 17,1%, lo que muestra una continuidad con los meses de mayo, junio y julio.

Es aquí, sin embargo, donde se encuentra una de las claves del futuro del país: China necesita abandonar un modelo basado en la exportación de productos de bajo precio para aumentar el valor añadido de sus empresas y fomentar el consumo interno. O, como se suele decir, pasar del made in China al invented in China; dejar de ser la fábrica del mundo para convertirse en el mercado del mundo. Este cambio de modelo productivo puede ser la clave no sólo para el gigante asiático, sino también para Estados Unidos y Europa. Si Pekín comienza a consumir más y a exportar menos, los países occidentales serán capaces de reducir sus déficits y encontrar nuevos focos de crecimiento.

Pekín tiene que pasar del made in China al invented in China y dejar de ser la fábrica del mundo para convertirse en el mercado del mundo

Además de las consideraciones anteriores, conviene no olvidar que China se encuentra en un contexto nacional y regional muy distinto al de Estados Unidos y Europa. El gigante asiático es todavía un país en vías de desarrollo, donde la economía tiene mucho margen de crecimiento, el consumo interno apenas ha comenzado y aún hay numerosos sectores y regiones por explotar.

Aunque EE UU y la UE estén pasando por momentos difíciles desde 2008, lo cierto es que la crisis no ha afectado a todos por igual. Otras partes del globo, sobre todo América Latina, África y Asia, han continuado creciendo en los últimos años y confirmado la importancia de los países emergentes. Esta tendencia es incluso mayor en Asia, un continente al que el FMI definió en septiembre como “un punto brillante de la economía mundial”. La región, según el informe de dicha institución, crecerá en 2012 a una media del 6,7% (China lo hará a un 9%).

La crisis, al menos de momento, también ha servido para reforzar el modelo político y económico de Pekín. Desde China se ha vivido con sorpresa la incapacidad de la UE para hacer frente de forma solidaria y decidida a los problemas de Europa. En caso de crisis, el gigante asiático parece contar con mucho más margen de maniobra. Uno de los motivos es su régimen dictatorial, que permite al Gobierno tomar medidas rápidas sin necesidad de pasar por ningún Parlamento ni negociar con otros partidos políticos. Además de eso, ha cedido mucha menos soberanía a las instituciones internacionales y a la iniciativa privada. Todos los grandes bancos siguen en manos del Estado y sus directivos (como los de todas las grandes empresas nacionales e incluso muchas de las privadas más importantes) son nombrados directamente por el poder político. Esto, que hasta ahora se consideraba una rémora para el desarrollo económico, se ha convertido en una garantía frente a la crisis: en caso de tormenta, el Ejecutivo cuenta con numerosos recursos para hacer que sus órdenes se cumplan y reorientar la economía nacional.

A la hora de hablar de China, casi siempre se suele acudir a los extremos: o se hunde de forma inmediata o se convierte en poco tiempo en la nueva superpotencia. La realidad, como casi siempre, se encuentra en el punto medio. Su economía no corre peligro a corto plazo, pero tendrá que enfrentarse al reto de cambiar de modelo productivo para sobrevivir a esta crisis y a todas las que vengan en el siglo XXI.

 

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