En 2014 no faltarán motivos ni ocasiones para agitar la conciencia global sobre el clima.

Miembros de ONG salen de la conferencia de la ONU sobre cambio climático COP19 en Varsovia, Polonia, en noviembre de 2013. AFP/Getty Images

A finales de este mes de marzo se hará público el informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (conocido como IPCC, sus siglas en inglés) acerca de los efectos de las alteraciones climáticas en curso. Se prevé que sus conclusiones eleven el nivel de urgencia para la toma de decisiones que contribuyan a atajar el que repetidamente ha sido calificado como el reto de mayor calado de nuestro tiempo. ¿Cabe ser optimistas sobre la repercusión que tendrá para agitar la conciencia global y acelerar un acuerdo post-Kyoto?

A la luz de los resultados de la última conferencia anual y foro de negociaciones (COP, en sus siglas en inglés) de Naciones Unidas en Varsovia, no parece que la lucha contra el cambio climático pueda conseguir grandes avances a partir de los acuerdos alcanzados por los 194 países más la Unión Europea que integran la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Los Estados miembro de la CMNUCC continúan atrapados en el dilema del prisionero, tan ilustrativo de las dificultades para una acción colectiva eficaz: la apuesta por la opción que parece más lógica a nivel individual impide alcanzar el mejor resultado posible en términos globales. El objetivo en este caso es evitar que la temperatura ascienda dos grados centígrados sobre niveles preindustriales, la línea roja que los gobiernos se han comprometido a no sobrepasar dadas las advertencias científicas sobre los efectos de un incremento superior para la vida en nuestro planeta.

El resultado de lo que en la jerga del cambio climático se conoce como “falta de ambición” (la ausencia de propuestas audaces para elevar los acuerdos de reducción de emisiones por encima del mínimo común denominador) es que las tareas pendientes se acumulan para la cita de París en 2015. Entonces debe culminar la negociación del acuerdo que reemplazará al Protocolo de Kyoto como guía de ruta vinculante en la lucha contra el cambio climático. La COP de Lima en otoño de este año supone el último peldaño antes de la cita en la capital francesa.

 

Oportunidades para la movilización

En vista de la escasa atención prestada por los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil ultiman ya sus estrategias para influir en cada uno de los pasos intermedios hacia el acuerdo post-Kyoto. Alrededor de 800 ONG abandonaron prematuramente la reunión de Varsovia como protesta por considerar que las delegaciones oficiales no se toman en serio su papel para lograr acuerdos significativos.

En 2014 no faltarán motivos ni ocasiones para la movilización. En unos días se hará público el informe del IPCC sobre los impactos actuales y futuros de las alteraciones del clima. Forma parte de la serie de documentos que constituyen el “quinto informe IPCC”, que llega siete años después del anterior. Sus valoraciones acerca de la vulnerabilidad de los sistemas socioeconómicos y naturales al cambio climático darán pie a esfuerzos de comunicación que faciliten el entendimiento de los riesgos que acechan si no se toman medidas urgentemente.

El segundo hito del año viene marcado por una iniciativa de Ban Ki-moon. El Secretario General de la ONU ha convocado una cumbre de jefes de Estado y de gobierno el próximo septiembre en Nueva York. Ban ha hecho extensiva la invitación a representantes de la sociedad civil, el sector privado y también gobiernos locales. Que la cita sea así de inclusiva da cuenta de la voluntad de elevar el cambio climático en la lista de prioridades de la agenda política y de los medios de comunicación sobre un tema del que el Secretario General ha hecho bandera.

Para articular la participación del mundo corporativo en la cumbre de septiembre se ha buscado la colaboración del Foro Económico Mundial. Por ello, y con carácter preparatorio, la reunión en Davos el pasado mes de enero dedicó un número de sesiones sin precedentes a cuestiones relacionadas con el tema. Sin embargo, el paso al frente para el cambio de actitud de la élite corporativa tuvo su momento estelar a finales de febrero. Tim Cook, CEO de Apple, dejó claro en la reunión anual de accionistas que aquellos que no estén de acuerdo con que las decisiones corporativas estén guiadas por criterios de sostenibilidad y cambio climático deberían vender sus acciones. Otros personajes significativos del mundo empresarial, como Richard Branson, se han apresurado a apoyarle.

Finalmente, en noviembre se celebrará la COP de Lima, a la que los gobiernos están emplazados a acudir con contribuciones en forma de compromisos unilaterales de reducción de emisiones. Este enfoque de compromisos “voluntarios” es la fórmula acordada el otoño pasado en Varsovia ante la constatación de las dificultades para logar acuerdos multilaterales vinculantes. Se trata de comprobar si con la zanahoria de acciones voluntarias se consiguen mayores avances que con el palo de obligaciones impuestas mediante negociaciones extenuantes.

 

Iniciativas sin esperan a los grandes acuerdos

La sociedad civil articula su movilización alrededor de estos hitos para presionar a gobiernos y grandes corporaciones a asumir un papel más comprometido y activo. Las campañas se ven alentadas por logros recientes en algunos ámbitos a medida que el movimiento contra el cambio climático recupera momentum y las miles de organizaciones existentes se coordinan para llevar a cabo acciones significativas como el mencionado abandono de Varsovia.

Los éxitos de las ONG son de diversa naturaleza. Un ejemplo interesante es el movimiento de desinversión en empresas petroleras Go Fossil Free iniciado en Estados Unidos en 2010, que avanza a un ritmo superior al de otras campañas previas de desinversión, incluso la que se puso marcha contra el régimen del apartheid en Suráfrica. Si bien el impacto financiero directo de las decisiones de desinversión es cuestionable, el daño a la reputación de las compañías tiene el potencial de desencadenar mayores consecuencias. La campaña se ha extendido recientemente a Europa, con la expectativa de al menos replicar los resultados del otro lado del Atlántico.

Por otro lado, los gobiernos locales también juegan un papel importante en la movilización contra el cambio climático dado que la mayor parte de los gases de efecto invernadero se produce en los entornos urbanos. En Europa, el Pacto de los Alcaldes aglutina a más de 5.000 ayuntamientos comprometidos a reducir al menos el 20% de emisiones para 2020. A escala global, Michael Bloomberg acaba de ser nombrado Enviado Especial de la ONU para las Ciudades y el Cambio Climático, con el afán de implicar activamente a más urbes siguiendo el ejemplo de su esfuerzo como alcalde de Nueva York y al frente del Grupo de Liderazgo para el Clima C40.

A pesar de estos ejemplos de iniciativas que invitan al optimismo, la inercia inherente al sistema climático y los plazos necesarios para realizar cambios tecnológicos que reduzcan sustancialmente la emisión de gases de efecto invernadero requieren decisiones más drásticas a gran escala. La buena noticia es que las tecnologías ya existen. La mala, que las políticas nacionales no son suficientemente innovadoras ni valientes. El papel de la sociedad civil y la opinión pública es por tanto vital para asegurar que los compromisos voluntarios que se formalicen en Lima y se traduzcan en el marco global de 2015 consigan reducir las emisiones en la escala necesaria. Es de esperar que se saque el máximo partido de cada una de las oportunidades de movilización que se presentan. El énfasis en los aspectos positivos de la actividad económica e inversión que se desencadenarían con políticas que apuestan por un futuro mejor puede ser la baza determinante.

 

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