El país duda entre la integración euroasiática y Occidente.

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KAREN MINASYAN/AFP/Getty Images Un ciudadano armenio sonríe ante la imagen de Vladímir Putin en la puerta de un club dedicado a la vida y el trabajo de Putin en Yerevan.

 

La soberanía de Armenia está muy restringida en la actualidad y con ocasión de la reciente celebración de su independencia, muchos ciudadanos se preguntaban sobre lo apropiado del término.

Paralelamente a la pompa de los actos conmemorativos oficiales había quienes exigían una independencia real y protestaban contra la intención del presidente Serzh Sargsyan de formar parte de la Unión Aduanera (UA) junto con Rusia, Bielorrusia y Kazajstán.

En parte porque la UA conlleva una limitación de soberanía, en especial, en el bloque liderado por Rusia. La mentalidad sociopolítica del establishment político armenio no considera la independencia como un valor absoluto, sino que aparece dispuesta a sacrificarlo a cambio de beneficios económicos y sociales. Aunque no es ese el caso de gran parte de la diáspora armenia, que se estima en una población aproximada de ocho millones de personas. Solo en los 22 años desde la emancipación, más de dos millones decidieron abandonar el pequeño país caucásico que cuenta con una población de algo más de tres millones.

Además, se está produciendo una cuasi renuncia armenia de seguir una política exterior propia. Un ejemplo: las declaraciones de su ministro de Asuntos Exteriores en relación a los acontecimientos en el conflicto de Siria, que suponen un claro apoyo a los esfuerzos rusos. En el futuro ese respaldo a las tesis de Moscú puede convertirse en la pauta de su conducta exterior.

Armenia se encuentra en una situación de aislamiento. Es enemiga de su vecino, Azerbaiyán, por el conflicto de Nagorno-Karabaj. Desde la guerra de Karabaj la estrategia política azerí ha consistido en aislar a los armenios en la región. Una maniobra que ha dado resultados ya que, con una extensión similar a la de Galicia, el más pequeño de los Estados caucásicos, está rodeado por todos lados de enemigos históricos (turcos de Anatolia, turcos azeríes y georgianos).

Las relaciones de vecindad en el Cáucaso desmienten los esquemas simplistas. La Armenia cristiana está militarmente aliada con la Rusia ortodoxa y los países musulmanes de Asia Central dentro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). Moscú mantiene relaciones cordiales con el Irán chií, que a su vez desconfía, profundamente, del Azerbaiyán chií muy próximo a la Turquía suní y a la Georgia cristiana, en conflicto abierto con los rusos…

Turquía se niega a abrir su frontera con Armenia hasta que no exista una reconciliación entre armenios y azeríes. El Gobierno turco la cerró en 1993 en apoyo a su aliado turcófono de Azerbaiyán, después de que Armenia tomara el control del enclave separatista del Alto Karabaj, habitado en su mayoría por armenios. Además, a Ankara no le gusta que la Declaración de Independencia armenia se refiera a la región de Anatolia Oriental (hoy parte integrante del territorio turco) como Armenia Occidental y, sobre todo, que en esa declaración se aluda al genocidio armenio que Turquía se empeña en negar.

La frontera común que separa Armenia —mutilada territorialmente en todas direcciones— y Turquía deja el monte Ararat, símbolo nacional armenio, hoy en territorio turco. La montaña sagrada, donde según la tradición bíblica encalló el arca de Noé, puede divisarse desde la capital armenia, Yerevan.

Irán permitió a Armenia romper el bloqueo azerí-turco para importar gas y petróleo. Teherán se preocupa por el discurso identitario de Bakú, porque una importante comunidad azerí de quince millones de personas reside en el noroeste de Irán. Armenios e iraníes temen sobre todo los lazos cada vez más estrechos entre Israel y Azerbaiyán, sellados en febrero de 2012 con un acuerdo de venta de armas. El Gobierno azerí obtuvo material sofisticado –en particular,drones– y algunas otras ventajas como intercambio de su crudo. Motivo por el que los armenios temen una ofensiva contra el Karabaj.

En la actual situación geopolítica, apenas existen posibilidades de solucionar el conflicto de Karabaj y restablecer relaciones con Turquía y Azerbaiyán. Solo una nueva guerra en el futuro parece capaz de cambiar el statu quo.

Rusia aprovecha el principal punto débil de Armenia: la seguridad. En la práctica, no existe alternativa alguna a su participación en la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC). La situación armenia es muy vulnerable ya que el Gobierno ruso, el principal garante de su seguridad, vende armas a Azerbaiyán. Por eso Yerevan ha venido dando en el espacio postsoviético ejemplo de unas relaciones impecables con Moscú. Por un imperativo geográfico todos los presidentes armenios han tratado de conseguir un equilibrio –eficiente aunque muy frágil– en sus relaciones con el exterior. Su integración en la OTAN es completamente imposible, dado que Turquía, miembro de la alianza, es su antiguo enemigo.

En el Cáucaso Sur la influencia de Rusia en Armenia se contrapone a la de Occidente en Georgia. Azerbaiyán se encuentra en una posición más neutral. Tanto Moscú como los países de Occidente buscan una alianza con Bakú pero mientras el Kremlin siga apoyando a Armenia en el conflicto de Nagorno-Karabaj, el Gobierno azerí no se acercará al ruso.

Este es pues el contexto de la declaración de intenciones de Sargsyan para superar el ostracismo armenio. El presidente defendió su decisión a la que calificó como “racional y en interés del país”. Se teme, sin embargo, que su idea de adherirse a la UA y participar posteriormente en la formación de una unión económica euroasiática liderada por Rusia, más que beneficiar al país en su totalidad, reforzará la autoridad del Gobierno.

Ahora bien, la determinación de alinearse con Rusia no ha llevado, como esperaban algunos, a una oleada de protestas y manifestaciones. En lugar de conmociones se ha producido un periodo político tranquilo que en realidad no es otra cosa que el estancamiento y la momentánea apatía.

Una razón de peso ha sido que en la cuestión del control sobre el Karabaj -centro de gravedad de la vida política armenia, parlamentaria y gubernamental– se considera más efectiva la defensa de Rusia que la de la Unión Europea.

La pregunta es si Armenia puede mantener su cooperación económica con la UA al mismo tiempo que con la UE.

Casi cuatro años de negociaciones con Bruselas para la firma de un Acuerdo de Asociación (con vistas a la creación de un Deep and Comprehensive Free Trade Area–DCFTA) debían culminar en la firma del acuerdo de asociación en la Cumbre de Vilna. Lituania, que ocupa la presidencia de turno de la Unión, será en noviembre el país anfitrión de la cumbre para la firma de los acuerdos de libre comercio con los Estados de la Asociación Oriental (Armenia, Azerbaiyán, Georgia, Moldavia y Ucrania).

Armenia, al igual que vecinos como Georgia y Azerbaiyán, prefiere Occidente a Oriente e integrarse en la medida de lo posible en las estructuras europeas. El que Yerevan haya optado por asociarse con Rusia, no deja de ser una grata sorpresa para Moscú después de que Ucrania anunciara su definitiva decisión de acercarse a la UE.

Se argumenta que lo que hubo por parte del presidente armenio fue una declaración de principios. El inicio –solo eso– de un proceso. Hubo un mensaje claro de que la Unión Aduanera no deberá afectar a las relaciones con la UE. Algunos analistas armenios creen que el país seguirá adelante con el proyecto de colaboración con Europa, porque de momento la asociación con la Unión y la integración en la UA no son sino intenciones.

Mas Armenia tiene muy claro que incluso si firma el Tratado de Asociación con la UE no llegará a convertirse en miembro. Moscú, por su parte, no se contentará con una situación de empate y Yerevan tendrá que elegir entre la UA y Europa. Si hace lo segundo no podrá contar en adelante con el apoyo de la OTSC ni de Rusia.

Estamos ante otra de las guerras aduaneras que el Kremlin practica para obstaculizar a los países postsoviéticos su acercamiento a Europa. Lituania, muy activa, ha estado defendiendo a los Estados de la Asociación Oriental y ha advertido a la UE de las presiones de Rusia a los miembros.

Esta claro que la intención de algunos países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) de unirse a la UE es considerada por Rusia como un riesgo para la cooperación económica con la Unión Aduanera patrocinada por Moscú.

Oficialmente, Rusia se limita a explicar a esos países las ventajas que obtendrían al ser parte de la UA y de la posible Unión Económica Euroasiática, así como de los riesgos a los que estarían expuestos al ingresar en la UE.

Los países del espacio postsoviético –como es el caso de Armenia– han estado y continúan estando profundamente vinculados a la economía rusa. El Kremlin advierte que es imposible ser miembro de dos espacios económicos con diferentes regulaciones aduaneras. Los países de la CEI que aspiran a entrar a la UE se arriesgan a cruzar la línea de no retorno si cambian su legislación en respuesta a los requisitos europeos. Se destruirían los importantes vínculos económicos con Moscú después de ser parte del espacio económico de la Unión que no promete derechos iguales.

Así pues, Armenia tiene una muy escasa capacidad de iniciativa propia en su política exterior. El país es dependiente de Moscú y se encuentra completamente aislado. Tras maniobrar durante años entre Rusia y Occidente, en el momento en que el Kremlin lo ha pedido Armenia de facto abandonó la Asociación Oriental (Eastern Partnership). En la batalla geopolítica del Cáucaso, el presidente ruso Vladímir Putin ha conseguido rápidamente que Yerevan formara parte de la UA, controlada por su Gobierno. Si bien, formalmente, Armenia podría aún hacerlo, casi con toda probabilidad, no firmará ningún acuerdo con la UE en Vilna.

 

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