Todo menos sencillo es la labor diaria de la ONU en Líbano. España, el tercer país que más soldados aporta a la misión, podría relevar a Italia en el mando de la FINUL. Esta mayor responsabilidad puede proporcionarle más visibilidad y reconocimiento internacional, pero también tiene su contrapartida. He aquí las dos caras de la moneda.

 

Con grandes dotes de malabarismo político y social afronta la Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano (FINUL) día a día su misión. Las tropas españolas entraron en el sur del país mediante la resolución 1701, que puso fin a 33 días de guerra entre la milicia chií libanesa Hezbolá (Partido de Dios) y el Ejército israelí en agosto de 2006. Desde entonces, alrededor de 1.200 soldados españoles se relevan cada cuatro meses en la franja sur de Líbano, delimitada al norte por el río Litani y al sur por la línea azul que marca la actual frontera con Israel. Aunque es un feudo del grupo islamista, una de cada siete personas en el sur del país es un casco azul. Y a pesar de ciertas reticencias locales, la implantación de la FINUL ha proporcionado importantes ingresos a la población local con la apertura de bares, restaurantes y pequeños comercios.

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Una misión nada fácil: la ministra de Defensa española, Carmén Chacón, saluda a las tropas desplegadas en Líbano.

La práctica demuestra que la resolución otorga y neutraliza al mismo tiempo el poder de la misión. Si bien les responsabiliza de las labores humanitarias y de la limpieza de armas en la zona, e incluso les concede el uso de la fuerza para defenderse e implementar su mandato, también les impide toda acción que no esté coordinada con las partes, Israel y las Fuerzas Armadas Libanesas (FAL). Ausente por más de 30 años del sur del país, el Ejército libanés es un actor muy reciente. De manera paralela, Hezbolá ha copado ese vacío y ha creado un Estado dentro del Estado que proporciona no sólo servicios sociales y médicos o indemnizaciones, sino que también resuelve disputas entre vecinos y concede licencias de construcción. Aunque 15.000 soldados libaneses y unos 13.000 soldados extranjeros comparten desde 2006 el sur con el grupo islamista, las LAF son muy cautas a la hora de llevar a cabo una acción y, generalmente, no lo hacen sin consultar antes a los hombres de Hezbolá en el terreno. Esta cadena de dependencias hace que las tropas de la FINUL no actúen sin comunicárselo al Ejército libanés, y éste a su vez al Partido de Dios. Esta ecuación implica que Hezbolá es parte oficiosa de la resolución.

Esporádicamente en el punto de mira de grupos asociados a Al Qaeda en la región, la brigada española sufrió el peor ataque terrorista contra la FINUL que costó la vida a 6 españoles en junio de 2007. Por otra parte, el incidente ocurrido este mes en la aldea de Kherbet Selem, a unos 20 kilómetros al norte de la frontera con Israel, pone de manifiesto la fragilidad y dificultad de la misión de la ONU. Tras la explosión de un depósito de armas, cascos azules italianos y franceses se cansaron de esperar a una respuesta positiva de las LAF y entraron a registrar una casa cercana. Este tipo de iniciativa se saldó con 14 soldados heridos tras ser apedreados por un centenar de vecinos.

La milicia chií, que criticó a la FINUL por actuar sin concertación con las Fuerzas Armadas Libanesas, ha dejado claro también que sus armas no son negociables y que no duda en enfrentarse contra quien intente despojarle de ellas. En el terreno, la misión de la ONU ha resultado ser un actor disuasivo de cara al tránsito de armas pesadas en campo abierto, pero poco eficaz en cuanto a aquellas ocultas en domicilios civiles. El debate de las armas enfrenta a seguidores y opositores de Hezbolá sin que se haya alcanzado un consenso. Asunto en el que los cascos azules tienen poco que decir hasta que los libaneses se pongan primero de acuerdo.

En un tono más contenido, el Gobierno libanés ha enviado un mensaje más sutil aprovechando el momento para filtrar en la prensa libanesa, con un mes de retraso, el arresto de diez miembros de una célula  del grupo salafista Fatah al Islam cuya intención era atentar contra las tropas extranjeras en el sur del país. A pesar del oportunismo, el  peligro de ataques contra las tropas de la FINUL no es ficticio y Líbano aparece cada vez más como un destino de la yihad islámica y no sólo como un lugar de tránsito para grupos terroristas. La última amenaza de Al Qaeda iba dirigida al líder de Hezbolá, el jeque Hasan Nasralá, por su connivencia con los “cruzados” (en relación a las tropas a las tropas de la ONU).

El peligro de ataques contra las tropas de la FINUL no es ficticio y Líbano aparece cada vez más como un destino de la ‘yihad islámica’

La región sur de Líbano es un terreno complicado de actuación por la presencia de Hezbolá, por la cautela de las FAL, por las amenazas terroristas y por el riesgo constante del estallido de una nueva guerra con Israel. Paralelamente, el panorama nacional y regional es cambiante. Tras las recientes elecciones parlamentarias, el país de los cedros espera todavía la formación de su gobierno. Siria e Irán, ambos benefactores de Hezbolá, viven momentos de cambios. Damasco mantiene un perfil bajo y diplomático ante las negociaciones con la Administración Obama, mientras que Teherán intenta mantener su régimen a flote.

En este contexto, España ha presentado su candidatura para relevar a los italianos en la jefatura de la misión de las tropas de la FINUL. En el caso de ser aceptada, debería doblar el número de soldados españoles para alcanzar al menos unos 2.000. Esto incrementaría sustancialmente y en tiempos de crisis el coste anual de la misión, que el año pasado ascendió a 177 millones de euros. La mayor ventaja sería la rentabilidad política de tal maniobra, sobre todo si lograra dar un paso positivo en las relaciones entre Israel y Líbano tras un previo acercamiento entre Damasco y Tel Aviv. Una mayor visibilidad y reconocimiento internacional que permitirían a España jugar un papel más importante en la región y tener mayor peso en organismos internacionales. Con más presencia, España adquiere también una mayor responsabilidad, y debería asumir problemas tales como la demarcación de la frontera sur con Israel y en especial de la ciudad de Ghayar que podría quedar temporalmente bajo control de guardias civiles españoles. El reverso de la moneda proviene de esa misma visibilidad, ya que convertiría a los soldados españoles en icono de las tropas extranjeras en Líbano y, por lo tanto, en objetivo de ataques terrorista y también de críticas en el caso de un fracaso político.

 

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