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Dos hombres caminan delante de carteles del candidato presidencial, Ossufo Momade, del Mozambican National Resistance (Renamo) en Maputo, Mozambique. (GIANLUIGI GUERCIA/AFP/Getty Images)

Con los ecos de la guerra civil atemperados, aunque sea de forma coyuntural, Mozambique celebra elecciones generales el próximo 15 de octubre. A la confrontación histórica, que fue ideológica y es cada vez más económica, entre Frelimo y Renamo, se suman esta vez nuevos escenarios: la fragmentación interna, los embates del cambio climático y la aparición de un terrorista en el norte del país que reclama su porcentaje de desarrollo asociado al descubrimiento de las reservas de gas más importantes al sur del Sáhara.

Mozambique llega a la cita con las urnas con un problema grave en lo económico y un alivio en lo político. El crecimiento de principios de siglo, con tasas cercanas al 10%, ha caído desde 2016 hasta el 3% y no se espera que remonte el vuelo hasta 2022, cuando se comenzarán a explotar los hidrocarburos de Cabo Delgado. Además, los años de bonanza macroeconómica no se tradujeron tampoco en una reducción de la pobreza, cuyo índice sigue por encima del 62%, y dejan al país en los puestos más bajos del Índice de Desarrollo Humano: 180 de un total de 189 y con una esperanza de vida 5,5 años menor a la de los países de su entorno.

Por el contrario, la inestabilidad política que ha golpeado Mozambique desde su independencia, con una sangrienta guerra civil que se prolongó por más de quince años, parecen haber quedado atrás. Al menos por el momento. El acuerdo de paz suscrito por ambas facciones, el tercero desde que estallara el conflicto civil en 1976, viene a “abrir una nueva página” de "alternancia gobernante a través de elecciones libres, justas y transparentes”, en palabras del líder opositor Ossufo Momade, quien sustituyó tras su muerte hace unos meses al histórico mandamás de la Resistencia Nacional Mozambiqueña (Renamo) Afonso Dhlakama. "Con este acuerdo venimos a decir que podemos entrar en desacuerdo, pero que siempre recurriremos al diálogo para resolver nuestras diferencias. Nunca, nunca, nunca más Mozambique debe ser escenario de guerra”, corroboró el presidente y candidato a la reelección, Filipe Nyusi.

Meses antes de los comicios de 2014, Dhlakama y el entonces presidente Armando Guebuza ya suscribieron un acuerdo de paz que saltó por los aires pocas semanas después de las elecciones. Aunque Renamo había erosionado las mayorías obtenidas siempre por Frelimo desde la independencia del país, siendo incluso la fuerza más votada en 2014 en cinco de las once provincias, no reconoció la victoria Frelimo, renunció a ocupar sus escaños en la asamblea nacional y volvió a tomar las armas desde su feudo en las montañas de la Gorongosa.

A diferencia de entonces, las elecciones de este año serán las primeras en las que los gobernadores provinciales no serán elegidos por el Gobierno central sino por la lista más votada en cada una de las mismas, una de las reivindicaciones históricas de Renamo, que en la práctica, pasará a controlar más de la mitad de las provincias del país. “Aunque los gobernadores tendrán un poder bastante limitado sobre áreas de gobierno, las oportunidades de clientelismo son importantes ya que tendrán competencias sobre la concesión de tierras”, advierte el investigador del Institute for Security Studies, Peter Fabricius.

Los resultados de las municipales del pasado año en las que Frelimo obtuvo el control de 44 de las 53 municipalidades en disputa, pero el total de votos no llegó al 52%, auguran unos resultados ajustados. “Estas elecciones podrían ser las más difíciles que ha tenido que afrontar nunca el antiguo movimiento de liberación nacional”, recoge en su informe el analista Liesl Louw-Vaudran. De hecho, la batalla electoral ha comenzado a disputarse desde la propia elaboración del censo de votantes: provincias como Goza, donde Frelimo obtuvo el 94% de los votos en 2014, han registrado un incremento de 300.000 votantes, mientras que feudos opositores como Zambezia o Nampula tienen menos inscritos. Esto, señala Louw-Vaudran, podría alterar el equilibrio demográfico otorgando más escaños a las “provincias históricamente a favor del partido gobernante”.

Hace solo unos meses, hechos como éste habrían hecho saltar por los aires el proceso de paz y la celebración de las elecciones. Pero hoy ni el país ni los dos partidos que encarnan mayoritariamente su política se lo pueden permitir. Las crisis que asoman por cuatro escenarios han terminado por alumbrar una paz electoral.

 

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Imagen del puente Maputo-Catembe, el puente en suspensión más grande de África. (JOHN WESSELS/AFP/Getty Images)

Maputo – Las deudas ocultas que ponen en jaque a Frelimo

La ascendencia otorgada por su liderazgo en la lucha anticolonial ha granjeado a Frelimo el poder absoluto en Mozambique desde 1975. Aunque la ilusión de los tiempos de Samora Machel por alcanzar el hombre nuevo hace tiempo que se esfumó, hasta 2015 las voces discordantes no se escuchaban más allá de la oposición armada.

De un día para otro el país, que por aquel entonces crecía entorno al 6% anual, se despertó con el “mayor escándalo de corrupción del continente” en sus casas: el gobierno de Armando Guebuza, en el poder entre 2005 y 2015, había contraído deudas por valor de 2.200 millones de dólares en un país cuyo PIB anual apenas supera los 12.000 millones dólares. El entonces ministro de finanzas, Manuel Chang, autorizó, a cargo de tres empresas estatales, la contratación de préstamos a Credit Suisse y al banco ruso VTB por valor de más de 700 millones de dólares para, supuestamente, renovar la flota pesquera con barcos y equipamiento que nunca ha aparecido.

El acuerdo, suscrito sin la aprobación parlamentaria que exige la Constitución, obliga al Estado a hacerse responsable de los pagos, lo que ha generado un crisis económica sin precedentes: en 2017, Mozambique tuvo que declararse insolvente, su moneda se devaluó más de 100% y el país fue excluido de las líneas de crédito internacional y de las ayudas del Fondo Monetario Internacional (FMI), quien sitúa a Mozambique como uno de los seis países de África subsahariana cuya deuda es insostenible. La previsión es que la deuda pública alcance el 130,3% del PIB en 2022.

El gobierno de Filipe Nyusi ha intentado desmarcarse de la corrupción de sus predecesores, pero sin acceder a la petición de extradición de Chang a Estados Unidos ante el temor de que éste involucre a más altos cargos de Frelimo. Al mismo tiempo, se ha visto obligado a poner en marcha recortes en los ya de por sí exiguos servicios públicos, lo que ha disparado por primera vez las críticas internas.

Movimientos civiles como el Mozambique Debt Group, que exige que la deuda sea declarada ilegal -y por tanto condonada-, así como que los mismos bancos involucrados en los prestamos ocultos concedan ayudas a las víctimas de la crisis financiera, son la voz de una contestación social que ha tomado las calles y las conversaciones de la capital. Hasta tal punto que por primera vez ha surgido un movimiento político desde dentro de Frelimo: Podemos, que reclama una lucha inequívoca contra la corrupción, separación de poderes y una mayor democracia interna.

“Está formado por la gente de las bases de Frelimo y es la continuación de lo que sucedió en 2018 cuando se propuso nombrar a alguien apropiado para generar el cambio dentro de Frelimo y la propuesta no fue aceptada en un proceso antidemocrático en el que no se respetó la voluntad de las bases”, declaró a la prensa local Albino Forquilha, uno de los miembros del partido. Tras tentar al hijo del expresidente Samora Machel, Samora Machel Júnior, Samito, finalmente será el empresario musical Helder Mendonça quien se presentará como candidato a las elecciones generales.

Aunque está por ver la respuesta electoral que pueda obtener Podemos en un espacio político cuyos resortes en forma de subvenciones y contrataciones maneja Frelimo, el mero hecho de su aparición supone un movimiento disruptivo en el bipartidismo, irónicamente conocido en Mozambique como la ‘Frenamo’, que augura una nueva era en el país.

 

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Armas pertenecientes al exgrupo rebelde Renamo en la zona de Gorongoza, Mozambique. (MARIA CELESTE MAC’ ARTHUR/AFP/Getty Images)

Gorongosa – Dos formas enfrentadas de entender Renamo

No solo Frelimo tiene ante sí un panorama de tensiones internas. La muerte en mayo de 2018 de Afonso Dhlakama dejó a la oposición sin su líder histórico, quien hasta entonces había mitigado las discrepancias internas. Porque también dentro de Renamo existen dos facciones enfrentadas: por un lado los jóvenes políticos que abogan por resolver el conflicto civil a través de negociaciones parlamentarias y por otro los viejos soldados, con base en la Gorongosa, que apuestan por el boicot electoral y la lucha armada como estrategia. “Dhlakama, en muchas ocasiones bajo la presión ejercida por sus generales, navegaba entre ambos”, señala Fabricious. De hecho, su fallecimiento, a causa de la diabetes que padecía, se produjo mientras se encontraba en la Gorongosa dialogando con los altos mandos militares.

En un país con un historial de traiciones y purgas internas, Dhlakama receló siempre de sus propias filas: era él quien elegía personalmente a los candidatos para las elecciones municipales y fue él quien retrasó la implementación del acuerdo de paz que incluía la transferencia de poder a Renamo en tres provincias para impedir que crecieran liderazgos a su sombra.

A su fallecimiento, tres eran los nombres que se postulaban para sucederle: el secretario general Manuel Bissopo, su sobrina y líder del grupo parlamentario Ivone Soares y el responsable de defensa de Renamo, Ossufo Momade. Fue este último quien, no sin sorpresa, se hizo con el control del partido. Aunque en un principio amagó con frenar el alto el fuego y alinearse con la línea dura del de los generales, Momade se avino finalmente a pactar el final del conflicto y la desmovilización de las tropas.

Esto ha provocado el rechazo frontal de la denominada Junta Militar de Renamo, un movimiento formado por unos 500 hombres dispuestos en 11 batallones que se niega a entregar las armas y exige renegociar el acuerdo con Frelimo sin Momade como interlocutor. “El Gobierno tiene que negociar con Renamo, porque Renamo somos nosotros, los soldados que tenemos las armas”, declaró el portavoz del grupo, Joao Machava, tras tildar a Momade de “traidor y corrupto” “comprado por Frelimo”.

La respuesta del líder opositor, en forma de purga y de ejecuciones sumarias, no se ha hecho esperar, pero parece insuficiente para detener el alzamiento interno. De hecho, la Junta Militar ha comenzado a reclutar nuevos hombres en las faldas de la Gorongosa y amenaza con romper el acuerdo de paz si el Gobierno no los trata como interlocutores válidos.

Voces como la del abogado surafricano y miembro de la misión especial de la ONU para Mozambique en 1994, Andre Thomashausen, alertan de que el acuerdo “propone simplemente la rendición de Renamo”, esto es que entreguen las armas a cambio de una amnistía que no tiene en cuenta la reintegración social de los antiguos miembros opositores, lo que alimenta el recelo por parte de la cúpula militar. “El pacto tiene el consenso de las élites dirigentes, pero tendrá que ganarse las mentes y los corazones de las bases de Renamo”, declaró Thomashausen en una entrevista a la agencia Lusa.

 

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Una mujer recolectado verduras en un campo agrícola facilitado por Cáritas tras el paso de los ciclones que arrasaron la zona de Beira, Mozambique.(MARCO LONGARI/AFP/Getty Images)

Beira – Los embates del cambio climático en territorio independiente

Aunque es uno de los países menos industrializados del mundo, Mozambique es una de las víctimas más importantes del cambio climático. Según el Global Facility for Disaster Reduction and Recovery (GFDRR), es el tercer país del continente más expuesto a desastres medioambientales como ciclones, sequías e inundaciones.

Cada año, estos desastres dejan unas pérdidas económicas que rondan los 100 millones de dólares, casi un 1% del PIB. “Alrededor de 500 escuelas se ven afectadas por los desastres”, esto es “unos 50.000 estudiantes”, “lo que supone una importante pérdida en el capital humano del país”, apunta en su último informe para el Instituto Español de Estudios Estratégicos la analista Mar Hidalgo García.

El sur, en concreto las provincias de Maputo, Gaza e Inhambane, han vuelto a registrar problemas de lluvias, lo que se traduce en una situación de sequía continuada que ha afectado a la producción de unas 126.000 hectáreas. “En estas áreas se han perdido cerca del 60% de las cosechas”, reconoció el pasado mayo el ministro de agricultura, Higino de Marrule. El Gobierno se ha visto obligado a acudir al mercado internacional a comprar alrededor de 200.000 toneladas de maíz con las que garantizar el suministro a las familias, aunque las dificultades económicas a las que se enfrenta están dificultado su capacidad de maniobra.

Actualmente, más de 1,6 millones de personas necesitan asistencia alimentaria de forma inmediata en Mozambique, entre ellas 67.000 menores en situación de malnutrición aguda. Junto a Zambia y Zimbabue suponen el 75% la población del sur de África en situación de crisis alimentaria. La previsión del Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) es que la cifra de personas en necesidad de asistencia urgente roce los dos millones entre octubre de 2019 y febrero 2020, cuando debe llegar la próxima cosecha.

La sucesión, entre marzo y abril, de los devastadores ciclones Idai y Kenneth, que dejaron más de 1.000 muertos y casi dos millones de afectados, es la causa inmediata de la emergencia humanitaria en la que está sumida Mozambique. La provincia de Sofala, y especialmente la ciudad de Beira, la segunda más importante del país, ha sido la zona más afectada. "Beira es la primera ciudad de la historia del mundo, que yo sepa, que ha sido completamente arrasada”, aseguró la exprimera dama mozambiqueña y última esposa de Nelson Mandela, Graça Machel, tras visitar las zonas afectadas.

A pesar de que esta región del país se encuentra en una zona de alta vulnerabilidad climática, donde los ciclones y tormentas tropicales son parte de la predicción meteorológica del año, el objetivo de convertir Beira en la primera urbe mozambiqueña resiliente al cambio climático antes de 2035 permanece todavía demasiado lejos. Principalmente, porque su promotor, el alcalde de la ciudad desde 2003 y ahora candidato a la presidencia, Daviz Simango, no cuenta con el amparo de ninguno de los grandes bloques que dominan la política del país. Su Movimento Democrático de Mozambique (MDM), creado como una escisión de la oposición Renamo, permanece también enfrentando al Gobierno. “Tengo la impresión de que las autoridades no han hecho sus tareas, ha habido una profunda negligencia en la manera en la que el sistema de alertas ha sido manejado”, denunció Simango tras comprobar la dimensión de la catástrofe provocada por Idai.

Por el momento, el plan ‘Beira 2035’, que pasa por modernizar los sistemas de drenaje y tratamiento de residuos, reconstruir las canalizaciones del río Chieveve, plantar más de 2.000 manglares que actúen como defensa natural a las inundaciones y, sobre todo, por definir un nuevo mapa de desarrollo urbanístico en áreas elevadas de la ciudad, es mayoritariamente papel mojado, a pesar de las advertencias de los expertos internacionales sobre el peligro que crece sobre Mozambique: hasta 2040, se espera que la factura de los desastres medioambientales alcance los 7.400 millones de dólares. Y cientos de miles de vidas.

 

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Copias del Corán dañadas tras el paso del ciclón en la provincia de Cabo Delgado, Mozambique. (ZINYANGE AUNTONY/AFP/Getty Images)

Cabo Delgado – La insurgencia en la zona más rica en hidrocarburos

El descubrimiento de unas importantes reservas de gas, de hasta 5,7 billones de metros cúbicos, las más importantes al sur del Sáhara, en la cuenca sedimentaria del río Rovuma, casi en la frontera con Tanzania, fueron celebradas en el país como un maná. Con la explotación del gas, el país se convertiría en uno de los cuatro principales productores mundiales de gas natural licuado (GNL) del mundo y podría crecer a un ritmo del 20% anual, suficiente para reducir casi a 0 la brecha de desarrollo.

Los proyectos extractivos, concedidos a empresas occidentales como Anadarko o ExxonMobil/Eni Project, debería comenzar a funcionar en 2022, pero desde hace ya varios años estas empresas se encuentran en el país levantando sus infraestructuras, lo que ha provocado una burbuja de precios en Pemba, capital de la provincia de Cabo Delgado, la región más empobrecida del país.

Paralelamente, cientos de personas han sido expulsadas de sus tierras, en muchos casos sin compensación. “Cabo Delgado fue clave en la guerra de liberación, pero el desarrollo no ha llegado aquí. Al descubrirse el petróleo empezaron a obligar a la gente a dejar sus casas, alguno sin compensación, a otros prometiéndoles dinero y tierra en una aldea nueva que luego nunca llega o no es lo que habían pactado”, denuncia Edmar, un joven periodista local.

El sentimiento de agravio en una zona donde la comunidad animista makonde ha sido históricamente privilegiada frente a los musulmanes mwami ha ido en aumento hasta estallar en un movimiento insurgente de inspiración yihadista. Popularmente conocido como Al Shabaab aunque sin vinculación demostrada con el grupo homónimo somalí, Ansar al Sunnah cala entre una comunidad depauperada de jóvenes musulmanes estrangulados por la falta de oportunidades en una zona donde el contrabando es el único negocio posible. “El resentimiento y las injusticias sustentan el deseo de los jóvenes a unirse a un movimiento subversivo y socialmente destructivo. Pero es la suma de corrupción, expropiaciones y distribución injusta de los recursos en la zona lo que proporciona el sustrato para este resentimiento”, apunta la investigadora del Global Initiative Against Transnational Organized Crime, Simone Haysom. “Se trata de una secta extremista armada, pero la pobreza y el hambre proporcionan un contexto de agravios que este movimiento insurgente puede explotar”, concede el profesor de historia africana de la Queen’s University de Belfast, Eric Morier-Genoud.

Desde 2015, Ansar al Sunnah ha ido ganando poder y ha perpetrado ya alrededor de medio centenar ataques terroristas que han causado medio centenar de víctimas. No obstante, no es imposible saber con exactitud la magnitud de sus ataques ni sus motivos a causa del bloqueo informativo al que la zona ha sido sometido por el Gobierno: “No quieren testigos porque la estrategia del Gobierno es hacer ver que el problema está controlado para que no se retraigan las inversiones”, señala una fuente humanitaria que trabaja en la zona y que prefiere no revelar su identidad. En la zona, los locales hablan de abusos policiales y ejecuciones sumarias que no hacen más que alimentar el rencor y las filas de Ansar al Sunnah que contaría ya con alrededor de 1.500 hombres con los que intentar impone su versión rigorista de la sharia.

Existe el temor a que las redes internacionales terroristas, a través de las conexiones tanzanas presentes en la zona, recluten a Ansar al Sunnah. De hecho, el pasado agosto, el ataque a una aldea cristiana en Ntuleni ya fue reivindicado por el Daesh, aunque se desconoce si se trata de una célula de Ansar al Sunnah la que perpetró el ataque. Esto aumentaría la inestabilidad de zona y pondría en riesgo las inversiones para la explotación de hidrocarburos, una línea roja para el Gobierno que ha puesto en marcha un millonario contrato de seguridad al que optan contratistas rusos y norteamericanos en joint venture con altos cargos de Frelimo.

Un conflicto a gran escala en Cabo Delgado supondría un frente demasiado amplio para un país que apenas puede enfrentar las tensiones que provoca el proceso de paz, la crisis económica y una administración corrupta. Quizás por ello, frenar la insurgencia terrorista sea un objetivo compartido por todos en Mozambique.