• Journal of World Intellectual Property, vol. 7,
    nº 5, septiembre
    2004, Ginebra (Suiza)

 

La mayoría de los seres humanos valora las ideas, especialmente si
son suyas. Las reglas globales sobre propiedad intelectual existen para proteger
a la gente del robo de estos valiosos bienes. Entre ellas, una de las más
amplias y extensas es el acuerdo TRIPS (Acuerdo sobre los Aspectos de Propiedad
Industrial Relacionados con el Comercio, en sus siglas en inglés), que
pretende acabar con la piratería musical y cinematográfica, la
falsificación de artículos de marca y la competencia desleal
de los productores de fármacos a bajo precio. ¿Qué puede
haber de malo en esto?

La imitación no
es sólo una forma refinada de admiración, también
es un camino al desarrollo. Los países pobres no alcanzarán a los ricos si se les impide imitarlos

Mucho, según la ecologista militante Vandana Shiva, que ha criticado
con vigor el TRIPS, adoptado por la Organización Mundial de Comercio
(OMC) en 1994 en su reunión de Uruguay. Considera que el acuerdo es
más una herramienta para el pillaje que para la protección. En
su opinión, esta norma paraliza la transferencia de tecnologías
vitales para el mundo en vías de desarrollo, impidiendo que estos países
salgan adelante, imitando primero e innovando después. No puede esperarse
una presentación objetiva de los hechos por parte de una activista profesional
y Shiva, creadora de la Fundación para la Investigación en Ciencia,
Tecnología y Ecología en India, no defrauda las expectativas.
En un reciente artículo para The Journal of World
Intellectual Property
,
regaña a la industria farmacéutica por estafar en los precios
a las empresas de biotecnología por aprovecharse gratis de la investigación
financiada con fondos públicos, y a las multinacionales por robar remedios
medicinales y reclamar la propiedad sobre los conocimientos de los pueblos
indígenas. "TRIPS no es el resultado de negociaciones democráticas
entre los intereses del público en general y los intereses comerciales,
o entre los países industrializados y el Tercer Mundo", escribe. "Es
la imposición de los valores e intereses de las multinacionales del
Norte sobre las sociedades y culturas diversas del planeta".

Hay cierta razón en sus argumentos. La imitación no es sólo
la forma más refinada de admiración; también es un camino
seguro para el desarrollo. Corea del Sur copió a Japón y a Occidente,
Japón imitó a Estados Unidos y a Europa, y Estados Unidos, a
su vez, copió a los países europeos, que robaron ideas e innovaciones
los unos de los otros, como también de Oriente Medio y Asia. Es justo
preguntarse si los países pobres alcanzarán algún día
a los ricos si se les impide imitar a los líderes actuales.

Pero, como muchos otros activistas, Shiva asume erróneamente que el
beneficio de las multinacionales siempre se logra a expensas de los más
desfavorecidos. La legislación sobre la propiedad intelectual no es
un juego de suma cero. Un sistema equilibrado de propiedad intelectual que
recoja los intereses nacionales, además de los industriales, puede ser
un ingrediente básico del desarrollo. De hecho, el TRIPS fue parte de
un trato por el que los países ricos abrieron sus mercados a los productos
agrícolas, textiles y otros artículos de los países en
vías de desarrollo a cambio de que adoptaran el acuerdo. Aunque es cierto
que los países ricos no han cumplido del todo su parte del trato -los
sectores agrícolas siguen siendo muy proteccionistas-, los beneficios
logrados a través del comercio podrían compensar con creces las
pérdidas para los países en desarrollo relacionadas con la propiedad
intelectual. Más que fijarse en las supuestas desigualdades que se derivan
del TRIPS, Shiva debería canalizar sus críticas hacia los ricos.
Algunos ministerios de comercio de países desarrollados han empezado
a ofrecer a las naciones pobres acuerdos de acceso a sus mercados a cambio
de criterios TRIPS-plus de propiedad intelectual. Con Estados Unidos y otros
países promocionando medidas de este tipo de forma agresiva, los países
en vías de desarrollo se ven forzados en ocasiones a aceptar criterios
aún más estrictos que en los desarrollados. Por ejemplo, Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua han adoptado el criterio
europeo y estadounidense de copyright -los derechos de autor-,
pero sin las protecciones de la "doctrina de uso justo" que equilibra
bastante el sistema estadounidense. Para quienes creen que los países
deberían diseñar sus reglamentos sobre propiedad intelectual
con arreglo a sus niveles de desarrollo, estos acuerdos son extremadamente
preocupantes.

Pero hay un resquicio para la esperanza: a pesar de lo que defienden los críticos
como Shiva, el texto del TRIPS es todo menos irrefutable. Por ejemplo, las
secciones de patentes y de copyright del TRIPS dejan lugar a limitaciones y
excepciones, ninguna de las cuales está claramente definida. Antes que
denunciar los abusos del TRIPS, un enfoque más inteligente sería
que los activistas explotaran los matices del acuerdo para promover el desarrollo.

No es demasiaado tarde: los países menos desarrollados tienen hasta
2006 para asegurarse de que sus leyes y prácticas se adecuan con el
TRIPS, y la OMC ha ampliado la fecha tope para las patentes farmacéuticas
hasta 2016. Como el TRIPS no va a desaparecer, la estrategia ganadora para
los países pobres es utilizar el acuerdo en su propio beneficio.

El TRIPS, en cuestión.
Graham Dutfield

Journal of World Intellectual Property, vol. 7,
nº 5, septiembre
2004, Ginebra (Suiza)

La mayoría de los seres humanos valora las ideas, especialmente si
son suyas. Las reglas globales sobre propiedad intelectual existen para proteger
a la gente del robo de estos valiosos bienes. Entre ellas, una de las más
amplias y extensas es el acuerdo TRIPS (Acuerdo sobre los Aspectos de Propiedad
Industrial Relacionados con el Comercio, en sus siglas en inglés), que
pretende acabar con la piratería musical y cinematográfica, la
falsificación de artículos de marca y la competencia desleal
de los productores de fármacos a bajo precio. ¿Qué puede
haber de malo en esto?

La imitación no
es sólo una forma refinada de admiración, también
es un camino al desarrollo. Los países pobres
no alcanzarán a los ricos si se les impide imitarlos

Mucho, según la ecologista militante Vandana Shiva, que ha criticado
con vigor el TRIPS, adoptado por la Organización Mundial de Comercio
(OMC) en 1994 en su reunión de Uruguay. Considera que el acuerdo es
más una herramienta para el pillaje que para la protección. En
su opinión, esta norma paraliza la transferencia de tecnologías
vitales para el mundo en vías de desarrollo, impidiendo que estos países
salgan adelante, imitando primero e innovando después. No puede esperarse
una presentación objetiva de los hechos por parte de una activista profesional
y Shiva, creadora de la Fundación para la Investigación en Ciencia,
Tecnología y Ecología en India, no defrauda las expectativas.
En un reciente artículo para The Journal of World
Intellectual Property
,
regaña a la industria farmacéutica por estafar en los precios
a las empresas de biotecnología por aprovecharse gratis de la investigación
financiada con fondos públicos, y a las multinacionales por robar remedios
medicinales y reclamar la propiedad sobre los conocimientos de los pueblos
indígenas. "TRIPS no es el resultado de negociaciones democráticas
entre los intereses del público en general y los intereses comerciales,
o entre los países industrializados y el Tercer Mundo", escribe. "Es
la imposición de los valores e intereses de las multinacionales del
Norte sobre las sociedades y culturas diversas del planeta".

Hay cierta razón en sus argumentos. La imitación no es sólo
la forma más refinada de admiración; también es un camino
seguro para el desarrollo. Corea del Sur copió a Japón y a Occidente,
Japón imitó a Estados Unidos y a Europa, y Estados Unidos, a
su vez, copió a los países europeos, que robaron ideas e innovaciones
los unos de los otros, como también de Oriente Medio y Asia. Es justo
preguntarse si los países pobres alcanzarán algún día
a los ricos si se les impide imitar a los líderes actuales.

Pero, como muchos otros activistas, Shiva asume erróneamente que el
beneficio de las multinacionales siempre se logra a expensas de los más
desfavorecidos. La legislación sobre la propiedad intelectual no es
un juego de suma cero. Un sistema equilibrado de propiedad intelectual que
recoja los intereses nacionales, además de los industriales, puede ser
un ingrediente básico del desarrollo. De hecho, el TRIPS fue parte de
un trato por el que los países ricos abrieron sus mercados a los productos
agrícolas, textiles y otros artículos de los países en
vías de desarrollo a cambio de que adoptaran el acuerdo. Aunque es cierto
que los países ricos no han cumplido del todo su parte del trato -los
sectores agrícolas siguen siendo muy proteccionistas-, los beneficios
logrados a través del comercio podrían compensar con creces las
pérdidas para los países en desarrollo relacionadas con la propiedad
intelectual. Más que fijarse en las supuestas desigualdades que se derivan
del TRIPS, Shiva debería canalizar sus críticas hacia los ricos.
Algunos ministerios de comercio de países desarrollados han empezado
a ofrecer a las naciones pobres acuerdos de acceso a sus mercados a cambio
de criterios TRIPS-plus de propiedad intelectual. Con Estados Unidos y otros
países promocionando medidas de este tipo de forma agresiva, los países
en vías de desarrollo se ven forzados en ocasiones a aceptar criterios
aún más estrictos que en los desarrollados. Por ejemplo, Costa
Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua han adoptado el criterio
europeo y estadounidense de copyright -los derechos de autor-,
pero sin las protecciones de la "doctrina de uso justo" que equilibra
bastante el sistema estadounidense. Para quienes creen que los países
deberían diseñar sus reglamentos sobre propiedad intelectual
con arreglo a sus niveles de desarrollo, estos acuerdos son extremadamente
preocupantes.

Pero hay un resquicio para la esperanza: a pesar de lo que defienden los críticos
como Shiva, el texto del TRIPS es todo menos irrefutable. Por ejemplo, las
secciones de patentes y de copyright del TRIPS dejan lugar a limitaciones y
excepciones, ninguna de las cuales está claramente definida. Antes que
denunciar los abusos del TRIPS, un enfoque más inteligente sería
que los activistas explotaran los matices del acuerdo para promover el desarrollo.

No es demasiaado tarde: los países menos desarrollados tienen hasta
2006 para asegurarse de que sus leyes y prácticas se adecuan con el
TRIPS, y la OMC ha ampliado la fecha tope para las patentes farmacéuticas
hasta 2016. Como el TRIPS no va a desaparecer, la estrategia ganadora para
los países pobres es utilizar el acuerdo en su propio beneficio.

Graham Dutfield es investigador Herchel
Smith en el Instituto Queen Mary de Investigación sobre Propiedad Intelectual
en la Universidad de Londres.