La Unión no puede perder la oportunidad de jugar un papel relevante en la transformación de la isla.

El 10 de febrero va ser decisivo para el futuro de las relaciones entre la Unión Europea y Cuba, ya que los ministros de asuntos exteriores de la Unión tienen previsto votar para autorizar a la jefa de la diplomacia de la UE, Catherine Ashton, y a la Comisión Europea abrir negociaciones con las autoridades cubanas sobre el contenido del acuerdo bilateral de diálogo político y cooperación.

El consenso que se ha producido en el grupo de trabajo del Consejo sobre la revisión de la política de la UE hacia Cuba en enero no tiene precedentes. Es la primera vez desde casi dos décadas que los 28 muestran la voluntad de alterar el status quo de las relaciones con la isla. Desde 1996 la UE basa su política en la Posición Común, que no implica la imposición de sanciones, pero vincula el diálogo político y la cooperación con La Habana a los avances reales en la transformación democrática y el estado de los derechos humanos en el país.

Como las autoridades cubanas rechazaron la Posición Común y las relaciones prácticamente se congelaron, solo se producen contactos esporádicos, por ejemplo, en el área de la ayuda humanitaria o los proyectos de desarrollo. Como consecuencia hoy Cuba es el único país con el que la UE no mantiene un diálogo político formal y el único país de América Latina y Caribe que no tiene Acuerdo de Cooperación con la Unión.

Después de 18 años de política restrictiva de la UE, puede constatarse que ni la Posición Común ni las sanciones europeas aplicadas temporalmente a Cuba (entre 2003-2008) han logrado sus objetivos. Es cierto que la isla está introduciendo pequeñas reformas económicas y en el sistema político, pero hay estudios que dicen que en esa misma etapa se ha producido la consolidación del poder de los hermanos Castro. Tampoco la clase política cubana demuestra voluntad de respetar los valores y las reglas democráticas, aunque en muchos casos sus representantes están a favor de las reformas hacia una economía de mercado controlado (al estilo chino y vietnamita).

La falta de resultados de la Posición Común y, sobre todo, el respaldo a las reformas económica y estructurales que empezaron en 2011 en la isla por parte de algunos países de la UE animaron a los europeos a revisar su política existente (recientemente, Holanda se ha unido al grupo de los Estados que llaman a suavizar las relaciones).

He aquí algunas claves para mejorar la política de la Unión hacia Cuba:

Más coherencia. La suspensión del diálogo formal a la vez que al menos 14 países miembros de la UE cuentan con declaraciones de cooperación en materia económica con la isla, convierte la Posición Común en un instrumento poco relevante. En resumidas cuentas, la PC no brinda las oportunidades de cambio y la credibilidad  e imagen de la UE están dañadas por esa falta de coherencia.

Volver a dialogar. Al renunciar al diálogo formal con Cuba, los cambios en la isla se llevan a cabo sin presencia de Bruselas. El dialogo formal es importante porque los analistas prevén que las transformaciones en el país se van a dar desde dentro, no desde fuera. Además, se observa que La Habana concede a las relaciones con la UE una importancia decreciente, en contraposición no sólo al incremento de sus intereses con los países de la región, sino también con China, Vietnam o Rusia. Cuba también ha adoptado una postura más pragmática, mostrando interés en afianzar las relaciones con gobiernos ideológicamente distantes (por ejemplo, Costa Rica). Por otro lado, la alta asistencia (31 de 33 de los jefes de Estados) en la cumbre de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños que se celebró recientemente en La Habana confirma que los líderes latinoamericanos apoyan una Cuba plenamente integrada en América.

Aprovechar un clima favorable para las negociaciones. No cabe duda de que es Estados Unidos quien marca la dirección de la política occidental hacia la isla. Sin embargo, nada parece indicar que en medio de las negociaciones con Irán y el proceso de paz en Medio Oriente, Washington quieran ahora revisar su política hacia Cuba. Simultáneamente, no hay contradicciones para empezar a suavizar las relaciones entre la UE-Cuba. La voluntad del régimen de La Habana de negociar un acuerdo marco con la Unión ya en 2010 (durante la presidencia española de la UE), el perfil más abierto del nuevo liderazgo cubano y la frágil situación económica de su principal socio, Venezuela, crean un ambiente favorable para abrir las negociaciones. El año 2018 (cuando se termine el mandato de Raúl Castro) puede ser decisivo para el futuro de la isla. La UE no debe esperar más porque puede perder la oportunidad de jugar un papel relevante en su transformación.

No olvidarse de los derechos humanos. Probablemente, un posible comienzo de las negociaciones no implique el levantamiento de la Posición Común. Es recomendable que mientras progresa el diálogo sobre el acuerdo bilateral, la UE siga presionado al Gobierno cubano sobre los derechos humanos. Cuba mantiene encarcelados a 87 presos políticos y existe represión contra las personas y grupos que critican al Gobierno o reivindican sus derechos (se han registrado 200 detenciones arbitrarias por razones políticas menos en 2013, respecto al año anterior, pero todavía el número supera los 6.000 casos).

Fortalecer los vínculos comerciales. A pesar de ser un mercado pequeño (11 millones de habitantes) y de tener un poder adquisitivo bajo, Cuba es un mercado importante en el Caribe. La escasez generalizada de oferta interna hace que haya oportunidades de exportación europea, especialmente en turismo, níquel, tabaco, biotecnología y azúcar. Aunque la UE es ahora el segundo socio comercial, el intercambio de las mercancías con la Unión es tres veces menor que con los países de América (dos veces menor que con Venezuela), así que hay un espacio para el desarrollo de la cooperación. Cuba necesita también inversiones que aporten innovación tecnológica, algo que la UE puede ofrecer. Gracias a mayores vínculos comerciales y más presencia en el país, la Unión puede tener mayor influencia, mejor conocimiento del mercado y una perspectiva más clara de los cambios que están produciéndose en la isla.

 

 

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