Cartel de la sede de Mossack Fonseca en Panamá (Rodrigo Arangua/AFP/Getty Images)
Cartel de la sede de Mossack Fonseca en Panamá (Rodrigo Arangua/AFP/Getty Images)

Los papeles de Panamá sobre creación de empresas pantalla, los papeles de Luxemburgo sobre tratos fiscales favorables a corporaciones internacionales, la lista Falciani de grandes personajes con cuentas opacas en Suiza… El mundo de las filtraciones masivas de datos requiere una superestructura de medios y periodistas al otro lado que trabajen con esos volúmenes de información. Los grupos tienen que ser multinacionales, porque las redes y las tramas lo son. Ha nacido el reporterismo colaborativo global: el periodismo colmena.

Portada del especial de 'Panama Papers' del periódico alemán Süddeutsche Zeitung
Portada del especial de ‘Panama Papers’ del periódico alemán Süddeutsche Zeitung

John Doe [nombre ficticio]: Hola, soy John Doe. ¿Os interesan unos datos?

Süddeutsche Zeitung [diario alemán]: Nos interesan mucho.

J: Hay dos condiciones. Mi vida corre peligro. Sólo hablaremos de forma encriptada. Y nunca nos reuniremos. La selección de historias corre de vuestra cuenta, por supuesto.

S: ¿Por qué lo haces?

J: Quiero que estos crímenes se conozcan.

S: ¿De cuántos datos estamos hablando?

J: De más de los que nunca has visto.

Con esta conversación digital entre el diario alemán Süddeutsche Zeitung (SZ) y una fuente anónima comenzó la que es la mayor filtración de documentos de la Historia: los Papeles de Panamá. Se trata de algo más de 11 millones de archivos (correos electrónicos, detalles financieros, pasaportes…) del bufete Mossack Fonseca sobre la creación de 200.0000 sociedades pantalla en Panamá, presuntamente para evadir impuestos. Cubren los últimos 40 años, y en ellos aparecen más de 120 políticos, jefes de Estado o de Gobierno incluidos. La información contenida en estos papeles supera los 1.000 gigabytes, todo según el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, en sus siglas en inglés), que ha liderado la investigación.

“En cuanto me contactó Bastian Obermayer, periodista de investigación del SZ alemán, me subí corriendo a un avión y me planté en Munich, la sede del diario”, explica a esglobal Gerard Ryle, director del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ). “Pasamos cuatro días navegando por los documentos iniciales que Bastian había recibido y vimos nombres de todo el mundo. En ese momento tuvimos claro que estábamos ante algo grande. Reunidos con el editor jefe del SZ, acordamos que esto había que sacarlo adelante como una gran colaboración internacional”.

Desde entonces comenzó un frenesí que Ryle ya conocía bien. Se trataba de replicar el modelo de éxito con el que se habían investigado filtraciones masivas anteriores: crear una alianza discreta de medios de comunicación y periodistas de todo el mundo que pudiera, en un tiempo razonable, exprimir al máximo la información contenida en los ficheros digitales. “Volé de Alemania a Londres, y allí me reuní inmediatamente con un productor del programa de la BBC panorama, James Oliver, y con David Leigh, el ya retirado editor de investigaciones del The Guardian. Desde ahí, el equipo fue creciendo”.

Los esfuerzos de Ryle, Obermayer, Oliver, Leigh y otros se fueron multiplicando hasta conseguir involucrar durante un año a un total 378 periodistas de 80 países: reporteros de La Nación en Argentina, L’Expresso en Italia, Le Monde en Francia, El Confidencial y La Sexta en España, NDR, WDR y el propio Süddeutsche Zeitung en Alemania, Novaya Gazeta en Rusia….

El resultado ha sido los #PanamaPapers, que ya han provocado la dimisión del primer ministro islandés, las explicaciones del argentino, la ira del presidente ruso, la investigación de Hacienda y la Fiscalía en España, y un temor inesperado entre los evasores fiscales.

La profesión más ególatra, trabajando en equipo

Hay una práctica relativamente habitual en los medios de comunicación. Si, por algún motivo (línea editorial o presiones del accionariado), la dirección se niega a publicar un buen tema, el reportero se lo pasa a un compañero de otro periódico, televisión o radio. Así, el asunto sale a la luz. Si un medio grande no quiere hacerlo, se lo pasa a uno pequeño, y el resto lo hace el público y las redes sociales.

Pero el periodismo de investigación se enfrenta a un problema mucho mayor que las presiones de directivos o empresas: los recortes, la falta de medios, las prisas. Algunas de las historias más interesantes requieren tiempo y dedicación, y ese es el recurso más escaso en la era mediática digital. Por ello, cuando alguien recibe un lote con millones de documentos relativos a decenas de países, la única solución es aplicar la mente colmena, un término de la literatura de Ciencia Ficción que se refiere a la creación de una inteligencia superior en base a la suma de conciencias particulares. En este caso, muchos periodistas en distintas partes del mundo (la colmena) trabajando para un fin común: la miel, la historia periodística.

“Vamos hacia un modelo cada vez más colaborativo, en parte por los recortes en las redacciones y el escaso dinero que se dedica a investigación”, explica a esglobal Mar Cabra, directora en España del ICIJ y responsable internacional de su departamento de tecnología y datos. “Los avances nos permiten colaborar de forma eficaz. Por ejemplo, en esta filtración, hemos establecido una base conjunta de datos en la nube, accesible a todos los participantes”.

Una vez establecida esta base de datos en servidores dispersos, se empieza a enviar la información a los distintos medios. Por supuesto, viaja encriptada, es decir, codificada de tal modo que sólo el emisor y el receptor final pudieran conocer el contenido.

“Cuando te tienes que encargar de que centenares de personas ejecuten algo como una sola, y lo hagan de forma discreta, enseguida tienes una preocupación por encima de las demás: que no haya filtraciones”, explica a esglobal Ángel Villarino, redactor jefe de El Confidencial y uno de los periodistas que ha trabajado en el proyecto de investigación. “Por eso los calendarios están muy ajustados, de tal modo que la gente tenga en su poder los documentos sólo el tiempo necesario para trabajar sobre ellos, pero no para filtrarlos. Además, la información se pasaba de forma dosificada, por carpetas temáticas”. Y funcionó, el secreto se mantuvo. “Desde Reuters, una de las mayores agencias del mundo, me confesaban estos días que ellos no sabían nada del asunto hasta que lo publicamos el 3 de abril”.

Información global, conocimiento local

Este tipo de periodismo no solo tiene la ventaja de agregar esfuerzos al globalizarlos. En un camino de sentido inverso, también los localiza.

Pocos mejor que los periodistas de la moscovita Novaya Gazeta van a ser capaces de desentrañar la madeja del círculo íntimo de allegados al presidente Vladímir Putin, que evadieron más de 2.000 millones de dólares (unos 1.700 millones de euros) utilizando bancos y las empresas pantalla creadas por el despacho de abogados panameño. Los reporteros brasileños del O Estado de São Paulo son los primeros interesados en involucrarse en la trama de blanqueo de su Gobierno; nadie mejor que el consorcio entre La Sexta y El Confidencial para conectar los puntos que unen al pequeño país caribeño con Pilar de Borbón (hermana del rey Juan Carlos), Pedro Almodóvar (director de cine), Oleguer Pujol (hijo del ex president de la Generalitat Jordi Pujol e investigado por blanqueo, cohecho y evasión) y los bancos Santander, BBVA y Sabadell (que les ayudaron a crear sociedades pantalla).

De este modo, este periodismo globalizado genera consecuencias localizadas. El primer ministro de Islandia, Sigmundur David Gunnlaugsson, ha dimitido tras presenciar la mayor manifestación de su país. Tenía empresas offshore en Panamá.

Por otro lado, aunque los periodistas de Arabia Saudí no van a poder publicar nada sobre las que tiene su Rey, ni los chinos sobre las cuentas de su presidente Xi Jinping, con un poco de suerte y programas informáticos para evadir la censura, saudíes y chinos podrán leerlo en The Guardian. El periodismo traspasa las puertas en el campo.

Una historia corta pero intensa

El periodismo colmena ha conseguido, sólo en la última década, destapar el entramado de espionaje global y masivo de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos, la NSA; mirar al horror de la guerra moderna y a los entresijos del día a día diplomático mundial; y, sobre todo, señalar a quienes se aprovechan del secreto bancario para evadir impuestos o blanquear dinero, ya sean políticos, empresarios o jefes de Estado.

Volviendo la mirada hacia atrás, el inicio del periodismo colaborativo sobre grandes filtraciones podría situarse en los conocidos como los papeles del Pentágono. El periodista Daniel Ellsberg había fotocopiado miles de documentos secretos sobre la guerra sucia en Vietnam. Empezó a publicar sus historias en The New York Times. Pero, tras el tercer artículo, el Gobierno consiguió que los jueces prohibieran más publicaciones. Entonces, NYT y Washington Post juntaron músculo legal para batallar en los tribunales. Mientras, otros periódicos como Boston Globe, se sumaron a la lucha, publicando fragmentos de los papeles, simplemente citando a un senador rebelde, Mike Gravel, que los leía dentro de una comisión del Senado. La prensa estaba trabajando de forma coordinada. En 1971.

Casi cuatro décadas después, en 2010, la organización Wikileaks filtraba millones de documentos que retrataban la guerra angloestadoundiense en Afganistán e Irak. En los papeles afganos, la organización liderada por Julian Assange envió la información a The Guardian, The New York Times y Der Spiegel para su elaboración y publicación. Estos se coordinaron en el lanzamiento. Lo mismo hicieron estos medios con los papeles de Irak, aunque en esta segunda entrega se les unieron los franceses Le Monde, la catarí Al Jazeera y el Buró de Periodistas de Investigación. Las torturas, los asesinatos a sangre fría y el desprecio por las víctimas civiles que se mostraban provocaron la condena de las organizaciones internacionales de derechos humanos y de la opinión pública.

Un consorcio similar de periódicos, esta vez incluyendo a El País español y el francés Le Monde, se encargó de exprimir las informaciones contenidas en otra de las grandes filtraciones de Wikileaks, los documentos diplomáticos del cablegate, también en 2010.

Los papeles de Edward Snowden de 2013, sobre el espionaje masivo de la NSA a ciudadanos y jefes de Estado de todo el mundo, acarrearon enormes implicaciones globales, incluyendo el más alto nivel diplomático.

Ya en territorio fiscal, en 2014 se revelaron los papeles de Luxemburgo, o LuxLeaks, en los que se exponían los acuerdos fiscales preferentes que establecía el Gran Ducado con 340 grandes multinacionales (Coca Cola, Ikea, etcétera) gracias a los manejos de la consultora PricewaterhouseCoopers. De nuevo, el ICIJ coordinó a unos 80 periodistas de todo el mundo, desde Japón (Asahi Shimbun) a Estados Unidos (CNBC) pasando por Francia (Le Monde) o España (El Confidencial).

La mega filtración más conocida para el gran público es la Lista Falciani, en 2015. Ese año se publicó el contenido de los dueños de más de 30.000 cuentas bancarias en el HSBC suizo con más de 100.000 millones de euros en activos totales, hasta entonces sujetos al secreto bancario, y que provocaron una investigación y amnistía fiscal en España.

Estos papeles de Panamá han sido requeridos ya por algunos Gobiernos para llevar investigaciones a cabo. El ICIJ promete publicar toda la base de datos en mayo. Se ha negado, hasta entonces, a entregar los documentos a las Haciendas públicas porque alegan que no es su trabajo. El mismo hecho de que les sean solicitados muestra cuan poderoso es este trabajo periodístico, adelantado al de las propias agencias estatales.

Otro de los logros es intangible: genera miedo y prudencia entre los grandes evasores. El objeto prioritario de crear una empresa en Panamá es que permite enmascarar al auténtico dueño de una cuenta en Suiza. Ahora, al saber que tarde o temprano todo puede acabar filtrándose, se genera un efecto disuasorio, y se complica mucho más la tarea de la ingeniería fiscal. Se seguirá evadiendo, pero podrá ser destapado.

El nuevo paradigma avanza rápido. Rapidísimo. “Hace tres años casi no había plataformas tecnológicas para colaborar” comenta Cabra. “Ahora todo lo tenemos en la nube, y estamos incluyendo nuevas tecnologías para representar gráficamente las relaciones de unos personajes con otros, como Linkurious; o desarrollando otra, Datashare, que permite a los medios de un país compartir documentos con su socio en otro”.

Es un futuro en el que las grandes alianzas de medios internacionales, ayudados por la tecnología, trabajan con grandes volúmenes de datos para arrojar luz donde antes sólo había secretos interesados. Evasores y blanqueadores del mundo, quedan avisados.