Las grandes subidas de precios de los alimentos básicos generaron en 2008 graves problemas de abastecimiento en Egipto. El experto en desarrollo agrícola Habib Ayeb aboga por la necesidad de un cambio de modelo en Oriente Medio. La crisis, quizá, sirva para eso.

Foreign Policy en español: Usted habla de soberanía alimentaria. En el mundo global ¿no es esto un recuerdo del pasado?

 
 

AFP/Getty Images

 

Trabajar para comer: Mujer egipcia en un mercado de El Cairo.

 

Habib Ayeb. En absoluto. En los últimos 50 años nunca se ha producido. El de soberanía alimentaria es un nuevo concepto que data de los años 90. Hasta ahora habíamos hablado sobre todo de seguridad alimentaria. La diferencia entre los dos es enorme. Arabia Saudí, que vende mucho petróleo, tiene seguridad alimentaria, pero compra todo fuera. La soberanía alimentaria la tiene un país que alimenta a su población, que decide lo que va a cultivar, que organiza las prioridades del sector agrícola, no en función de los beneficios, sino del número de la población que ha de alimentar. Es un país que protege y reproduce sus variedades locales optando por las simientes autóctonas, un país que protege su biodiversidad. La diferencia entre la seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria está ahí, en la durabilidad. El día en que no haya más petróleo no sé que comerán los saudíes. El desierto será siempre un desierto.

FP. En Egipto, el país más poblado del mundo árabe, ¿es sostenible el aumento de la población con los recursos actuales?

H. A. Debemos acabar con el viejo concepto de explosión demográfica. En Egipto hay suficiente agua como para alimentar al doble de la población actual, unos 150 millones de personas, siempre que se tome la decisión de producir lo que el país necesita. Lo siento mucho, pero ningún país necesita flores para exportar. Yo adoro las flores. No soy tradicionalista, al contrario, pero encuentro vergonzoso, escandaloso, producir flores al lado de alguien que muere de hambre. Sobre todo en una civilización en la que no se ponen flores sobre las tumbas [como la islámica]. En segundo lugar se dice que no hay suficiente tierra, ni agua y demasiada gente. Entonces, habrá que producir alimentos. Cuando exportamos flores o cualquier otro producto fuera de estación no sólo producimos cosas que la gente del país no come, sino que vendemos recursos naturales transformados. Estamos hablando de un problema de jerarquía de las urgencias. No tenemos el derecho de exportar fresas ni flores cuando el 80% de los campesinos es pobre.

FP. ¿Hay crisis alimentaria en Egipto?

H. A. No hay muertes masivas por inanición, existe desnutrición por la dificultad de acceso a los recursos, pero en cualquier caso el problema de las hambrunas es el resultado de la decisión política sobre qué producimos, cómo y de qué población nos ocupamos, no de superpoblación. Hay países más expuestos a las crisis alimentarias. Muchos países de la región no disponen ya de las variedades locales de cultivos. Las semillas híbridas, en el mejor de los casos se pueden replantar una sola vez y después será necesario comprar de nuevo. Esto no es demasiado grave en tiempos de paz pero si se produjera un embargo contra Egipto ¿qué pasaría? Que al cabo de cuatro o cinco años no habría más trigo. Esto es lo que ocurrió en Irak. Tenía suficiente dinero, suficiente petróleo, un Estado poderoso y que importaba todo lo que quería del mundo entero, pero a partir del momento en que el país no podía comprar más en el exterior los niños han muerto de hambre.

FP. ¿Puede causar la crisis alimentaria un repunte de la violencia contra las poblaciones de cristianos coptos y ortodoxos?

H. A. No lo creo. No se puede establecer una conexión entre los períodos de crisis alimentaria y los conflictos confesionales. El hambre es una situación humanitaria, se interviene masivamente con sacos de harina y se arregla la situación. Desestabilizar Egipto es como desestabilizar el Mediterráneo. Nunca habrá hambre en este país. El riesgo no es la crisis alimentaria en sí misma sino sus consecuencias: ésta agrava la pobreza y la pobreza agrava la crisis. El fenómeno de la depauperación produce un riesgo de explosión social. Una parte de la población puede llegar a plantarse: si tenemos que morir que sea con el fusil en la mano. Esto ocurrió ya en los años 90. La gente que se sublevó entonces, que portaron las armas en nombre del islam, eran originarios en gran parte del campo egipcio. Hijos de familias campesinas pobres. Existe un vínculo, quizás no automático, pero es difícil pensar que no exista relación entre los dos.





























           
Una parte de la población puede llegar a plantarse: si tenemos que morir que sea con el fusil en la mano
           

FP. ¿Puede la reacción de los desheredados ir hacia la adopción masiva de las tesis islamistas radicales y la caída del Gobierno?

H. A. No creo que el Gobierno pueda caer. Es un Estado muy sólido, bien instalado, incluyendo el poder familiar de [el presidente Hosni] Mubarak. El Ejército no es islamista, los militares y la policía están muy bien pagados y muy bien formados. Se convertiría en una masacre más que en la caída del Ejecutivo. Hay una conexión, una relación que no podemos negar pero, ¿podemos decir que, en un país musulmán toda acentuación de la pobreza se traducirá en una profundización del islam político? No lo creo en absoluto. Más bien diría que esta corriente en Egipto no es una ideología de los pobres sino de familias e intelectuales acomodados, urbanos, que son los verdaderos líderes islamistas. El intento de explicación de la radicalización política de los países árabes por la pobreza me parece un poco difícil.

FP. ¿Es necesario un nuevo modelo agrícola para alimentar a las próximas generaciones? ¿Es posible hacerlo de una manera ecológica o debemos dejar este objetivo para más tarde?

H. A. Todo al mismo tiempo es posible, seguro. Hay lugares donde los campesinos han vuelto a la agricultura para la alimentación directa o el mercado local. Para países como Egipto es una obligación vital. Si los campesinos son hoy pobres no es porque el Gobierno es malo, sino porque el pequeño agricultor no tiene los medios de competir con los grandes agricultores-inversores. Necesitamos conservar los recursos, reproducir las semillas locales, reducir el uso de fertilizantes químicos y proteger el medio ambiente. Si el Gobierno se compromete a garantizar los precios de estos productos, escolarizar a los menores e incorporar a los campesinos a la Seguridad Social todo funcionará. Es muy caro, sí, pero es esto o la explosión. Es necesario un plan a largo plazo: 20, 30 o 40 años. No es una revolución marxista ni socialista sino la vuelta a la economía de base, a la agricultura esencial. Ello no sería obstáculo para el desarrollo, además, y de manera paralela, de una agricultura destinada a la exportación centrada en la obtención de beneficios. El cambio de discurso llegará. Estoy seguro de que sucederá porque costará más barato que el hambre, la guerra o el conflicto religioso.

FP. ¿La llegada del presidente Obama puede impulsar este cambio de modelo?

H. A. Desafortunadamente no lo creo. Este género de ideas son muy minoritarias y de todas maneras aprendemos de las experiencias que se están llevando sobre el terreno ahora mismo y que se desarrollarán en los próximos años. Todo comienza por lo local. Y lo siento, no podemos pedir a Obama que visite los pueblos y aldeas.

 







Habib Ayeb, investigador asociado del Social Research Center de la Universidad Americana de El Cairo y profesor de la Universidad Paris 8, ha visitado Casa Árabe Madrid para hablar de la problemática del agua y el desarrollo agrícola en el mundo árabe.