Quizá sea una misión quijotesca, pero la expedición naval europea contra los piratas somalíes podría constituir un primer paso crucial de la UE para convertirse en una potencia militar independiente.

Del mismo modo que los piratas berberiscos maniataron a las monarquías europeas a principios del siglo XIX, ahora sus sucesores somalíes están resultando difíciles de derrotar. Es un problema espinoso, y puede que una enigmática iniciativa de los países europeos no logre meterlos en cintura. Sin embargo, quizá haga que Europa dé un paso para convertirse en una auténtica potencia militar.

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La UE ha lanzado recientemente la Operación Atalanta, concebida para proteger el tráfico marítimo en el Golfo de Adén de la piratería. Un total de seis buques de guerra de diferentes países europeos, junto con numerosos aviones de patrulla, participarán en la misión. Nadie sabe si este despliegue logrará detenerlos, pero lo que ya ha conseguido es preocupar a los euroescépticos. Atalanta constituye el último episodio en el enfrentamiento sobre si dotar o no a la UE de fuerzas militares propias y, de momento, parece que van ganando los franceses.

El aparato militar de la UE se reduce a la Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD). Históricamente, este ámbito siempre ha constituido el nexo más débil en la estructura de la Unión, pero en los últimos años el alcance de la PESD se ha ampliado de manera notable. En estos momentos, la UE participa en 14 misiones en el extranjero, incluyendo el despliegue de 3.000 soldados en Chad, y otros más reducidos en Europa, Asia y África. Bruselas también ha creado 15 “unidades de combate”, la mayoría multinacionales e integradas por 1.5000 soldados cada una.

A grandes rasgos, Francia siempre ha intentado que la Unión desempeñe un papel militar más activo, mientras los ingleses han intentado que la cooperación en este ámbito dentro de la UE fuese limitada. París considera una fuerza militar europea independiente como una alternativa a la OTAN, es decir, un contrapeso al poder de influencia de EE UU. Londres valora mucho sus relaciones con Washington, así que prefiere la Alianza Atlántica. En este debate no sólo está en juego el equilibrio político de poder dentro de Europa, sino la naturaleza de su aportación al orden mundial.

Quizás no por casualidad, Francia ha asumido el liderazgo de la lucha contra la piratería. En Abril, comandos galos con base en el portahelicópteros Jeanne d’Arc capturaron a varios piratas somalíes tras el pago de un rescate. En octubre arrestaron a más de estos criminales, que luego entregaron a las autoridades de Puntlandia.

No hay duda de que Francia ve la lucha contra la piratería como la ocasión ideal para que la UE aplique la fuerza militar. Hablando claro, a nadie le gustan estos delincuentes, y a nadie –sutilezas legales aparte– le importa demasiado que se les ataque. Los piratas son un clásico “enemigo de la humanidad”, así que no se plantean muchos de los dilemas asociados con las misiones de paz (quiénes son los malos, estamos causando más daño que beneficio, etc.). Todo el mundo sale ganando si se combate la piratería. Y, aunque tengan armas para defenderse, no representan un desafío real para un barco de guerra moderno, lo que significa que las fuerzas europeas no sufrirán bajas. Si la UE es capaz de realizar estas operaciones con éxito, su prestigio militar crecerá tanto dentro como fuera del Continente.

Así que algunos euroescépticos están preocupados. En el número de diciembre de la revista naval británica Warships: International Fleet Review, el eurodiputado y portavoz de defensa Geoffrey Van Orden criticó la decisión de desplegar buques de guerra bajo bandera europea, alegando que “se nutrirá de los mismos navíos que en estos momentos ya están participando en operaciones en la zona, no aportará nada nuevo, y provocará complicaciones, confusiones y duplicaciones innecesarias –todo con el fin de que la UE pueda poner su bandera a otra operación militar y hacer más creíble su historia de la política europea de defensa”. A continuación Van Orden se lamentaba de que la marina francesa haya crecido hasta superar a la británica, y que ésta ya no tenga suficiente poder para limpiar de piratas los mares ella sola.

Quizá como respuesta a las preocupaciones de los ingleses, la Operación Atalanta estará comandada por un vicealmirante de la Marina Real británica, Philip Jones. El ministro de defensa francés, Hervé Morin, relacionó explícitamente el nombramiento de un comandante con lograr que el Reino Unido coopere en la defensa europea, cuando el 10 de noviembre dijo que “Gran Bretaña es una gran potencia marítima. Es un símbolo bonito que esta operación sea comandada por un oficial británico y tenga su cuartel general en el Reino Unido. Es un buen indicador de la evolución de la defensa europea, y de su madurez, diría yo”.

Tanto Van Orden como Morin tienen su parte de razón. No está claro qué efectos tendrá el despliegue europeo sobre el problema de la piratería en la zona del Cuerno de África. Aunque el contingente de la UE incremente notablemente el número de buques disponibles para combatirla, puede que los medios no sean suficientes. Tener más barcos ayuda, pero normas más estrictas para participar limitan la capacidad de los navíos para responder a los ataques y para capturar a los piratas que hayan logrado apresar un barco. Además, en ausencia de la UE, la OTAN podría haber extendido y ampliado su misión en Somalia, o los países europeos haber redoblado esfuerzos.

No obstante, el despliegue refuerza la idea de que la Unión Europea está interesada en desempeñar un papel serio en la seguridad regional. Al contrario a lo que sostienen los euroescépticos, esto puede ser bueno. Aunque la campaña de la UE contra los piratas pueda en último término fracasar, la Operación Atalanta ayuda a que la Unión adopte la sana costumbre de contribuir al orden internacional fuera de la estructura de la OTAN. No se trata sólo de sustituir unas siglas por otras: tanto para los ciudadanos europeos como para la opinión pública internacional, la UE tiene un perfil mucho menos amenazador que una OTAN dirigida por EE UU, y ello aumenta sus posibilidades de éxito.

La lucha por la libertad en la mar también tiene implicaciones simbólicas en el mantenimiento del orden mundial. Las grandes potencias, desde Roma al Imperio Británico, tomaron medidas contra la piratería; continuando esta lucha, la EU reivindica su papel como miembro consecuente de la comunidad internacional.