¿Adiós a las esperanzas de un orden más multilateral?

 

Prakash Singh/AFP/Getty Images

 

Hasta en el lema de su IV Cumbre –asociación para la estabilidad global, la seguridad y la prosperidad–, que tuvo lugar el 29 de marzo en Nueva Delhi, los BRICS se parecen cada vez más a las potencias tradicionales. Ni el formato ni el temario o la longitud de la declaración final de la reunión de los líderes BRICS se distinguen de las que celebran los países del norte. Tampoco lo es su objetivo final: protagonizar el sistema internacional.

Sin embargo, estos cinco países no apuestan en fortalecer el multilateralismo, sino que aspiran a crear un “mundo multipolar” que sustituya el tradicional dominio de EE UU y de sus aliados, incluyendo la UE. Amparados por el tradicional argumento de la soberanía nacional, e independientemente de sus principios y valores, su estrategia de poder es defensiva y, por tanto, los BRICS tienden a vetar las decisiones de los poderes occidentales.

Como ya lo advirtió el ex Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad Común Javier Solana en su momento, puede existir un mundo multipolar sin multilateralismo. En este sentido, los BRICS no sólo buscan reformar y “democratizar” las organizaciones multilaterales, sino también impulsar un multilateralismo alternativo “del sur”, pasando por una institucionalización de los BRICS. Un primer avance en esta dirección es la idea de crear un banco de desarrollo común, un proyecto cuyo nacimiento se aplazó a la próxima Cumbre. Mientras tanto, la reforma del FMI y del Banco Mundial, que a juicio de los BRICS deberían reflejar una mayor influencia y presencia de los países emergentes, ocupó un importante espacio en la Declaración final de Delhi, al igual que la llamada a una resolución pacífica del conflicto en Siria y de las crecientes tensiones con Irán.

Sin embargo, con la aspiración de concentrar más poder global terminan las semejanzas. Raras veces los BRICS votan como bloque en alguna organización internacional. Cada uno de los cinco países se halla en una categoría propia que impide una alianza más allá del interés común de ganar cuotas de poder en el sistema internacional. Para empezar, el grupo BRICS está integrado por dos potencias grandes con mayor influencia global (China y Rusia), dos emergentes (Brasil e India) y una mediana (Suráfrica). Tres países pertenecen al club nuclear, tres son democracias y dos representan casi el 40% de la población mundial. Los BRICS tampoco crecen a ritmos similares: mientras que Brasil desaceleró el crecimiento al 2,8% en 2011, Suráfrica llegó al 3,4% y Rusia al 4,3%, China creció un 9,5% e India un 7,8%. Coordinar posiciones entre un grupo de países tan heterogéneo es una hazaña difícil de lograr.

Ya han surgido algunas tensiones económicas entre los cinco. Aunque el hecho de que Rusia sea ya miembro de la OMC amplía la base para definir posiciones globales comunes, el comercio es un tema conflictivo entre Pekín y Nueva Delhi. En el último Congreso del Partido Comunista, la cúpula dirigente china decidió desacelerar el crecimiento económico, pero sigue negándose a revalorar su moneda, lo cual ha conducido, entre otros, a un creciente déficit comercial por parte de India. Por otro lado, Brasil acaba de aprobar medidas proteccionistas que también afectan al objetivo común de concluir la Ronda Doha de la OMC y, si esta tendencia continúa, podrían incidir negativamente en sus intercambios con los BRICS y sobre todo con China que se ha perfilado como principal inversor y mercado de exportación.

Comparado con China y Rusia, cuyo estatus global es diferente al ser miembros permanentes del Consejo de Seguridad, Brasil, India y Suráfrica comparten problemas e intereses más similares. De hecho, señalan una mayor coincidencia de voto internacional que los BRICS. Estas semejanzas son, en parte, el producto del foro de diálogo IBSA, que nació en 2003 como un mecanismo de cooperación trilateral y que en la actualidad cuenta con un fondo de desarrollo común, una página web, 16 grupos de trabajo y más de 12 acuerdos sectoriales, así como con reuniones regulares a nivel ministerial, empresarial y académico. Diferente al grupo BRICS, cuya creación se debió en su momento a un analista de Goldman & Sachs, IBSA nació por iniciativa propia de los gobiernos de estos tres países que, aparte de demandas globales, comparten el compromiso con la democracia y la cooperación sur-sur.

Hay una cierta división de tareas entre BRICS e IBSA. Mientras que las Cumbres BRICS tienen una mayor visibilidad al representar el nuevo mundo multipolar, IBSA señala un tipo de cooperación trilateral entre tres potencias regionales que comparten principios, ideas y problemas similares. En este sentido, probablemente IBSA tienen más posibilidades de sobrevivir que la alianza BRICS, cuya historia se inició por un mero cálculo económico.

Independientemente de su futuro, la creación de BRICS e IBSA indica que para estos cinco países la multipolaridad es más importante que el multilateralismo. Ante la prolongada crisis de organizaciones internacionales como la OMC y Naciones Unidas, este tipo de alianzas ad hoc están convirtiéndose en una alternativa viable a la aspiración de la gobernanza global que, frente a las dificultades de reformar el multilateralismo centrado en EE UU y Europa, parece un escenario cada vez más lejano.

En este sentido, podría surgir un mundo multipolar sin multilateralismo global o, en el mejor de los casos, una división entre nuevos foros de las potencias emergentes frente al multilateralismo tradicional de las potencias del viejo orden. Para que esto no ocurra, EE UU y la UE tendrían que promover una mayor inclusión y presencia del grupo de los BRICS y de otras potencias emergentes en el sistema multilateral vigente, a la vez que deberían pensar en otras fórmulas de representatividad que un país, un voto, que refleja un cada vez más obsoleto principio de la soberanía de los Estados-nación en un mundo globalizado. De esta apuesta depende si el futuro orden global será más multipolar o más multilateral.

 

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