Puede que Estados Unidos en realidad no esté en declive, pero aquellos que lo predicen están en ascenso.

 

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AFP/Getty Images

Hay un sencillo secreto en tres pasos para lograr el éxito como experto en política: identificar una tendencia que ya se está produciendo, predecir que continuará y después, cuando la tendencia avance, proclamar el éxito. Por supuesto, usted tendrá que asegurarse de que identifica una tendencia real, no un cambio cíclico tras el cual las cosas volverán a su estado habitual. Si comete ese error, acabará con un huevo en la cara y teniendo que confiar en que la gente lo olvide. Así ocurre con los decadentistas, uno de los mayores recursos renovables de Estados Unidos.

Las recesiones son cíclicas. Algunas son más profundas y duran más que otras, pero al final el ciclo da la vuelta. Una lógica elemental, no obstante, no evitó que muchos proclamaran que la Gran Recesión era una evidencia del declive de Estados Unidos. Por ejemplo, en 2008, el presidente ruso Dmitri Medvedev dijo que la crisis mostraba que el liderazgo global de Estados Unidos estaba acabando, proclamando que "los tiempos en los que una economía y un país dominaban se habían ido para no volver". El ministro de Finanzas alemán hizo una declaración similar, al igual que muchos líderes chinos. Un historiador de la Universidad de Harvard incluso escribió en 2010 que Estados Unidos era como Grecia y el dólar estaba en riesgo de un colapso inminente. Escritores de derecha y de izquierda han inundado los cajones de saldos de las librerías con tomos que predicen el triste hundimiento del poder estadounidense.

Como James Mann describe en su reciente libro, The Obamians, "En esos pocos países a los que la crisis económica no golpeó con tanta fuerza, como China y Alemania, existía una recién adquirida sensación de superioridad sobre el sistema económico estadounidense". Hoy, con el precario estado del euro y la ralentización de las tasas de crecimiento chinas en vísperas de una transición política, esa superioridad es menos clara. Más que hundirse, el dólar se ha fortalecido últimamente, reflejando la visión que posee el mercado de que, por muy disfuncional que pueda ser la política americana, Estados Unidos es todavía un relativo refugio. Mientras tanto, la arrogante política exterior de China ha empeorado sus relaciones con casi todos sus vecinos y reforzado la posición de Estados Unidos en la balanza de poder en Asia.

¿Por qué tantos expertos entienden tan mal todo esto? El declive es una metáfora equívoca que asume que hay un ciclo de vida orgánica para los países como el que existe para las personas. Sabemos poco sobre el ciclo vital de los Estados. Hicieron falta tres siglos para que el Imperio Romano de Occidente descendiera desde su apogeo a su colapso. Después de que los británicos perdieran sus colonias americanas en el siglo XVIII, el escritor Horace Walpole lamentó que Gran Bretaña se viera reducida a la insignificancia de Cerdeña. Se le pasó por alto el hecho de que la Revolución Industrial estuviera a punto de producir el más grande siglo de Gran Bretaña. En pocas palabras, no sabemos en qué punto de su supuesto ciclo vital se encuentra Estados Unidos.

Además, el término "declive" confunde dos procesos bastante diferentes: el declive absoluto y el relativo. El declive absoluto es lo que le pasó a la antigua Roma: una economía agraria con poca productividad finalmente sucumbió a las guerras intestinas y a las hordas de bárbaros más que a un imperio competidor. Aunque Estados Unidos tiene problemas muy reales, su economía es todavía altamente productiva. Estados Unidos sigue siendo el primer país del mundo en gasto total en investigación y desarrollo, el primero en las clasificaciones de universidades, el primero en premios Nobel, y el primero en índices de iniciativa empresarial. Según el Foro Económico Mundial, Estados Unidos es la séptima economía más competitiva del mundo, después de Suiza, Singapur, Finlandia, Suecia, Holanda y Alemania. China se sitúa en el puesto 29. Difícilmente se puede considerar esto una imagen del declive económico absoluto.

El declive relativo se refiere a la brecha que se abre entre el país líder y los demás. El acortamiento de esa distancia no significa necesariamente que los otros sobrepasarán al líder, y podría ser descrito con más precisión, como el periodista Fareed Zakaria lo llamó una vez, simplemente como " el ascenso de Occidente". Cuando de lo que hablamos es del futuro del poder estadounidense en relación a China, este dependerá en gran parte de las a menudo subestimadas incertidumbres del sistema político chino y de si cambiará o cómo lo hará. Dado el tamaño de la población de China y su impresionante tasa de crecimiento económico, casi con certeza sobrepasará a Estados Unidos en PIB total en una década. Pero el tamaño es solamente un indicador del poder económico; la composición de una economía es también importante, y eso se mide mejor con la renta per cápita. Bajo esa medida, China no igualará a Estados Unidos hasta dentro de décadas, si es que lo logra. Las proyecciones de la decadencia estadounidenses en relación a China ignoran también las perdurables ventajas militares y de "poder blando" de Estados Unidos, así como las desventajas geopolíticas de China. A medida que la India, Japón y otros países intenten equilibrar el poder chino, cada vez serán más receptivos a la presencia de Estados Unidos.

¿Está Estados Unidos en declive? La respuesta honesta es que nadie lo sabe. A mi edad, solo puedo apostar con casi total certeza que yo sí estoy en declive. Sobre si Estados Unidos ha alcanzado el apogeo de algún ciclo vital, no apostaré. Y a pesar de los errores estadounidenses que contribuyeron a la Gran Recesión, desde luego no usaría los eventos cíclicos de la última década para fijar las probabilidades de acierto.