División estadounidense patrullando los campos de opio de Afganistán para evitar que sean controlados por los talibanes. Bay Ismoyo/AFP/Getty Images
División estadounidense patrullando los campos de opio de Afganistán para evitar que sean controlados por los talibanes. Bay Ismoyo/AFP/Getty Images

El terrorismo y el narcotráfico son dos de los grandes desafíos a los que se enfrenta Occidente. La lucha contra ambos presenta algunas semejanzas.

Antes del 11-S y la consiguiente lucha sin cuartel contra el terrorismo, Estados Unidos y sus aliados ya se habían embarcado en otro conflicto donde se volcaron unas enormes cantidades de recursos humanos y materiales: la guerra contra las drogas. Por un lado, la persecución de los grandes cárteles (en especial en los 80 y 90) aportó experiencias que luego se aplicaron en operaciones contra organizaciones como Al Qaeda o Daesh. Pero por otro, también hay paralelismos en los aspectos negativos. Como por ejemplo, operaciones encubiertas de dudosa legalidad, contar con el apoyo de regímenes poco democráticos, violaciones de derechos humanos…

Estados Unidos comenzó a hablar de Guerra contra las Drogas 30 años antes de los atentados terroristas en Washington y Nueva York. En junio de 1971, el presidente Richard Nixon anunció que el tráfico de narcóticos se había convertido en el “enemigo número uno” del país. Aunque desde 2009, la Administración Obama prefiere no utilizar este término.

Tanto desde el punto de vista positivo como desde el negativo, estos son los cincos paralelismos entre las luchas contra el comercio ilícito de drogas y el terrorismo.

 

Uso de la inteligencia electrónica. El caso Snowden ha puesto de manifiesto la capacidad del gobierno de Estados Unidos para espiar las comunicaciones con programas de vigilancia masiva como PRIMS o Xkeyscore. Pero esta voluntad de control masivo para luchar contra actividades delictivas no surge de la persecución al terrorismo yihadista.

La lucha contra los cárteles supuso los primeros pasos en este control de las telecomunicaciones. Tal y como revelaba USA Today en abril de 2015, la Agencia Antidroga estadounidense (DEA en sus siglas inglesas) fue la antecesora a la NSA a la hora de espiar las llamadas de los estadounidenses. Habría vigilado tanto en las llamadas internas como las destinadas a 116 países, en especial a México y América Central.

Este espionaje de la DEA contó con apoyo técnico del Pentágono que aportó los equipos necesarios, pero también participaron analistas de inteligencia exterior (CIA y NSA) para rastrear los datos que se obtenían. Aunque no se llegaba a controlar el contenido exacto de las comunicaciones, sí proporcionaba datos clave como números de llamadas y frecuencia con que se realizaban.

La interceptación de mensajes y la localización de llamadas fue también un método esencial en la persecución del señor de la droga colombiano, Pablo Escobar. El libro del periodista estadounidense Mark Bowden, Matar a Pablo Escobar, detalla la presencia de la unidad estadounidense, conocida como Centra Spike, especializada en estas labores.

Centra Spike trabajó con la unidad encargada de perseguir a Escobar, el Bloque de Búsqueda. Pudieron localizarlo tras una larga investigación de las llamadas del jefe del cártel de Medellín, particularmente las que efectuó a su hijo. Aunque tal y como ha explicado el propio Bowden a esglobal, “ahora estos métodos son mucho más sofisticados, cualquiera que utilice hoy en día un dispositivo de telecomunicaciones puede ser rastreado y localizado instantáneamente”.

 

La coordinación de varios cuerpos de seguridad. La citada colaboración entre la DEA, CIA, NASA y el Pentágono fue más allá y se extendió a otros cuerpos policiales de Estados Unidos en los 80 y 90, tanto locales como federales (FBI o Guardas Costas). A su vez, también aumentaron las investigaciones conjuntas con fuerzas de seguridad de otros países.

Un ejemplo del aumento de la colaboración dentro de EE UU fue cuando los militares comenzaron a participar en la vigilancia fronteriza. Destacó la Joint Task Force North (originariamente denominada JTF-6) que en 1996 desplegó los primeros drones Predators, entonces sin armas, para este propósito.

Los fallos en la coordinación entre la CIA y el FBI tras los atentados de Al Qaeda en 2001 propició que Estados Unidos reorganizara la gran mayoría de sus agencias bajo el paraguas del Department of Homeland Security. Su función es gestionar la cooperación entre 187 organismos (como la Guardia Nacional, la Agencia Federal de Gestión de Emergencias, control de fronteras, transportes…). Aunque se creó para aunar esfuerzos y prevenir un nuevo gran ataque terrorista en suelo estadounidense, la Homeland Security también puede actuar en otro tipo de emergencias como grandes desastres naturales o accidentes. Curiosamente, los republicanos han expresado la necesidad de recortar a este departamento, y seguramente será un caballo de batalla para la próxima administración que surja de las elecciones de noviembre.

Pero también ha habido ejemplos de descoordinación o poco entendimiento. A principios de los 70, la DEA ya quiso procesar al general Manuel Noriega, aún no era dictador de Panamá, pero sí un importante colaborador de la CIA en la lucha contra el comunismo en América Central. Los detalles de esta historia los explica Alexander Cockburn y Jeffrey Saint Clair en su libro Whiteout: The CIA, Drugs and the Press.

 

La presencia de aliados incómodos y la violación de derechos humanos. Dictaduras, paramilitares, guerrillas… Estados Unidos y otros países occidentales han recurrido a los aliados que violan las libertades a la hora de luchar tanto contra el terrorismo como el narcotráfico.

En el caso del tráfico de drogas, EE UU solapó sus intereses con la lucha contra la influencia de la Unión Soviética en América Latina. Washington dio apoyo a regímenes y grupos armados anticomunistas, pero que, en algunos casos, también eran muy activos en el comercio de estupefacientes, como el citado caso de Manuel Noriega o el activo papel de la Contra nicaragüense vendiendo cocaína.

La colaboración entre la Administración estadounidense y los Contras en materia de narcotráfico han dado mucho de que hablar en Estados Unidos. El Comité Kerry en el Senado de EE UU en 1986 puso de manifiesto que el Departamento de Estado había recurrido a narcos para llevar ayuda a los insurgentes nicaragüenses. También hubo informaciones en prensa que vinculaban a la CIA en el apoyo al tráfico de cocaína de los  Contras, pero las investigaciones del Gobierno de EE UU las desmintieron.

Washington también recurrió a aliados poco recomendables para perseguir a narcotraficantes. Según los informes de Human Right Watch y documentos desclasificados por la propia CIA en 2008, Estados Unidos compartía información con la Policía Nacional colombiana durante la persecución de Pablo Escobar, sabiendo que esos datos irían a parar a los PEPES, un grupo paramilitar que asesinaba a los miembros del Cártel de Medellín.

Además, programas como el Plan Colombia o la Iniciativa de Mérida (colaboración para luchar contra el narco mexicano) también han despertado críticas porque violan cuestiones relacionadas con los derechos humanos; como que la ayuda fuera a parar a grupos paramilitares (como las AUC) o que ésta estuviera destinada a unidades policiales que practicaban la tortura.

Mark Bowden considera que el riesgo de que Washington recurra a este tipo de aliados que no respetan los derechos fundamentales “aumenta cuando el país se siente amenazado”. Por su parte, Óscar P. Ventura, analista en terrorismo y yihadismo internacional, se muestra rotundo sobre la eficacia de recurrir a estos elementos, “no han mejorado en absoluto la lucha antidroga o antiterrorista”.

 

La importancia del control de fronteras. Tras el 11-S y cada vez que el yihadismo golpea directamente a un país occidental se abre el debate sobre el control de las fronteras. Durante los años más intensos de la Guerra contra las Drogas (y aún sigue en todo Occidente), los Estados implementaron medidas para controlar mejor sus fronteras.

Ya se ha visto el caso de cómo Estados Unidos desplegó a sus drones a mediados de los 90. Pero la JTF-6 comenzó sus actividades en 1989, dando apoyo con unidades militares a la vigilancia en la frontera de México con los estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas. El Pentágono valora estos operativos porque les permite un entrenamiento muy útil para sus tropas.

Volviendo al caso de México y más allá del comercio de estupefacientes, el tráfico de armas en la frontera también es importante. En especial desde el lado de EE UU hacia el sur. La Oficina estadounidense para el Alcohol, Tabaco, las Armas de Fuego y Explosivos (ATF por sus siglas inglesas) lanzó una controvertida operación, bautizada como Fast and Furious, para detectar estos flujos comerciales.

La operación consistía en vender armas sin restricciones en Arizona. Se esperaba que los narcos mexicanos acudieran a comprarlas, y la ATF seguiría su rastro. Pero todo terminó en un fiasco. No se pudo detener a ningún narcotraficante destacado, y se cree que hubo 150 muertos en delitos cometidos con esas armas a ambos lados de la frontera.

En el caso de esta vigilancia territorial, ha costado tener lecciones útiles de un caso a otro. Según Óscar P. Ventura, “el control de fronteras tanto en la lucha antidroga como la antiterrorista es primordial”, y recuerda que “los límites de la Unión Europea han sido y son demasiado laxos en lo que respecta a la penetración de drogas y movimientos de elementos terroristas”.

Mark Bowden tampoco se muestra muy optimista, “las lecciones extraídas del esfuerzo por controlar el tráfico de drogas no son un buen augurio para combatir al terrorismo o la inmigración ilegal”.

 

El auge de las operaciones militares encubiertas. Actualmente, es habitual encontrar noticias que hablan de operaciones de fuerzas especiales en lugares como Siria, Irak o Somalia. Muchas de ellas van destinadas a capturar o eliminar a líderes de Al Qaeda o del Estado Islámico. Solo hay que recordar todo lo que ha dado que hablar la misión donde los Navy Seals mataron a Osama Bin Laden.

Estas acciones contra yihadistas tienen un referente claro. La persecución de Pablo Escobar que acabó con su muerte en 1993. Para Mark Bowden, está comprobado que se han podido extraer lecciones positivas de esta actuación ya que “ayudó a refinar las tácticas en este tipo de operaciones y ahora son mucho más efectivas”.

Bowden también indica que la lucha contra los cárteles sirvió para preparar a estas tropas de élite a la hora de actuar contra actores no estatales. También cree que la insistencia por atacar a blancos tan específicos, ya sean líderes terroristas o de cárteles, “se debe a que los objetivos han elevado el grado de violencia hasta amenazar seriamente al Estado que decide perseguirlos”.

Estas operaciones de fuerzas especiales contra los narcos también han generado controversia. Por ejemplo, la Delta Force de EE UU oficialmente solo asesoró a la policía colombiana en los años duros del narcoterrorismo.

Cuando Pablo Escobar fue abatido en 1993, en seguida corrió el rumor de que el disparo que mató al líder del cártel de Medellín lo hizo un tirador de élite estadounidense. El propio Bowden en su libro Matar a Pablo Escobar defiende esta hipótesis, aunque medios como The New York Times la han desestimado.

La implicación en la persecución de narcotraficantes aún continuaría hoy en día. Por ejemplo, medios como The Washington Post barajaron la posibilidad de que soldados de élite estadounidenses colaboraron en la captura de El Chapo Guzmán, pese a que hubo desmentido del Gobierno mexicano de Peña Nieto.

Más allá de las fuerzas especiales, pero siguiendo en el ámbito de las operaciones secretas, Óscar P. Ventura señala también otra diferencia entre las luchas contra el narcotráfico y el terrorismo, “el agente encubierto siempre ha dado resultados muy positivos en la lucha antidroga”, también recuerda el buen resultado que las infiltraciones tuvieron contra grupos terroristas como el IRA o ETA, pero “parece que en la lucha antiyihadista no está dando buenos frutos por la dificultad de la infiltración y penetración”.