La Cumbre de Madrid ha estado a la altura de las expectativas, pero nos ha dejado con una ligera resaca. Aparte de la habitual declaración de buenas intenciones, se aprobó un Plan de Acción, se acordó crear una Fundación Eurolac en algún lugar europeo, se finalizaron los acuerdos de libre comercio con América Central, Colombia y Perú y se retomarán las negociaciones iniciadas en 1999 entre la UE y Mercosur. Aunque los recursos escasean y bajarán, también se anunció un programa de inversión para América Latina dotado de 100 millones de euros.

Son avances puntuales que se pueden lograr sin celebrar una cumbre entre 60 países y que no contestan la pregunta sobre los objetivos y la agenda que compartimos. Unos años atrás un grupo de académicos editamos un libro titulado ¿Sirve el diálogo político entre la UE y América Latina? Desde aquel entonces han proliferado los foros políticos a los que la Cumbre de Madrid ha añadido otros dos (sobre ciencia y tecnología y educación y empleo), pero todavía no sabemos cuáles son los resultados de estas reuniones que tampoco destacan por su visibilidad o transparencia.

Las cumbres no sólo deberían servir de paraguas para unas relaciones cada vez más fragmentadas y difusas, sino ofrecer pautas para el futuro. Aunque con mucha razón la Presidencia española abogó por “globalizar” las relaciones con América Latina y colocar la región como aliado internacional de la Unión Europea, este cambio de paradigma no se refleja en los documentos de la cumbre. No hay una agenda clara ni compromisos concretos para iniciar un diálogo sobre asuntos internacionales. Y mientras que sus homólogos del Mercosur se reunieron con la UE, el presidente Lula logró, junto con Turquía, en Teherán un compromiso con Irán. Un debate sobre este tema podría haber marcado un antes y después en las relaciones, pero no entró en la agenda preestablecida.

Basado en nuestros valores comunes, una Europa más débil y una América Latina más fuerte podrían conformar esta asociación estratégica que definieron en su primera Cumbre en Río de Janeiro y consensuar posiciones en la agenda internacional. Sin embargo, el diablo está en el detalle y a la hora de la verdad muchas veces nos situamos en bandas opuestas o ni siquiera buscamos posiciones intrarregionales comunes. Irán es un ejemplo, otro será la reforma de Naciones Unidas o del Fondo Monetario Internacional. Hemos creado más de 12 foros políticos y si queremos que sirven de algo habría que llenarlos de contenido y aprovecharlos para consensuar políticas. Las próximas oportunidades para hacerlo serán las Cumbres del G-20 en Corea del Sur y del Cambio Climático en Cancún en la segunda mitad del año.