Un año después de la muerte de Osama bin Laden, las necrológicas de su grupo terrorista son aún muy prematuras.

 

"Al Qaeda está al borde de la derrota"

Siga soñando. Osama bin Laden era aficionado a contar la siguiente parábola del Corán para levantar el ánimo a sus seguidores en tiempos de desesperanza: un ejército cristiano mucho mejor armado empleó elefantes de guerra en un encarnizado asalto contra la Meca, aspirando a destruir el santuario de la Kaaba, uno de los lugares más sagrados del islam. Pero los pájaros arrojaron al ejército cristiano una lluvia de bolitas de arcilla cocida, y los árabes finalmente derrotaron a los invasores. Para Bin Laden y otros líderes de Al Qaeda, esto demostraba que Dios estaba de su parte –incluso ante la perspectiva de una derrota segura.

Majid Saeedi/Getty Images

Durante la última década, los expertos y los responsables de diseñar las políticas de Estados Unidos han escrito en repetidas ocasiones el obituario de Al Qaeda. El último repunte de triunfalismo se produjo tras el asesinato de Bin Laden hace un año. El secretario de Defensa estadounidense, Leon Panetta, aseguró que se encontraba al alcance de EE UU “derrotar estratégicamente a Al Qaeda”, mientras que el presidente Barack Obama proclamaba  “Hemos situado a Al Qaeda en el camino hacia la derrota”, y los expertos académicos empezaban a producir una nueva oleada de libros con títulos tan optimistas como The Rise and Fall of al-Qaeda [El ascenso y caída de Al Qaeda].

Estas declaraciones de victoria, sin embargo, subestiman la continuada capacidad de Al Qaeda para la destrucción. Lejos de estar muerta y enterrada, la organización terrorista está ahora disfrutando de una nueva subida de la marea mientras sus grupos afiliados se embarcan en una cada vez más violenta campaña de ataques a lo largo de Oriente Medio y el Norte de África. Y a pesar de la admiración que han inspirado los valientes manifestantes congregados en las calles desde Damasco a Saná, la creciente inestabilidad provocada por la primavera árabe ha proporcionado a Al Qaeda un suelo fértil para expandir su influencia por la región.

Las sangrientas huellas dactilares del grupo terrorista son cada vez más evidentes en Oriente Medio. En Irak, donde EE UU ha retirado a sus fuerzas militares, los operativos de Al Qaeda lanzaron una audaz oleada de atentados con bomba en enero, matando a al menos 132 peregrinos chiíes e hiriendo a cientos más. La siguiente semana en Yemen, combatientes de la organización terrorista en la península Arábiga capturaron la ciudad de Radda, mientras expandían el control de la organización en varias provincias del sur. “Al Qaeda ha izado su bandera sobre la ciudadela”, declaró a Reuters uno de los residentes.

Al margen de estas anécdotas, varios indicadores sugieren que Al Qaeda se está fortaleciendo. En primer lugar el tamaño de la red global de la organización ha aumentado enormemente desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Al Qaeda en Irak, Al Qaeda en la península Arábiga, Al Qaeda en el Magreb islámico (AQMI) y Al Shabab de Somalia se han unido formalmente al grupo, y todos sus líderes han realizado el bayat –juramento de lealtad– al sucesor de Osama bin Laden, Ayman al Zawahiri.

Estas filiales de la organización terrorista cuentan cada vez con más capacidad de apoderarse de territorios. En Yemen, por ejemplo, Al Qaeda en la península Arábiga ha aprovechado una crisis de liderazgo en el gobierno y múltiples insurgencias para afianzar su control en varias provincias a lo largo del golfo de Adén. Las filiales en Somalia e Irak también parecen estar afianzándose en lugares en los que existen gobiernos débiles, con Al Shabab en Kismayo y en zonas del sur de Somalia, y Al Qaeda en Irak en Bagdad, y en las provincias de Diyala y Salah ad Din, entre otros.

El número de atentados cometidos por grupos filiales también está en aumento, incluso desde la muerte de Bin Laden. Al Qaeda en Irak, por ejemplo, ha realizado más de 200 ataques y matado a más de mil iraquíes desde la redada contra el terrorista, un salto significativo desde el año anterior. Y a pesar del violento legado del grupo, el apoyo popular a la organización continúa siendo bastante alto en países como Nigeria y Egipto, aunque ha declinado de manera constante en otros. Si esta es la pinta que tiene el borde de la derrota, me horrorizaría ver la del éxito.

"Las fusiones de Al Qaeda son un signo de debilidad"

Una ilusión optimista. En los últimos años, los líderes de Al Qaeda han desarrollado conscientemente una estrategia para expandir su presencia en África del Norte, Oriente Medio y el sur de Asia. Más que debilitar a la organización, esta estrategia de fusiones y adquisiciones ha tenido bastante éxito a la hora de permitirle expandir su presencia global.

Hoy Al Qaeda ha evolucionado desde la organización considerablemente jerárquica que era en su fundación en 1988 a una más descentralizada compuesta por cuatro niveles principales. En un primer lugar, está la cúpula dirigente de Al Qaeda en Pakistán. Al Zawahiri se puso al mando como emir tras la muerte de Bin Laden, y Abu Yahya al Libi, el jefe del comité religioso de Al Qaeda, se convirtió en su segundo. Están flanqueados por un nuevo reparto de operativos más jóvenes, como Hassan Gul, Hamza al Ghamdi, Abd al Rahman al Maghrebi y Abu Zayd al Kuwaiti al Husaynan –figuras encargadas de planear las operaciones de Al Qaeda, gestionar su imagen en los medios de comunicación y desarrollar su dogma religioso.

La preocupación por la seguridad, no obstante, ha impedido que este grupo principal –Al Qaeda Central– desempeñe un papel estratégico y operacional importante. Sus líderes ya no pueden reunirse, no tienen la capacidad de proporcionar información oportuna o instrucciones a los operativos, y pasan una desmesurada cantidad de tiempo intentando simplemente sobrevivir. Esta realidad hace que la proliferación de franquicias resulte crítica para la supervivencia de la red. Aun así, un documento incautado en la casa de Bin Laden en Abbottabad muestra que Al Qaeda Central no está completamente aislada. Ha permanecido en contacto con sus filiales en diversos países y proporcionado asesoría estratégica en cuestiones que van desde el nombramiento de líderes a la recaudación de fondos, así como el reparto de órdenes para nuevos ataques.

Antes de su muerte, el propio Osama bin Laden dio instrucciones a sus subordinados para que centraran “todos los esfuerzos que pudieran” en convertir a Estados Unidos en su objetivo e incluso en planear los asesinatos de Obama y del general David Petraeus.

El siguiente nivel de Al Qaeda incluye una creciente lista de grupos filiales en Irak, Yemen, Norte de África y Somalia. La más reciente fusión de Al Qaeda se produjo este febrero, cuando públicamente anunció una relación formal con Al Shabab, de Somalia. Estos afiliados se benefician de la guía y la inspiración ideológica de Al Qaeda Central. Tomemos por ejemplo a Al Shabab. Al anunciar la fusión oficial de su grupo con Al Qaeda, el emir de Al Shabab, Mukhtar Abu al Zubair, se regodeaba ante la idea de que el prestigio de su grupo ahora había crecido en el mundo yihadista y llamó a Al Zawahiri a conducirles por “el camino de la yihad y el martirio que fue trazado por nuestro imam, el mártir Osama”.

El tercer nivel incorpora a más de una docena de grupos aliados que siguen siendo formalmente independientes pero que trabajan con Al Qaeda en las operaciones en las que sus intereses convergen. Un ejemplo es Tehrik i Taliban, de Pakistán, que aunque se centra en el Sur de Asia se ha visto envuelto en conspiraciones terroristas en otros lugares, entre las que destaca el fallido atentado de 2010 en Times Square. Al Qaeda ha prestado su apoyo en varios ataques impulsados por Tehrik i Taliban, incluyendo el asedio en mayo de 2011 a la base naval paquistaní de Mehran, en Karachi. En Nigeria, el grupo salafista Boko Haram ha emergido como una amenaza cada vez más letal –matando, en su más espectacular golpe, a más de 200 personas en enero– y también ha desarrollado relaciones con Al Qaeda. Desde 2009, según funcionarios del gobierno de Estados Unidos en la región, diversos miembros de Boko Haram han viajado a Mali para entrenar con miembros de Al Qaeda en el Magreb islámico en la fabricación de explosivos y la preparación de atentados suicidas.

Por último, Al Qaeda recaba apoyos de redes a las que sirve de inspiración, grupos e individuos que no tienen contacto directo con Al Qaeda Central pero que están motivados por la causa del movimiento y se sienten indignados por lo que perciben como una opresión hacia los musulmanes. Al carecer de apoyos directos, estas redes tienden a ser de tipo amateur, aunque ocasionalmente pueden resultar letales. El ejemplo arquetípico es Nidal Malik Hasan, un comandante del ejército de Estados Unidos que en noviembre de 2009 mató a disparos a 13 personas e hirió a otras 43 en Fort Hood, Texas. Pero existen además otros casos. En febrero de 2011, Khalid Aldawsari fue detenido en Lubbock, Texas, bajo la acusación de planear atentados terroristas después de comprar ácido sulfúrico, ácido nítrico, cables y otros materiales para la fabricación de bombas. El pasado mes de septiembre, Rezwan Ferdaus fue arrestado por, presuntamente, conspirar para atacar el Pentágono y el Capitolio de EE UU.

Sí, es verdad que las fusiones de Al Qaeda podrían en última instancia crear fisuras entre grupos que son cada vez más autónomos. No obstante, por ahora, estas fusiones son lo que ha permitido a Al Qaeda sobrevivir –y expandirse–.

 

"Al Qaeda es impopular"

-/AFP/Getty Images

No tanto como uno podría pensar. En mayo de 2011, poco después de la muerte de Bin Laden, el Pew Global Attitudes Project publicó una encuesta de opinión con el sucinto titular: “Osama bin Laden, enormemente desacreditado entre la opinión pública musulmana en los últimos años”. Sus hallazgos han sido ampliamente publicitados por quienes buscan poner de manifiesto la decreciente popularidad de la organización en los países musulmanes. La encuesta descubrió que el apoyo al grupo había ido declinando de forma continuada en Jordania, Líbano, Pakistán y Turquía, y otro puñado de países.

No obstante, un vistazo más detenido a los datos revela que el apoyo a Al Qaeda no ha caído tanto como los titulares podrían hacernos creer. Según la misma encuesta de Pew, aproximadamente un cuarto de la población musulmana en los Territorios Palestinos, Indonesia y Egipto todavía apoya a Al Qaeda –unos 73 millones de persona–. Incluso si este cálculo es alto, esto parece representar un asidero significativo para la organización,  ya que aparentemente Al Qaeda no requiere un importante nivel de aceptación para llevar a cabo su sangrienta labor. Los indicadores del apoyo a la organización en otros lugares son incluso más inquietantes. Su popularidad entre los musulmanes nigerianos era de casi el 50% –un hallazgo chocante en un país que ha sido testigo del crecimiento de Boko Haram–.

Antes de que escribamos el epitafio de Al Qaeda, sería aconsejable comprender lo que nos dicen los datos a nuestra disposición –y lo que no nos dicen–. Después de todo, la popularidad de Al Qaeda es frecuentemente menos importante que la de los grupos insurgentes a los que está vinculada. Ese es exactamente el objetivo de la organización: establecer una relación simbiótica con grupos locales que tengan más apoyo y legitimidad. En Afganistán, por ejemplo, el derrocamiento por parte de los talibán del Gobierno del presidente Hamid Karzai supondría una enorme victoria para Al Qaeda, que con casi total seguridad restablecería un santuario en el país

 

"La primavera árabe fue mala para Al Qaeda"

Ojalá. La primavera árabe desencadenó una inicial —y quizá naif— oleada de optimismo en el sentido de que Al Qaeda había perdido la guerra de las ideas. Tomemos a Egipto, donde parecía que un grupo de jóvenes liberales  y conectados de El Cairo estaban guiando la revolución. “Los hombres y mujeres jóvenes que han llenado la Plaza de la Liberación”, escribió el académico y autor Fouad Ajami “no querían saber nada de ese letal punto muerto situado entre la tiranía del gobernante y el reino de religiosidad y terror de los yihadistas”.

No tan rápido. Un creciente conjunto de investigaciones realizadas por estudiosos como David Laitin y James Fearon de la Universidad de Stanford han descubierto que los gobiernos débiles e inefectivos son cruciales en el ascenso de las insurgencias —y, en última instancia, son un terreno fértil para los grupos terroristas—. Los Estados débiles no poseen suficientes estructuras burocráticas e institucionales para garantizar la buena marcha del gobierno, y sus fuerzas de seguridad son incapaces de establecer un funcionamiento básico de la ley y el orden.

En otras palabras, los revolucionarios de la primavera árabe  pueden no mostrar simpatías hacia la yihad violenta, pero la inestabilidad que siembran puede ir en beneficio de Al Qaeda. La desafortunada realidad, al menos por el momento, es que los levantamientos del último año han debilitado a los gobiernos por todo el mundo árabe desde Siria a Yemen. El Banco Mundial sitúa a muchos de ellos entre los gobiernos con peores resultados del mundo.

Incluso en el improbable caso de que la democracia arraigue en el mundo árabe, sigue siendo necesaria una dosis de realidad. Las investigaciones llevadas a cabo por Gregory Gause, de la Universidad de Vermont, y otros estudiosos han hallado que la democratización no reduce la probabilidad del terrorismo. Es tan probable que los Estados democráticos tengan que enfrentarse al terrorismo y la insurgencia como que tengan que hacerlo los no democráticos. Y tampoco existe evidencia de que la democracia en el mundo árabe vaya a producir el efecto de "drenar la ciénaga", como afirmó el ex secretario de Defensa de Estados Unidos Donald Rumsfeld en 2001, eliminando el apoyo a las organizaciones terroristas entre el público árabe. Simplemente preguntemos a Turquía, que ha sufrido varias décadas de terrorismo a manos de grupos kurdos a pesar de seguir siendo una de las más duraderas democracias del mundo musulmán. El terrorismo, en resumen, no está causado por el tipo de régimen.

Si Al Zawahiri ve cumplido su deseo, la primavera árabe será un gran impulso para Al Qaeda. En un vídeo de ocho minutos lanzado en febrero, y titulado "Adelante, leones de Siria”,  Al Zawahiri hacía un llamamiento a todo musulmán a ayudar a “sus hermanos en Siria con todo lo que puedan con su vida, con dinero, con opinión, y con información”. Al Qaeda en Irak respondió a la llamada montando células terroristas en Siria y participando en varios ataques, como los funcionarios de inteligencia estadounidenses han advertido públicamente.

 

"Al Zawahiri carece del carisma de Bin Laden"

Mohamed Abdiwahab/AFP/Getty Images

Sí, pero… Las valoraciones que se han hecho en Occidente sobre Al Zawahiri casi de forma unánime han tendido a restarle importancia, considerándolo demasiado impopular para consolidar y conservar el poder. Tom Donilon, el asesor de seguridad nacional de Obama, señaló de manera contundente que"no es ni de lejos el líder que era Osama bin Laden”.

Al Zawahiri, sin embargo, ha vencido a su predecesor en una categoría importante: ha sobrevivido. Y desde luego ha pasado por momentos difíciles con anterioridad. Fue encarcelado y torturado por los egipcios a comienzos de los 80 por su implicación en el asesinato del presidente Anuar Sadat. Tras su liberación, huyó a Pakistán y después sobrevivió a repetidas amenazas en Sudán, Afganistán y finalmente de nuevo Pakistán. Mientras, se ha convertido en uno de los principales arquitectos de la estrategia de fusiones y adquisiciones de Al Qaeda, apoyando una relación formal con Al Shabab y animando a Al Qaeda a aprovechar la primavera árabe.

Al Zawahiri lleva mucho tiempo siendo uno de los más importantes escritores y pensadores estratégicos de Al Qaeda, desde su Libro negro de 1992 a su Caballeros bajo la bandera del profeta de 2001, que perfilan la visión de la organización de derrocar a los regímenes árabes –el “enemigo cercano”– y remplazarlos por gobiernos que implementen una interpretación extrema de la ley de la sharia. A pesar de las perogrulladas y las incongruencias, los escritos de Al Zawahiri han sido los pilares de la ideología de Al Qaeda.

Aun así, el nuevo líder tiene debilidades. Entre los yihadistas, no disfruta del aura de aventurero de Bin Laden. Él es un erudito y un médico, no un pregonado guerrero. Al Zawahiri ha sido también una figura que ha tenido un efecto profundamente polarizador, manteniendo riñas públicas con movimientos islamistas y líderes rivales. “Las políticas y las prédicas de Zawahiri dieron frutos peligrosos y tuvieron un impacto negativo en el islam y los movimientos islámicos de todo el mundo”,  replicó en 2007 Issam al Aryan, una de las más importantes figuras de la Hermandad Musulmana de Egipto, después de que el líder de Al Qaeda criticara la negativa de los Hermanos a abogar por el derrocamiento violento del gobierno egipcio.

Es tentador despachar a Al Zawahiri como un líder irascible incapaz de las audaces proezas estratégicas de Osama bin Laden. Pero ha sobrevivido a la fuga durante casi tres décadas. Si su persistencia y su inteligencia organizativa nos dicen algo es que puede ser un implacable, peligroso y en ocasiones subestimado enemigo.

 

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