He aquí algunas lecturas preliminares de la visita del presidente francés, François Hollande,  a La Habana el próximo 11 de mayo. ¿Qué significa? ¿Qué consecuencias tendrá?

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La anunciada visita del presidente francés, François Hollande, a Cuba constituye un hito histórico en las relaciones franco-cubanas y de Europa con la mayor de las Antillas. Se trata del primer viaje oficial de un Jefe de Estado europeo occidental a La Habana desde la visita del presidente español Felipe González en 1986 (sin contar las visitas de los presidentes de España y Portugal a Cuba en la Cumbre Iberoamericana de 1999) y ocurre en una coyuntura de reconfiguración de los vínculos europeos con la isla dentro de un triángulo estratégico que incluye a Estados Unidos.

Lo cierto es que esta opción ha sido considerada en otras ocasiones por la diplomacia gala, ya sea por razones de política doméstica, regional o internacional. El ejemplo más reciente fue el del presidente Nicolás Sarkozy quien influido por líderes mundiales como Hugo Chávez, Vladímir Putin e Inacio Da Silva, modificó su percepción sobre la isla, llegando a plantearse la posibilidad de una visita con la que pretendía apropiarse de un tema tradicional de la izquierda gala, fortalecer su liderazgo a nivel europeo, recomponer sus difíciles relaciones con los sectores gaullistas de su partido y contrarrestar las críticas por su supuesta docilidad ante Washington, en momentos en que los vínculos con su aliado estadounidense  no se encontraban en su mejor momento.

Hollande y el ministro de Esteriores galo, Laurent Fabius, provienen de un sector del Partido Socialista Francés (PSF) conocidos por propiciar una relación privilegiada de París con Estados Unidos. Ambos han abogado por una relación de afinidad con Washington, en la cual Francia se distancia de EE UU cuando es necesario, pero ayuda a la Casa Blanca a instrumentar cambios de política que la acercan a la posición francesa, en este caso la eliminación de las sanciones económicas contra Cuba, especialmente su dimensión extraterritorial. La decisión del líder galo también pudiera interpretarse en el marco de la complicada situación del PSF, dividido en torno a varios temas de la agenda nacional. La inclusión de Cuba en su gira latinoamericana, seguramente apacigua a sectores más a la izquierda de la agrupación política, que están en buena medida, entre sus más airados detractores.

El gesto de Hollande pudiera ser visto como expresión de solidaridad trasatlántica en un contexto en el que Obama precisa mostrar que en el complejo camino de la normalización de relaciones con Cuba, cuenta con el apoyo de aliados de gran relevancia en la política mundial. Francia actúa como líder europeo en el triángulo Unión Europea-Cuba-EE UU en un momento en que España se ve limitada para hacerlo por las desconfianzas que todavía subsisten en la relación de Madrid con Cuba y Washington.

A través de su activa diplomacia que incluye presencia cultural y educacional permanente a través de la Alianza Francesa en La Habana y Santiago de Cuba, Francia ha tomado el pulso de los cambios cubanos. La política de actualización económica y apertura al exterior está cambiando las prioridades cubanas de la revolución a la reforma y modernización. La embajada gala en Cuba ha tenido una postura mucho menos ideológica que la sección de intereses de EE UU y es de las mejor conectadas dentro de la sociedad cubana. Sabe que la posibilidad de que la isla se lance a hacer cambios de mayor calado depende de cuanto pueda mantenerse un ambiente político estable para la sucesión presidencial que se avecina entre 2016 y 2018.

El viaje puede ser  una estocada maestra en relación a la política interna gala dado el simbolismo de Cuba. La cordial y estable relación entre dos procesos políticos contemporáneos (V República francesa y Revolución cubana) tiene raíces históricas en la negativa del general Charles De Gaulle a endosar las sanciones de Washington contra el joven gobierno revolucionario. Los gaullistas, integrados en la coalición conservadora UMP, han sido tradicionalmente defensores de una relación propia con el país caribeño, desafiando la línea oficial de Washington. Con el viaje, Hollande protagoniza un hito que muy probablemente habría asumido un presidente conservador si una coyuntura como la actual se hubiese dado.

El Jefe de Estado francés se apresta a defender intereses nacionales en relación con la isla. Grandes grupos galos como Alstom, Accor y Bouygues tienen presencia en la Mayor de las Antillas. Tanto para las empresas ya implantadas como para las que exploran oportunidades en el mercado cubano, la visita del mandatario constituye una fuerte señal política a favor de sus intereses en una coyuntura en la que las apetencias empresariales estadounidenses sobre el mercado cubano han crecido. Paradójicamente, las leyes de EE UU permiten al presidente Obama dar licencias a empresas estadounidenses para operaciones económicas con Cuba por las cuales aplica sanciones a empresas europeas. En 2014 una corte estadounidense castigó al Banco Francés BNP Paribas a la multa record de 9.000 millones de dólares por operaciones con Cuba, que no violaban ley europea o francesa alguna. Hollande tiene la oportunidad ahora de notificar a Washington y asegurar a la comunidad gala de negocios que su estado respaldará sus intereses en la isla.

Para Cuba la visita es a la vez un reto y una oportunidad. En 1998, una visita muy prometedora del primer ministro canadiense Jean Chretien terminó mal por razones que muchos atribuyeron a un mal manejo, preparación y comunicación diplomática entre Ottawa y La Habana. Hollande y Fabius representan una Francia con importantes diferencias ideológicas y de sistema político con La Habana. Las diplomacias de los dos países deben hacer un esfuerzo para que los intereses comunes permitan manejar las disputas de valores dentro de un rango controlable. Francia, que no tiene la versión liberal estrecha de los derechos humanos que ha promovido EE UU, puede aprovechar para trasladar su visión y dialogar con el Gobierno cubano sobre aquellos temas en que percibe desviación de los estándares internacionales. A la vez París puede contribuir al avance de esos derechos, sobre todo los económicos, sociales y culturales, al favorecer el acceso cubano a los mercados, inversiones, la educación y la tecnología europeos.

El viaje de Hollande a La Habana evidencia, a la vez, que no son suficientes los sólidos y profundos lazos hispano-cubanos, ni el creciente interés de las grandes y medianas empresas germanas, ni la tradicional y privilegiada atención británica al Caribe para asumir el liderazgo europeo. Con este gesto, la diplomacia gala, se apresta a cortar el nudo  ideológico que ha limitado la eficiencia y flexibilidad de la política exterior y de seguridad común hacia Cuba, con implicaciones para la relación europea con América Latina (en la víspera de la II Cumbre CELAC-UE a celebrarse en Bruselas en junio). En lugar de esperar por un consenso europeo con los reticentes países ex comunistas del Este de Europa que han tenido una postura obstruccionista sobre Cuba, Francia traza un camino y actúa. Dada la mayoría europea crítica a favor de un relanzamiento de las relaciones europeo-cubanas, París ha decidido liderar para romper la inercia del statu quo.