Newsbreak.com.ph 

  • Edición especial poselecciones,
    16 de julio, 2007,
    Manila (Filipinas)

 

Las elecciones a mitad de legislatura, celebradas en Filipinas en mayo pasado, han sido analizadas con lupa por los medios de comunicación. Tras los comicios de 2004, la presidenta, Gloria Macapagal Arroyo, fue acusada de amañar los resultados. Esta vez, ha sido su partido el que se ha enfrentado a acusaciones parecidas, sobre todo en Maguindanao, una provincia pobre del sur del país gobernada por una aliada de la presidenta. La formación de Arroyo declaró que sus candidatos habían obtenido una victoria aplastante en esta provincia, que contaba con 12 escaños abiertos, debido a que, sorprendentemente, la mayoría de los opositores no había recibido ningún voto. Ante una afirmación tan absurda, la oposición consideró que el partido gobernante había jugado sucio y solicitó una investigación.

Escandalomanila

Problemas en el paraíso: la presidenta Gloria Arroyo y su marido, Mike, no se libran del escándalo.

La prensa filipina buceó en la historia. Entre los medios que cubrían el escándalo desde Maguindanao estaba la revista digital Newsbreak. La publicación describía cómo el alcalde había perdido de forma misteriosa las actas electorales. La Comisión Electoral filipina nombró un grupo de trabajo que descubrió duplicados de las listas de votantes. Pero prohibió el análisis de las copias a los abogados de la oposición y declaró válidos los resultados iniciales. Aun así, nadie dudaba de la existencia de un doble juego. Newsbreak visitó una provincia vecina, cuyas fuentes desvelaban cómo los políticos municipales de todos los partidos solían sobornar a los electores, además de rellenar las urnas.

Controlar al Gobierno es un motivo de orgullo para la combativa prensa del archipiélago, que tuvo un papel importante en la transición hacia la democracia. Cuando Ferdinand Marcos instauró la ley marcial en 1972, ordenó cerrar todos los canales de televisión y los periódicos. Al final permitió que algunos volvieran a abrir, con la condición de que se sometieran a un estricto control. No dudó en mandar a algunos periodistas –en esa época, sobre todo hombres– a la cárcel si desaprobaba lo que habían escrito. Una generación de mujeres periodistas sustituyó a los compañeros que estaban en prisión. Mientras el poder del dictador se debilitaba, el colectivo de redactoras cada vez era más fuerte, y cuando Marcos fue derrocado por la revolución de 1986, la ya sólida comunidad periodística estaba preparada para sacar provecho de sus descubiertas libertades.

Como era de esperar, la corrupción política no ha desaparecido. De hecho, debido a un escándalo de ese tipo, el predecesor de Arroyo, Joseph Estrada, renunció a su cargo. Así fue como nació, en parte, Newsbreak, para mostrar los peligros a los que se exponía la recién estrenada democracia. Lanzada como una revista semanal en inglés en 2001, justo el año en el que Arroyo juró la presidencia, su primer número celebraba el fin de la era de Estrada y anunciaba el triunfo de la segunda revolución. Pronto se diluyó el optimismo. Parecía que la corrupción se encontraba escondida bajo los escaños de la presidencia filipina, fuera quien fuera su titular. En los años siguientes, Newsbreak se labró una buena reputación gracias a su tenaz cobertura informativa basada en la investigación y en los ataques a la mala conducta de la santísima trinidad del país asiático: la política, el Ejército y la Iglesia católica.

Parece que las acciones de Arroyo terminaron por ser igual de poco fiables que las de sus predecesores. Fue impugnada dos veces debido al escándalo de las elecciones de 2004. Entre algunas de sus decisiones dudosas está la imposición del estado de emergencia en 2006, cuando se descubrió un supuesto plan de golpe de Estado. La presidenta se acogió a sus poderes, autorizando detenciones ilegales y, por primera vez desde el régimen de Marcos, ordenó que se cerrara un periódico crítico. Pero publicaciones como Newsbreak siguieron informando sobre la debilidad de Arroyo. “Es importante mostrar que ella es muy vulnerable a las influencias de los políticos porque practica el enchufe”, dice Marites Vitug, editora de esta publicación.

Parece que el odio hacia la prensa corre por las venas de la familia de Arroyo. En 2003, Newsbreak publicó un reportaje en el que se afirmaba que la presidenta y su marido, José Miguel Mike Arroyo, poseían inmuebles sin declarar en San Francisco (EE UU). Meses después, éste interpuso una demanda por difamación contra la revista. Fue una de las 11 que ha interpuesto contra la friolera de 46 periodistas en los últimos seis años. El marido de Arroyo no ha sido el único en devolver el golpe a los editores de Newsbreak. Hace dos años, la revista denunció que Luis Chavit Singson, gobernador de una provincia costera del norte, mantenía una estrecha relación con la jefa del Estado, hecho que le reportaba grandes beneficios. ‘El segundo caballero’ tituló en portada. Singson interpuso una demanda por difamación contra la publicación. Puesto que la ley filipina contempla la difamación como un delito, las autoridades arrestaron en marzo pasado a Gemma Bagayuna, editora on line, y la encarcelaron, aunque la liberaron bajo fianza a las 24 horas.

La demanda sigue pendiente de sentencia, pero Newsbreak ha sufrido un golpe económico a causa del carácter agresivo de su cobertura informativa. Ha recortado la plantilla de 11 editores y periodistas a siete trabajadores en total. Vitug dice que las empresas anunciantes, sobre todo aquellas controladas por el Gobierno, ya no quieren colaborar con la revista. La caída de publicidad, unida a la escasez de ventas, obligó a Newsbreak a cerrar su edición impresa en febrero y a limitarse a la Red.

Estos hechos muestran cómo Filipinas –dos décadas después del final de la dictadura– sigue siendo una democracia débil, en la que se lucha por la existencia de un periodismo independiente. “Hay mucha información que tiene que salir a la luz”, dice Luis Teodoro, subdirector del Centro para la Libertad y la Responsabilidad de los Medios de Comunicación de Manila. “En un país como el nuestro se tiende a mantener muchas cosas en secreto. Y la mayoría de las veces, suelen ser cuestiones de interés público”. El hecho de que los reportajes sobre la corrupción casi le cuesten a Newsbreak su existencia muestra lo que aún le queda a Filipinas por conseguir.