Un poster sobre las próximas elecciones en Kyouk Ye cerca de la ciudad de Hinthada. (Ye Aung Thu/AFP/Getty Images)
Un poster sobre las próximas elecciones en Kyouk Ye cerca de la ciudad de Hinthada. (Ye Aung Thu/AFP/Getty Images)

Llevar a cabo unas elecciones transparentes y libres en un país que carece de tradición democrática es complicado. Especialmente si ha estado dirigido con mano de hierro por un puñado de militares durante décadas. Esto es lo que está ocurriendo en Myanmar, la antigua Birmania.

El país se está preparando sus primeras elecciones libres, vistas por la comunidad internacional como un punto de inflexión en la transición. Los birmanos están llamados a las urnas el 8 de noviembre. Sin embargo, a tres meses de los comicios aún hay muchos indicios que hacen pensar que no serán fáciles. En especial después del último movimiento del presidente Thein Sein, que todos asumían que no se presentaría a un segundo mandato, y que ha sorprendido de la manera más amarga posible. El 13 de agosto mientras se reunía el Partido por la Unión Solidaria y el Desarrollo (USDP en sus siglas en inglés), el partido del Gobierno, un grupo de agentes de seguridad aparecieron en la sede y retuvieron a todos los miembros durante varias horas.

El USDP está formado por militares retirados de la antigua Junta. Aquellos que están dirigiendo la transición hacia una democracia disciplinada. En los últimos meses, varios miembros se han presentado como posibles candidatos. En el sistema electoral birmano no es necesario presentarse a las elecciones ni decir previamente quien será el candidato del partido. Además el presidente es escogido por el Parlamento a posteriori, una vez que los ciudadanos hayan votado la composición del nuevo hemiciclo.

Sin embargo, un candidato había destacado frente al resto. El presidente del Parlamento Thura Shwe Mann, la tercera persona más importante en Birmania tras el presidente y el Comandante del Ejército. Shwe Mann ha conseguido dar al Parlamento un papel clave en la transición, y se ha labrado fama de político moderado y flexible. Tanto es así, que el sector duro del Ejército lo considera un traidor, especialmente por su amistad con la líder de la oposición y Premio Nobel de Paz Aung San Suu Kyi, fundadora de la Liga Nacional por la Democracia (NLD en sus siglas en inglés). A finales de junio, Shwe Mann concedió a Suu Kyi una votación pública por las enmiendas a la Constitución que el NLD había estado exigiendo estos últimos años. Enmiendas necesarias para eliminar el control del Ejército y convertir al país en una verdadera democracia. Como esperaban, no se consiguieron los votos necesarios, pero dejó al Ejército en solitario ya que buena parte del USDP, entre ellos Shwe Mann, votaron a favor de las enmiendas del NLD y en contra de sus antiguos compañeros.

Toda esta situación ha motivado que el presidente Thein Sein haya decidido tomar las riendas apoyándose en el núcleo duro de los militares. En medio de una sede acordonada por la policía, Thein Sein quitó a Shwe Mann su poder dentro del partido y le echó a los leones junto con buena parte de sus aliados. Una purga en toda regla que recuerda demasiado a los juegos de poder de la antigua Junta Militar, y eso que Shwe Mann tenía muchos apoyos en Estados Unidos y China.

La embajada americana y la británica fueron las primeras en mostrar su sorpresa y rechazo por los métodos utilizados por el presidente. Thein Sein ha vuelto al ruedo, con la intención de buscar un segundo mandato. Y todo a costa de dañar tremendamente la legitimidad de la transición, que ya lleva un tiempo recibiendo numerosas críticas por su estancamiento. El líder se ha centrado demasiado en las reformas de liberalización, pero no tanto en las de democratización.

A esta situación le acompañan varios obstáculos. La Comisión Electoral de la Unión, responsable de gestionar las elecciones, ha estado en el punto de mira por su falta de imparcialidad y profesionalidad. Entre otros problemas, habrá ciudadanos que se quedarán sin votar sólo por el hecho de no ser budistas. En realidad, muchos están expectantes a que llegue noviembre y ver cómo se desarrolla el proceso que está generando demasiadas tensiones. En Rangún, el Gobierno local ha impuesto recientemente la prohibición de mantener los bares abiertos después de las 11 de la noche, lo que muchos extranjeros temen que esté relacionado con el deseo del Ejecutivo de controlar posibles efectos adversos si los comicios no se desarrollan de manera adecuada.

A esto se suma que en las últimas semanas el monzón ha dejado las peores inundaciones en décadas en zonas pobres del país y ya van más de 100 muertos. Muchos dicen que no es la mejor condición para asegurar la transparencia y normalidad de unas elecciones en algunas regiones, especialmente si vienen acompañadas por hostilidades con guerrillas como el KIA (Ejercito por la Independencia de Kachín). El Acuerdo Nacional de Paz con las guerrillas de Birmania que se ha estado negociando durante toda la legislatura tampoco ha alcanzado el punto deseado. Aunque las partes llegaron a un borrador a finales de marzo, la escalada de nuevos conflictos con grupos rebeldes que no estaban incluidos en las negociaciones, como la guerrilla kokang, hace que haya desacuerdo a la hora de decidir si estos grupos deben ser incluidos o no.

Por su parte, el NLD no está mucho mejor. En las últimas semanas, no ha parado de recibir críticas por la mala gestión de sus candidaturas. El partido abrió un proceso para que se presentarán más de 1.000 candidatos a las correspondientes circunscripciones. Una gran cantidad de líderes de la sociedad civil y miembros conocidos de la sociedad birmana se presentaron. Entre ellos, numerosos miembros del Grupo de Estudiantes de la Generación del 88, líderes que a finales de los 80 se movilizaron públicamente contra la Junta. Pero el NLD, en un ejercicio de escasa transparencia y nula capacidad de selección de élites, rechazó la mayoría de las candidaturas conocidas. Entre ellos miembros como Ko Ko Gyi, el líder de los estudiantes del 88 y muy respetado en Myanmar. Desde entonces, gran parte de la base del partido se ha manifestado en contra de su propia dirección. A lo que ésta ha respondido expulsando a decenas de miembros.

El posible acuerdo al que podrían llegar Suu Kyi y Shwe Mann para dirigir la transición con una perspectiva moderada pero contundente contra la élite militar ha asustado demasiado a los antiguos caudillos. Algunos dicen que hasta Than Shwe, el último dictador de Myanmar y antiguo jefe de la Junta, está detrás de estos últimos movimientos actuando desde la tranquilidad de su hogar. Birmania es un país de rumores.

Lo que sí es cierto, es que estos últimos movimientos no ayudan nada a la credibilidad de la transición. Pero ésta sigue siendo el único modo de sacar a la población adelante y evitar que siga siendo el país más pobre del Sureste Asiático. El USDP tendrá que esforzarse mucho en los próximos meses para demostrar que está a la altura de las circunstancias y el NLD tendrá que aprender a actuar con responsabilidad y como un partido serio una vez pasen las elecciones y aumenten considerablemente sus resultados.