La sociedad griega, que acaba de celebrar elecciones, vive la peor crisis económica, política y social de las últimas décadas. Esta entrevista –cuyas respuestas representan su opinión mayoritaria según recientes sondeos– aborda sus nuevos males nacionales, desde el empobrecimiento y polarización de su ciudadanía hasta la fuga de cerebros, pero también sus firmes deseos de permanecer en la eurozona.

 

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Protestas ante el Parlamento griego por las medidas de austeridad.

FP en español: Usted, un país con una historia tan grande, no está en muy buena forma últimamente…

Sociedad griega: Es verdad. La crisis económica y la dura austeridad a la que me tiene sometida el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea desde 2010 a cambio de mi rescate, me han llevado a una crisis económica, política y social sin precedentes.

FP. ¿En qué se traduce esta crisis?

SG. En dos años, funcionarios, empleados y jubilados han perdido entre el 20%  y el 40% de sus ingresos anuales. La tasa oficial de desempleo bate un récord histórico: 21,9%. Y, esto, sin contar el paro oculto: la gente que puede trabajar un día cada dos meses, pos ejemplo, y no tiene derecho a registrarse en la oficina de desempleo, los trabajadores que tardan semanas o incluso meses en recibir su sueldo…

Mi economía esta contraída por quinto año consecutivo y las previsiones son pesimistas. Esto se nota en todas partes: miles de empresas y pequeños negocios han cerrado. Sólo en mi capital, Atenas, uno de cada tres negocios ha desaparecido. En algunos barrios, la estadística es de uno de cada dos.

La cifra de pobres supera los tres millones, casi un tercio de mi población. Ya hay miles de griegos que comen gracias a las cocinas comunitarias y las personas sin techo superan los 20.000. Otros ciudadanos buscan alimentos en la basura. En los hospitales faltan medicamentos y libros en las escuelas. Fíjense que, por primera vez después de los años 40 y 50, tengo casos de niños malnutridos. Por ese motivo, he empezado a ofrecer desayunos gratis en algunos colegios, sobre todo en Atenas.

Y, como si no bastara esto, me imponen una oleada de nuevos impuestos que ya me resulta imposible de pagar. Me dan una medicina que me está matando.

FP. Está describiendo un paisaje muy oscuro. ¿Cómo ven los jóvenes su futuro en una situación así?

SG. Mi juventud está indignada y pesimista. Uno de cada dos jóvenes entre 18 y 32 años se encuentra en paro y, dada la situación actual, tiene escasas posibilidades de encontrar un trabajo en condiciones. ¿Sabe que, desde febrero, cuando mi Gobierno y mis acreedores internacionales decidieron  quitar una parte de mi deuda, mi Parlamento aprobó el recorte del salario básico un 22%? ¿Sabe que, a partir de abril, el primer sueldo de un joven hasta los 25 años es de 396 euros brutos? No en vano, muchos deciden emigrar. Y, los que se van, son los diplomados, los mejor preparados. Además, la gran mayoría de los que estudian en el extranjero no piensa regresar. Esta fuga de cerebros es una verdadera herida nacional.

FP. ¿Diría que tiene tendencias suicidas?

SG. La crisis a veces me lleva a la desesperación. De 2009 hasta hoy, los suicidios han aumentado un 25%. Y, si el suicidio del jubilado Dimitris Cristoulas en el corazón de Atenas, en plena Plaza Sintagma, fue el más relevante, decenas de personas, sobre todo, desempleados o muy endeudados, se quitan la vida sin que su caso goce de publicidad. Además, en los últimos años estoy mucho más deprimida. La depresión y la angustia son mis nuevas enfermedades nacionales.

FP.  Hace ocho años usted celebraba unos Juegos Olímpicos gloriosos. ¿Qué fue tan mal después?

SG. Quizás no me vaya a creer, pero aquellos Juegos Olímpicos no son ajenos a mis problemas actuales. Tuve que endeudarme muchísimo para llevarlos a cabo. Si la deuda española es sobre todo privada, la mía es mayoritariamente pública. Todos mis gobiernos anteriores se endeudaron para mantener un sector público cada vez más grande, sin, al mismo tiempo, fortalecer mi producción interna. El endeudamiento empezó poco a poco a crecer a inicios de los 80, durante el gobierno socialista de Andreas Papandreu (padre), cuando, después de mi ingreso a la Unión Europea, empecé a recibir unas ayudas muy generosas. Esto continuó hasta el gobierno conservador de Costas Caramanlis, entre 2004 y 2009.

FP. ¿Qué opina de su clase política?

SG. Le tengo muy poca confianza, casi ninguna. Pienso que la mayoría de los partidos son corruptos. Esto vale, sobre todo, para las dos antiguas grandes formaciones, la socialista PASOK y la conservadora Nueva Democracia, que han reinado en mi vida política en las últimas cuatro décadas. Fíjense que yo soy el país que más desconfío de mi clase política de toda Europa.

FP. ¿Y en qué tiene confianza?

SG. En el Ejército, la iglesia y la policía. En la justicia, algo menos. Tampoco confío mucho en los medios tradicionales para informarme. Prefiero cada vez más Internet.

FP. Todo esto se oye un poco conservador y tradicional, menos la parte de Internet, claro. ¿Se considera un país tolerante?

SG. Soy más bien contradictoria. Por un lado, me considero una sociedad muy acogedora, abierta hacia lo “diferente”. Por el otro, mi historia me hace sentirme a menudo una nación superior a las demás. En general, prefiero a un vecino que tenga la misma raza o religión que yo. Diría que soy más tolerante con los homosexuales que con los extranjeros. De todos modos, mis convicciones suelen depender del nivel de mi educación. Si soy más culta y educada, soy más tolerante también.

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Antonis Samaras, líder del partido conservador Nueva Democracia.

FP. Parece que en las elecciones de mayo usted votó más bien con rabia. ¿En junio lo hizo con más sensatez?

SG. En mayo exprese mi rabia de muchas maneras. Castigué severamente al partido socialista que remató mi economía y me echó a los brazos de la troika, pero, a los conservadores también, ya que me engañaron y apostaron por una dura austeridad a pesar de sus antiguas promesas. Aunque salieron primeros, no los dejé formar gobierno. Al contrario, apoye a la izquierda radical, que prometió romper con el círculo vicioso de la austeridad y volver a darme dignidad. En realidad, aquel día puse fin a una era política entera, tal como surgió después de la caída de la dictadura de los coroneles en 1974. En junio, sin embargo, mi miedo a una posible salida del euro y una bancarrota oficial, que haría mi vida todavía más difícil de lo que está ahora, me llevó a votar por tener un gobierno estable, aunque liderado por los de siempre. La propaganda dentro del país y las amenazas internacionales han funcionado al final. Pero, cuidado, no me tomen por obediente. Mi sociedad está polarizada. Mi izquierda radical ha salido mucho mas fortalecida y casi es la fuerza política más votada. A partir de ahora, será muy fuerte y resistente en la oposición.

FP. También usted ha hecho entrar en el Parlamento, por primera vez, un partido neonazi.

SG. A mí también me sorprendió el casi 7% que ha recibido el Amanecer Dorado, hasta hace poco un grupúsculo violento marginal. Esta formación se hizo fuerte en algunos barrios deteriorados de Atenas que sufren por el flujo de indocumentados y la criminalidad. Después, con el deterioro radical del contexto económico y social en los dos últimos años, con su discurso ultranacionalista, agresivo, xenófobo y racista, pudo ganar muchos más simpatizantes, sobre todo, jóvenes. En tiempos de crisis grave, una parte de la gente suele ir hacia los extremos.

FP. Ha mencionado antes la posible salida del euro… ¿Qué opina su ciudadanía de la moneda común? ¿Le da miedo quedarse sin ella?

SG. A mis ciudadanos les daría miedo salirse del euro, ya que apoyan mayoritariamente la moneda común. A pesar de la propaganda injusta contra mí, ¡soy más partidaria del euro que Alemania! Uno de cada dos alemanes sueña con volver al marco, mientras que tres de cada cuatro griegos quiere seguir con el euro. Lo que rechaza Grecia son estas políticas de austeridad tremenda.

FP. La señora Merkel le sugiere trabajar más para ser un país eficaz…

SG. ¡Qué tópico más feo! En realidad, los “vagos del sur” trabajamos más que los europeos del norte. Yo soy la más trabajadora en toda Europa: 2.017 horas al año, 40%  más que Alemania.

FP. Pero, ¿no es verdad que no paga todos sus impuestos?

SG. Sí y no. Se estima que la evasión fiscal representa entre el 12%  y el 15% de mi PIB, o sea, entre 40.000-45.000 millones de euros al año. La pregunta es, ¿quién evade impuestos? Los que pueden: empresarios, profesionales libres… y no todos ellos, por supuesto. Además, hay sectores muy privilegiados. Los armadores griegos no pagan impuestos por sus ganancias, sino solo por el número y tamaño de los barcos que poseen. Es la misma constitución griega que garantiza esta excepción. La iglesia tampoco paga y su fortuna es grande. Al contrario, el peso cae en funcionarios, empleados, jubilados… La hipocresía y falta de sensibilidad de mi Gobierno no tienen límites, sobre todo, en estos tiempos de crisis tan grave. Hace unos días, un armador marítimo fue más que provocador: “Si queréis que page impuestos, buscadme. Y, si me encontráis, hacedlo”, dijo. Al mismo tiempo, se amenaza a desempleados, jubilados y pequeños funcionarios, gente empobrecida, con confiscar sus bienes por una deuda de más de 300 euros con Hacienda.

FP. Por otro lado, usted parece pagar mucho para su defensa…

SG. Esta es una de mis paradojas. A pesar de ser un país pequeño, he tenido una historia de relaciones tensas con algunos vecinos, con Turquía, sobre todo. Hasta 2003 el 4,4% de mi PIB era destinado al presupuesto militar, el doble que el gasto medio de un país miembro de la OTAN. Siempre he gastado más para la defensa que para mi salud y mi educación. Y, un detalle, el cliente europeo más importante de la industria militar alemana soy yo.

FP. ¿Qué opina de la UE? Sus relaciones no parecen pasar por sus mejores momentos…

SG. Ay, ¡la Unión Europea! ¡Qué poca solidaridad me ha ensenado! Me ha convertido en una bestia negra, la fuente de todos los males, sin querer reconocer que mi caso no era aislado, sino que forma parte de un problema sistémico. Yo, que antes era entre los partidarios más fieles de la UE, estoy perdiendo mi confianza en ella. El comportamiento de Alemania hacia mí ha despertado rencores antiguos. Yo sufrí mucho por la ocupación nazi y mi gente no lo olvida, aunque, hasta hace algunos años tenía una opinión más bien positiva hacia los alemanes. Ahora, al contrario, les veo con mucha antipatía.

FP. ¿Se siente de verdad parte de Europa?

SG. Perdone, yo he sido europea antes que todos los demás. En mi mitología, Europa era una doncella seducida por Zeus, el padre de todos los dioses, quien le engendró tres hijos. Fui yo quien dio a luz lo que hoy llamamos “civilización europea”.

FP. ¿Qué piensa de los países del sur de Europa?

SG. Siempre me he sentido cerca de ellos. Sobre todo de mis vecinos italianos. “Una faccia, una razza”, suelo decir. Los españoles me caen muy bien, pero hasta hace poco les tenía un poco de envidia. Pensaba que España, antes un país pobre, había avanzado más que yo. Ahora les compadezco, como a todos los europeos del sur. Veo que estamos metidos en el mismo problema y juntos debemos salir.

 

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