Anatomía serbia
Miguel Rodríguez Andreu
324 páginas
Embajada de España en Belgrado, 2012
http://es.scribd.com/doc/120858784/Anatomia-serbia

Cuando después de casi una década de conflictos terminó la última guerra en la antigua Yugoslavia en el umbral del siglo XXI, los serbios se sumergieron, una vez más en su historia, en la tarea de reconstruir su identidad. Pocos pueblos se han visto abocados a reinventar tantas veces las bases sobre las que afrontar un futuro colectivo. Después de décadas de orgullo yugoslavo y de socialismo autogestionado, el invento de Tito se desmoronó pieza a pieza tras la caída del muro de Berlín y hubo que empezar de cero. O peor. En medio de un nacionalismo exacerbado, con un carismático líder detenido y juzgado por crímenes de guerra ante un tribunal internacional, con un territorio fragmentado y rodeado de enemigos, poner en marcha una nueva Serbia no ha sido tarea fácil y es aún un proceso en marcha.

Explicar a un lector en español el entramado histórico, político, social, étnico, cultural y religioso que conforma la complejidad de la Serbia de hoy es el objetivo de Anatomía serbia, cuyo autor, Miguel Rodríguez Andreu es un gran conocedor y un apasionado del país balcánico. Se trata, en efecto, de una disección de la naturaleza y ser de un país y de una sociedad de los que aquí se conoce poco; un recorrido que conjuga las vivencias y las impresiones personales con un amplio conocimiento de la historia, los datos, la sociología, la teoría política y la antropología, pero sin olvidar nunca las experiencias y las realidades de los propios serbios, de los muchos que él conoce,  pero también de sus héroes, sus mitos y sus leyendas.

Porque buena parte del libro tiene como punto de partida las vidas, los relatos o las referencias de personas concretas, conocidas o anónimas, que son las que en buena medida permiten ir destilando y desentrañando la personalidad de los serbios. Lejos quedan –aunque se dé explicación de ellos– estereotipos recientes como los de los arrogantes nacionalistas o los irredentos mafiosos. Por ello es reseñable el esfuerzo del autor, pese a su pasión personal por el país, por tomar distancia en un ejercicio de objetividad y neutralidad poco habitual al hablar de los Balcanes.

AFP/ Getty Images

En cuanto a género literario, es una obra inclasificable, entre el ensayo y el libro de viajes, sin ese aura de exotismo y orientalismo que destilan los clásicos sobre la región como Cordero negro, halcón gris, de Rebecca West o Fantasmas balcánicos, de Robert Kaplan. Como en ellos, se recurre a los orígenes y la evolución históricos para explicar el entramado étnico, religioso y político que ha conformado la región a lo largo de los siglos; pero Anatomía serbia se centra, en buena medida, en indagar en la formación de la identidad serbia como único asidero de sus gentes ante los barridos implacables de la Historia.

Así, de fondo, existe una identidad profunda, forjada a lo largo de siglos, con elementos indisolubles como la religión, la Iglesia Ortodoxa serbia como factor vertebrador;  ningún serbio puede ser otra cosa que ortodoxo, independientemente de su grado de fervor religioso. O como los lazos sociales y familiares, con una familia extendida sobre todo en las zonas rurales, con sus costumbres, sus fiestas, sus alimentos, sus principios y sus creencias; lazos que han constituido a menudo la única referencia cierta para unas gentes sometidas a vaivenes continuos –dramáticos, en muchos casos–, pero que también han contribuido a cimentar el rechazo al cambio y al progreso.

Y junto a esta identidad profundamente arraigada, la que se ha ido construyendo y reconstruyendo,  la que estaba ligada a una forma de Estado y a unas fronteras inestables: la de los príncipes medievales, la del Imperio Otomano, la del Reino de Yugoslavia de principios del siglo XX o la de la Yugoslavia de Tito, que tuvo que lidiar con los desgarros causados por la II Guerra Mundial y en la que tuvieron que aprender a ser yugoslavos, por encima de serbios, para después, ahora, tener que volver a ser sólo eso, serbios. En palabras del propio autor: “[…]entre los serbios adultos, aquellos que han vivido toda la transición post yugoslava, existe un patrón local bastante común. La convicción de que la nación serbia disfruta de la gracia de la historia, porque es un pueblo históricamente importante; pero por otro lado también he percibido que sienten que la historia les debe algo. Una comunidad de vida que ha transitado durante siglos incombustiblemente adherida a sus mitos, costumbres y a su código lingüístico y cultural; sin embargo todo ese esfuerzo no ha sido recompensado, porque sienten que aquello de lo que se enorgullecen es de aquello por lo que se sienten más maltratados. Se sienten pisoteados por la historia”.

En todo ese proceso el papel de la política y de los políticos es fundamental. Pero a su recorrido suma Rodríguez Andreu la importancia de otros aspectos como  el pensamiento, la música o la propia lengua. Explica, por ejemplo, cómo la tolerancia del régimen de Tito y de sus herederos directos hacia la modernidad posibilitó el compromiso de las élites intelectuales con el poder, de modo que más tarde se convirtieron en una caja de resonancia del nacionalismo serbio más que en defensores del pluralismo cultural yugoslavo. Algo similar ocurrió con la música, que ocupa un lugar estelar en el libro. Además de ir salpicando diversos episodios, un capítulo entero –apto sobre todo para iniciados– está dedicado a cantantes y estilos y a explicar cómo ellos también han contribuido a la construcción del nacionalismo. Como ocupa un lugar primordial también la lengua, utilizada como elemento integrador y definitorio de la identidad propia, en el caso de los serbios, y secesionista en el caso de los croatas, bosnios y montenegrinos.

Anatomía serbia es por tanto una obra que se oye –en la música, en el idioma, en los ruidos de locales y calle– y que se huele, ya sea en los ambientes cargados de gente, humo y rakija –el licor nacional en los distintos países balcánicos– o en el aroma cotidiano del café y de los guisos caseros. Es el deseo de compartir con los lectores un profundo conocimiento de sus gentes y de todo lo que se ha escrito y reflexionado sobre ellas a lo largo de los siglos.

Como para todos, el desafío ahora es el futuro, un futuro indisolublemente ligado a la Unión Europea, incluso en medio de temporal que acecha en los últimos tiempos a la Unión. Sólo en el marco más amplio de Europa tendrá Serbia los incentivos suficientes para abordar un nuevo proceso hacia la modernidad y hacia la superación definitiva de su historia inmediata. La entrega de Ratko Mladic al Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia, después de años de reclamación, y el reciente acuerdo con Kosovo, que podría suponer el principio de una normalización de las relaciones, han facilitado el ambiente, y Serbia sólo espera ahora una fecha para iniciar, formalmente, las negociaciones para el proceso de adhesión.  Croacia ya lo ha logrado. Ellos esperan ser los siguientes.

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