© Getty Images/ AFP/ M. uz Zaman
© Getty Images/ AFP/ M. uz Zaman

Las repercusiones cada vez más abundantes del cambio climático -más inundaciones, más ciclones, más sequía- hacen que lleguen a Dacca miles de refugiados del clima. La ciudad, que ya acoge a mucha más gente de la que puede, está a punto de estallar.

La palabra que más se asocia con la capital de Bangladesh es quizá superpoblada. La ciudad, habitada por más de 14 millones de personas en menos de 325 kilómetros cuadrados, tiene unas infraestructuras de alcantarillado, tratamiento de residuos y transporte que en cualquier momento van a venirse abajo.

En esas circunstancias, no es extraño que Dacca sea una de las peores ciudades para vivir según la clasificación de The Economist Intelligence Unit para 2015.

Si se investiga más allá de las razones evidentes -superpoblación, inundaciones, congestión- se descubre una causa fundamental: los niveles insostenibles de desplazamientos y migraciones a causa del clima.

Y no dejan de surgir nuevos problemas en los 700 kilómetros de costa baja del país. La subida del nivel del mar y los ciclones aumentan el peligro de inundaciones, y la erosión de las orillas de los ríos y la invasión del agua marina tendrán necesariamente un efecto devastador para la población del país.

“Durante los próximos dos o tres decenios, millones de personas dejarán de poder vivir de la agricultura y la pesca como hoy”, dice Saleemul Huq, investigador titular del Grupo sobre el Cambio Climático en el Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo.

Por otra parte, las sequías prolongadas afectan a las tierras cultivables porque erosionan la tierra y dañan unas cosechas que dependen de un calendario de monzones previsible.

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC con siglas en inglés) calcula que en los próximos años habrá 20 millones de nuevos desplazados en Bangladesh. Una cifra superior a las poblaciones de Los Ángeles, Chicago y Nueva York unidas. Debería preocuparnos mucho.

Ya ahora, gran parte del más de medio millón de personas que se traslada con sus familias -y sus esperanzas- a Dacca lo hace por las consecuencias del cambio climático.

© Getty Images/ AFP/ M. uz Zaman
© Getty Images/ AFP/ M. uz Zaman

No hay calles empedradas en oro

Sin embargo, la capital bangladeshí, que se extiende en un equilibrio precario sobre menos del 1% de la superficie del país, no es la tierra prometida, ni mucho menos.

La combinación de un crecimiento de la población explosivo y la escasez de tierras ha disparado los precios de compra y de alquiler de viviendas. Y, dado que los refugiados del clima proceden en su mayoría de situaciones económicas humildes, no tienen mucha más alternativa que unirse a los 3,4 millones de personas que se calcula que viven sin gas ni electricidad en campamentos ilegales miserables y abarrotados, llamados bosti.

Incluso en sus nuevas casas, no logran escapar de los desastres medioambientales que les han llevado a buscar refugio en sus endebles chabolas de esta ciudad a orillas del río Buriganga.

Las inundaciones en Dacca van en aumento, y la falta de infraestructuras para el agua y la recogida de basuras hace que se extiendan enfermedades transmitidas por el agua como la diarrea y las fiebres tifoideas.

Pero la salud y la contaminación no son los únicos problemas que afrontan los inmigrantes de los bosti. Rahmat Alí, un residente de la mayor barriada de chabolas de Dacca, se mudó a la ciudad cuando el agua marina anegó sus tierras. En vez de ser trabajador agrícola, como antes, hoy se gana la vida como conductor de rickshaw.

“Es mucho trabajo a cambio de muy poco dinero. Pero existen pocas opciones para gente como nosotros, que hemos perdido nuestras tierras y nuestros hogares y no tenemos nada a lo que volver”.

Una respuesta lenta a un problema urgente

En un paisaje urbano dominado por los omnipresentes bosti y los refugiados del clima, los habitantes más acomodados de Dacca están volviéndose cada vez más insensibles e indiferentes a las difíciles circunstancias y empiezan a considerarlas normales.

Esa apatía se refleja en el ámbito político. “La gente emigra a las ciudades porque el país no reacciona ante la peligrosa situación”, dice Aminul Islam, miembro del Grupo Estratégico Nacional para los Desplazados en el Ministerio de Gestión de Catástrofes.

Aunque Bangladesh posee un sólido marco estratégico para hacer frente al cambio climático -que incluye el Plan Nacional de Acción para la Adaptación y el Plan de Estrategia y Actuación de Bangladesh ante el Cambio Climático-, todavía no ha impuesto ningún programa de adaptación específico para los desplazamientos internos causados por el clima. Y eso, en opinión de Islam, es un error: “El país necesita una visión y un plan de adaptación a largo plazo para reducir los desplazamientos”, dice. “Si los más vulnerables disponen de un hábitat resistente al clima, posibilidades de ganarse la vida e instalaciones cívicas, disminuirán los incentivos para emigrar a las ciudades”.

¿Es Dacca un precursor de la catástrofe?

Aunque Bangladesh multiplique por cien sus actuaciones, sólo puede proteger a sus habitantes hasta cierto punto. Lo que necesita por encima de todo es que los países que más emisiones de carbono producen hagan grandes esfuerzos para reducirlas.

Los líderes mundiales están reunidos en París con el propósito de tratar de lograr un acuerdo universal y vinculante para combatir el cambio climático. Para los millones de personas que viven en países en situación de riesgo como Bangladesh, es crucial que tengan éxito en las negociaciones.

La situación en Dacca muestra que el cambio climático no es ni algo que sólo afecta a los osos polares ni un problema para las futuras generaciones. Muchos temen que no actuar ya haga de la capital bangladeshí un precursor de la catástrofe climática general.

 

Este reportaje se ha obtenido a través del concurso de relatos del PNUD Voices2Paris sobre el cambio climático y se ha elaborado gracias a Tamsin Walker y @DeutscheWelle.

 

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia