Puede ser una fuente constante de ingresos y progreso, o una auténtica maldición para el medio ambiente y las costumbres locales. El turismo sostenible es deseable. Y el de masas, probablemente también: ha sacado a zonas enteras de la pobreza más descarnada.

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“El turismo genera riqueza”

Sí, pero no siempre para los locales. En muchos destinos turísticos los beneficios se los llevan grandes multinacionales hoteleras, mientras que las infraestructuras necesarias para acoger al turista (aeropuertos, carreteras, etcétera) salen a cuenta del Estado y, por tanto, de los impuestos de los locales. Es la llamada “fuga de riqueza”.

En Tailandia en los 90, por ejemplo, alrededor del 70% de todo el dinero gastado terminaba saliendo del país a través de los tour-operadores extranjeros, líneas aéreas o cadenas hoteleras, según un informe oficial del país. Los llamados “enclaves turísticos”, cruceros u hoteles de todo incluido son básicamente lugares de extracción de riqueza ubicados en suelo o mar extranjero. En general, se da la paradoja de que los países más avanzados son los que más se benefician económicamente del turismo que reciben, pero también del que exportan, mientras los Estados del tercer mundo o en vías de desarrollo pierden una gran parte, que oscila entre el 40% de India y el 80% del Caribe, según el Programa Medioambiental de Naciones Unidas.

Además, mal gestionado, el turismo puede suponer un gasto público neto. Un ejemplo claro fueron los Juegos Olímpicos de Montreal de 1976. Fueron tan caros que, al final, la cuenta salió negativa. Financiados casi por completo con dinero público, los contribuyentes tuvieron que pagar un impuesto extra hasta zanjar las cuentas en 2006.

Bien gestionado, el turismo genera una recaudación neta de impuestos y crea empleos directos en hoteles, restaurantes o tiendas de la zona. También en todos los negocios e infraestructuras que se necesitan para mantener a esa población flotante. Es lo que se conoce como efecto multiplicador. Las tasas de los aeropuertos o las medioambientales, o el impuesto al valor añadido de los productos comprados ayudan a compensar el gasto público.

La contribución total de la partida de viajes y turismo al PIB mundial fue de 1,6 billones de euros en 2012, una subida de un 3% con respecto al año anterior, y generó 101 millones de empleos directos, según el lobby empresarial World Travel & Tourism Council. La misma organización eleva el impacto total, sumando el directo y el indirecto, hasta los 5 billones de euros de PIB y 260 millones de empleos.

“Puede alimentar a regímenes opresivos”

Lo hace, pero también puede presionar a su apertura. ¿Viajarías a Corea del Norte sabiendo que parte de los miles de euros que cuesta un tour organizado por el Gobierno puede servir para mantener los campos de concentración diseminados por el país?

El turismo al reino ermitaño suele contar con una visita -guiada y vigilada- a la estatua del “gran líder”, el primer dictador Kim Il Sung, para presentarle respetos. Luego, a conocer la gran biblioteca donde se guardan los miles de libros que presuntamente escribió su hijo Kim Jong Il; y probablemente a una representación de los Mass Games, los juegos florales en los que miles de norcoreanos sometidos bailan sincronizados ante la atenta mirada de los sátrapas militares.

Uno puede llegar a pensar que la ausencia de ese dinero (un tour de cuatro días puede costar alrededor de 2.000 euros) no va a provocar el colapso del régimen, y probablemente así sea. Pero no es una contribución baladí: hay una división del régimen, la llamada “habitación 39”, destinada a recaudar toda la divisa extranjera posible. Con maletines llenos de estos dólares o euros paga el régimen parte de las compras de armas que consiguen burlar el embargo internacional.

Pero también hay casos para la esperanza. Birmania, oficialmente llamada Myanmar, vive ahora un tiempo de esperanza que podría derivar en un país menos autoritario y más respetuoso con los derechos humanos. La Junta Militar, como la norcoreana, ha utilizado el turismo como fuente de ingresos con la que mantener oprimido a su pueblo. Pero también es verdad que la importante afluencia de turistas, y de periodistas que se hacían pasar por turistas, ha ayudado a dar a conocer al mundo los problemas de Birmania, y al país la visión y el apoyo que los disidentes recibían del mundo exterior. El dinero se ha filtrado en parte a los locales, creando algo similar a una clase media informada y rebelde. Todo esto ha sido un factor relevante en la incipiente apertura del régimen.

“Rompe la sociedad de acogida”

Desde luego, la transforma. Pregunte a cualquier neoyorquino cuál es su lugar más odiado de toda la ciudad, y muy probablemente le sorprenderá la respuesta: Times Square. El símbolo de la ciudad, el cruce de caminos global, se ha convertido en una mera trampa para turistas, y con ello ha perdido todo el encanto, según algunos locales. Hordas de viajeros convierten la mítica plaza en impracticable y sus negocios, en poco interesantes para el que vive en el lugar. Y, sin embargo, ha sido el turismo en parte lo que ha hecho que el lugar dejara de ser una de las zonas más peligrosas de la ciudad, donde el proxenetismo y las drogas eran la nota dominante hace unas pocas décadas.

El turismo, en ocasiones, puede realmente dañar a la población local. Ese turismo británico que perjudica a las costas españolas o el turismo sexual que ensucia la imagen de Tailandia son ejemplos de ello. En algunos casos, como en Cuba, puede incluso ser utilizado para expulsar a los lugareños de ciertos lugares, como hoteles o playas privadas.

Por supuesto, al mismo tiempo puede aumentar el cosmopolitismo de poblaciones encerradas en sí mismas, y ayudar a que las extranjeras conozcan de primera mano los problemas del país, como la España del franquismo o la China de Deng Xiaoping.

El turismo desmedido puede expulsar a la población local. El caso emblemático es el de Venecia, que con tan sólo 60.000 habitantes recibe anualmente 21 millones de visitantes. Pero hay otros, como el de la ciudad de Brujas, en Bélgica, una ciudad de cuento de hadas en la que prácticamente ya sólo viven las hadas, los caballos que mueven a los carruajes y los vendedores de las tiendas de suvenires. El centro de la ciudad es una auténtica joya medieval en la que sólo viven 20.000 personas, pero recibe también millones de visitantes al año, al ser el primer destino turístico de Bélgica. Se genera en sitios como estos una gran paradoja: fuentes continuas de ingresos para la población local y para el país son a su vez meros escaparates turísticos.

“Perjudica al medio ambiente”

El de masas, claramente. Una huella no cambia un paisaje, pero cien mil pueden destrozarlo. No es solo la botella de plástico o el cigarrillo olvidado por algún turista desaprensivo, es la amenaza que supone para las fuentes locales de agua (el sobreuso que hacen los hoteles, las piscinas o los campos de golf, y la polución ocasional), la contaminación de las playas y las ciudades, los arrecifes de coral o los daños en los monumentos. Además, el desplazamiento de grandes masas de población, que suele ser por aire, genera enormes emisiones de CO2. Aproximadamente la mitad de los viajes aéreos internacionales se realizan por placer, y la aviación contribuye a alrededor del 2,5% de la producción de CO2 global.

Los primeros efectos están tratando de compensarse con el llamado movimiento ecoturista, que trata de conservar el paisaje y sus habitantes de tal forma que puedan ser utilizados por las siguientes generaciones. La idea clave es convertir todo en un activo económico limitado y, por tanto, que requiere conservación. Normalmente, para compensar ese desgaste y promover acciones de mantenimiento se cobran entradas especiales en parques naturales o ecotasas. En este sentido, el turismo puede ser, de hecho, una fuerza positiva para la conservación medioambiental. Un ejemplo claro es el de Costa Rica, que tiene prácticamente un cuarto de su territorio protegido en parte gracias a que tres cuartos de las reservas monetarias nacionales provienen del turismo.

Además, como todo intercambio, determinado tipo turismo más integrado con el país receptor puede servir para concienciar más a los viajeros en el respeto por el medio ambiente, y los conocimientos del sector turístico pueden derivarse hacia la protección de la fauna y flora del lugar. Eso es válido también para los gobiernos locales: el simple hecho de mantener viva la gallina de los huevos de oro produce normalmente regulaciones más eficaces y ecológicas.

“Genera dependencia económica”

Sí, ¿y qué? Hay países y regiones que, sin turismo, directamente desaparecerían económicamente del mapa. La mitad el PIB de Macao -la ex colonia portuguesa en China, famosa por sus casinos- depende del turismo; las Islas Vírgenes Británicas, Aruba, Seychelles, Anguila o Maldivas reciben un cuarto de su PIB de las visitas extranjeras. El problema es que los imponderables como desastres naturales, accidentes o el aumento de la inseguridad (como ocurrió con Bali o Egipto, por ejemplo) pueden cortar la fuente principal de ingresos sin tener una alternativa viable.

Malta es un claro ejemplo de lo anterior. Con tan solo 380.000 residentes, según Naciones Unidas, recibe más de un millón de visitantes cada año, lo que supone directamente un 25% de su PIB y un 40% indirecto. El problema es que la isla tiene otras exportaciones muy limitadas y por tanto es vulnerable a los cambios de tendencia y modas. El contraejemplo claro es Japón, que recibe millones de turistas al año pero esto tan sólo representa un 1% de su PIB, según datos del Banco Mundial.

Pero también puede ocurrir que los países con grandes sectores turísticos se sirvan de ellos en momentos de recesión. En España el turismo contribuye con alrededor del 18% al PIB nacional. En medio de la peor crisis económica en décadas, la parte considerada como exportación del turismo ha subido de forma importante. En los seis primeros meses del año, casi 20 millones de  turistas internacionales han viajado a España, del orden de un 4% más que en el mismo período del año anterior.

Uno de los asuntos más problemáticos es el carácter estacional de los trabajos, lo que genera inseguridad salarial, problemas habitacionales e incluso de salud por la ausencia de un empleador fijo.

 

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