Para el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, sólo hay una manera de abordar los numerosos problemas que le aguardan: pensar a lo grande.

El pueblo estadounidense ha elegido al senador Barack Obama como presidente. Su mandato llega en uno de los momentos de cambios más profundos en el poder desde hace un siglo, y con grandes problemas en varios frentes. Sin embargo, precisamente por los enormes retos que le aguardan, Obama tendrá la oportunidad, tal vez pasajera, de trascender las posiciones arraigadas y aunar apoyos en torno a una visión estratégica del futuro más amplia y común. La pregunta es: ¿qué debe hacer con esa oportunidad?

JOE RAEDLE/Getty Images. Número 44: Obama tiene la oportunidad de crear un nuevo orden internacional.

Ya está formándose la larga cola de expertos, políticos, estudiosos y asesores que luchan por exhibir sus recetas sobre cómo debe resolver el nuevo presidente los numerosos problemas de política exterior que le esperan en el umbral de la Casa Blanca. Están los obvios, como abordar la inestabilidad en Irak y Afganistán y contrarrestar las ambiciones nucleares de Irán y Corea del Norte. Están también los que, a largo plazo, serán más importantes para la seguridad y el bienestar de su país: reformar el sistema financiero mundial, mejorar la seguridad energética, abordar las causas y las consecuencias del cambio climático, lidiar con una reacción antiglobalización cada vez más extendida en todo el planeta y reformar las instituciones mundiales que ya no sirven para hacer frente a estos retos.

Esta agenda, por cierto, no se ha inventado así como así. Nace de una serie de diálogos estratégicos con dirigentes clave de China, India, Brasil, Suráfrica y otra docena más de países de todo el planeta en los dos últimos años. Desde París hasta Tokio, desde Nueva Delhi hasta El Cairo, desde Pekín hasta Sao Paulo, se han visto una serie de prioridades comunes y el deseo de que Estados Unidos recupere un papel mundial responsable en colaboración con otros Estados.

Podría parecer lógico que Obama aborde esta agenda tan impresionante empezando por los problemas mayores y más acuciantes, para ocuparse después del resto de la larga lista. Pero esa estrategia de ir poco a poco, de abordar los problemas aislados unos de otros, está condenada al fracaso, porque deja al mundo igual de estancado que está desde hace años.

El presidente estadounidense Dwight Eisenhower dijo en una ocasión: “Si un problema no tiene solución, hay que agrandarlo”. Es una forma de hacer que tenga más importancia política y de crear oportunidades de intercambios constructivos de contrapartidas. Casi todos los desafíos a los que nos enfrentamos están relacionados entre sí, y la única manera de que el nuevo Gobierno estadounidense los aborde es dentro de una estrategia coherente de conjunto, un gran pacto mundial.

¿Cómo podría salir adelante este pacto? En primer lugar, hay que subrayar que no sería un acuerdo único negociado, sino una serie flexible de concesiones recíprocas entre una docena de países fundamentales, la visión de una vía hacia adelante a la que podrían incorporarse otros. Tampoco sería una solución made in USA; indudablemente, EE UU ha aprendido de la experiencia en Irak que no puede resolver los problemas del planeta por sí solo.

El gran pacto mundial se desarrollaría en una serie de pasos, comenzando por un discurso que Obama debe pronunciar cuanto antes, en el que exponga cómo ve los desafíos e indique qué está dispuesto a hacer Estados Unidos, como oferta de buena voluntad, para resolverlos. A ese discurso seguiría, en primavera y principios de verano, una ronda de consultas discretas con los socios fundamentales: los más estrechos aliados europeos (de forma individual y como Unión Europea) y asiáticos, así como otros posibles socios, como Brasil, India y China (cuya participación o, al menos, acuerdo tácito sería esencial). De estas consultas deberían surgir unos cuantos avances -algunos, con la participación de Estados Unidos, otros, no- con el fin de que, cuando se reúna la Asamblea General de la ONU en otoño, los elementos básicos del plan estén ya dispuestos.

En la práctica, el gran pacto mundial abarcaría una mezcla de tratados y otras medidas. En algunos ámbitos, como la reforma de las instituciones globales y la creación de un fondo global para el desarrollo de energías limpias y renovables, serían necesarios pactos formales; en otros, quizá fueran preferibles enfoques más flexibles. Para lograr que empezasen a cooperar países poco cooperadores -en asuntos transnacionales como el medio ambiente, la agricultura y la proliferación nuclear-, quizá Estados Unidos y Europa deberían ofrecer una nueva iniciativa en la ronda de Doha, a la que se sumarían Brasil e India.

En otro frente, Pekín y Nueva Delhi podrían pensar en asumir las difíciles medidas económicas necesarias para limitar las emisiones de carbono si vieran avances prometedores en las instituciones de gobierno mundiales y el sistema del comercio global. En el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), Estados Unidos y Europa podrían renunciar a su cómodo acuerdo de reservarse los cargos supremos para sí mismos con el fin de incluir a China, India y otros países en puestos de dirección más responsables. Y, si Rusia viera reforzado su papel internacional, quizá se sentiría obligada a actuar como proveedora responsable de energía y promotora de la no proliferación nuclear.

¿Cómo y dónde debería negociarse y supervisarse el gran pacto? Una liga de democracias, que es una idea que corre en algunos círculos, no sólo tiene grandes probabilidades de fracasar sino de molestar a otros países importantes cuya cooperación es posible y necesaria. Una alternativa mucho mejor es el G-20 -o algo muy parecido-, que debería convertirse en complemento y sucesor del G-7, no para sustituir instituciones existentes como Naciones Unidas, sino para ofrecer un foro flexible en el que puedan elaborarse compromisos y vigilarse el progreso de los acuerdos.

Evidentemente, ni Estados Unidos ni ningún otro país va a firmar un pacto en el que renuncie a más de lo que obtiene. Cada país calcularía las compensaciones desde el punto de vista de sus propios intereses y prioridades, que servirían de marco al debate. Desde la perspectiva de Washington, el pacto podría ser algo semejante a esto:

 

Estados Unidos cede… Y a cambio obtiene…
Gobernanza global

Algunos de sus privilegios en la ONU, el FMI, el Banco Mundial y otras instituciones; elevación del G-20 como sucesor del G-7

 

Mayor cooperación de las potencias emergentes en comercio, finanzas, energía y medio ambiente; acuerdo sobre un sistema financiero internacional, un Bretton Woods II más eficaz

Seguridad Los sistemas de defensa antimisiles a lo largo de las fronteras rusas; apoyo al tratado europeo de seguridad propuesto por Moscú Compromiso ruso con la seguridad energética y la no proliferación nuclear; apoyo del Kremlin a un sistema europeo revisado de defensa antimisiles
Comercio  

Mayores concesiones de Estados Unidos y la UE en agricultura para desbloquear la ronda de Doha

Compromisos de Brasil e India de abrir sus mercados de agricultura y servicios
Energía  

Abrir la Agencia Internacional de la Energía a China, India, Rusia y otros; cofinanciar un fondo mundial de energías limpias y renovables

 

Apoyo de Rusia a un estatuto de la energía; un mercado energético más eficaz y seguro con nuevas oportunidades para las empresas estadounidenses

Medio ambiente Acuerdo EE UU-UE sobre reducciones numéricas de las emisiones de carbono. Acuerdo chino e indio sobre techospara las emisiones y posibles reducciones
Desarrollo  

Compromiso estadounidense con los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la ONU; más fondos para alimentos, energía y seguridad ambiental

 

Compromiso de los países pobres de respetar una agenda más democrática; reducción en el futuro de las emergencias humanitarias, de refugiados y de derechos humanos

Proliferación  

Reducción del arsenal estadounidense de armas nucleares a 1.000 si Rusia hace o mismo

Una moratoria mundial sobre la construcción de instalaciones de producción de material físil

 

Esta lista no es exhaustiva ni excluyente; en ella podrían entrar muchas otras ideas, quizá mejores. Es, más bien, una tentativa que pretende ilustrar un concepto. Aunque en algunas de las propuestas quizá podría haber rápidos avances, para la mayoría hará falta tiempo y un paciente cultivo de los socios fundamentales para que tengan éxito.

La posición en la que se encuentra hoy Estados Unidos recuerda a la que tenía después de la Segunda Guerra Mundial. El reto de construir las instituciones internacionales de la posguerra -Naciones Unidas, las instituciones de Bretton Woods, la OTAN, la Comunidad Económica Europea- es parecido a la tarea que tiene ahora por delante. Las organizaciones que nacieron entonces no formaban parte de un sistema único, sino que estaban conceptualmente relacionadas entre sí. Ahora hay muchos factores que indican que éstas, que se diseñaron para un mundo muy diferente, ya no son suficientes.

Los dirigentes europeos ya están tratando de avanzar hacia la reconstrucción de las instituciones y las normas financieras mundiales con una conferencia del G-20, de estilo Bretton Woods II, en Washington, que comenzará el 15 de noviembre, pero eso no basta. Tenemos que pensar más a lo grande y aprovechar este momento Bretton Woods -la conciencia cada vez más extendida en el mundo de que es necesario un nuevo estallido de creatividad e imaginación- para empezar a elaborar un nuevo orden que vaya más allá del comercio y las finanzas e incluya la seguridad, la energía, el medio ambiente y las instituciones de gobierno. Este orden, como el posterior a la Segunda Guerra Mundial, evolucionará a lo largo de muchos años. Es la creación de un nuevo sistema internacional.

Los escépticos pueden decir que el gran pacto mundial no es más que otra idea utópica depositada en el umbral de la Casa Blanca del presidente Obama. He aquí por qué se equivocan: ya están celebrándose negociaciones sobre todos estos temas, y el nuevo Ejecutivo estadounidense tendrá que dedicar mucho tiempo y gastar parte de su capital político en todos ellos. El argumento no es que el gran pacto mundial vaya a ser fácil, sino que es la única alternativa para deshacer el bloqueo permanente en la mayoría de los problemas que afectan a todos.

¿Es una idea radical? Tal vez, pero es mucho mejor que seguir haciendo chapuzas para continuar con un sistema anticuado. Ha llegado el momento de pensar a lo grande, y no en minucias.

 

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