Sea ante una crisis alimentaria o ante un huracán devastador, las naciones más débiles son las más vulnerables cuando llegan épocas críticas. FP y el Fondo por la Paz clasifican los países en los que la quiebra del Estado puede ser otro desastre más en el que están a punto de caer.

 

Cuando en mayo las tropas abrieron fuego en las calles de Mogadiscio, la escena resultó trágicamente familiar en una Somalia desgarrada por el conflicto. Salvo que, ese día, los soldados no luchaban contra milicias islamistas ni contra señores de la guerra. Se enfrentaban a decenas de miles de personas que se manifestaban contra la subida de los precios de los alimentos. Con los gigantescos problemas que ya sufre el país, una crisis alimentaria resulta especialmente cruel. Sin embargo, es un obstáculo que docenas de Estados débiles afrontan este año, con una escalada de los precios que está poniendo en peligro los esfuerzos para disminuir la pobreza y fomentar el desarrollo. Los disturbios de Mogadiscio son una repetición de las protestas en casi todos los continentes. Decenas de miles de mexicanos se manifestaron a principios de 2007, cuando el precio de la harina de maíz aumentó un 400%. Miles de jubilados rusos salieron a la calle en noviembre para pedir la vuelta de los precios controlados de la leche y el pan. En Egipto, el Ejército recibió la orden de hornear más panes en las panaderías controladas por los militares después de que estallaran disturbios en todo el país. Kabul, Puerto Príncipe y Yakarta han sido escenarios de airadas manifestaciones por la subida de la cesta de la compra de los alimentos básicos.

Pero, aunque pocos podían prever el hambre y las dificultades que han seguido al alza de precios, los sucesos de 2007 revelaron que las conmociones inesperadas pueden desempeñar un papel decisivo en la estabilidad de un número cada vez mayor de Estados vulnerables. Especial importancia tuvo la implosión del mercado estadounidense de hipotecas de riesgo, que hizo estallar las burbujas inmobiliarias en todo el mundo, desaceleró el comercio e hizo que las divisas cayeran en picado. Las controvertidas elecciones en Kenia el pasado diciembre hicieron añicos cualquier sospecha de paz étnica en un país que muchos habían considerado un modelo dentro de África. Y, aunque Benazir Bhuto temía morir asesinada desde que volvió a Pakistán, su magnicidio se hizo sentir en una nación ya sacudida por los desafíos de los ambiciosos mulás, los terroristas suicidas y un Ejército todopoderoso.

La crisis alimentaria ha demostrado que estos problemas políticos y económicos no son exclusivos de los países más débiles. Pero éstos lo son precisamente porque no tienen la resistencia necesaria para hacer frente a sorpresas desagradables. Cuando una recesión mundial afecta a la base principal de las exportaciones, unas elecciones salen mal o un desastre natural arrasa pueblos enteros, las grietas se hacen más profundas.

Como es crucial vigilar de cerca a los Estados vulnerables –su progreso, deterioro y capacidad de hacer frente a los retos–, el Fondo por la Paz, una organización investigadora independiente, y FP presentan el cuarto Índice anual de Estados fallidos. Doce indicadores sociales, económicos, políticos y militares sirven para clasificar a 177 países por su grado de vulnerabilidad a los conflictos violentos internos y el deterioro de la sociedad. Se han examinado más de 30.000 fuentes públicas, recogidas entre mayo y diciembre de 2007, para las calificaciones, y en la lista aparecen enumeradas las 60 naciones más vulnerables.

Este año, Somalia es el Estado con más peligro de quiebra. En muchos sentidos ya ha fracasado, porque el impopular Gobierno de transición no controla las calles de Mogadiscio y mucho menos las del resto del país. La débil coalición de clérigos islámicos y líderes de la milicia que tomó la capital en 2006 fue rechazada a principios de 2007 con ayuda de tropas etíopes que, desde entonces, luchan contra los restos de la rebelión islamista. Estos combates son una pesadilla en materia de refugiados: el año pasado huyeron alrededor de 700.000 personas. El desorden de Somalia suele quedar eclipsado por la catástrofe humana de la región sudanesa de Darfur, una situación que destaca por su extraordinaria falta de avances.

En conjunto, el África subsahariana acoge a siete de los 10 Estados más vulnerables este año, y cuatro de ellos están entre los cinco primeros. La caída de Zimbabue en el Índice es reflejo de su inflación descontrolada, el 80% de paro y el hecho de que miles de personas huyen cada semana a Botsuana y Suráfrica.

El cénit del refuerzo militar de EE UU en Irak ha sido un factor clave en el análisis del país árabe. Y, aunque su puntuación ha aumentado ligeramente, las mejoras deseadas –las que reflejan cambios fundamentales a largo plazo– no se han producido. La desesperada situación de casi cuatro millones de personas desplazadas, el espantoso estado de los servicios públicos y las disputas entre las facciones sectarias no han mejorado. El ligero avance en seguridad y economía depende de factores débiles y a corto plazo, que podrían venirse abajo en cualquier momento. Del mismo modo, la economía de Bagdad ha mejorado sólo de forma moderada, en gran parte gracias a la subida de los precios del crudo. En resumen, los adelantos fueron de escasa importancia y con grandes posibilidades de sufrir un retroceso.

Como es natural, los que aparecen entre los 60 Estados más débiles no siempre están en la lista debido a desastres imprevistos. No hay más que ver a Israel, que ha ido bajando de puntuación cada año y que ahora aparece, por primera vez, entre ellos. Su incapacidad para integrar por completo a la minoría árabe, sus tremendas disparidades económicas y el sectarismo creciente de sus dirigentes políticos no han surgido de la noche a la mañana. Y, aunque en gran parte debe su clasificación a la situación en Cisjordania, no es posible separar las penalidades continuas en los territorios ocupados de la estabilidad del propio Israel. Es un ejemplo de que la suerte de los vecinos puede ser fundamental para Estados que, por lo demás, son estables. Y ése es un dato que no debería escandalizar a nadie.

 

Lo mejor y lo peor

Este año, algunos Estados han conseguido lo que parecía imposible y han mejorado de forma considerable. Otros fueron menos afortunados.

En 2007, varios países que son desde hace mucho los ejemplos más característicos de Estados  fallidos consiguieron algunas victorias inesperadas. Costa de Marfil, que se vino abajo en 2002 tras unas elecciones problemáticas que generaron una división entre el norte y el sur, experimentó un año de calma relativa gracias a un nuevo acuerdo de paz.  Liberia, el país que más mejoró en el Índice del año pasado, siguió avanzando gracias a nuevos esfuerzos contra la corrupción y al reasentamiento de casi 100.000 refugiados. Y Haití, considerado desde hace tiempo el caso perdido del hemisferio occidental, se alejó del borde del precipicio, con unas avances moderados en la seguridad de las violentas barriadas de la capital.

Estas tres naciones tienen algo en común: cuentan con fuerzas de paz de la ONU. Casi 15.000 soldados vigilan las frágiles mejoras de Liberia desde que en 2003 finalizara su guerra civil: han desarmado a antiguos combatientes, entrenan a nuevos policías y reparan carreteras, escuelas y hospitales. La misión de Naciones Unidas en Haití, con casi 9.000 miembros, ha avanzado notablemente en su lucha contra la violencia de las bandas, aunque, para la mayoría de los haitianos, la vida cotidiana sigue inmersa en la miseria. Y en Costa de Marfil, más de 9.000 cascos azules ayudan a evitar una nueva guerra y van a permanecer allí para supervisar la paz tras las elecciones de noviembre. Estas mejoras son importantes, aunque graduales, e indican que, aunque es frecuente que se diga que las misiones de paz de la ONU no sirven porque cuentan con poco dinero y poco personal, e incluso porque son corruptas, no hay que descartarlas. Con un mandato y unos recursos adecuados, pueden ser un factor crucial a la hora de impulsar un progreso lento pero firme en algunos de los Estados más débiles del mundo.

El país que más ha caído este año es Bangladesh, en parte por el aplazamiento de las elecciones, su Gobierno estancado y lleno de disputas internas y por la imposición del Estado de emergencia desde hace más de 18 meses. Estos reveses políticos han ido seguidos de unas dificultades económicas aún mayores tras el devastador ciclón que en noviembre inundó grandes franjas de tierra de cultivo y dejó a 1,5 millones de personas sin hogar. En el cercano Pakistán, también uno de los peores casos, Pervez Musharraf desencadenó oleadas de protestas violentas cuando destituyó al presidente del Tribunal Supremo y declaró la ley marcial. En un final de año trágico, el asesinato de la ex primera ministra Benazir Bhutto hizo que muchos se preguntaran por el futuro de este Estado frágil dotado de armas nucleares.

Lo irónico es que Bangladesh y Pakistán son los dos máximos contribuyentes del mundo a las fuerzas de paz de la ONU, que suelen desplegar  tropas precisamente en los países que más han avanzado este año. Pakistán constituye el mayor contigente nacional de Naciones Unidas que actúa en Liberia. En todo el mundo hay más de 9.000 cascos azules bangladesíes, un tercio de ellos en Costa de Marfil. Este dato sirve para recordar que, aunque ayudar a mantener la paz en el extranjero puede ser un proyecto nacional atractivo, mantenerla dentro de las propias fronteras puede ser más complicado.

 

 

La cámara gana

Los dictadores suelen preferir legisladores sin garra. Pero, cuando los parlamentos tienen verdadero poder, el resultado suele ser la estabilidad.

Todo autócrata sueña con tener un país rico en recursos, una opinión pública propensa al culto al ídolo y un parlamento consentidor. Sin embargo, con las legislaturas, los dictadores deben tener cuidado al pedir: los Estados más vulnerables del mundo son los que acogen los más débiles parlamentos, según el Índice de Poderes Parlamentarios, una clasificación de estas instituciones que se basa en factores como la facultad de declarar la guerra, encausar al Ejecutivo y establecer leyes a prueba de vetos. Los dirigentes más aficionados a la manipulación legislativa se limitan, muchas veces, a ampliar su mandato: el año pasado, el presidente de Kazajstán, Nursultan Nazarbáyev, convenció a su dócil Cámara baja para que le declarase presidente vitalicio. Otros, como la Junta Militar de Myanmar (antigua Birmania), prohíben por las buenas que ésta se reúna. Ahora bien, nuestros resultados deberían enviar un mensaje claro a los dictadores de todo el mundo: a veces, puede ser positivo que gane el Parlamento.

 

Naciones con inflación

Cuando los precios se disparan, los Estados débiles se encuentran con una avalancha de problemas.

El dinero ya no da para lo que daba antes con los precios del petróleo y de los alimentos disparados, y el dólar en descenso. Aunque casi todos los economistas están de acuerdo en que un poco de inflación es bueno para engrasar las ruedas del crecimiento económico, se ve fácilmente con qué rapidez los aumentos del coste de los bienes básicos pueden causar el caos. Los países con los mayores niveles de inflación son también los más débiles, según los datos del Índice de Libertad Económica de la Heritage Foundation. El caso más claro es quizá Zimbabue, donde el Fondo Monetario Internacional detectó hace poco una estratosférica inflación del 150.000%. A ese ritmo, el pan comprado por la mañana puede costar el doble por la tarde. Es evidente que ésa no es forma de alcanzar la estabilidad.

 

Petróleo por las nubes

La subida sin precedentes del precio del crudo no ha servido para mejorar la suerte de los Estados más vulnerables.

En 2007, los ingresos de ExxonMobil –404.000 millones de dólares (unos 25.941 millones de euros)– superaron el PIB de más de 160 países. El año pasado fue excepcional para las petroleras, ya que el precio del crudo casi se duplicó. Pero no fue el mejor momento para ser ciudadano de un país productor de petróleo. La suerte del mercado de oro negro no suele traducirse en consecuencias positivas para la sociedad. El año pasado se tambalearon varios de los grandes productores. A pesar de tener las segundas reservas del mundo, la economía de Irán creció de forma moderada, y gran parte de la riqueza se dedicó a financiar los enormes subsidios nacionales a la gasolina. Cuando el Gobierno recortó dichas ayudas y racionó el combustible el verano pasado, estallaron violentos disturbios en Teherán. En Chad, que no empezó a extraer petróleo hasta 2003, los rebeldes dieron un golpe que estuvo a punto de triunfar, y lo justificaron por su indignación ante el reparto de los beneficios del crudo que hacía el Gobierno. Y en Nigeria, el octavo productor del mundo, la violencia continúa asolando la agitada región de yacimientos del Delta, con atentados contra los oleoductos, que provocaron un descenso del 25% en la producción respecto a 2006.

Incluso por encima de los 100 dólares el barril, no es extraño que el petróleo siga siendo más un lastre que un motor en los Estados más vulnerables. Los beneficios van a parar al bolsillo de unos pocos o son desviados para comprar lealtades. La única diferencia es que esas carteras, hoy, están engordando más. Está claro que una estrategia para lograr la estabilidad y la prosperidad que se base en el crudo no es estrategia de ningún tipo.

 

 

Las cuerdas para asirse al poder

Los peores líderes del mundo no se limitan a aferrarse al poder mediante la fuerza bruta y la negación de los derechos fundamentales. También se mantienen en él gracias al dinero procedente de diversos tráficos legales e ilegales. He aquí unos cuantos ejemplos.

 

Than Shwe

Cuerdas a las que se aferra: gas natural, opio
Myanmar
Las enormes reservas de gas natural de la antigua Birmania, que representan casi un tercio de las exportaciones del país, compran la amistad de China, India y Tailandia. Los beneficios van a parar a los paranoicos jefes de la Junta y a los cargos militares que el pasado otoño reprimieron con brutalidad las manifestaciones. Y, aunque asegura que actúa contra el tráfico de opio, que provee el 80% de la heroína del sureste asiático, las treguas acordadas con los señores de la droga que trabajan en el famoso Triángulo de oro de la región sugieren que los líderes birmanos han vuelto la vista hacia otro lado a cambio de una participación en los beneficios.

 

 

Kim Jong Il
Cuerda a la que se aferra: dinero falso
Corea del Norte
Las actividades ilícitas son la piedra angular de la pobre economía norcoreana, y el tráfico de drogas, de marfil y la falsificación de cigarrillos suministran ahora los millones que antes ganaba el régimen con la venta de tecnología de misiles. Sin embargo, algunas autoridades estadounidenses creen que lo que de verdad mantiene a Kim Jong Il a flote es su secreta Oficina 39. Encargada de obtener el dinero necesario para financiar la vida de los altos cargos, se cree que está detrás de la falsificación de millones de superbilletes, los dólares falsos más sofisticados del mundo.

 

 

Omar Hassan al Bashir
Cuerda a la que se aferra: petróleo
Sudán
Presidir un genocidio suele ser motivo de condena internacional, o peor. No es así en el caso del presidente sudanés, Omar Hassan al Bashir, que se mantiene en el poder con ayuda de sus lucrativos contratos petroleros con China, Japón y Malaisia, entre otros. Gracias al crudo, el PIB se ha triplicado desde 2000 y la brutal destrucción de Darfur no ha impedido que varias compañías energéticas extranjeras se hayan establecido en Jartum. Un ex ministro de Hacienda ha dicho que el 70% de los beneficios del crudo que obtiene el Gobierno está destinado a la defensa. Ese dato debería ser más que suficiente para que Bashir alimente su amistad con los rebeldes en el sur del país, una región rica en reservas.

 

 

Israel entre dos aguas

Su entrada en la clasificación de los Estados más débiles del mundo revela el caos en la puerta de su casa y la amargura en su interior.

Por primera vez, Israel ha entrado en las filas de los 60 Estados más vulnerables del mundo. La caída, que tiene en cuenta las condiciones en Cisjordania pero no en Gaza –dado que Israel se retiró de la franja en 2005–, no es tanto el resultado de las tradicionales tensiones entre israelíes y palestinos como de la nueva dinámica del conflicto, que, cada vez más, enfrenta a los palestinos entre sí. El verano pasado, las luchas intestinas entre Al Fatah y Hamás en Gaza se extendieron rápidamente a Cisjordania, con detenciones en masa, secuestros y ejecuciones sumarias que sirvieron para ahondar las discrepancias. En 2007, casi 350 palestinos murieron a manos de otros palestinos, muchos más que en cualquier año desde el estallido de la Segunda Intifada en 2000.

Ahora bien, hay que destacar igualmente la responsabilidad de las profundas divisiones económicas entre Israel y Cisjordania. La red de bloqueos y controles de carreteras ha ahogado la economía de este territorio. Los palestinos no pueden ir a trabajar ni al mercado en Israel, con lo que el paro aumentó un 22% el año pasado. Y, según el Banco Mundial, que en 2007 ya dijo que era "un espacio económico destrozado", el PIB per cápita ha descendido un 40% desde 2000. Más de la mitad de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.

Los dirigentes israelíes insisten en que los controles y la controvertida verjason necesarios para proteger a sus ciudadanos del terrorismo. Desde ese punto de vista, sus esfuerzos están teniendo el efecto que buscaban: los atentados suicidas dentro de Israel han disminuido y la economía ha prosperado. Pero todavía existen profundas divisiones ocultas. Entre los países desarrollados, tiene una desigualdad de renta sólo por detrás de Estados Unidos. Los amargos debates sobre el destino de los asentamientos, la apatía creciente de la opinión pública por una sucesión de escándalos políticos y el examen de conciencia a propósito de la actuación de las Fuerzas de Defensa Israelíes en la guerra de 2006 contra Líbano no han otorgado a los israelíes más confianza en su situación actual. Los problemas de la zona pueden tener sus raíces en antiguos resentimientos, pero sus efectos pueden dañar el progreso incluso en las naciones más prósperas.

 

Copyright 2008, Fondo por la Paz y Carnegie Endowment for International Peace. Todos los derechos reservados. Foreign Policy es una marca registrada del Carnegie Endowment for International Peace.

¿Algo más?
Pueden verse más detalles sobre la metodología del Índice de ‘Estados fallidos’ realizado por Foreign Policy y el Fondo por la Paz, así como los resultados de otros Índices anteriores, en www.esglobal.org y en la web del Fondo por la Paz, www.fundforpeace.org.

En Fixing Failed States: A Framework for Rebuilding a Fractured World (Oxford University Press, Nueva York, 2008), Ashraf Ghani y Clare Lockhart tratan de esbozar soluciones prácticas a problemas como el despilfarro de la ayuda y la falta de responsabilidad en los Estados más vulnerables del mundo. William Easterly ofrece una crítica implacable de las labores de ayuda en Estados débiles en The White Man’s Burden: Why the West’s Efforts to Aid the Rest Have  Done So Much Ill and So Little Good (Penguin Press, Nueva York, 2006). La fundación del empresario y filántropo africano Mo Ibrahim publicó hace poco su primer Índice de gobernanza africana. Para profundizar sobre los Estados frágiles consulte el informe de FRIDE La era de la globalización: Estados bajo presión en www.fride.org/publicacion/358/la-era-de-la-globalizacion-estados-bajo-presion.