Astaná y Madrid están de moda en el ámbito de las relaciones internacionales. Al mismo tiempo que España asumía la presidencia de la Unión Europea, Kazajistán se convertía en el primer país de Asia Central en presidir la OSCE. Pero no bastan unos vínculos amistosos fuertes; ambos países son conscientes de la importancia de tener una estrecha coordinación entre las dos presidencias, y 2010 promete ser un año interesante para las relaciones entre Europa y Asia Central. La UE, guiada por España, tiene previsto revisar su estrategia para la región, y el Gobierno kazajo confía en tender puentes entre los miembros orientales y occidentales, que llevan varios años distanciados.

El secretario de Estado y ministro de Exteriores kazajo, Kanat Saudabáyev, destacó en una reunión entre ministros de la OSCE y de la UE que se celebró en enero en Bruselas que la cooperación con la Unión Europea es vital. Y España ha declarado que Asia Central  es una prioridad en política exterior. Desde que presidió la OSCE en 2007, coincidiendo con el momento en el que Kazajistán se convirtió en uno de los países elegidos para dirigir la organización durante 2010, España empezó a prestar más atención a territorios poco explorados como el Cáucaso y Asia Central. El ministro de Exteriores Moratinos ha visitado los cinco países de la zona, aunque, desde 2008, los intereses españoles se han centrado sobre todo en Kazajstán y Uzbekistán. Su Majestad el rey Juan Carlos y el presidente kazajo, Nursultán Nazarbáyev, han trabado una estrecha amistad (se dice que van juntos de caza). Las relaciones con Uzbekistán también van a florecer seguramente en los próximos años (en especial desde el levantamiento de las sanciones impuestas al país tras los incidentes de Andiyán en 2005); España prevé abrir embajada en Tashkent (la segunda en Asia Central) y la hija del presidente uzbeko, Islam Karímov, acaba de ser nombrada embajadora en Madrid.

Más allá de las relaciones personales, la intervención española en la región y el fortalecimiento de sus relaciones con las dos principales potencias de la zona han creado nuevas oportunidades para las empresas españolas. Repsol tiene una participación del 25% en el yacimiento kazajo de Zhambay, en el Mar Caspio, junto con la rusa Lukoil y la kazaja KazMunaiGAz. Talgo es la responsable del tren que une las principales ciudades del país, y existen planes de que participe en la modernización general del sector ferroviario kazajo. Uzbekistán acaba de firmar un contrato para adquirir a la misma compañía dos trenes de alta velocidad. Asimismo, la empresa de tecnología de la información Indra también lleva varios años trabajando en esta área, por ejemplo, en sistemas de defensa.

Sin embargo, a pesar del interés manifiesto y las relaciones cada vez más sólidas, las actividades económicas de España en la región se ven todavía empequeñecidas por las de Rusia y China, sobre todo, y la presencia española en general sigue siendo limitada, igual que el conocimiento sobre la zona. En este sentido, no está claro si España va a ser capaz de promover la aplicación de la estrategia de la UE e iniciar un proceso concreto de revisión o si va a limitar su tarea a coincidir con la presidencia kazaja de la OCSE. España puede y debe impulsar sus relaciones energéticas con Turkmenistán; (re)construir unas relaciones productivas con Uzbekistán; ver la forma de vincular cada vez más a Kazajistán con el Consejo de Europa y el Partenariado Oriental; y mejorar la eficacia de la ayuda de la UE en Kirguizistán y Tayikistán.

Respecto a Kazajistán, el reto de presidir la mayor organización regional es considerable. Si Astaná presta suficiente atención a la dimensión humana y ofrece su apoyo al organismo encargado de vigilar las elecciones, la Oficina de Instituciones Democráticas y Derechos Humanos (OIDDH), como ha prometido, quizá se resientan sus relaciones con Rusia, mientras que, si no actúa en ese campo, provocaría el resentimiento de la UE y Estados Unidos. Kazajistán debe añadir su propio tono a la organización y rechazar de esa forma las críticas probables. El país ya anunció las prioridades de su presidencia, entre las que se encuentran estabilizar Afganistán, resolver conflictos que se prolongan desde hace tiempo como el de Georgia, promover el diálogo sobre la seguridad europea y contener la proliferación de armas (un aspecto en el que ya dio ejemplo a principios de los 90, cuando se apresuró a desmantelar todas las cabezas nucleares con ayuda extranjera). Además, los kazajos se apoyarán probablemente en la dimensión político-militar y aplicarán unas políticas más estrictas en materia de control de fronteras y antiterrorismo.

El escenario está listo; lo único que tienen que hacer Madrid y Astaná es salir a él.