Después de leer el artículo de Evgeny Morozov (‘Depende: Internet’, junio/ julio de 2010), pensé en una analogía que demuestra por qué está equivocado. Imaginemos un restaurante que incluya en el menú una docena de maravillosas sopas recién hechas. Los camareros, sin embargo, tienen la asquerosa costumbre de escupir en los platos de los clientes que les caen mal. La mayoría de las personas criticarían con razón la actitud de los camareros. La solución de Morozov sería prohibir la sopa.

Todas las nuevas tecnologías tienen algunas consecuencias lamentables. Los sistemas de fontanería dentro de las casas destruyeron el tejido social de las mujeres habituadas a la camaradería del pozo del pueblo. La imprenta de Gutenberg condujo a la producción de pornografía a escala industrial. Y los teléfonos móviles son utilizados por los terroristas con efectos mortíferos. La cuestión no es: ¿puedo encontrar ejemplos de mala utilización de Internet? Por supuesto que puedo. La verdadera cuestión es: ¿Internet contribuye abiertamente a causas como la democracia, la libertad, la eliminación de la pobreza y la paz mundial? Mi respuesta es sí, de forma natural e inherente.

He aquí el motivo: Internet es un camino a la educación. La educación es la que mejor resuelve cualquiera de los problemas expuestos por Morozov. Un mundo pobre e injusto es un mundo analfabeto. Pero un mundo con formación está más preparado para contraargumentar y tiene más posibilidades de entender sus problemas. Uno de los pasos para conseguir un mundo con educación es conectar a los niños y ofrecerles los medios para aprender.

La One Laptop per Child Foundation ha distribuido hasta ahora dos millones de ordenadores portátiles en más de 40 países, en más de 20 lenguas. En uno de ellos, Uruguay, todos los niños tienen uno. Ruanda y Perú se han comprometido a hacer lo mismo. Gaza seguirá sus pasos.

¿De qué nos estamos dando cuenta? De que los pequeños de los lugares más pobres del planeta están enseñando a sus padres a leer y a escribir. Encontramos a niños en países tan remotos como Perú, Camboya y Ruanda que comprueban los intercambios de materias primas para que sus padres sepan los verdaderos precios de la lana, el arroz y el café. Encontramos chicas en Afganistán que no se atreven a ir al colegio, pero que, en su lugar, están conectadas y colaboran desde casa. ¿Hace falta decir más?

 

Nicholas Negroponte

Presidente, One Laptop per Child Foundation, Estados Unidos

 

 

Evgeny Morozov responde:

Me encanta la metáfora del restaurante de Nicholas Negroponte, pero creo que llega a conclusiones equivocadas. Incluso los restaurantes con “maravillosas sopas recién hechas” deben someterse a inspecciones de vez en cuando, aunque sólo sea para garantizar que las sopas siguen siendo maravillosas y estando recién hechas. Mi temor es que, para empezar, es posible que la sopa del restaurante de Negroponte nunca haya sido una de esas sopas recién hechas; el hecho de que haya o no camareros que escupan dentro no viene al caso.

Considero extremadamente peligroso el convencimiento de Negroponte de que hay algo “natural” e “inherente” en cómo Internet contribuye a “causas como la democracia, la libertad, la eliminación de la pobreza y la paz mundial”, dado que nos oculta las externalidades negativas de nuestras interconexiones. Podemos educar a los niños en Uruguay todo lo que queramos, pero la realidad es que la policía de Irán seguirá yendo a la caza de los activistas iraníes a partir de la información que ellos mismos cuelgan en los sites de las redes sociales.

En general, ojalá que Negroponte se tomara el tiempo de rebatir los argumentos de mi artículo en lugar de tratar de vender su propio proyecto como la panacea para todos los males del mundo. No niego que hay ciertos nichos que su producto puede cubrir, pero argumentar que One Laptop per Child tiene una gran repercusión en la velocidad o en la dirección de la democratización en países como China, Rusia o Irán es, simplemente, una ingenuidad.