China vive su segunda revolución
cultural y esta vez es de verdad.
Actrices como Zhang Ziyi, películas como
Hero o La casa
de las dagas voladoras, la moda de
la medicina tradicional y el éxito
de técnicas milenarias como las artes marciales y la acupuntura han
lanzado al Imperio del Centro a la
conquista de Occidente. Más de 30 millones de personas estudian ya el
idioma chino en todo el mundo y
para 2020 se prevé que el
gigante asiático se convierta en el
primer destino turístico del planeta. Éste es
el creciente
poder blando de la China moderna.

Fotograma de Hero, dirigida por Zhang Yimou.
Fotograma de Hero, dirigida por Zhang
Yimou.

China cae bien. A pesar de sus limitaciones, el gigante
asiático
es elogiado como modelo de responsabilidad y liderazgo internacional, desde
Bruselas a Brasilia. Sus políticas, su idioma y su cultura gozan de
una popularidad sin precedentes. Está ganando amigos incluso en países
orientados tradicionalmente hacia EE UU. En Australia, el 69% de los entrevistados
en una reciente encuesta del Instituto Lowy, un think
tank
de Sydney, expresan "sentimientos
positivos" hacia China, mientras que sólo un 58% muestra actitudes
favorables a Estados Unidos, su más firme aliado. Hasta ahora, el poder
blando
(el uso de la atracción y la persuasión, en lugar de la
coerción o poder duro, para conseguir los resultados que se desean,
según el politólogo estadounidense Joseph Nye) se ha asociado
con la habilidad de EE UU de seducir al mundo a través del glamour de
Hollywood, la gracia de Disney y el atractivo del sueño americano. Hace
15 años, cuando Nye introdujo el concepto, habría resultado absurdo
pensar que la cultura china pudiera convertirse en una de sus fuentes más
importantes. Pero así es: el gigante asiático está cautivando
al mundo gracias al renacimiento de su cultura y a la fuerza persuasiva de
su diplomacia pública.

¿Se imaginaría al presidente francés, Jacques Chirac,
celebrando el 4 de julio en París, con toda la pompa y esplendor de
que su nación es capaz, junto con George W. Bush? Chirac hizo algo parecido
durante la visita de su homólogo de Pekín, Hu Jintao, el año
pasado, con motivo de las celebraciones del Año Nuevo chino, cuando
las autoridades parisienses tiraron la casa por la ventana para iluminar la
Torre Eiffel de color rojo.

Dentro de lo que Pekín llama su "poder nacional total" (zonghe
guoli
) -que también incluye el económico y militar-,
su influencia cultural y el prestigio internacional que proyecta es un elemento
cada vez más importante. Pero esto no implica que China se esté ablandando.
Al contrario, las cifras muestran que su poder militar es cada vez más
duro: posee el mayor Ejército del mundo, con 2,5 millones de soldados,
y el cuarto mayor presupuesto de defensa, cuyo incremento anual ronda el 10%.

Las cifras muestran que
el poder militar de Pekín es cada vez más ‘duro’:
posee el mayor Ejército del mundo, con 2,5 millones de soldados,
y el cuarto mayor presupuesto de defensa

Uno de los ingredientes más destacados de esta nueva faceta de China
es la popularidad del mandarín, que, aparte de ser la lengua más
hablada del mundo, se está convirtiendo rápidamente en un segundo
idioma para muchos. Según la Oficina Nacional para la Enseñanza
del Chino como Lengua Extranjera, hay 30 millones de personas estudiando mandarín
en el mundo, y en 2007 superarán los 100 millones. Más de 2.300
universidades en más de 100 países ofrecen cursos de ese idioma,
mientras que miles de sinófilos acuden anualmente a las numerosas facultades
del país asiático que ofrecen programas lingüísticos
para extranjeros. Ya hay más estudiantes forasteros allí (por
encima de 100.000, según las últimas cifras oficiales) que estudiantes
chinos fuera del país.

El Gobierno de Pekín es consciente de los beneficios de esta tendencia
a largo plazo. Según el viceministro de Cultura, Zhang Xinzheng, "la
demanda del idioma de un Estado refleja el poder de una nación y la
imagen que proyecta en el mundo". La mano larga del mandarín se
extiende también por la Red: en 2007 se convertirá en la lengua
más utilizada en Internet, según la consultora Accenture.

La percepción de que el gigante -cuya pujante economía
ha crecido a un ritmo anual del 9% durante el último cuarto de siglo- ofrece
atractivas oportunidades laborales alimenta la fama del idioma. En Singapur
y Hong Kong, donde el inglés ha imperado tradicionalmente como el lenguaje
de los negocios, el mandarín se está imponiendo poco a poco como
lingua franca hasta el punto de que no hablarlo es una desventaja para buscar
trabajo. Incluso los taxistas de Hong Kong, cuyo inglés, aun después
de años de presencia británica, suele dejar mucho que desear,
lo están aprendiendo con prisa, debido en parte al gran flujo de turistas
provenientes del continente.

Pero la difusión de la lengua no está restringida a los países
vecinos, sino que se está expandiendo por todo el planeta gracias a
la influencia de la diáspora. De hecho, en países como Canadá,
donde es ya el tercer idioma más hablado (después del inglés
y el francés), la lengua de Confucio cobra cada día más
importancia. En el Reino Unido se ofrece ya en muchos colegios y se está convirtiendo
en uno de los idiomas más valorados, después del francés,
el alemán y el español. Para impulsar esta ola de interés
por su lengua y cultura, Pekín ha decidido invertir en su difusión
fuera de sus fronteras a través de los Institutos de Confucio, cuyas
puertas abrirán próximamente en países tan dispares como
Corea del Sur, Nueva Zelanda, Pakistán y Estados Unidos. Esas instituciones
ofrecerán cursos de preparación para el Hanyu Shuiping Kaoshi
(HSK), la prueba de aptitud equivalente al TOEFL o IELTS en el idioma de Shakespeare,
que muchas multinacionales utilizan para evaluar el nivel de chino de sus directivos
destinados en la República Popular.

La conquista de París: celebración del año nuevo chino en la capital francesa en 2004.
La conquista de París: celebración
del año nuevo chino en la capital francesa en 2004.

PASIÓN POR LO CHINO
Aparte del idioma, también la música, el cine, la cocina y su
cultura popular están ganando terreno. Películas como Hero y
La casa de las dagas voladoras, del cineasta Zhang Yimou, que han arrasado
recientemente en las taquillas europeas y estadounidenses, son ejemplos del
nuevo atractivo de China en estas áreas. El magnetismo cultural, además,
está acercando el mejor talento artístico chino fuera de la República
Popular. Si el género japonés de samuráis (sobre todo
Los siete samuráis, de Akira Kurosawa) influyó en su día
en la manera de realizar las películas del Oeste norteamericanas, el
género de kung-fu chino, desde Operación dragón hasta
Tigre y dragón, del realizador taiwanés Ang Lee, ha cautivado
la imaginación occidental. Es imposible concebir filmes de acción
sin las espectaculares escenas de lucha al estilo chino. Su influencia, sin
embargo, no se limita a las películas de género. En Hollywood,
el país asiático está de moda, y seduce a sus mejores
productores. Recientemente, el que llevó a Bruce Lee a la fama internacional,
Andre Morgan, ha decidido embarcarse en una nueva aventura muy especial: un
musical basado en una historia de amor en Shanghai en los 40. El reparto contará con
Andy Lau y otras estrellas del cine chino y se filmará enteramente en
mandarín.

La fascinación por China en Europa y en Estados Unidos abarca también
otros aspectos de su civilización, como las artes marciales y la medicina
tradicional china. Más que una moda transitoria, se trata de un gradual
proceso de integración de su cultura en Occidente. Técnicas como
la acupuntura, la moxibustión (aplicación de calor procedente
de la combustión de plantas medicinales), la dietética o la fitoterapia
(hierbas medicinales), y ejercicios como el tai-chi y el qi-gong, están
cada vez más aceptadas en el mundo. En Francia, Gran Bretaña,
Canadá y Australia, por ejemplo, existen 13.800 clínicas de este
tipo, y en EE UU, donde los seguros médicos suelen incluir la acupuntura,
hay 12.000 especialistas registrados, según el Gobierno de Pekín.
En Australia se ha establecido una oficina de supervisión de la medicina
tradicional para regular su práctica e integrarla en el corpus de normativas
sanitarias. Según datos de la Administración Estatal de Medicina
Tradicional, un total de 67 países la han legalizado, lo cual ayudará a
regular las exportaciones de sus productos medicinales que podrán clasificarse
oficialmente como fármacos.

La presencia cada vez más significativa de su diáspora por todo
el mundo alimenta esta nueva pasión por lo chino. Hoy existen muchas
pequeñas chinas desde Vancouver (Canadá), conocida como pequeño
Hong Kong
, a las metrópolis del sureste asiático como Singapur
y Kuala Lumpur (Malaisia), donde los descendientes del mítico emperador
amarillo desempeñan un papel preeminente como clase emprendedora y financiera.
Forman un nexo importante entre el universo chino y el resto del mundo, y actúan
como vehículo catalizador de su cultura.

Salud milenaria: monjes chinos del monasterio budista de Shaolín imparten clases de tai chi en el parque madrileño de El Retiro.
Salud milenaria: monjes
chinos del monasterio budista de Shaolín imparten clases de tai
chi en el parque madrileño de El Retiro.

TURISMO DE MULTITUDES
Gracias a su capacidad de seducción cultural, el país asiático
se ha convertido en la principal potencia turística de Asia-Pacífico
y en el cuarto país más visitado del mundo, por detrás
de Francia, España y EE UU, desbancando a Italia, que antes ocupaba
ese puesto. La Ciudad Prohibida y la Gran Muralla atraen más turistas
que la plaza de San Marcos de Venecia o la Galería Uffizi, en Florencia.
En 2004 el gigante recibió 109 millones de visitantes, según
datos de Pekín. Con razón, empresas como Globalia, un grupo turístico
español cuyas empresas incluyen las líneas aéreas Air
Europa, han puesto sus ojos en las potencialidades del mercado turístico
chino. De hecho, desde mayo de este año, Air Europa ofrece vuelos directos
desde Madrid a Pekín y Shanghai. Según los pronósticos
de la Organización Mundial de Turismo, en 2020 pasará a ser el
país más visitado del planeta, así como la cuarta fuente
de turistas. Asia es su principal suministrador de viajeros, seguida de Europa
y Norteamérica. En 2003 recibió 72,5 millones de visitantes asiáticos
(la mayoría japoneses y coreanos), cerca de 26 millones de europeos
(incluidos unos 14 millones de rusos ) y 10,5 millones de Estados Unidos y
Canadá.

Tras la firma de varios acuerdos para regular el flujo de turismo, según
el protocolo llamado Estatus de Destino Aprobado (EDA), que facilita a los
ciudadanos chinos la obtención de visados, éstos ya están
descubriendo el mundo. Desde septiembre de 2004, los países de la Unión
Europea que forman parte del acuerdo de Schengen, por ejemplo, pueden recibir
grupos de turistas de ese país, gracias al acuerdo firmado entre la
Comisión Europea y la Administración Nacional de Turismo de Pekín
(ANTC). Hoy, riadas de ciudadanos del país asiático desfilan
con paso firme por las exclusivas tiendas de Madrid y París para aprovisionarse
de artículos de marroquinería y perfumería. Asimismo,
el gigante también ha firmado acuerdos bilaterales con varios países
del sureste asiático y Latinoamérica, como Malaisia, Singapur,
Brasil y Argentina. En 2004 más de 28 millones de chinos viajaron al
extranjero, según la ANTC.

Como anfitrión de los Juegos Olímpicos en 2008, el inmenso país
gozará de una oportunidad única para hacer alarde de su cultura
e influencia. Miles de personas querrán ver desfilar en directo a sus
atletas en uno de los complejos deportivos más impresionantes del mundo,
y millones serán testigos desde sus televisores. Pekín ha invertido
mucho, tanto en el plano material como en el psicológico, en este acontecimiento,
como plataforma para presentar al mundo un nuevo país: moderno, sofisticado
y atractivo.

 

Los viajes de Hu

Acumulando millas: de izquierda a derecha, el presidente chino, Hu Jintao, con su homólogos francés, Jacques Chirac; brasileño, Lula da Silva, y nigeriano, Olusegun Obasanjo.
Acumulando millas: de
izquierda a derecha, el presidente chino, Hu Jintao, con su homólogos
francés, Jacques Chirac; brasileño, Lula da Silva,
y nigeriano, Olusegun Obasanjo.

El deterioro de la imagen de EE UU contrasta con la rapidez con que
el régimen de Pekín se ha embarcado en una campaña
de hacer amigos y caerles bien. El presidente Hu Jintao y el primer
ministro Wen Jiabao no cesan de viajar al extranjero para explicar
sus políticas, haciendo hincapié en los beneficios mutuos
que éstas ofrecen. Desde América Latina a África
crece la simpatía hacia el país asiático, debido
tanto a causas internas -sobre todo un buen marketing– como
a causas externas, por ejemplo, la confluencia de intereses políticos
y comerciales.

China y América Latina se están cortejando mutuamente
y con sutileza, como a ritmo de tango. La primera necesita avituallarse
de materias primas, y países como Brasil, Argentina y Chile
necesitan diversificar el destino y la cuantía de sus exportaciones.
Latinoamérica no ha tardado mucho en convertirse en uno de sus
proveedores más importantes y, a la vez, en el mayor receptor
de las inversiones directas del gigante, lo que puede explicar la decisión
de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay de concederle la codiciada calificación
de economía de mercado (sin la cual sus exportaciones son más
vulnerables a las medidas antidumping). Los países latinoamericanos
han acogido al Estado asiático con los brazos abiertos, en parte
para contrarrestar el papel de Estados Unidos en la zona, sobre todo
en el caso de Venezuela y Cuba.

En África lleva años proporcionando becas, préstamos
preferenciales y apoyo en organismos multilaterales. Por sus universidades
han pasado más de 6.000 estudiantes del continente
negro
. Uno
de los pilares básicos de su política de cooperación
es la asesoría técnica en áreas donde el continente
necesita más apoyo, como el desarrollo de infraestructuras básicas,
la mejora del sector agrícola y la lucha contra el VIH. Por
ejemplo, desde 1963, más de 47 países africanos se han
beneficiado de la presencia de unos 15.000 médicos del país
asiático, muchos de los cuales se han especializado en tratamiento
del sida.

En 2004, el comercio entre África y China se acercó a
los 30.000 millones de dólares (unos 23.500 millones de euros),
y con América Latina sobrepasó los 40.000 millones de
dólares, según las estadísticas de la República
Popular. Los beneficios son patentes: Pekín cuenta con el apoyo
de numerosos Estados africanos y latinoamericanos en la ONU y otras
instituciones multilaterales.

 

 

EL ARTE DE LA DIPLOMACIA
En el ámbito político, según Nye, el poder
blando
se corresponde
con la habilidad de atraer a otros gracias a la legitimidad de las políticas
de un país y a los valores que las subyacen. En el caso de China, durante
el último lustro, la emergencia de una política exterior más
suave le ha ayudado a atraer a otros países hacia su órbita.
Ahora le resulta más propicio utilizar instrumentos de poder
blando
,
como la diplomacia pública y el multilateralismo, para llevar a cabo
sus objetivos políticos y comerciales en el exterior.

China está proyectando credibilidad y responsabilidad, empezando por
su patio trasero. Por ejemplo, está utilizando su influencia para resolver
la crisis nuclear en la península coreana -a su manera, es decir,
a través de las conversaciones a seis bandas que se están desarrollando
en Pekín-. Este elemento resulta importante porque, según
Nye, la habilidad para establecer normas y estructuras en la escena internacional
confiere la facultad de moldear la manera de pensar y actuar de otros y, por
consiguiente, incrementa la capacidad de atracción.

Los recientes logros en materia de política exterior han sido posibles
gracias a la decidida diplomacia pública de China, sobre todo desde
el 11-S. En parte, ha aprovechado la preocupación de Washington por
el terrorismo e Irak para dejar constancia de su creciente influencia. La potencia
de Oriente da prioridad al desarrollo, el comercio y la cooperación
regional. En la última reunión del Foro de Cooperación
Económica Asia-Pacífico (APEC, en sus siglas en inglés),
mientras George W. Bush hizo una breve aparición para pontificar sobre
el terrorismo, Hu Jintao emprendió un maratón diplomático
marcado por visitas de Estado a Chile, Brasil y Argentina. En cambio, Bush,
rodeado de una tropa de guardaespaldas, reflejó una actitud altiva y
ninguna sintonía con las preocupaciones de sus vecinos.

Aun así, Pekín no está aprovechando a fondo el fenómeno.
La censura inhibe el desarrollo de los productos culturales que resultan más
atractivos en el extranjero, sobre todo en el terreno literario y cinematográfico.
El premio Nobel de Literatura Gao Xingjiang, cuyas obras aún no han
visto la luz en su país de origen, vive en París desde hace años.
Chen Kaige, uno de los realizadores más reconocidos de la llamada quinta
generación de cineastas, recibió duras críticas de las
autoridades, para quienes Adiós a mi concubina, su obra maestra, ofrece
una visión "demasiado negativa" del gigante. En realidad,
China todavía tiene que superar el vacío intelectual creado tras
la reimposición de ortodoxias ideológicas, que prohíbe
a sus artistas abordar temas "delicados", sobre todo en la esfera
sociopolítica, tras la tragedia de Tiananmen.

En materia de política exterior, aunque haya adoptado una conducta
más sofisticada, todavía quedan asuntos sin resolver, como el
recurrente problema con Japón, donde el poder blando brilla por su ausencia.
Los esfuerzos por crear sistemas regionales de diálogo, como la Organización
de Cooperación de Shanghai (OCS), una agrupación regional con
los países de Asia central creada por iniciativa de Pekín, demuestran
el deseo de desarrollar estructuras propias de diplomacia multilateral. Sin
embargo, todavía carece de la capacidad de atracción necesaria
para reescribir las reglas del juego. La incapacidad de ganarse la confianza
del pueblo de Hong Kong al bloquear sus aspiraciones democráticas, por
ejemplo, ilustran estas limitaciones. Para convencer a sus vecinos de sus buenas
intenciones, y desarrollar más su capacidad de proyectar poder
blando
,
necesitará reformar sus instituciones políticas y adoptar valores
como la libertad de asociación y de prensa que hoy tanto estiman sus
compatriotas desde Hong Kong a Taipei.

¿Algo más?
El politólogo estadounidense Joseph S.
Nye acuñó el concepto de poder
blando
en su principal
ensayo, ‘Soft Power’ (Foreign
Policy
, otoño
de 1990). En su obra Soft Power: the Means
to Success in World Politics
(PublicAffairs Ltd, 2004) ofrece un análisis detallado
sobre este fenómeno. Para entender mejor el ascenso de China
en el contexto geopolítico, conviene leer El
nuevo orden internacional en Asia Pacífico
, editado por Fernando Delage
y Pablo Bustelo (Ed. Pirámide, Madrid, 2002). En Contingent
States, Greater China and Transnational Relations
(University of
Minnesotta Press, 2004), William A. Callahan ofrece un interesante
análisis cultural de China y su diáspora en el sureste
asiático.

Después de China, la venganza
del dragón
(Península,
Barcelona, 2003), Georgina Higueras recorre el continente asiático
en El despertar de Asia (Península,
Barcelona, 2005), por el que pasan, entre otros, una joven japonesa,
un campesino chino y un taiwanés que ha perdido sus raíces.
Desde su nacimiento, en febrero de 2004, FP EDICIÓN ESPAÑOLA
ha seguido la evolución económica y política
del gigante asiático con detalle, en sus aspectos
económico
(‘Las empresas chinas saltan la Muralla’, Julio Arias,
diciembre/enero 2005), geoestratégico (‘El ascenso
de China’, varios autores, febrero/marzo 2005) y cultural
(‘China, la mayor audiencia del mundo’, Pierre Justo,
abril/mayo 2004).

 

 

China vive su segunda revolución
cultural y esta vez es de verdad.
Actrices como Zhang Ziyi, películas como
Hero o La casa
de las dagas voladoras, la moda de
la medicina tradicional y el éxito
de técnicas milenarias como las artes marciales y la acupuntura han
lanzado al Imperio del Centro a la
conquista de Occidente. Más de 30 millones de personas estudian ya el
idioma chino en todo el mundo y
para 2020 se prevé que el
gigante asiático se convierta en el
primer destino turístico del planeta. Éste es
el creciente
poder blando de la China moderna. Julio Arias

Fotograma de Hero, dirigida por Zhang Yimou.
Fotograma de Hero, dirigida por Zhang
Yimou.

China cae bien. A pesar de sus limitaciones, el gigante
asiático
es elogiado como modelo de responsabilidad y liderazgo internacional, desde
Bruselas a Brasilia. Sus políticas, su idioma y su cultura gozan de
una popularidad sin precedentes. Está ganando amigos incluso en países
orientados tradicionalmente hacia EE UU. En Australia, el 69% de los entrevistados
en una reciente encuesta del Instituto Lowy, un think
tank
de Sydney, expresan "sentimientos
positivos" hacia China, mientras que sólo un 58% muestra actitudes
favorables a Estados Unidos, su más firme aliado. Hasta ahora, el poder
blando
(el uso de la atracción y la persuasión, en lugar de la
coerción o poder duro, para conseguir los resultados que se desean,
según el politólogo estadounidense Joseph Nye) se ha asociado
con la habilidad de EE UU de seducir al mundo a través del glamour de
Hollywood, la gracia de Disney y el atractivo del sueño americano. Hace
15 años, cuando Nye introdujo el concepto, habría resultado absurdo
pensar que la cultura china pudiera convertirse en una de sus fuentes más
importantes. Pero así es: el gigante asiático está cautivando
al mundo gracias al renacimiento de su cultura y a la fuerza persuasiva de
su diplomacia pública.

¿Se imaginaría al presidente francés, Jacques Chirac,
celebrando el 4 de julio en París, con toda la pompa y esplendor de
que su nación es capaz, junto con George W. Bush? Chirac hizo algo parecido
durante la visita de su homólogo de Pekín, Hu Jintao, el año
pasado, con motivo de las celebraciones del Año Nuevo chino, cuando
las autoridades parisienses tiraron la casa por la ventana para iluminar la
Torre Eiffel de color rojo.

Dentro de lo que Pekín llama su "poder nacional total" (zonghe
guoli
) -que también incluye el económico y militar-,
su influencia cultural y el prestigio internacional que proyecta es un elemento
cada vez más importante. Pero esto no implica que China se esté ablandando.
Al contrario, las cifras muestran que su poder militar es cada vez más
duro: posee el mayor Ejército del mundo, con 2,5 millones de soldados,
y el cuarto mayor presupuesto de defensa, cuyo incremento anual ronda el 10%.

Las cifras muestran que
el poder militar de Pekín es cada vez más ‘duro’:
posee el mayor Ejército del mundo, con 2,5 millones de soldados,
y el cuarto mayor presupuesto de defensa

Uno de los ingredientes más destacados de esta nueva faceta de China
es la popularidad del mandarín, que, aparte de ser la lengua más
hablada del mundo, se está convirtiendo rápidamente en un segundo
idioma para muchos. Según la Oficina Nacional para la Enseñanza
del Chino como Lengua Extranjera, hay 30 millones de personas estudiando mandarín
en el mundo, y en 2007 superarán los 100 millones. Más de 2.300
universidades en más de 100 países ofrecen cursos de ese idioma,
mientras que miles de sinófilos acuden anualmente a las numerosas facultades
del país asiático que ofrecen programas lingüísticos
para extranjeros. Ya hay más estudiantes forasteros allí (por
encima de 100.000, según las últimas cifras oficiales) que estudiantes
chinos fuera del país.

El Gobierno de Pekín es consciente de los beneficios de esta tendencia
a largo plazo. Según el viceministro de Cultura, Zhang Xinzheng, "la
demanda del idioma de un Estado refleja el poder de una nación y la
imagen que proyecta en el mundo". La mano larga del mandarín se
extiende también por la Red: en 2007 se convertirá en la lengua
más utilizada en Internet, según la consultora Accenture.

La percepción de que el gigante -cuya pujante economía
ha crecido a un ritmo anual del 9% durante el último cuarto de siglo- ofrece
atractivas oportunidades laborales alimenta la fama del idioma. En Singapur
y Hong Kong, donde el inglés ha imperado tradicionalmente como el lenguaje
de los negocios, el mandarín se está imponiendo poco a poco como
lingua franca hasta el punto de que no hablarlo es una desventaja para buscar
trabajo. Incluso los taxistas de Hong Kong, cuyo inglés, aun después
de años de presencia británica, suele dejar mucho que desear,
lo están aprendiendo con prisa, debido en parte al gran flujo de turistas
provenientes del continente.

Pero la difusión de la lengua no está restringida a los países
vecinos, sino que se está expandiendo por todo el planeta gracias a
la influencia de la diáspora. De hecho, en países como Canadá,
donde es ya el tercer idioma más hablado (después del inglés
y el francés), la lengua de Confucio cobra cada día más
importancia. En el Reino Unido se ofrece ya en muchos colegios y se está convirtiendo
en uno de los idiomas más valorados, después del francés,
el alemán y el español. Para impulsar esta ola de interés
por su lengua y cultura, Pekín ha decidido invertir en su difusión
fuera de sus fronteras a través de los Institutos de Confucio, cuyas
puertas abrirán próximamente en países tan dispares como
Corea del Sur, Nueva Zelanda, Pakistán y Estados Unidos. Esas instituciones
ofrecerán cursos de preparación para el Hanyu Shuiping Kaoshi
(HSK), la prueba de aptitud equivalente al TOEFL o IELTS en el idioma de Shakespeare,
que muchas multinacionales utilizan para evaluar el nivel de chino de sus directivos
destinados en la República Popular.

La conquista de París: celebración del año nuevo chino en la capital francesa en 2004.
La conquista de París: celebración
del año nuevo chino en la capital francesa en 2004.

PASIÓN POR LO CHINO
Aparte del idioma, también la música, el cine, la cocina y su
cultura popular están ganando terreno. Películas como Hero y
La casa de las dagas voladoras, del cineasta Zhang Yimou, que han arrasado
recientemente en las taquillas europeas y estadounidenses, son ejemplos del
nuevo atractivo de China en estas áreas. El magnetismo cultural, además,
está acercando el mejor talento artístico chino fuera de la República
Popular. Si el género japonés de samuráis (sobre todo
Los siete samuráis, de Akira Kurosawa) influyó en su día
en la manera de realizar las películas del Oeste norteamericanas, el
género de kung-fu chino, desde Operación dragón hasta
Tigre y dragón, del realizador taiwanés Ang Lee, ha cautivado
la imaginación occidental. Es imposible concebir filmes de acción
sin las espectaculares escenas de lucha al estilo chino. Su influencia, sin
embargo, no se limita a las películas de género. En Hollywood,
el país asiático está de moda, y seduce a sus mejores
productores. Recientemente, el que llevó a Bruce Lee a la fama internacional,
Andre Morgan, ha decidido embarcarse en una nueva aventura muy especial: un
musical basado en una historia de amor en Shanghai en los 40. El reparto contará con
Andy Lau y otras estrellas del cine chino y se filmará enteramente en
mandarín.

La fascinación por China en Europa y en Estados Unidos abarca también
otros aspectos de su civilización, como las artes marciales y la medicina
tradicional china. Más que una moda transitoria, se trata de un gradual
proceso de integración de su cultura en Occidente. Técnicas como
la acupuntura, la moxibustión (aplicación de calor procedente
de la combustión de plantas medicinales), la dietética o la fitoterapia
(hierbas medicinales), y ejercicios como el tai-chi y el qi-gong, están
cada vez más aceptadas en el mundo. En Francia, Gran Bretaña,
Canadá y Australia, por ejemplo, existen 13.800 clínicas de este
tipo, y en EE UU, donde los seguros médicos suelen incluir la acupuntura,
hay 12.000 especialistas registrados, según el Gobierno de Pekín.
En Australia se ha establecido una oficina de supervisión de la medicina
tradicional para regular su práctica e integrarla en el corpus de normativas
sanitarias. Según datos de la Administración Estatal de Medicina
Tradicional, un total de 67 países la han legalizado, lo cual ayudará a
regular las exportaciones de sus productos medicinales que podrán clasificarse
oficialmente como fármacos.

La presencia cada vez más significativa de su diáspora por todo
el mundo alimenta esta nueva pasión por lo chino. Hoy existen muchas
pequeñas chinas desde Vancouver (Canadá), conocida como pequeño
Hong Kong
, a las metrópolis del sureste asiático como Singapur
y Kuala Lumpur (Malaisia), donde los descendientes del mítico emperador
amarillo desempeñan un papel preeminente como clase emprendedora y financiera.
Forman un nexo importante entre el universo chino y el resto del mundo, y actúan
como vehículo catalizador de su cultura.

Salud milenaria: monjes chinos del monasterio budista de Shaolín imparten clases de tai chi en el parque madrileño de El Retiro.
Salud milenaria: monjes
chinos del monasterio budista de Shaolín imparten clases de tai
chi en el parque madrileño de El Retiro.

TURISMO DE MULTITUDES
Gracias a su capacidad de seducción cultural, el país asiático
se ha convertido en la principal potencia turística de Asia-Pacífico
y en el cuarto país más visitado del mundo, por detrás
de Francia, España y EE UU, desbancando a Italia, que antes ocupaba
ese puesto. La Ciudad Prohibida y la Gran Muralla atraen más turistas
que la plaza de San Marcos de Venecia o la Galería Uffizi, en Florencia.
En 2004 el gigante recibió 109 millones de visitantes, según
datos de Pekín. Con razón, empresas como Globalia, un grupo turístico
español cuyas empresas incluyen las líneas aéreas Air
Europa, han puesto sus ojos en las potencialidades del mercado turístico
chino. De hecho, desde mayo de este año, Air Europa ofrece vuelos directos
desde Madrid a Pekín y Shanghai. Según los pronósticos
de la Organización Mundial de Turismo, en 2020 pasará a ser el
país más visitado del planeta, así como la cuarta fuente
de turistas. Asia es su principal suministrador de viajeros, seguida de Europa
y Norteamérica. En 2003 recibió 72,5 millones de visitantes asiáticos
(la mayoría japoneses y coreanos), cerca de 26 millones de europeos
(incluidos unos 14 millones de rusos ) y 10,5 millones de Estados Unidos y
Canadá.

Tras la firma de varios acuerdos para regular el flujo de turismo, según
el protocolo llamado Estatus de Destino Aprobado (EDA), que facilita a los
ciudadanos chinos la obtención de visados, éstos ya están
descubriendo el mundo. Desde septiembre de 2004, los países de la Unión
Europea que forman parte del acuerdo de Schengen, por ejemplo, pueden recibir
grupos de turistas de ese país, gracias al acuerdo firmado entre la
Comisión Europea y la Administración Nacional de Turismo de Pekín
(ANTC). Hoy, riadas de ciudadanos del país asiático desfilan
con paso firme por las exclusivas tiendas de Madrid y París para aprovisionarse
de artículos de marroquinería y perfumería. Asimismo,
el gigante también ha firmado acuerdos bilaterales con varios países
del sureste asiático y Latinoamérica, como Malaisia, Singapur,
Brasil y Argentina. En 2004 más de 28 millones de chinos viajaron al
extranjero, según la ANTC.

Como anfitrión de los Juegos Olímpicos en 2008, el inmenso país
gozará de una oportunidad única para hacer alarde de su cultura
e influencia. Miles de personas querrán ver desfilar en directo a sus
atletas en uno de los complejos deportivos más impresionantes del mundo,
y millones serán testigos desde sus televisores. Pekín ha invertido
mucho, tanto en el plano material como en el psicológico, en este acontecimiento,
como plataforma para presentar al mundo un nuevo país: moderno, sofisticado
y atractivo.

 

Los viajes de Hu

Acumulando millas: de izquierda a derecha, el presidente chino, Hu Jintao, con su homólogos francés, Jacques Chirac; brasileño, Lula da Silva, y nigeriano, Olusegun Obasanjo.
Acumulando millas: de
izquierda a derecha, el presidente chino, Hu Jintao, con su homólogos
francés, Jacques Chirac; brasileño, Lula da Silva,
y nigeriano, Olusegun Obasanjo.

El deterioro de la imagen de EE UU contrasta con la rapidez con que
el régimen de Pekín se ha embarcado en una campaña
de hacer amigos y caerles bien. El presidente Hu Jintao y el primer
ministro Wen Jiabao no cesan de viajar al extranjero para explicar
sus políticas, haciendo hincapié en los beneficios mutuos
que éstas ofrecen. Desde América Latina a África
crece la simpatía hacia el país asiático, debido
tanto a causas internas -sobre todo un buen marketing– como
a causas externas, por ejemplo, la confluencia de intereses políticos
y comerciales.

China y América Latina se están cortejando mutuamente
y con sutileza, como a ritmo de tango. La primera necesita avituallarse
de materias primas, y países como Brasil, Argentina y Chile
necesitan diversificar el destino y la cuantía de sus exportaciones.
Latinoamérica no ha tardado mucho en convertirse en uno de sus
proveedores más importantes y, a la vez, en el mayor receptor
de las inversiones directas del gigante, lo que puede explicar la decisión
de Brasil, Argentina, Chile y Uruguay de concederle la codiciada calificación
de economía de mercado (sin la cual sus exportaciones son más
vulnerables a las medidas antidumping). Los países latinoamericanos
han acogido al Estado asiático con los brazos abiertos, en parte
para contrarrestar el papel de Estados Unidos en la zona, sobre todo
en el caso de Venezuela y Cuba.

En África lleva años proporcionando becas, préstamos
preferenciales y apoyo en organismos multilaterales. Por sus universidades
han pasado más de 6.000 estudiantes del continente
negro
. Uno
de los pilares básicos de su política de cooperación
es la asesoría técnica en áreas donde el continente
necesita más apoyo, como el desarrollo de infraestructuras básicas,
la mejora del sector agrícola y la lucha contra el VIH. Por
ejemplo, desde 1963, más de 47 países africanos se han
beneficiado de la presencia de unos 15.000 médicos del país
asiático, muchos de los cuales se han especializado en tratamiento
del sida.

En 2004, el comercio entre África y China se acercó a
los 30.000 millones de dólares (unos 23.500 millones de euros),
y con América Latina sobrepasó los 40.000 millones de
dólares, según las estadísticas de la República
Popular. Los beneficios son patentes: Pekín cuenta con el apoyo
de numerosos Estados africanos y latinoamericanos en la ONU y otras
instituciones multilaterales.

 

 

EL ARTE DE LA DIPLOMACIA
En el ámbito político, según Nye, el poder
blando
se corresponde
con la habilidad de atraer a otros gracias a la legitimidad de las políticas
de un país y a los valores que las subyacen. En el caso de China, durante
el último lustro, la emergencia de una política exterior más
suave le ha ayudado a atraer a otros países hacia su órbita.
Ahora le resulta más propicio utilizar instrumentos de poder
blando
,
como la diplomacia pública y el multilateralismo, para llevar a cabo
sus objetivos políticos y comerciales en el exterior.

China está proyectando credibilidad y responsabilidad, empezando por
su patio trasero. Por ejemplo, está utilizando su influencia para resolver
la crisis nuclear en la península coreana -a su manera, es decir,
a través de las conversaciones a seis bandas que se están desarrollando
en Pekín-. Este elemento resulta importante porque, según
Nye, la habilidad para establecer normas y estructuras en la escena internacional
confiere la facultad de moldear la manera de pensar y actuar de otros y, por
consiguiente, incrementa la capacidad de atracción.

Los recientes logros en materia de política exterior han sido posibles
gracias a la decidida diplomacia pública de China, sobre todo desde
el 11-S. En parte, ha aprovechado la preocupación de Washington por
el terrorismo e Irak para dejar constancia de su creciente influencia. La potencia
de Oriente da prioridad al desarrollo, el comercio y la cooperación
regional. En la última reunión del Foro de Cooperación
Económica Asia-Pacífico (APEC, en sus siglas en inglés),
mientras George W. Bush hizo una breve aparición para pontificar sobre
el terrorismo, Hu Jintao emprendió un maratón diplomático
marcado por visitas de Estado a Chile, Brasil y Argentina. En cambio, Bush,
rodeado de una tropa de guardaespaldas, reflejó una actitud altiva y
ninguna sintonía con las preocupaciones de sus vecinos.

Aun así, Pekín no está aprovechando a fondo el fenómeno.
La censura inhibe el desarrollo de los productos culturales que resultan más
atractivos en el extranjero, sobre todo en el terreno literario y cinematográfico.
El premio Nobel de Literatura Gao Xingjiang, cuyas obras aún no han
visto la luz en su país de origen, vive en París desde hace años.
Chen Kaige, uno de los realizadores más reconocidos de la llamada quinta
generación de cineastas, recibió duras críticas de las
autoridades, para quienes Adiós a mi concubina, su obra maestra, ofrece
una visión "demasiado negativa" del gigante. En realidad,
China todavía tiene que superar el vacío intelectual creado tras
la reimposición de ortodoxias ideológicas, que prohíbe
a sus artistas abordar temas "delicados", sobre todo en la esfera
sociopolítica, tras la tragedia de Tiananmen.

En materia de política exterior, aunque haya adoptado una conducta
más sofisticada, todavía quedan asuntos sin resolver, como el
recurrente problema con Japón, donde el poder blando brilla por su ausencia.
Los esfuerzos por crear sistemas regionales de diálogo, como la Organización
de Cooperación de Shanghai (OCS), una agrupación regional con
los países de Asia central creada por iniciativa de Pekín, demuestran
el deseo de desarrollar estructuras propias de diplomacia multilateral. Sin
embargo, todavía carece de la capacidad de atracción necesaria
para reescribir las reglas del juego. La incapacidad de ganarse la confianza
del pueblo de Hong Kong al bloquear sus aspiraciones democráticas, por
ejemplo, ilustran estas limitaciones. Para convencer a sus vecinos de sus buenas
intenciones, y desarrollar más su capacidad de proyectar poder
blando
,
necesitará reformar sus instituciones políticas y adoptar valores
como la libertad de asociación y de prensa que hoy tanto estiman sus
compatriotas desde Hong Kong a Taipei.

¿Algo más?
El politólogo estadounidense Joseph S.
Nye acuñó el concepto de poder
blando
en su principal
ensayo, ‘Soft Power’ (Foreign
Policy
, otoño
de 1990). En su obra Soft Power: the Means
to Success in World Politics
(PublicAffairs Ltd, 2004) ofrece un análisis detallado
sobre este fenómeno. Para entender mejor el ascenso de China
en el contexto geopolítico, conviene leer El
nuevo orden internacional en Asia Pacífico
, editado por Fernando Delage
y Pablo Bustelo (Ed. Pirámide, Madrid, 2002). En Contingent
States, Greater China and Transnational Relations
(University of
Minnesotta Press, 2004), William A. Callahan ofrece un interesante
análisis cultural de China y su diáspora en el sureste
asiático.

Después de China, la venganza
del dragón
(Península,
Barcelona, 2003), Georgina Higueras recorre el continente asiático
en El despertar de Asia (Península,
Barcelona, 2005), por el que pasan, entre otros, una joven japonesa,
un campesino chino y un taiwanés que ha perdido sus raíces.
Desde su nacimiento, en febrero de 2004, FP EDICIÓN ESPAÑOLA
ha seguido la evolución económica y política
del gigante asiático con detalle, en sus aspectos
económico
(‘Las empresas chinas saltan la Muralla’, Julio Arias,
diciembre/enero 2005), geoestratégico (‘El ascenso
de China’, varios autores, febrero/marzo 2005) y cultural
(‘China, la mayor audiencia del mundo’, Pierre Justo,
abril/mayo 2004).

 

 


Julio Arias es director de proyectos de comercio exterior
en Pekín.