El pasado mes de septiembre dos buques alemanes hicieron historia al ser las primeras naves comerciales que viajaron desde el este de Asia hasta Europa occidental a través de este paso entre Rusia y el Ártico. Hasta ahora, el hielo hacía la ruta intransitable, pero, gracias a la subida de las temperaturas, se ha convertido en un trayecto fácil. “Prácticamente, no hubo hielo en la mayor parte de la ruta”, dijo el capitán Valery Durov a la BBC. “Hace veinte años, cuando trabajaba en la parte oriental del Ártico, no podía ni soñar con una cosa así”.

El significado de este hecho varía según a quién se pregunte. El paso puede ser una mina de oro para el tráfico marítimo comercial, porque abre una ruta mucho más corta y barata entre Asia y Europa. Sin embargo, para los ecologistas, la noticia es una señal de que el cambio climático quizá está alcanzando un punto de inflexión peligroso.

Las últimas observaciones de los científicos sugieren que el Ártico quizá llegue a estar casi sin hielo durante el verano en los próximos diez años. Las consecuencias ambientales -más inundaciones en las regiones costeras de todo el mundo y la extinción de especies animales locales- son bien conocidas. Pero el deshielo crea también posibilidades para la rivalidad geopolítica. Moscú ha plantado literalmente su bandera bajo el hielo ártico y ha reivindicado la propiedad de unos recursos naturales ahora accesibles para consternación de los demás Estados septentrionales. La nueva ruta también beneficiará a Rusia, porque aumentará el tráfico de sus puertos orientales. La carrera por obtener las riquezas del Ártico está calentándose, y hasta la pacífica Canadá ha llevado a cabo maniobras militares con el fin de prepararse para un posible enfrentamiento.