Una España con las defensas bajas puede ser más vulnerable al crimen organizado.

 

AFP/Getty Images

 

Que en el aire español se respiran por igual oxígeno y alcaloides, es un hecho confirmado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Otros químicos han demostrado, tres años después, que las aguas residuales del país contienen rastros de estupefacientes. Por si fuera poca evidencia, el último informe del Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías sostiene que España, a pesar de la crisis, lidera el consumo de cocaína.

Acostumbrados a las malas noticias, no valoramos lo suficiente la captura de cuatro sherpas del Cartel de Sinaloa en agosto pasado. Un arresto que, bajo el paraguas de la operación Dark Waters, siguió al decomiso de 373 kilos de cocaína en el Puerto de Algeciras. 373 kilos es demasiado dinero: tanto, que con esa suma podrían salvarse del desahucio barrios enteros.

Si este esfuerzo por desbaratarle los planes al narco pasó desapercibido, a principios de octubre no se prestó mayor atención al robo de 300 kilos de cocaína en el depósito oficial de Cádiz; un alijo que, para fastidio de la labor policial, volvió a menudearse en las calles.

Al hilo de la crisis, estos sucesos deben mirarse con lupa. Mientras se agudiza el desanimo social -horriblemente dibujado por el paro, la pérdida de hogares y los bandazos del Gobierno-, hay un caldo de cultivo para el tráfico de drogas. Desde México, el Cartel de Sinaloa ha olido la presa y reclama su pica en Flandes.

El crimen organizado tiene delante un ordenamiento estatal con las defensas bajas; ni hablar de una policía que, convertida en fuerza de choque para auxiliar los desatinos políticos, ha visto mermada su autoestima, su salario y su prestigio. Una imagen que empeora el segundo indulto que concedió el Consejo de Ministros a cuatro mossos d´Esquadra, declarados culpables por la Audiencia Provincial de Barcelona y, más tarde, por el Tribunal Supremo. El primer indulto se produjo en febrero pasado, cuando el gobierno acortó la duración de la pena que, esta vez, fue anulada, salvando de la cárcel a quienes cometieron delitos de tortura.

En la manifestación del 17 de noviembre, los policías reivindicaron el inquietante lema “Trabaja según te pagan, trabaja según te tratan”. Y aunque trabajen según lo manda la Constitución, su recompensa es frustrante. Habiendo dado el mayor golpe a una organización criminal en España -la mediática Operación Emperador-, un juez vulnera los derechos de los acusados y acaba poniendo en libertad a personas identificadas como cabecillas de la mafia china. Es esa clase de irresponsabilidad pública y descontento individual que suelen rentabilizar los narcotraficantes.

El Cartel de Sinaloa no se limita a los asesinos despiadados de la nota roja; su dinámica gira en torno a la política y a la empresa de altos vuelos. Es una red sofisticada, transnacional, multimillonaria y dispone de tapaderas y testaferros. Aquí habría que escuchar al profesor de la Universidad de Columbia Edgardo Buscaglia, uno de los especialistas verdaderamente rigurosos del fenómeno criminal. En el caso de México, ha puesto al descubierto que casi el 80% de las actividades relacionadas con el PIB están infiltradas por narcointereses. El asunto de la droga es sólo una de sus facetas delictivas; también piratean, trafican personas, órganos, armas, hacen fraude electrónico hasta abarcar más de veinte mercados ilícitos. Más allá del estereotipo que arrincona al crimen organizado en el lumpen tercermundista, Buscaglia exige la persecución patrimonial de su jefatura.

Con la crisis, se corre el peligro de que la anemia institucional, y los nichos susceptibles de corromperse, envíen señales de vulnerabilidad al sector equivocado.

Con la crisis, se corre el peligro de que la anemia institucional, y los nichos susceptibles de corromperse, envíen señales de vulnerabilidad al sector equivocado. En la búsqueda de inversores, España podría obsequiarse unos cuantos Caballos de Troya, que una vez dentro del sistema, vician poderes, adquieren funcionarios de toda índole y contratan la cuantiosa mano de obra desocupada.

El botín es inconmensurable: el consumo de cocaína es un lucro instalado desde hace años, y la colocación de las metanfetaminas entre los jóvenes -arrancados de su propio futuro- es una maquina de dinero, siempre y cuando el Cartel de Sinaloa logre el desembarco definitivo. Entonces, será cuestión de sangre y fuego imponerse al resto de competidores.

Hay otro frente abierto. El narcotráfico se expande lavando sus caudales, y justamente en el destartalado mercado inmobiliario español existe la urgencia de liquidar las casas expropiadas y aquellas que se quedaron sin estrenar, ciudades de ladrillo a precio de saldo. De nuevo la tentación especuladora de vender sin mirar a quién. ¿Se habrá aprendido la dramática lección de las hipotecas basura? ¿Se interesarán, esta vez, los bancos en constatar los avales de sus clientes? ¿O se privatizaran las ganancias socializando los riesgos?

Es de esperar que el Gobierno sepa que las tres mafias más poderosas del mundo tienen su matriz en Rusia, China y México. De ahí que la propuesta de conceder permisos de residencia a compradores rusos y chinos de inmuebles por un coste superior a los 160.000 euros, sea cuando menos una opción irreflexiva.

Los llamados Immigrant Investor Programs existen en la mayoría de países desarrollados. De hecho, el EB5 Investor Program, establecido en Estados Unidos desde 1990 por el gobierno de George Bush padre, surgió en medio de una crisis económica. El objetivo de estos programas es atraer capital extranjero a cambio de la ciudadanía o de permisos de residencia prolongados. Sin embargo, en la propuesta del gobierno de Mariano Rajoy sorprenden que, primero, quieran actuar como agentes inmobiliarios de la banca, cuyo comportamiento está detrás de la tragedia que estrangula a miles de familias; segundo, que se limite a rusos y chinos, que llevan años comprando propiedades sin que los motive un incentivo parecido; y, tercero, que el monto sugerido sea ínfimo respecto a su capacidad adquisitiva. Los desahuciados pagaron el doble, el triple, por los metros cuadrados de una ratonera, y a cambio sólo obtuvieron pobreza y la desprotección del Estado. Agreguemos que los traficantes de droga prefieren la playa, no porque les guste el sol: siempre será más rentable ubicar capos y lugartenientes a orillas del mar.

Hay que tener en mente las instigaciones de Donald Trump: “España está enferma, es momento de aprovecharse”. Mucho cuidado, porque el narco tiene esa sonrisa de magnate, viste los mismos trajes italianos y hasta exhibe antecedentes penales pulcrísimos. Por supuesto, lleva en el bolsillo la propina de 160.000 euros. Su huella está en el aire y discurre por las desagües.

 

 

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