En su valiente tentativa de aportar rigor a nuestra comprensión de la amenaza zombi, Daniel Drezner comete el error común de reducir el realismo a su variante de equilibrio de poderes. (‘La noche de los sabelotodo vivientes’, agosto/septiembre de 2010). Por eso, presta una atención inadecuada al resultado más probable de un apocalipsis zombi: la reaparición de los imperios como la forma dominante de organización global.

Lo más probable es que un apocalipsis zombi condujera a profundas transformaciones en el orden actual, pero de una forma coherente con la teoría del orden hegemónico, que considera el ascenso y la caída de los poderes dominantes como el patrón más común en la política mundial. En caso de una plaga zombi, el resultado más probable, por varios motivos, sería la reafirmación del poder de Estados Unidos.

Como indica Drezner, “los fuertes harán lo que puedan y los débiles tendrán que sufrir devorados por los voraces muertos vivientes”. Los poderes re(emergentes) con una capacidad estatal relativamente reducida –como Brasil, Rusia e India– no tardarán en sucumbir ante la horda de devoradores de carne. Estados Unidos y las demás grandes potencias se protegerán a sí mismas haciendo uso de la fuerza indiscriminada –muy posiblemente incluyendo ataques nucleares– para evitar la migración en masa de zombis procedentes de regiones invadidas a sus territorios. La inigualable capacidad global de ataque de Estados Unidos llevará a la mayor parte de los Estados a consentir el liderazgo estadounidense en la zona de los vivos.

Desafortunadamente, el resultado no será un Orden Liberal 3.0, sino una Pax Americana global apoyada por imperios regionales cliente, encargados de controlar y erradicar los brotes zombis locales. Con el tiempo, asistiremos a los esfuerzos para establecer activamente tierras baldías controladas por los zombis. En otras palabras, el mundo experimentará una macabra repetición de la expansión imperial del siglo XIX, pero como soñaron los defensores racistas más virulentos del imperialismo europeo, aquellos que consideraban a las poblaciones indígenas monstruos infrahumanos sólo aptos para la explotación y la destrucción.

  • Daniel Nexon
    Profesor asistente, Georgetown University, Washington DC

 

Daniel Drezner responde:

Valoro enormemente la comprensión perspicaz de Daniel Nexon sobre la respuesta realista al espectro de los zombis. No obstante, debo discrepar en lo que respecta a su predicción sobre el renacimiento hegemónico de Estados Unidos y sobre la utilización de las armas nucleares. En primer lugar, aunque los países en desarrollo más débiles sean invadidos por hordas de zombis, es poco probable que las grandes potencias –en concreto China– se enfrenten a un destino similar. Aunque Estados Unidos seguirá siendo el primero entre sus pares en términos de proyección de poder, la presencia de devoradores de cuerpos no inclinaría la balanza del poder hasta este momento en la dirección de Estados Unidos como para apoyar políticas revanchistas. Concluir que otras grandes potencias simplemente consentirían la hegemonía estadounidense parece contrario a la lógica de la realpolitik. Actuando en concierto, los Estados poderosos reafirmarían el control sobre adversarios fronterizos controvertidos (Cuba, Taiwan, etcétera). Sin embargo, en un mundo en que los muertos vuelven a la vida, una mayor expansión territorial plantearía más riesgos para la seguridad que ganancias.

Por otro lado, el uso de armas nucleares sería un error catastrófico en un mundo infectado de zombis. Los zombis no pueden ser disuadidos, privando a las armas nucleares de su único rasgo útil. En caso de uso, una explosión nuclear mataría sin duda a un elevado número de zombis. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurriría con los seres humanos, los zombis sobrevivirían a cualquier fuga radioactiva procedente del uso de esas armas. De hecho, los zombis con dosis letales de radiación supondrían una amenaza doble para los humanos deambulando por ahí: muerte por radiación o reanimación por mordedura de zombi.

Si algún gobierno fuera tan imprudente como para lanzar un primer ataque, crearía lo único que puede ser peor que un ejército de muertos vivientes: un ejército radioactivo de muertos vivientes. Esperemos que cuando se enfrenten a una horda de zombis, mentes más serenas que la de Nexon se encuentren en la Situation Room.