De cabeza al Norte: los turistas invadirán áreas ahora sólo aptas para amantes del hielo.
De cabeza al Norte: los turistas invadirán áreas ahora sólo aptas para amantes del hielo.

 

Puede que Al Gore haya instruido a muchos sobre las verdades incómodas del calentamiento global, pero algunos de los efectos más remotos del cambio climático sólo están empezando a aparecer en los radares de los científicos. Un equipo de investigadores europeos acaba de calcular lo que un incremento de entre dos y tres grados significaría para el turismo a finales de este siglo. Analizaron los viajes entre más de docientos países y por el interior de éstos, empleando un modelo desarrollado en la Universidad alemana de Hamburgo que estudia el crecimiento demográfico, el desarrollo económico y los cambios en el clima. ¿Su conclusión? El mundo del turismo va a sufrir una revolución. "Lo que más nos ha sorprendido es que los habitantes de Reino Unido y Alemania pasarán mucho más tiempo en sus países debido a la tremenda suavización de su clima", afirma Richard Tol, uno de los autores de la investigación.

Algunos lugares se evaporarían de la lista de destinos de ensueño. Jamaica, por ejemplo, perdería un 39% de su negocio turístico. Aruba se enfrenta a una caída del 42%. Otros sitios que ahora sufren las inclemencias del frío, como Noruega, se convertirán en imanes de visitantes. Los más beneficiados serán Canadá y Rusia, con aumentos del 220% y 174% respectivamente.

La mala noticia para los lugares donde el calor será difícil de soportar es que no hay gran cosa que puedan hacer, salvo liberarse un poco de la dependencia del turismo. El viajero perspicaz puede prepararse para ese mundo cálido. Tol recomienda adquirir propiedades en "áreas costeras que ahora están en la periferia de las zonas turísticas", es decir, mejor comprar en el norte que en el sur de Portugal, y mejor en la Bretaña francesa que en la Provenza; a largo plazo, en las costas bálticas de Alemania y Dinamarca y, por supuesto, en el sur de Inglaterra". Si la perspectiva de tener que pasar el verano a base
de comida inglesa no hace que el mundo se comprometa con la lucha contra el cambio climático es que nada puede conseguirlo.

De cabeza al Norte: los turistas invadirán áreas ahora sólo aptas para amantes del hielo.
De cabeza al Norte: los turistas invadirán áreas ahora sólo aptas para amantes del hielo.

 

Puede que Al Gore haya instruido a muchos sobre las verdades incómodas del calentamiento global, pero algunos de los efectos más remotos del cambio climático sólo están empezando a aparecer en los radares de los científicos. Un equipo de investigadores europeos acaba de calcular lo que un incremento de entre dos y tres grados significaría para el turismo a finales de este siglo. Analizaron los viajes entre más de docientos países y por el interior de éstos, empleando un modelo desarrollado en la Universidad alemana de Hamburgo que estudia el crecimiento demográfico, el desarrollo económico y los cambios en el clima. ¿Su conclusión? El mundo del turismo va a sufrir una revolución. "Lo que más nos ha sorprendido es que los habitantes de Reino Unido y Alemania pasarán mucho más tiempo en sus países debido a la tremenda suavización de su clima", afirma Richard Tol, uno de los autores de la investigación.

Algunos lugares se evaporarían de la lista de destinos de ensueño. Jamaica, por ejemplo, perdería un 39% de su negocio turístico. Aruba se enfrenta a una caída del 42%. Otros sitios que ahora sufren las inclemencias del frío, como Noruega, se convertirán en imanes de visitantes. Los más beneficiados serán Canadá y Rusia, con aumentos del 220% y 174% respectivamente.

La mala noticia para los lugares donde el calor será difícil de soportar es que no hay gran cosa que puedan hacer, salvo liberarse un poco de la dependencia del turismo. El viajero perspicaz puede prepararse para ese mundo cálido. Tol recomienda adquirir propiedades en "áreas costeras que ahora están en la periferia de las zonas turísticas", es decir, mejor comprar en el norte que en el sur de Portugal, y mejor en la Bretaña francesa que en la Provenza; a largo plazo, en las costas bálticas de Alemania y Dinamarca y, por supuesto, en el sur de Inglaterra". Si la perspectiva de tener que pasar el verano a base
de comida inglesa no hace que el mundo se comprometa con la lucha contra el cambio climático es que nada puede conseguirlo.