Varios descendientes de los mandatarios de Oriente Medio han sido educados para heredar el poder de sus familias. ¿Pero están de verdad tan comprometidos con las reformas como parece?

¿Y si Gaddafi proclamara que el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, tiene razón? Oriente Medio necesita más democracia. Y que Libia debería trabajar con Europa y América para promover los derechos humanos. O ¿qué pasaría si Mubarak apostara por medidas enérgicas contra los disidentes egipcios ante Bush, Dick Cheney, Condoleezza Rice y Stephen Hadley? Gaddafi y Mubarak ya lo han hecho —es decir, Seif al Islam Gaddafi y Gamal Mubarak, los hijos preparados para seguir los pasos de sus padres.

Gaddafi, Mubarak —y Assad, Mohamed y Abdalá— son nombres que no van a desaparecer de los titulares durante, por lo menos, otros 20 o 30 años; seguirán ahí incluso cuando los hombres con los que los asociamos hayan abandonado el poder. Los descendientes de los mandatarios que han sido marionetas de EE UU o bestias negras de la política exterior estadounidense están madurando —como nuevos líderes y aspirantes a serlo—. Y sus vidas pueden ser la prueba de fuego de la futura democracia árabe.

¿Quiénes son? Las caricaturas son de sobra conocidas: playboys de la alta sociedad con tendencia al gamberrismo y licenciados en Occidente. Pero, en realidad, no suelen ser tan excéntricos y divertidos como sus padres. Y lo que es más importante, parece que son más conscientes de los rápidos cambios que se están produciendo en el mundo. En realidad, más que la alineación poscolonial de este equipo de hombres fuertes árabes, lo que choca sobremanera en esa próxima generación es que ninguno de estos hijos quiere asumir el grado de poder —ni la responsabilidad que conlleva— que sus padres acumularon. Y por ello, irónicamente, si la democracia prende en Oriente Medio, podría ser gracias a la influencia de esos jóvenes vástagos, y no precisamente en contra de sus deseos. Estos presuntos herederos tienen ya algunos ejemplos de hombres relativamente jóvenes llamados a caminar sobre la delgada línea que separa la complacencia con las expectativas familiares y las exigencias de democracia. Tanto el rey Mohamed VI de Marruecos como el de Jordania, Abdalá II, llevan en sus tronos menos de una década, y hay signos de que mantendrán las tradiciones que apuntalan la estabilidad mientras conducen a sus sociedades a la modernidad. Mohamed se ve más como un gestor que como un árbitro o autoridad suprema. Y no se puede negar que Abdalá está buscando la liberalización social, económica y política —aunque lo haga de arriba abajo. En palabras de un empresario jordano, el monarca "incluso está dispuesto a invertir en su propia oposición".

Es posible que el régimen libio no llegue tan lejos, pero el hijo mayor del coronel Muammar el Gaddafi ha intentado mejorar la imagen de su país (y de su familia) en el extranjero. Aunque el detritus de sus rituales hedonistas se reparte desde las playas de la isla caribeña de San Bartolomé a Bodrum (Turquía), Seif al Islam Gaddafi no ha sido nunca sólo el heredero de una dictadura rebosante de petróleo. Ahora tiene 34 años, pero ya aprendió el precio del poder heredado. Cuando se aventuraba a ir a colegios en el extranjero, se enfrentaba con el desprecio que allí se tenía a su padre.

¿La esperanza libia?: Seif Gaddafi debe elegir entre la política y la diversión.
¿La esperanza libia?: Seif Gaddafi debe elegir entre la política y la diversión.

Como informal consejero, pragmático y de confianza, de su padre, que ya tiene 63 años, Seif ha jugado a que Libia abandonara su programa nuclear y abonara 2.700 millones de dólares (unos 2.000 millones de euros) en indemnizaciones a las víctimas del atentado contra el avión de la Pan Am sobre la localidad de Lockerbie, en Escocia. Por ello, Seif es, tal vez, algo parecido a un ministro de Asuntos Exteriores ambulante. Con sus cosmopolitas viajes y sus doctorados de la London School of Economics, Seif ha pisado demasiados callos en Trípoli como para alcanzar un aura similar a la de su padre. Aun así, con la población concentrada y pequeña que tiene Libia y su ingente potencial turístico y energético, no es inimaginable que el hijo pueda conseguir en unos tres años lo que su progenitor no consiguió llevar a cabo en más de tres décadas.

Fin de una dinastía: Gamal puede ser el último Mubarak.
Fin de una dinastía: Gamal puede ser el último Mubarak.

Libia es un pequeño país en la periferia del mundo árabe. Egipto, por el contrario, se ha considerado siempre el líder de las naciones árabes, desde sus pretensiones panárabes a su dominio de la televisión y el cine de la región. En la sucesión egipcia, por ello, está en juego la noción misma de la democracia árabe. Incluso si el achacoso Hosni Mubarak vive hasta las próximas elecciones presidenciales en 2011, dos cosas están claras: no se presentará a los comicios, y hasta ese momento, hará todo lo que pueda para asegurarse de que su hijo Gamal, de 42 años, le suceda.

Aunque se ha mantenido alejado de la política durante la mayor parte de su vida, Gamal se ha situado rápida pero sutilmente en la primera fila del establishment político. Desde que fue nombrado vicesecretario general del Partido Democrático Nacional (PDN) a principios de año, el que fuera banquero en Londres se ha convertido en un competente árbitro entre las facciones políticas enfrentadas en el Parlamento egipcio y los tecnócratas. Además de presionar a favor del nombramiento de unos cuantos ministros jóvenes y reformistas y de ayudar a desregular la economía, Gamal puede presumir de haberse deshecho de la sombra de dictador clásico de su padre. Pero haga lo que haga, su apellido despierta gruñidos en muchos egipcios con conciencia política.

Hasta ahora, la retórica que emplea Gamal ha sonado más zalamera que edificante, pero ha ganado algunos puntos. En una interesante entrevista con la revista del establishment Rose Al Youssef, declaró para sorpresa de todos que el PDN ya no era "el partido del Gobierno", sino que tendría que obtener una mayoría o formar una coalición para permanecer en el poder. En efecto, Gamal es en parte responsable del hecho de que, por primera vez en décadas, nadie puede afirmar confidencialmente quién va a ser el próximo presidente. Como cada vez las elecciones son más competitivas, el heredero egipcio tendrá que recuperar la credibilidad del apellido de los Mubarak. Si se presenta a los comicios presidenciales, me dijo un funcionario, "tendrá que ganárselo".

Que la sucesión hereditaria sea casi puesta en entredicho en varios de los regímenes más atrincherados de Oriente Medio es un pequeño triunfo para los reformistas de la región. Sin embargo, los hombres que continúen esas dinastías se sustentan más en las realidades de la política y la economía internacionales que en fantásticos cultos a la personalidad. Todos tiene en bandeja su primer contacto con el liderazgo político, pero no tienen garantizado el segundo.

Parag Khanna es investigador en la New America Foundation de Washington (EE UU) y autor de The Second World, que será publicado en 2007 por Random House (Nueva York).