Quizá lo más difícil de luchar contra las enfermedades contagiosas es lograr que los pacientes se tomen sus medicinas. Para la tuberculosis, que cada año mata a más de un millón y medio de personas, el tratamiento dura como mínimo seis meses y a menudo provoca desagradables efectos secundarios. Los pacientes que se saltan tomas se arriesgan a desarrollar tuberculosis resistente a la medicación, que es cara de tratar y tiende a provocar brotes peligrosos. Sin embargo, un grupo de estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, en EE UU) ha diseñado una solución innovadora: sobornar a los pacientes con minutos de llamadas para el móvil.

La gran idea de estos alumnos, que está siendo probada en Nicaragua, se basa en la nueva tecnología de los microfluidos en papel. En vez de acudir a diario al hospital o recibir recordatorios constantes en casa, los pacientes cuentan con un aparato que cada 24 horas expulsa una tirita de papel con sustancias químicas. Como si de un test de embarazo se tratase, se orina en la tira, que detecta si se ha consumido la medicación. En el dispositivo aparece un código numérico que los enfermos envían a través de un mensaje de texto a un servidor central (para prevenir estafas, el código es diferente cada día). Los pacientes cuyos códigos demuestren una tasa de cumplimiento del tratamiento suficientemente alta obtienen cada mes minutos gratis para llamar por el móvil, un incentivo poderoso que apenas supone costes.

Para José Gómez Márquez, director del programa Innovaciones en Salud Internacional del MIT, el atractivo del proyecto reside en su combinación de psicología y economía. “Sabíamos que el problema no podía enfocarse desde un punto de vista exclusivamente tecnológico”, dice. “Tenía que combinar una modificación del comportamiento con ayuda de la tecnología”. Hasta ahora, las pruebas realizadas en Nicaragua han sido un éxito –tanto que los pacientes que quedaron fuera del estudio también están pidiendo participar.

Mientras las tiras especiales de papel no puedan producirse masivamente, el proyecto tendrá un alcance limitado. Pero Miguel Orozco, investigador nicaragüense que colabora en el programa, piensa que la idea va a popularizarse. “Pueden hacer [el tratamiento] en casa”, dice Orozco. “Ves a gente con tuberculosis contenta de tener movilidad y autonomía”. El siguiente objetivo del MIT es exportarlo al resto del mundo. Ya están trabajando sobre el terreno para llevar la tecnología a Etiopía y han puesto en marcha una prueba clínica en Pakistán. El complejo alfabeto urdú está resultando todo un desafío logístico, pero ¿minutos gratis para el móvil? Es una idea que requiere poca traducción.