¿Crisis del periodismo? O de aquél que sólo perpetúa la imagen del poder.

 

  • Fotoperiodistas de guerra españoles
    Rafael Moreno Izquierdo y Alfonso Bauluz de la Iglesia
    159 páginas
    TURNER, Madrid, 2011

 

Enric Martí/AFP/Getty Images

En imágenes Fotoperiodistas de guerra españoles

 

Es un recurso habitual recurrir al considerado miserable padre de la desdichada tribu y citar a William Howard Rusell y al periódico Times de Londres  con su crónica sobre La carga de la Brigada ligera del 14 de noviembre de 1854 para remontarse al origen del moderno periodismo de guerra. No obstante, con caballos, lanchas y el novedoso telégrafo, el embrión de lo que hoy es la mayor agencia de noticias, la estadounidense Associated Press, ya daba cuenta en 1846 de los progresos de la guerra contra México.

En España, con Pedro Antonio de Alarcón es en 1859-1860 donde situamos el origen del fotoperiodismo de guerra español, pues en el conflicto con los rifeños es donde este famoso corresponsal de guerra de la época se hizo acompañar del fotógrafo Enrique Facio. Su pretensión: “Fijar de una vez en la mente de mis lectores una idea verdadera y exacta de lo que es un Ejército en campaña”.

Mucho se ha escrito sobre la influencia que tuvieron las crónicas de Rusell en la moderna conducción de la guerra en lo que atañe al cuidado y empleo de las tropas, y especialmente a la falta de asistencia médica.

Igualmente quepa atribuir a la influencia del diario para el que escribe que sus crónicas del frente, enfocadas al combate, repercutieran en el ámbito político, y como acertadamente señala el periodista Phillip  Knightley, oscureciese el trabajo de Edwin Lawrence Godkin, del diario London Daily News, siempre más interesado en narrar las consecuencias de la contienda en las personas.

Al examinar los documentos gráficos de la Guerra del Catorce, especialmente de las carnicerías del Somme y Verdún, tal vez convenga cotejar las cifras de soldados muertos para determinar la verdadera influencia de aquellas primeras crónicas y retratos de Crimea en la conducción de los negocios bélicos. Igualmente, las cifras de la II Guerra Mundial y el número de combatientes muertos dan que pensar.

Es por eso que merece la pena recordar la imagen del hongo que retenemos del 6 de agosto de 1945. Inmediatamente acompañada de la ceremoniosa fotografía del 2 de septiembre en el acorazado USS Missouri atracado en la bahía de Tokio para la firma de la rendición japonesa presidida por el general MacArthur. Como ha relatado el coronel Bertram Kalisch, del Ejército de Tierra estadounidense,  (http://www.usni.org/magazines/proceedings/1955-08/photographing-surrender-aboard-uss-missouri) él era el responsable de conseguir una buena narración gráfica, con 68 profesionales de diferentes países acreditados. Sin embargo, un solo reportero, el “rebelde” Wilfred Burchett, del londinense Daily Express, tal y como él mismo escribió “mientras varios cientos de corresponsales estaban de camino a la ceremonia de rendición  en el Missouri”, decidió viajar por su cuenta a Hiroshima para narrar las consecuencias entre la población del lanzamiento de la primera bomba atómica.

Es este un excelente ejemplo de cómo se construye en la modernidad el relato gráfico de la actualidad y de la pulsión del fotoperiodista en la captura de las imágenes, tanto del combate como de sus consecuencias.

Es esta una de las paradojas clásicas del actual fotoperiodismo de guerra y su difusión a través de los medios de comunicación. El indiscutible valor del testimonio gráfico de aquel acontecimiento histórico y la ausencia del correlato gráfico de aquella sacudida de descomunales proporciones nos permiten preguntarnos cómo o qué resortes operan en la asignación de recursos mediáticos para la cobertura de los conflictos, y muy concretamente en el caso español.

“Independencia, rigor, arrojo, humanidad, compasión, talento, indiscutible calidad técnica, comprobación propia de los hechos, dispuesto al sacrificio, las penurias y penalidades sin fin, y en definitiva compromiso”. Parece el anuncio de una oferta de empleo, pero son probablemente algunos de los rasgos que caracterizan a los fotoperiodistas españoles. Al hacer la selección de una muestra representativa de los mismos a través del tiempo, de cómo han reflejado las guerras que han cubierto, qué miradas y enfoques han aportado, dos características se hacen evidentes: el horror por los actos ceremoniales y el desamparo frente a los medios de comunicación nacionales que si sienten devoción por las coberturas institucionales en las que no se repara en medios y costes.

Es pues, en la mayoría de los casos, un empeño auténticamente personal el mostrar las consecuencias de las guerras. Aquí puede quedar contestada la eterna pregunta de si toman partido: claro que sí, por las víctimas y el verdadero periodismo. Ese que queda desatendido por los mismos que amontonan los elogios cuando de ensalzar la profesión se trata y recurren al ejemplo de los fotoperiodistas que cubren los conflictos, los mismos cumplidos que acompañan la negativa habitual ante los ofrecimientos de cobertura, olvidando la tan presuntuosa competencia, exclusividad, etc. que indefectiblemente acompaña cualquier filtración interesada de un político.

Esos medios de comunicación partidistas, que no salen de sus trincheras mediáticas, carecen de espacio y, consecuentemente, de respeto para ese grupo de profesionales y para sus propios lectores, al ser incapaces de gestionar tanto talento. Aún cuando presumen del mismo a su más alto nivel y se observa cómo sólo los grandes medios internacionales cuentan con los más distinguidos fotoperiodistas españoles en un remake autárquico, que obliga a cuestionar la pujanza de la sociedad y la economía española. Ese lugar donde los Walter, Ricardo, Manu, Guillermo, Samuel, Unai, Luis, Alfonso y otros muchos que no han tenido cabida en el libro y harían interminable esta lista tampoco tienen sitio para exhibir su talento con unas mínimas condiciones de dignidad profesional. Desperdicio pues de la excelencia.

¿Crisis del periodismo? O de aquél que sólo perpetúa la imagen del poder. Dijo la ministra de Defensa, Carma Chacón, que el trabajo de los fotoperiodistas es el “más temible enemigo” de los dictadores. Añadamos que, en España, su desamparo es el peor retrato de los medios de comunicación. Prescríbase la lectura de Unamuno a quien corresponda, para que no sean sólo la “imagen del Poder” y asuman con todas las consecuencias “el poder de la Imagen”.