A no ser que quieran quebrar y salir del euro, los chipriotas tendrán que encontrar a un tecnócrata que lidere su Gobierno.

 

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La isla de Chipre, que cuenta con poco más de un millón de habitantes y representa el 0,2% del PIB comunitario, se ha convertido en el conejillo de indias de la eurozona. Un corralito en toda regla se ha impuesto disfrazado de gravamen a los depósitos bancarios. Todo dentro de la legalidad. El Tratado de la UE permite, en sus artículos 65 y 66, limitar el movimiento de capital o su salida de la Unión. La directiva que garantiza los ahorros hasta los 100.000 euros se aplica sólo en caso de que quiebren los bancos. Y de momento, en Nicosia no lo han hecho. Por lo tanto, la decisión unánime del Eurogrupo de gravar el 9,9% de los depósitos de más de 100.000 euros o del  6,75% para cantidades de entre 20.000 y 100.000 euros, permaneciendo intactos los ahorros hasta los 20.000 euros; sería legal. Se ha roto el tabú europeo de garantizar los depósitos mediante la vía impositiva. El único autorizado para imponer esa carga directa es el Gobierno chipriota. La Unión no tiene competencias en los impuestos directos. Ante las protestas en las calles de la isla, el Parlamento ha votado en contra del gravamen con la abstención del partido en el poder.

En la obra del rescate a Nicosia participan varios actores. El propio Gobierno chipriota que acaba de salir de las urnas. El conservador Nikos Anastasiades no lleva ni un mes y debe lidiar con el rescate. Su antecesor el comunista Dimitris Christofias no fue capaz de ponerlo en marcha por su oposición a las privatizaciones con lo que se perdieron 7 meses preciosos.

Si Chipre quiere evitar la quiebra bancaria, poder pagar a sus funcionarios y continuar con sus servicios sociales; no le queda más remedio que pedir un rescate de 10.000 millones de euros. A cambio, la troika reclama a Nicosia la recaudación de 5.800 millones de euros.

En Chipre, el sector financiero es casi 8 veces su PIB. Su dependencia de los bancos es enorme. Unas entidades copadas de dinero ruso ya que entre un tercio y la mitad de los ahorros depositados en la banca chipriota provienen de Rusia. Millonarios rusos acuden con sus depósitos a Nicosia para evitar el fisco moscovita. Según la agencia Moody´s estaríamos hablando de 31.000 millones de euros. Moscú también es el principal inversor extranjero en el país con 13.000 millones de dólares.

¿Está dispuesta la UE a financiar el rescate a unos bancos dominados por Rusia?

En la propuesta inicial del Eurogrupo se quería gravar a los depósitos de más de 100.00 euros quizás con la idea de que pagaran los multimillonarios rusos que utilizan a Chipre como paraíso fiscal en el que lavan su dinero negro. El cambio posterior para gravar también los ahorros inferiores a 100.000 euros lo habría defendido el presidente chipriota para no dañar el modelo de negocio del país basado en un sistema bancario hipertrofiado y trufado de actividades opacas.  Un problema que deriva de la directiva sobre la fiscalidad al ahorro en la que las exigencias de transparencia e información no parecen ser las mismas para Luxemburgo o Chipre, por ejemplo, que para el resto de países. Si a esto añadimos que la Unión Bancaria, aunque ya está en marcha, todavía no es efectiva y da lugar a una fragmentación en la UE; que posibilita que la rentabilidad de un depósito en Nicosia sea el doble que uno en Madrid.

La influencia de Grecia

Desde 2011, Chipre viene sufriendo una fuerte crisis, sobre todo desde el rescate de Grecia. Los lazos de Atenas con Nicosia son muy intensos. No hay que olvidar que más de la mitad de la población es grecochipriota, el otro tercio reside en el Norte de la isla bajo dominio turco de facto desde 1974. La banca chipriota invirtió mucho en bonos griegos y se vio muy afectada tras la quita a la deuda helena. Cuando el rescate alcanzó a Atenas, miles de ahorradores griegos huyeron con su dinero a Nicosia.

La alternativa rusa

Para paliar las dificultades económicas, Chipre acudió a Rusia. El Kremlin le concedió en 2011 un crédito de 2.500 millones de euros a un tipo de interés del 4,5%. El ministro de Finanzas chipriota, Michael Sarris, ha viajado hoy a Moscú donde se ha reunido con su homólogo ruso al que ha pedido extender ese préstamo cinco años más, hasta 2020, y rebajar el tipo de interés. De momento, no hay ningún acuerdo concreto.

Moscú también parecía interesado en comprar una participación mayoritaria en el Patriot Bank de Chipre que necesitaba el rescate pero el impuesto sobre los depósitos bancarios puede echar por tierra las negociaciones. Incluso el gigante gasístico ruso Gazprom, según informa el diario The New York Times, se habría ofrecido a pagar el rescate a cambio de conseguir los derechos de explotación de las bolsas de gas de las costas del Sur de Chipre. Unos yacimientos polémicos, valorados en 80.000 millones de euros, y a los que el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, envió tres buques de guerra en septiembre de 2011. Turquía se niega a reconocer la zona exclusiva económica de Grecia lo que podría dar lugar a un conflicto sobre el control de esos 200.000 metros cúbicos de gas.

Las elecciones alemanas condicionan el rescate

Por otro lado, Alemania pese a que la canciller, Angela Merkel, dio su apoyo electoral a Anastasiades, no parece dispuesta a pagar el precio de las finanzas chipriotas. Las elecciones alemanas serán en otoño y Berlín, junto a otros países del Norte de la UE, son partidarios de la austeridad y no piensan derrochar más dinero en los países del Sur.
Por último, hay que destacar el ridículo papel que está jugando el presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, liderando una institución débil y dividida frente a un Consejo y un Eurogrupo cada vez más fuertes, dominados por los Estados miembros, con Merkel llevando la batuta. Un ejecutivo comunitario que brilla por su ausencia y que debería presentar sus propuestas propias o contrarrestar a Berlín.

Mientras, los chipriotas siguen haciendo colas en los cajeros hasta que su Parlamento tome una decisión sobre el rescate. Quizás Anastasiades pase a ser el breve (en la duración de su gestión), en caso de que, como ya sucediera en Grecia, todo se retrase y haya que nombrar a un tecnócrata, a no ser que quieran quebrar y salir del euro.

 

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