¿Qué Europa quiere España?

Si le preguntamos a un joven español que vivió la firma del Tratado de Adhesión de España en 1985 a las entonces Comunidades Europeas qué supuso ese momento histórico, podría responder que el país estaba entrando por fin en la anhelada vía de la modernidad que representaba Europa. Si, 30 años después, preguntamos a otro joven español de las mismas características qué suponen estos años de pertenencia a la ahora llamada Unión Europea, puede que éste no supiera muy bien qué decir... o que la respuesta estuviera llena de matices y de aparentes contradicciones.

Si se toma el dato de que el 63,2% de los jóvenes está poco o nada interesado en la UE podría decirse que existe una desafección actual y palpable entre la juventud española de 2015. Pero puede hacerse también una lectura más optimista si nos fijamos en que un 62% de los jóvenes de nuestro país está a favor de la pertenencia a la Unión. ¿Euroesceptismo y europeísmo a partes iguales? No es un escenario único en el contexto europeo, pero sí se subraya esa dicotomía en España.

Este panorama puede comprobarse con los porcentajes arrojados por el Eurobarómetro en relación a la intención de participación juvenil en los comicios de mayo de 2014 para elegir la composición de la Eurocámara. Y se podría pensar que efectivamente el escepticismo campa a sus anchas entre los llamados a las urnas. Respecto a los españoles encuestados, si bien el 58% afirmaba que se planteaban votar, se reducía al 25% aquellos que aseguraban que participarían. Unas cifras que se sitúan por debajo de la media europea: en este caso, un 68% correspondía a jóvenes indecisos mientras que el de aquellos que con seguridad participarían en las elecciones se situaba en el 28%.

Por otra parte, la juventud sigue percibiendo a la UE como un gigante burocrático de difícil comprensión y con unas competencias que cuestan entender, lo que impide sentir cierta empatía por la Unión. A esto se suma la situación de crisis económica en la que están inmersos los países europeos desde 2008. Una gestión de la Gran Recesión, que una vez superado el concepto de "Europa de la Paz" de las anteriores generaciones, es la realidad con la que tiene que convivir la sociedad europea actual. Y los jóvenes no se quedan ni mucho menos al margen.

El alto índice de desempleo y cómo solventarlo es uno de los retos a los que se enfrentan la UE y los gobiernos nacionales, que a su vez tienen que lidiar con la desafección que esta situación causa en la ciudadanía. No en vano, el paro es una de las mayores preocupaciones de la población española: un 80% de los encuestados así lo afirma, según el CIS. El porcentaje baja hasta el 61% si hablamos de jóvenes. Además, con una tasa de desempleo juvenil del 49,3%, España se posiciona a la cabeza de la UE (junto con Grecia) en este aspecto. Una cifra que ha sido una constante en el panorama español desde hace precisamente 30 años: el paro entre los jóvenes en 1984 se disparaba hasta el 44,1%, uno de los más altos de la OCDE en aquel momento. En la actualidad los datos son alarmantes, la media en la UE es del 20,7%, con un impacto muy desigual: en países como Austria el paro en esa franja de edad ronda un escaso 10%. Los jóvenes españoles se ven muy preparados pero con trabajos de baja cualificación y de elevada temporalidad. España es uno de los Estados con mayor número de universitarios de la Unión Europea, siendo a la vez uno de los países con cifras más bajas en relación al número de alumnos que eligen la formación media.

Aunque el desempleo juvenil es sólo una variable en esta crisis económica, también es uno de los temas en la agenda de las instituciones comunitarias: el paro amenaza el modelo social europeo y la recuperación de una crisis económica que puede tornarse en desapego a lo que representa Europa si no se ofrecen unas perspectivas de futuro para una juventud con pocas posibilidades para desarrollar una vida independiente y plena.

Con la intención de paliar la situación, en el contexto europeo se diseñó la llamada "Garantía Juvenil", una recomendación del Consejo Europeo que cuenta con un presupuesto de 6.000 millones de euros para el periodo 2014-2020, de los que España recibirá 920 millones. Cada Estado miembro es el encargado de diseñar, con asistencia de la Comisión Europea, su plan nacional. Esta inversión en el futuro de la juventud europea se queda escasa si se tiene en cuenta que el no combatir el desempleo entre los jóvenes de la Unión implica un coste de 153.000 millones de euros anuales.

Por otra parte, existen programas e iniciativas que se han convertido en el estandarte del éxito de la Europa que avanza hacia una unión real: el programa Erasmus de intercambio de estudiantes universitarios se ha revelado como una de las mejores herramientas para crear una identidad común. La evolución es clara: en España hubo en el curso 1987/1988 95 estudiantes que se beneficiaron de una beca Erasmus. En el curso 2012/2013 la cifra fue de 39.249 estudiantes españoles que participaron en dicho programa siendo España, a su vez, el primer país en recepción de estudiantes extranjeros: es el destino más popular con 40.202 Erasmus. Al terminar los estudios, y en una tendencia que comenzó en 2011, los españoles ven en el exterior, aunque no solo Europa, una posibilidad de entrar en el mercado laboral: hasta 400.000 personas se han decantado por esta opción, y después de América Latina, Alemania es el destino por el que se deciden buena parte de ellos, alentados por la libre circulación de personas en la UE.


Carmen Chato, periodista especializada en relaciones internacionales y asuntos europeos.

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