Los responsables políticos europeos deben buscar una pronta conclusión de las negociaciones del TTIP, aun cuando esto implique la firma de un acuerdo de alcance más limitado. Al mismo tiempo es necesaria una discusión más amplia y matizada del impacto económico heterogéneo que el tratado podría tener sobre los países miembros de la Unión Europea.

Las negociaciones del Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP, por sus siglas en inglés) han generado un interés sin precedentes en Europa, y también posiciones fuertemente divididas. Para muchos, se trata de una valiosa oportunidad para fortalecer la alianza entre Estados Unidos y la Unión Europea, generar crecimiento económico y crear nuevos empleos. Sin embargo, un creciente número de opositores ve al TTIP como una amenaza que podría poner en riesgo los servicios públicos, las normas y estándares de protección al consumidor, la salud y el medio ambiente, e incluso la gobernanza democrática. ¿Cómo lograr la conclusión y ratificación de un acuerdo beneficioso, evitando a su vez alimentar los sentimientos antieuropeos o antilibre comercio?

 

Interés y oposición sin precedentes

Fotolia
Fotolia

Ningún acuerdo comercial negociado hasta ahora por la UE ha atraído tanta atención como el TTIP. Numerosos tratados, la mayoría de ellos con socios comerciales más pequeños y con un menor nivel de desarrollo, han sido negociados y ratificados sin mayor dificultad. Sin embargo, la negociación transatlántica ha motivado multitudinarias protestas en diferentes ciudades europeas, y una vehemente oposición de parte de un gran número de organizaciones. El año pasado, un grupo de más de trescientas ONG lanzó una petición en línea para detener las negociaciones, la cual ha sido firmada a la fecha por casi un millón y medio de europeos.

Los opositores han criticado el secretismo del proceso de negociación. Ante estos cuestionamientos, en noviembre pasado la Comisión Europea decidió dar importantes pasos para mejorar la transparencia, incluyendo la publicación de propuestas y otros documentos de negociación. Sin embargo, las críticas y temores trascienden los aspectos de procedimiento, y abarcan, entre otras, preocupaciones por una posible reducción de los estándares de protección al consumidor, el medio ambiente y la salud, un impacto negativo sobre los servicios públicos, o una menor protección de los datos personales. Para muchos opositores, el TTIP se ha convertido en un sinónimo de los aspectos negativos usualmente asociados con la globalización.

La posible inclusión en el acuerdo de un mecanismo para la resolución de conflictos entre inversores y Estados es, sin duda, uno de los elementos más controvertidos de la negociación. Para sus defensores, se trata de una herramienta necesaria para proteger a los inversores de acciones arbitrarias; para sus opositores, es una amenaza contra la democracia, la soberanía y la capacidad reguladora del Estado. Si bien la Comisión Europea ha buscado salir al paso de las críticas y atender las preocupaciones mediante un amplio proceso de consulta pública, se trata de un tema sobre el que podría ser difícil lograr una solución satisfactoria para todas las partes.

 

Impacto económico heterogéneo e interés estratégico

Varios estudios estiman los efectos macroeconómicos del TTIP. En su mayoría, los resultados señalan un impacto positivo, pero relativamente modesto, para la economía europea. Sin embargo, en pocos casos se ha analizado con mayor detalle el impacto sobre los Estados miembros individuales de la UE. La publicación A Fresh Start For TTIP” (Un nuevo comienzo para el TTIP) de ECFR busca llenar esta laguna mediante el cálculo de un indicador de beneficio potencial para cada país europeo, que toma en cuenta factores como los lazos comerciales ya existentes con EE UU, el grado de complementariedad en el comercio con ese país, las barreras arancelarias que enfrentan los principales productos exportados, y en qué medida existe una amenaza de mayor competencia por parte de exportadores estadounidenses en el mercado europeo.

El análisis muestra que dentro de la UE podría haber tanto ganadores como perdedores, algo a lo que debe prestarse mayor atención. España se encuentra entre los países europeos que podrían obtener más beneficios del TTIP, junto con Estonia, Dinamarca, Portugal, Alemania, Italia, Lituania, los Países Bajos y el Reino Unido. Por su parte, países como Letonia, Luxemburgo y Eslovenia tendrían un menor beneficio potencial del tratado.

Si bien el impacto esperado del TTIP sobre la economía europea es modesto y heterogéneo, el tratado podría ser una oportunidad importante para fortalecer la relación transatlántica. En particular, serviría para reafirmar la importancia del mercado europeo para EE UU, y fortalecer su compromiso con las normas y estándares negociados con la Unión. La conclusión exitosa del TTIP permitiría además a la UE poner un pie en la puerta y afianzar su posición frente aotras iniciativas mega-regionales como el Acuerdo Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés).

Un fracaso de las negociaciones transatlánticas podría también reforzar la percepción de una decadencia de Occidente y socavar su capacidad de influir en la creación de reglas globales. Por estas razones, la conclusión de un acuerdo con EE UU es importante si el interés de la UE es evitar su exclusión de los grandes bloques comerciales y fortalecer su posición competitiva.

 

¿Cuáles son las alternativas?

La UE podría continuar, como lo ha hecho hasta ahora, negociando un acuerdo amplio. Se trata de la opción más ambiciosa, pero no carece de riesgos. Se requerirá de grandes esfuerzos técnicos y políticos para concluir la negociación del acuerdo, convencer al público de sus ventajas, y lograr su aprobación. Este proceso podría extenderse incluso más allá del 2016, año en el que EE UU estará sumido en su proceso electoral.Y, aun si las negociaciones son concluidas con éxito, un acuerdo amplio deberá ser aprobado por cada uno de los Estados miembros de la UE. El rechazo por parte de un solo país podría poner en riesgo el acuerdo para todos.

La otra opción es impulsar un acuerdo con un alcance más limitado. Se trata de una alternativa más modesta, pero que permitiría concluir más rápidamente las negociaciones y comenzar el proceso de ratificación antes de las elecciones estadounidenses. Concretamente, se podría considerar una rápida eliminación de los aranceles, junto con disposiciones generales sobre cooperación en materia regulatoria. También se podría incluir la armonización o acercamiento de normas y estándares en áreas en las que las partes hayan alcanzado un acuerdo. Esto podría venir acompañado por las disposiciones necesarias para que el TTIP sea un acuerdo vivo, que permita incorporar avances futuros en materia de convergencia regulatoria. Sin embargo, teniendo en cuenta los numerosos cuestionamientos en torno al mecanismo de solución de diferencias entre inversores y Estados, las dificultades para lograr un consenso sobre este tema, y su potencial para entorpecer la posterior aprobación del TTIP, este elemento debería dejarse de lado.

De esta manera podría alcanzarse un acuerdo con beneficios más fácilmente identificables y un menor costo político. Esto permitiría a la UE alcanzar los objetivos estratégicos de asegurar su posición frente a la formación de otros grandes bloques comerciales, y confirmar la importancia de la relación transatlántica, evitando a su vez un proceso de negociación muy prolongado que podría terminar sin resultados concretos, algo que causaría gran daño a los dos socios transatlánticos.

La Unión Europea debe además considerar el diseño de mecanismos adecuados para compensar a aquellos Estados miembros que podrían beneficiarse menos del acuerdo, o sufrir efectos negativos. Este apoyo debería dirigirse a ayudar a estos países a fortalecer su capacidad exportadora.

Finalmente, es importante que las autoridades europeas mantengan la transparencia, sostengan un diálogo permanente con la oposición y tomen en serio sus preocupaciones. La opción de ignorar a la oposición y continuar con el business as usual, aunque es tentadora, serviría para alimentar una mayor resistencia a la globalización y al libre comercio en el futuro.