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La prolongación del conflicto es también fruto de las posturas de los actores regionales e internacionales implicados.

Tras más de tres semanas de hostilidades el Gobierno Israelí y el movimiento islamista Hamás parecen incapaces siquiera de alcanzar un frágil acuerdo de tregua, en línea con el alto el fuego humanitario inmediato y sin condiciones que les reclamaba el Consejo de Seguridad de la ONU. El máximo órgano de decisión de Naciones Unidas, en una declaración acordada por unanimidad de todos sus miembros, ha llamado además a las partes a trabajar para lograr un acuerdo de paz que detenga la violencia de forma duradera basado en la propuesta planteada por Egipto.

Sin embargo, la propuesta de tregua egipcia no parece contar el beneplácito de todos los actores implicados, comenzando por Hamás, que piensa que el nuevo presidente Abdel Fatah el Sisi se ha alineado con Israel y quiere acabar con el movimiento islamista radical, de la misma forma que ha hecho en su país con los Hermanos Musulmanes. Desde el primer momento, los dirigentes de Hamás han interpretado el documento egipcio como un non-starter, al imponer unas condiciones que beneficiaban más los intereses israelíes que los gazatíes. Sin embargo, la propuesta contaba con la aquiescencia de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y de Jordania.

De la misma forma, la contra-propuesta de tregua presentada por Catar y Turquía ha sido rechazada por el Gobierno israelí, desde cuyo punto de vista ambos Estados apoyan descaradamente a Hamás. La contraposición de propuestas e iniciativas diplomáticas –como la reciente cumbre de París, en la que choca que Egipto y la ANP, sin duda interlocutores principales para encontrar una solución al problema, estuvieran ausentes– muestra cómo la prolongación de las hostilidades no es sólo fruto de factores endógenos al conflicto, sino también de la actuación de los diferentes actores regionales e internacionales.

 

Naciones Unidas

Además de la mencionada resolución del Consejo de Seguridad, su Secretario General Ban Ki-Moon visitó la zona en cuanto comenzó el componente terrestre de la operación militar y, tal como era previsible, se multiplicó exponencialmente el número de víctimas civiles. A diferencia de noviembre de 2012 en que también hizo un viaje relámpago a la región, en esta ocasión su reacción ha sido más lenta pero más comprometida, probablemente porque tanto el número de víctimas como el promedio de civiles es muy superior al de operación Pilar Defensivo (mientras entonces fue aproximadamente del 50%, en esta ocasión se acerca al 80%, incluyendo un gran porcentaje de menores de edad).

La visita de Moon se ha visto complementada por la acción de su Coordinador Especial para Oriente Medio, Robert Serry, que ha actuado como mediador en el terreno para conseguir varios efímeros altos el fuego humanitarios, empleados por los servicios de emergencia y sanitarios para extraer cadáveres y evacuar heridos, además de para que la población civil pudiera hacer acopio de provisiones. No obstante, el margen de maniobra de Serry es limitado, una vez que el ministro de Asuntos Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, le considere persona non grata.

 

Liga Árabe

Como es tradicional en la organización panárabe con sede en El Cairo, el comienzo de las hostilidades vino acompañado de las correspondientes cumbres de urgencia y declaraciones rimbombantes, pero poco operativas y, sobre todo, carentes del desembolso de los fondos de emergencia. Si ya de por sí la Liga Árabe ha estado siempre dividida a nivel interno, el estallido de las diferentes primaveras árabes desde principios de 2011 ha hecho que lo esté aún más, lo que la condena a la irrelevancia a la hora de gestionar crisis como ésta. El único que se salva es su Secretario General, Nabil el Arabi, quien al menos ha articulado un discurso de compromiso y ha llamado denodadamente a las partes a bajar las armas para negociar una nueva tregua basada en los compromisos adoptados el 21 de noviembre de 2012.

 

Estados Unidos

Al igual que hiciera su predecesora Hilary Clinton en 2012, el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, ha intentado mediar entre las partes para alcanzar un alto el fuego temporal –según el documento confidencial filtrado a varios de comunicación internacionales de una semana de duración– para poner en marcha una mesa de negociaciones a varias bandas en la que se consensuara una tregua duradera y sostenible. Ahora bien, a pesar de que Kerry pasase previamente por El Cairo antes de visitar Jerusalén y Ramala, y de asistir a la cumbre de París, el hecho de que su propuesta fuera más similar a la elevada por Turquía y Catar que a la patrocinada por Egipto y la ANP, provocó una situación de bloqueo.

Las duras críticas –algunas de índole personal– pronunciadas contra Kerry por varios miembros del Ejecutivo israelí han llevado a intervenir al presidente Barack Obama, que le transmitió al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, el “imperativo estratégico” de establecer un alto el fuego humanitario inmediato e incondicional. Siendo el actor internacional con la mayor capacidad de influencia sobre las partes, EE UU se encuentran con el problema de que al mantener a Hamás en su lista de organizaciones terroristas, no pueden negociar directamente con el movimiento islamista, por lo que necesitan de terceros países. Según un comunicado de la Casa Blanca, Obama le aseguró a Netanyahu que cualquier solución sostenible debe garantizar el total desarme de las milicias, aspecto que no aparecía en el documento de Kerry, por lo que había enfurecido a los israelíes.

 

Unión Europea

Precisamente la Unión Europea es el actor que más ha insistido en la necesidad de desmilitarizar la Franja de Gaza y de neutralizar toda la cadena de lanzamiento de los cohetes –importación clandestina de material explosivo, desarrollo y fabricación, instalación subterránea o en plataformas móviles– de la misma forma que en Siria se acordó el desmantelamiento de los arsenales de armas químicas. Para ello habría que diseñar todo un procedimiento de desarme que contemplara un mecanismo de verificación internacional, que probablemente la propia Unión no estaría dispuesta a asumir dados los grandes riesgos que comporta.

No obstante, la UE –más que la ONU, la OTAN o la OSCE– es el actor internacional con mayor experiencia acumulada sobre el terreno, al tener en marcha en la zona dos misiones de Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD), ambas de carácter policial. La primera de ellas, EUBAM Rafah, destinada a la monitorización del paso fronterizo con Egipto desde noviembre de 2005, que aunque sigue existiendo formalmente dejó de funcionar en junio de 2007. Y la segunda, EUPOL COPPS, diseñada para la Reforma del Sector Seguridad (RSS) y del Sector Justicia (RSJ) en toda Palestina, pero circunscrita desde la misma fecha sólo a Cisjordania. En este caso la UE tendría que activar una misión PESD de naturaleza militar, capaz tanto de supervisar el control no solo del paso de Rafah sino de todo el Corredor de Filadelfia, como de articular un ambicioso proyecto de Desmovilización, Desarme y Reintegración (DDR) de las milicias palestinas.

 

Rusia

El presidente ruso, Vladímir Putin, que mantiene buenas relaciones con el jefe de la oficina política de Hamás en el exilio Jaled Meshal (al que ha recibido en Moscú en alguna ocasión), ha ofrecido sus servicios como intermediario, ante el aparente rechazo que el actual liderazgo egipcio provoca en Hamás. Esto, unido al hecho de Rusia mediara exitosamente en septiembre de 2013 para el decomiso y neutralización del programa de armas químicas en Siria, la hace una buena candidata. Ahora bien, la evolución de los acontecimientos en la vecina Ucrania a partir del derribo del avión MH17 y las sanciones comerciales y financieras aplicadas por la UE y EE UU hace que Putin tenga en estos momentos otras prioridades en su agenda.

 

Egipto

Este país árabe siempre ha sido el mediador tradicional entre Israel y los palestinos, sobre todo durante los casi treinta años de presidencia de Hosni Mubarak, que durante la segunda Intifada envió en numerosas ocasiones a su entonces director de los servicios de inteligencia, Omar Suleimán, para gestionar las crisis y lograr acuerdos entre ambos rivales. Igualmente, durante la efímera presidencia del islamista Mohamed Morsi, Egipto se convirtió en el actor fundamental para lograr un acuerdo de tregua tras la operación Pilar Defensivo en noviembre de 2012. Las visitas a El Cairo del Secretario General de la ONU y de la entonces Secretaria de Estado de EE UU Hillary Clinton así lo atestiguaron.

Ahora bien, de la misma forma que Morsi estaba visto como defensor de la causa de Hamás, el actual presidente Abdel Fatah el Sisi lo está como abogado de los intereses de Israel. Así, El Cairo –tanto por la condición de potencia regional de Egipto, como por ser sede de la Liga Árabe– constituye un elemento crucial para conseguir una nueva tregua. También porque resulta imprescindible a la hora de cumplir la principal demanda de Hamás: el levantamiento del bloqueo comercial. Su participación es imprescindible para lograr un nuevo Acuerdo de Movimiento y Acceso (AMA) que supere al de noviembre de 2005 que permitió la apertura del paso fronterizo de Rafah bajo control palestino. En este caso Rafah –que los egipcios han mantenido cerrado durante el conflicto, abriéndolo sólo para casos humanitarios flagrantes– debería abrirse no sólo para el paso de personas sino también para mercancías.

 

Jordania

El Reino hachemita ha optado por mantener un perfil bajo durante la crisis. En parte porque se trata de la Franja de Gaza que no de Cisjordania, lo que hace que bascule territorialmente hacia Egipto. Y también porque con el Estado Islámico amenazando con infiltrarse en Jordania a través de sus porosas fronteras, su atención política está concentrada en Siria e Irak, desde donde además ha recibido una importante oleada de demandantes de asilo y refugio. Además, aunque el rey Abdalá II tolere las actividades de los Hermanos Musulmanes en su país, tradicionalmente se le percibe más en sintonía con los intereses de Israel que con los palestinos.

 

Turquía

El todavía Primer Ministro y candidato presidencial, Reccep Tayib Erdogan, está visto como el principal patrón político de Hamás, lo que le hubiera conferido un gran margen de maniobra para mediar, sino hubiera sido porque el contencioso por la llamada “Flotilla de la Libertad” acaecido en mayo de 2010 le enemistó enconadamente con su homólogo israelí, Benjamín Netanyahu. A pesar de sus tradicionales buenas relaciones con Israel en el ámbito militar y comercial, desde que gobierna el AKP las relaciones políticas y diplomáticas se encuentran bloqueadas.

Tan malas son las relaciones bilaterales en estos momentos que durante esta crisis el ministerio de Asuntos Exteriores israelí ha evacuado al personal no esencial de su Embajada en Ankara y advertido a sus nacionales que cancelen sus reservas en Turquía, destino tradicional del turismo israelí. Así las cosas, Erdogan queda descartado como mediador, aunque podría jugar un papel constructivo a la hora de influir en Hamás para poner fin a las hostilidades y sentarse en la mesa de negociaciones.

 

Golfo Pérsico

Así como Turquía en lo político, Catar se ha convertido en el principal patrón financiero de Hamás. Por ello, también queda inhabilitado como mediador (aunque fue el primer país del Golfo Pérsico en el que Israel abrió una oficina de intereses económicos), pero pasa a formar parte de los actores imprescindibles para confeccionar una mesa de negociaciones multilateral que logre consensuar un acuerdo de tregua que sea duradero y sostenible en el tiempo.

A diferencia de Catar –que apoyó también a los Hermanos Musulmanes en Egipto– Arabia Saudí y Kuwait han optado por ponerse del lado del presidente el Sisi –al cual ayudaron a subir al poder después de contribuir a subvertir la legitimidad de Morsi restringiéndole el suministro de hidrocarburos baratos– por lo que están alineados del lado de Egipto y apoyarán cualquier propuesta que venga de El Cairo y beneficie a la ANP.

Por su parte, los Emiratos Árabes Unidos presentan una cierta esquizofrenia estratégica, alineándose con Egipto en lo político, pero manteniendo la financiación de proyectos de reconstrucción material e institucional en la Franja de Gaza, que después de esta guerra necesitará de ingentes recursos financieros para volver a poner en pie las infraestructuras y las miles y miles de viviendas familiares que han sido total o parcialmente destruidas por la durísima acción destructiva del Ejército israelí.