Ilustraciones sobre el presidente ruso, Vladímir Putin, realizadas por el caricaturista y periodista ucraniano Oleh Smal y expuestas al aire libre en el centro de Kiev, julio de 2014. Sergei Supinsky/AFP/Getty Images
Ilustraciones sobre el presidente ruso, Vladímir Putin, realizadas por el caricaturista y periodista ucraniano Oleh Smal y expuestas al aire libre en el centro de Kiev, julio de 2014. Sergei Supinsky/Getty Images

Las medidas de castigo impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea tendrán consecuencias globales.

El derribo del avión de Malasya Airlines MH17 ha marcado un punto de inflexión en la crisis ucraniana de imprevisible desenlace. Un conflicto que, lejos de ser regional, se ha transformado, poco a poco, en algo global que va más allá de lo que suceda en y con Ucrania, que ha pasado a ser un actor secundario. He aquí algunas de las consecuencias inmediatas de las sanciones impuestas a Moscú.

Mala imagen fuera y (nuevas) críticas en casa. Podemos decir que Vladímir Putin parece haber unido su destino al de los rebeldes y está convirtiéndose en un paria de la comunidad internacional occidental a la luz de las distintas acciones que están tomándose en su contra. La expulsión del G-8, la reciente sentencia sobre Yukos del Tribunal de La Haya y las recientes sanciones aprobadas por la UE y Estados Unidos son buena prueba del creciente aislacionismo occidental que está atravesando el líder  ruso.

Si bien es cierta la alta popularidad de la que goza Putin, también es verdad que han comenzado a aparecer alguna voces discordantes con el discurso oficial como, por ejemplo, el antiguo ministro de Finanzas Alekséi Kudrin, quien ha calculado que el rearme, la intervención militar en Ucrania oriental y las sanciones podrían suponer hasta un 20% de la economía en pocos años. Otra voz de alerta ha sido la del ex primer ministro Mijaíl Kasyanov que ha afirmado que si las sanciones se imponen contra todo el sector financiero ruso la economía podría llegar a colapsar en seis semanas. Sean o no acertadas estas afirmaciones, la realidad es que comienzan a oírse nuevos discursos dentro del establishment ruso, lo que en sí mismo es ya algo novedoso. A esto hay que añadir que, según una encuesta publicada el pasado día 29 de julio,  aunque la mayoría de los rusos no están preocupados por las sanciones (61%), el 60% opina que Rusia debe conservar su cooperación con Occidente. En un contexto de creciente aislacionismo occidental y deterioro político, estos datos podrían volverse contra Putin.

Sanciones para Rusia, consecuencias para todos. En un mundo globalizado y con elevadas interdependencias comerciales, económicas y financieras es evidente que las sanciones que van a imponer a Moscú tendrán su efecto mariposa en otras regiones.

Aunque el ahogo financiero al que va a ser sometida Rusia puede llevar a un estancamiento de su economía y a la devaluación del rublo, no hay que olvidar que el impacto sobre las economías dependientes de la rusa no será pequeño.Así, en el caso alemán por ejemplo, ya se han disparado las alarmas. Este país vendió 36 billones de euros en bienes a Rusia en 2013, casi un tercio del  total de la UE. Pero sus exportaciones a este país cayeron un 14% en los primeros cuatro meses del año  y algunos  grupos empresariales han advertido de la pérdida de 25.000 puestos de trabajo  de manera inminente, por no hablar del temor a un corte de suministros energéticos el próximo invierno. De ahí la cláusula alemana a la imposición de sanciones, según la cual se pide la revisión de las mismas dentro de tres meses, justo a las puertas del periodo invernal.

Existen, además de la reserva alemana, otras cuestiones que han quedado reflejadas en el acuerdo adoptado por la UE y que están supeditadas a los intereses nacionales. Así las sanciones no tienen efectos retroactivos. De este modo el embargo de armas no afectará a la venta de dos helicópteros Mistral por parte de Francia, ni tampoco al acuerdo firmado el 24 de junio entre la empresa austriaca OMW y la rusa Gazprom para la creación de una empresa conjunta cuyo objetivo es surtir de gas a Europa occidental bordeando Ucrania (el llamado proyecto Southstream). Y esto son sólo un par de  ejemplos.

Parece, en  todo caso, que las sanciones que van a tener un mayor impacto sobre la economía rusa serán las puestas en marcha por Estados Unidos contra Gazprombank y Vneshconombank. La primera es la tercera entidad  financiera del país, sostenida en un 36% por su homónimo energético, y la segunda es el Banco de Desarrollo ruso. Hay un total de cuatro entidades bancarias afectadas por los cortes de los flujos financieros desde Estados Unidos. En los próximos 30 meses, Rusia tiene que devolver alrededor de 159 billones de dólares a los mercados financieros y los bancos afectados por las sanciones estadounidenses componen un tercio de esa cantidad lo que pondrá en serias dificultades a muchas empresas rusas.

Guerras de la comida. Si la UE y EE UU están utilizando todas las capacidades del poder blando para hacer cambiar la posición rusa, Moscú también ha puesto en marcha el mismo ejercicio. Así en las últimas semanas, hemos asistido a una serie de prohibiciones a la importación a Moldavia y Ucrania. Frutas, hortalizas, lácteos y conservas son productos que ninguno de estos dos países podrá exportar a Rusia, algo que con total certeza tendrá un importante impacto en estas ya dañadas economías, ya que el 90% de estos productos tiene como destino el mercado ruso. También Polonia ha sido afectada por estas medidas y se ha prohibido la exportación a Rusia de frutas y hortalizas, lo que supone más de dos millones de euros para la economía comunitaria. Estados Unidos tampoco se libra de la prohibición a los productos alimentarios,  McDonald’s está en el punto de mira de las autoridades rusas, pero también las importaciones de carne de aves de corral. Veremos si se produce un veto a la multinacional estadounidense como ha sucedido en China.

Ucrania busca refugio en Occidente. La situación política ucraniana roza el dramatismo. El pasado 24 de julio dimitía el primer ministro Arsei Yatseniuk como protesta contra la negativa de la Rada (Parlamento ucraniano) de aprobar un incremento en la financiación de 800 millones de dólares (unos 600 millones de euros) para mantener la operación antiterrorista, así como diversos recortes públicos para poder pagarlo.

El apoyo solicitado por el presidente de Ucrania, Petro Poroshenko, a EE UU hace que se especule ante la posibilidad de que el Congreso estadounidense apruebe una resolución sobre la necesidad de conceder a Ucrania el estatus de aliada militar lo que reforzaría las tesis rusas acerca de las intenciones occidentales.

Moscú refuerza otras amistades. Como hemos venido presenciando durante los últimos meses, parece que Rusia busca alternativas ante la perspectiva de su aislacionismo con Occidente. Así no ha pasado desapercibida para nadie su aproximación a China o a América Latina, que ha quedado rubricada con la creación de una institución financiera al margen del control occidental y que se convertirá en el principal elemento de financiación de sus transacciones comerciales. Una buena muestra de la relevancia de la cooperación con América Latina son los acuerdos alcanzados con Argentina en materia energética y de transporte.

Del mismo modo, como consecuencia del acuerdo sobre gas natural con China de 30 años por 400 billones de dólares, empresas japonesas y surcoreanas están uniendo sus fuerzas para consolidar su presencia e inversión en Rusia.

Una buena muestra de la diversificación económica que está poniendo en marcha Moscú es el despliegue de centros estratégicos para lidiar con sus relaciones comerciales en países tan diversos como Emiratos Árabes Unidos, Singapur, Venezuela, Perú, Ecuador, Letonia, Birmania, Mongolia, Etiopía o Nigeria.

¿Adiós al papel de actor global? La situación de incertidumbre hace complicado discernir el futuro papel que tendrá Rusia en el contexto internacional. Si bien hemos presenciado un renacer imperial durante los últimos tiempos liderado por Putin y su idea de la Gran Rusia, todavía está por demostrarse que el país esté en condiciones para ser algo más que una potencia regional que intenta proteger sus áreas de influencia. A pesar de sus conocidas posiciones en Siria o Irán, no está claro que un contexto de aislacionismo económico, financiero y comercial como el que se vislumbra sea capaz de mantener sus posiciones dado el coste que puede suponer para su economía.

Veremos si al final Moscú puede escapar al cerco al que está siendo sometida o si, por el contrario, se demuestra que es más dependiente de Occidente de lo que piensa. Aquello que comienza a concluirse, a la luz de los datos, es que en un mundo globalizado, con múltiples interrelaciones, las batallas y las guerras se van a ganar a través del uso del poder blando y de las capacidades de presión político-económicas que cada uno pueda poner sobre la mesa. No estamos ya ante una nueva guerra ideológica, como la Guerra Fría. Rusia ha dejado de jugar al ajedrez, para comenzar a jugar, también, al póquer.