Turistas en la favela de Santa Marta en Rio de Janeiro, bajo el programa del Gobierno 'Rio Top Tour' (Vanderlei Almeida/AFP/Getty Images)
Turistas en la favela de Santa Marta en Rio de Janeiro, bajo el programa del Gobierno ‘Rio Top Tour’ (Vanderlei Almeida/AFP/Getty Images)

Más del 20% de la población de Río de Janeiro vive en favelas, pero éstas siguen siendo un misterio tanto para los extranjeros, como para los propios brasileños.

Cuando David Beckham compró en 2014 una casa en una de las favelas más conocidas de Río, Vidigal, por 330 mil euros la opinión pública ya había comenzado a cambiar la negativa visión que de ellas se tenía. Madonna o Kanye West le seguirían poco tiempo después. El turismo de favelas, también conocido como de base comunitaria está creciendo de manera exponencial, convirtiéndose en uno de los principales atractivos de la ciudad junto con el Corcovado o el Pan de Azúcar.

Como todo, esta nueva alternativa turística cuenta con detractores que argumentan que la mayoría de las empresas que realizan los tours no fomentan las economías locales y promueven lo contrario, una exploración de la miseria e informaciones bastante contradictorias. Los residentes se quejan de la falta de beneficios ya que estos van directamente a los tour operadores que los organizan. En la favela de Rocinha, la mayor de Brasil, son 7 las empresas que trabajan, pero tan sólo una la gestiona una persona local.

Pero también están los que defienden este tipo de turismo. Reconocen que es una manera de conocer la realidad de gran parte de la población de Brasil de cerca, sin intermediarios ni falsas informaciones, eso sí, siempre que se respete la libertad e imagen de los habitantes de la favela. Cada año se realizan varios encuentros en los que se debate el turismo de base comunitaria y sus efectos positivos en la economía local. Estos eventos son organizados por el propio Gobierno regional y SEBRAE (servicio brasileño de apoyo a las pequeñas empresas y a las microempresas); aunque también cuenta con algunos patrocinadores privados, ONG y asociaciones de vecinos.

En Vidigal la llegada de famosos y gente con dinero ha desplazado a muchos de sus antiguos moradores por la subida del alquiler o por la llamativa oferta que reciben por sus terrenos. Antes de la ocupación del morro en 1940, en esta zona residía una clase media que parece que quiere volver. En São Paulo ocurre algo parecido con Paraisopolis también conocida como la favela chic; y es que la concepción de las favelas está cambiando muy rápidamente en todo el país.

El conocido como Slum tourism no es algo único de Brasil también se da en países como México, India y Suráfrica. Incluso existen redes sociales que ponen en contacto a personas que trabajan en este campo en distintos países. Se cree que ya en 1884 la gente rica de Nueva York realizada paseos por Bowery y The Five Points área, que forman parte del Lower East Side, para ver como vivía la parte pobre de la población neoyorquina.

Cuando se alude a este término también se incluye la compra de propiedades. Este no es un fenómeno muy extendido en Brasil, aunque en favelas como la de Vidigal algunos inversores extranjeros no sólo compran propiedades para su propio disfrute sino para crear pequeños hoteles.

En lugares como India se están empezando a construir apartamentos en suburbios pero sin fines turísticos. En Bombay, una de las ciudades más densas del planeta con 16 millones de habitantes, el Gobierno está llevando a cabo el llamado “subsidio cruzado” en el que los constructores consiguen ventajas al construir pisos en los suburbios y venderlos más baratos.

Algo más que el Cristo Redentor

Sheila Souza es oriunda de la favela de Santa Marta, una de las más visitadas por los turistas ya que allí se filmó el videoclip, “They don´t care about us” de Michael Jackson. Esta favela recibe diez mil turistas al año, siete mil brasileños y tres mil extranjeros, según la asociación de vecinos de la comunidad.

Hace más de una década Sheila fundó su propia empresa, Brazilidade que realiza tours por Santa Marta "Muchas agencias traen impactos negativos, no respetan que es un espacio abierto y cerrado a la vez. Debe haber un respeto y una interacción con la gente local".

Las visitas a las favelas han crecido tanto, especialmente después de la pacificación (como es conocido el proceso puesto en marcha por el Gobierno regional para expulsar a los narcotraficantes que controlaban las barriadas pobres de Río) que se han convertido en un atractivo turístico no solo para extranjeros, sino para los propios brasileños. Hace cinco años tan solo el 5 % de los visitantes eran brasileños hoy ya son casi la mitad.

“Durante todos estos años he tenido buenas y malas experiencias, recuerdo con especial cariño un grupo que vino desde Bangladesh que me invitó a una conferencia de la ONU en su país. Allí pude descubrir sus "favelas", la manera que tenían de desarrollarse, el comercio justo y los trabajos sociales. Me hizo disminuir mi consumo bastante. Pero también he tenido malas experiencias, gente que llega con la mente cerrada, que ven la favela como si fuera un parque de atracciones, desde Brazilidade buscamos turistas con conciencia social y que quieran profundizar", declara Sheila.

El gran impulso para esta forma de turismo llegó en el 2014 con el Mundial de Fútbol y se espera que se repita durante los Juegos Olímpicos del 2016. Fue entonces cuando se hizo posible dormir en la favela, se abrieron hostales y casas particulares para alquilar más barato que en otras zonas como Ipanema o Lebrón. Dormir aquí te puede costar unos 20 euros por habitación. Desde el Ministerio de Turismo, Vinicius Lummerts declaró a propósito del Mundial de Fútbol: “los alojamientos en las favelas son bienvenidos para recibir a los turistas de todo el mundo”. Lummerts resaltó que gracias a la existencia de estos establecimientos en las zonas menos favorecidas los precios no serían abusivos.

El impulso de Lula

El turismo en las favelas consiguió su gran impulso cuando el ex presidente Lula da Silva decidió apoyar económicamente a la favela Rocinha, con un presupuesto de 60 millones de reales (14 millones de euros); y con una contrapartida de 12 millones del Gobierno de Brasil (3 millones de euros), quiso impulsar los circuitos alternativos y la construcción de hostales.

Pero esta forma de turismo ya había comenzado mucho tiempo antes, cuando en los 90 algunas agencias de turismo de iniciativa privada llegaron a Rocinha para realizar los tours. Se llegaron a acuerdos con los traficantes que permitieron la entrada de estos primeros viajeros.

No solo en Rocinha, Lula, también lanzó un proyecto en Santa Marta en agosto de 2010, Rio Top Tour, al que destinó 230.000 reales (52.000 euros) y que supuso un nuevo paso en la transformación de los suburbios de la urbe brasileña.

Se calcula que en Rocinha al mes tan sólo en tours se mueven 100.000 euros, lo que supone más de un millón de euros al año. A estos ingresos hay que añadir, los restaurantes, las tiendas y las escuelas de samba que también participan de las actividades turísticas.

Algunos datos hablan de que este turismo sube cada año entre un 15 y un 20%. La Fundación Gertulio Vargas (FGV), a petición de Ministerio de Turismo del país, realizó en 2014 un estudio en el aeropuerto de Galeão de Río que dejaba claro este patente interés por visitar las favelas.

El hecho de adentrarse a una favela que esté pacificada o no varía entre brasileños y extranjeros. Para los primeros, un 65% piensa que para visitarla es crucial que cuente con fuerzas de la Unidad de Policía Pacificadora (UPP), la cifra cae hasta el 48,1% entre los turistas extranjeros. Esto podría deberse, entre otras razones, a que tan sólo el 52,4% de los extranjeros que llegan a Río conocen la existencia de la UPP, mientras que un 76,3% de los brasileños saben cuáles son sus funciones.

La idea de realizar tours por las favelas sigue suscitando emociones contradictorias y comentarios polémicos pero lo cierto es que es un turismo que convence a cada vez más turistas que buscan un “algo más” en sus viajes.