A: Jacques Rogge, presidente del COI

DE: José María Odriozola, vicepresidente del Comité
Olímpico Español

RE: Cambios en el programa de los futuros Juegos Olímpicos de
verano

Presidente, estamos a pocas semanas del comienzo de los Juegos Olímpicos
de Atenas, los primeros del siglo xxi, y hay muchas incógnitas sobre
su normal desarrollo.

La vuelta a su cuna de este acontecimiento mundial que cada cuatro años
despierta el interés de las sociedades de todos los países del
mundo, hasta de los menos desarrollados, no está exenta de problemas
que sé que le tienen preocupado. A la incertidumbre sobre la finalización
en tiempo y forma de todas las infraestructuras deportivas y logísticas
necesarias para asegurar el éxito de un evento de este calibre, se
une, cada vez con mayor protagonismo, la preocupación por la seguridad
durante los Juegos y el coste añadido que ello conlleva.

Presupuesto por las nubes
Desde los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, que acabaron con
un saldo de 17 muertos, incluidos cinco de los terroristas del grupo palestino
Septiembre Negro, la obsesión por la seguridad no ha podido abandonar
a los organizadores. Los últimos actos de terrorismo y las guerras
que continúan en muchos lugares del planeta hacen absolutamente perentoria
la necesidad de la ya tradicional tregua olímpica a nivel mundial,
conseguida durante la celebración de ediciones anteriores.

Que el espíritu de paz, convivencia y juego limpio durante esta competición
deportiva se extienda en las semanas de celebración de los Juegos a
todos los ámbitos internacionales es un anhelo de difícil cumplimiento
en los tiempos actuales. Como hay que estar preparados para cualquier eventualidad,
los gastos previstos en materia de seguridad durante los Juegos Olímpicos
están ya presupuestados en más de 1.000 millones de euros, y
se encargarán de su implementación más de 52.000 personas.
Esto, sin contar la ayuda solicitada a la OTAN para el control de los espacios
marítimos y aéreos, así como para la utilización
de su batallón multinacional contra los ataques químicos, bacteriológicos
o nucleares.

Estas necesidades han incrementado de manera notable el coste de la organización
de los Juegos de Atenas, que se celebrarán del 13 al 29 de agosto,
que va a triplicar lo que se gastó en los de 2000 en Sydney. Tras las
recientes elecciones para el Gobierno griego, los ganadores han acusado al
anterior Ejecutivo de desorganización y despilfarro. Han constatado
que casi se ha duplicado el coste real de los proyectos olímpicos hasta
alcanzar la suma de 5.000 millones de euros, sin contar los 2.100 millones
del presupuesto operativo del Comité Organizador (ATHOC).

Las medidas de seguridad no deben, por otro lado, entorpecer ni hacerse notar
en demasía en el normal transcurrir de los eventos olímpicos.
Se ha previsto que haya un ensayo general de todas las fuerzas de seguridad
griegas durante el mes de junio para estar preparados ante cualquier circunstancia,
incluyendo la coordinación con los servicios médicos de emergencia.

Para un país de sólo diez millones de habitantes como Grecia,
esto va a ser una dura carga que le obligará a arrastrar durante lustros
el pago del déficit que van a ocasionar los Juegos, a imagen de lo
que ya ocurrió en Montreal en 1976. Por ello, gran parte de su población
–orgullosa de poder de nuevo ser sede, tras la inauguración en
1896 de los Juegos Olímpicos de la era moderna y con toda la historia
detrás como cuna de los mismos– teme que el precio que habrá
de pagar por ello sea demasiado alto y que vaya a repercutir en sus economías
particulares durante muchos años. Es cierto que el país, y especialmente
el área ateniense, va a quedar muy mejorado y modernizado en cuanto
a infraestructuras viarias, hosteleras y deportivas. Pero los griegos no saben
si va a merecer la pena el elevado coste que tendrán que pagar.

Lecciones para el futuro
¿Qué se puede hacer para evitar que vuelvan a ocurrir estas incertidumbres
y excesivos gastos en el futuro? Los próximos Juegos serán en Pekín, en 2008,
y el país más poblado del mundo está echando el resto para que todo
esté preparado con suficiente antelación y con una excelente calidad. Pero
este gigantismo desproporcionado en que se han convertido los Juegos
más recientes no debe seguir su escalada en el futuro. Cada vez será más difícil
contar con los recursos humanos y económicos necesarios para llevar a buen
puerto su organización y, además, está perdiendo protagonismo su verdadero
espíritu, que es la competición deportiva entre los mejores deportistas del
mundo, frente a todas las exigencias que su organización plantea en términos
de coste, seguridad, alojamiento o transportes. Sólo grandes urbes con un
entorno adecuado podrían ofrecer las infraestructuras de todo tipo necesarias
para albergar unos Juegos Olímpicos.

¿Qué puede hacer el Comité Olímpico Internacional
que usted preside para corregir este derrotero, que se aparta de los anteriores
valores olímpicos? Llevar a cabo la reforma del programa de los Juegos
que usted mismo ha propugnado en numerosas ocasiones. Es una decisión
difícil, porque ningún deporte quiere salir y muchos quieren
entrar, pero absolutamente necesaria.

Los deportes del siglo xxi
En estos más de cien años, desde que se refundaron los Juegos,
los gustos y costumbres en la actividad física de nuestra sociedad
han cambiado extraordinariamente. Deportes que se practicaban a principios
del siglo xx con cierta popularidad tienen hoy día pocos adeptos, y
otros que ni existían hasta finales del siglo pasado, son hoy practicados
por millones de personas. Por tanto, las competiciones olímpicas deben
acomodarse a los tiempos y hacer una selección de los deportes que
deben formar parte de su programa y descartar los que ya no tienen sitio en
el mismo. En Atenas vamos a tener 28 deportes en el programa oficial de competición,
y ese número se toma como un punto de partida para la reforma. Actualmente
hay como tope para la villa olímpica el alojamiento de 10.500 deportistas
y 5.000 acompañantes (entrenadores oficiales y equipos médicos,
entre otros) con cuotas para los diferentes deportes (2.000 atletas, por ejemplo).
Pero esto, en mi modesta opinión, son unas cifras difícilmente
sostenibles.

Ya hace unos años se consultó a 50 expertos en el deporte a
nivel mundial sobre la continuidad de los actuales integrantes del programa
olímpico. Se les pidió seleccionar los 16 deportes que consideraban
imprescindibles en dicho programa. Sólo obtuvieron la unanimidad el
atletismo, la natación y la gimnasia. Con más de cuarenta propuestas
se situaron también el baloncesto, el remo, el ciclismo y el voleibol.
El resto no llegaron a 35 y varios ni a 10.

Otro factor que debe tenerse en cuenta –y éste con efectos mucho más
directos– es el impacto de cada uno de los 28 deportes en los
ingresos que obtiene el COI en cada Olimpiada y los dividendos que
aportó a cada federación internacional, tras los de 2000. De los 162 millones
de dólares (unos 136 millones de euros) repartidos entre esas 28 federaciones,
89 se distribuyeron a partes iguales (poco más de tres millones cada una),
en concepto de derechos de televisión. Los otros 73 se repartieron en diferentes
cantidades,
en función del impacto que cada deporte tiene en las retransmisiones y en
los derechos de marketing que el COI cobra a sus patrocinadores.
Esto es muy significativo de cara a decidir lo que el propio Comité
Internacional Olímpico debiera considerar como deportes fundamentales
para mejorar sus ingresos por venta de derechos televisivos o aumentar el
número de patrocinadores que pueden usar la vitola del COI. Estableció
para ese segundo reparto cinco categorías. En la primera (A) sólo
está el atletismo, cuya federación (la IAAF) recibió
14,5 millones de dólares más por el concepto mencionado.

La B engloba el baloncesto, el ciclismo, el fútbol, la gimnasia, la
natación, el tenis y el voleibol, que recibieron cinco millones. En
la C están el remo, la hípica, el balonmano y el hockey sobre
hierba, que recibieron dos millones. En el grupo D, otras 14 federaciones
recibieron un millón, y en el E, los dos deportes que entraron en el
programa de Sydney, sólo medio millón de dólares. Por
tanto, se deduce de esto que el propio Comité Internacional considera
esta clasificación como un dato fundamental a la hora de decidir lo
que todo el mundo considera imprescindible para el futuro de los Juegos: reducir
el número de deportes en el programa olímpico. Pero ¿quién
le pone el cascabel al gato?

Decisiones dolorosas para los aficionados mundiales
La Comisión nombrada al efecto, para elaborar y proponer un plan estratégico
a medio y largo plazo (al menos para los de 2012), que modifique los actuales
programas de los Juegos Olímpicos de verano, ha establecido unas cuantas
premisas para dicho estudio. Ha considerado una serie de criterios específicos
para evaluar, desde muchos puntos de vista, los posibles deportes que deberían
formar parte de los Juegos Olímpicos del futuro.

El programa deberá ser variado, con deportes de equipo e individuales,
al aire libre y bajo techo, y respetando hasta donde sea posible las tradiciones
acuñadas durante los más de cien años de Juegos de la
era moderna. Pero además, tanto para entrar en el programa como para
mantenerse, tendrá que cumplir otra serie de criterios: suscitar un
interés universal en los medios de comunicación y tener un alto
valor social, con impacto en la salud, en la educación, en la solidaridad
y no ser discriminatorio por ningún motivo. Además, deberán
practicarlo hombres y mujeres, así como tener un gran desarrollo entre
la juventud, con competiciones a nivel mundial para todos ellos. Que tenga
su práctica futura y su viabilidad garantizadas y que sus competiciones
se puedan juzgar con objetividad, transparencia y ética.

Por otro lado, en el programa no sólo hay que tener en cuenta cada
deporte, sino las pruebas y especialidades que condicionan su tamaño.
La natación, por ejemplo, abarca el waterpolo, los saltos de trampolín
y la natación sincronizada (lo que le da una cuota de 1.300 participantes).
Al voleibol se añade el voley-playa. En el piragüismo existen
modalidades de aguas tranquilas y aguas bravas; en la lucha, la libre y la
grecorromana; en hípica, los saltos, la doma y el concurso completo.
En gimnasia hay tres modalidades: la artística, la rítmica y
el trampolín; en ciclismo, el de pista, el de ruta y el mountain-bike.
Todo ello, con modalidades de reciente introducción en los Juegos,
también tendrá que ser considerado, pues afecta al número
de participantes lo mismo que lo hacen las pruebas de cada deporte, que suelen
ser menos que las que tiene en su propio Campeonato del Mundo. En atletismo
son actualmente 46 (24 para hombres y 22 para mujeres, las cuales no compiten
todavía en los Juegos en 3.000 obstáculos ni lo hacen nunca
en 50 kilómetros marcha).

Se tratará de evitar que el mismo tipo de deportista pueda competir
en pruebas que sean muy similares o que se creen artificialmente. Por ejemplo,
en natación 50 metros en todos los estilos, sólo lo hay en sus
mundiales por su parecido a los 100 metros. Hay, además, modalidades
que tienen en cuenta el sexo del participante, como la gimnasia rítmica
o determinados aparatos de la artística, más el softball, sólo
para mujeres, o la lucha grecorromana, el boxeo y el béisbol, en los
que sólo compiten hombres en los Juegos. En cambio, todas las especialidades
ecuestres, así como algunas de vela, son mixtas.

La decisión final
Todo ello habrá que evaluarlo, pues no arregla nada retirar del programa
un deporte de equipo o individual que afecte a 100 posibles participantes,
para introducir uno que suponga el doble o el triple. De lo que se trata es
de reducir el número de competidores a los que haya que atender y dar
servicios, para hacer más manejable la villa olímpica y las
infraestructuras de todo tipo, más que rebajar el número final
de deportes. Algunos provocan, además, graves problemas logísticos,
como aquellos que incluyen caballos (hípica y pentatlón moderno),
además del elevado coste de su transporte y medidas de cuarentena.
Todos estos factores habrá que tenerlos en cuenta a la hora de enunciar
los criterios de selección para los deportes del programa de los futuros
Juegos.

Tras revisarla la Ejecutiva, la información recibida se envió
en mayo a todas las federaciones internacionales olímpicas y a todos
los comités olímpicos nacionales para que emitan sus comentarios.
Con todas esas opiniones se elaborará una propuesta de criterios que
deberá ser aprobada el próximo agosto en la sesión plenaria
del COI.

Habrá que tener en cuenta, además, los datos originados por
cada deporte durante la celebración de los Juegos de Atenas. Tras posteriores
debates, una propuesta llegará en julio de 2005 a la sesión
plenaria del COI, que se celebrará en Singapur. En ésta se decidirá
cuál de las ciudades candidatas seleccionadas en mayo pasado, entre
ellas Madrid, organizará los Juegos de 2012, pero tendrán además
que tomar otra importante decisión sobre las modificaciones propuestas
al programa olímpico de esos Juegos. Esta segunda votación será
incluso más importante que acertar con la elección de la ciudad
sede, y deberá ser previa. Si queremos evitar el gigantismo actual
de los Juegos, que condiciona gravemente surealización y éxito,
no hay más remedio que reducir el número de deportes presentes
en el olimpismo y eso influirá en la sede a elegir.

Ya hemos comentado algunos de los factores que deberían ser tenidos
en cuenta. Si queremos que lo que ha sido el movimiento social más
importante del siglo xx continúe siéndolo en el xxi, manteniendo
la universalidad que se consiguió bajo el mandato de Juan A. Samaranch,
con más de doscientos comités olímpicos nacionales formando
parte del mismo, habrá que tomar medidas drásticas, por muy
difíciles y dolorosas que sean. Pero cualquier cambio en la estructura
de los Juegos debe ir encaminado a originar un beneficio para el movimiento
olímpico, además de incrementar el valor y atractivo de los
mismos.

Espero que acierten en las importantes decisiones que deben tomar en los
próximos meses sobre el futuro de los Juegos Olímpicos. ¡Y
mucha suerte en Atenas!

A: Jacques Rogge, presidente del COI

DE: José María Odriozola, vicepresidente del Comité
Olímpico Español

RE: Cambios en el programa de los futuros Juegos Olímpicos de
verano

Presidente, estamos a pocas semanas del comienzo de los Juegos Olímpicos
de Atenas, los primeros del siglo xxi, y hay muchas incógnitas sobre
su normal desarrollo.

La vuelta a su cuna de este acontecimiento mundial que cada cuatro años
despierta el interés de las sociedades de todos los países del
mundo, hasta de los menos desarrollados, no está exenta de problemas
que sé que le tienen preocupado. A la incertidumbre sobre la finalización
en tiempo y forma de todas las infraestructuras deportivas y logísticas
necesarias para asegurar el éxito de un evento de este calibre, se
une, cada vez con mayor protagonismo, la preocupación por la seguridad
durante los Juegos y el coste añadido que ello conlleva.

Presupuesto por las nubes
Desde los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972, que acabaron con
un saldo de 17 muertos, incluidos cinco de los terroristas del grupo palestino
Septiembre Negro, la obsesión por la seguridad no ha podido abandonar
a los organizadores. Los últimos actos de terrorismo y las guerras
que continúan en muchos lugares del planeta hacen absolutamente perentoria
la necesidad de la ya tradicional tregua olímpica a nivel mundial,
conseguida durante la celebración de ediciones anteriores.

Que el espíritu de paz, convivencia y juego limpio durante esta competición
deportiva se extienda en las semanas de celebración de los Juegos a
todos los ámbitos internacionales es un anhelo de difícil cumplimiento
en los tiempos actuales. Como hay que estar preparados para cualquier eventualidad,
los gastos previstos en materia de seguridad durante los Juegos Olímpicos
están ya presupuestados en más de 1.000 millones de euros, y
se encargarán de su implementación más de 52.000 personas.
Esto, sin contar la ayuda solicitada a la OTAN para el control de los espacios
marítimos y aéreos, así como para la utilización
de su batallón multinacional contra los ataques químicos, bacteriológicos
o nucleares.

Estas necesidades han incrementado de manera notable el coste de la organización
de los Juegos de Atenas, que se celebrarán del 13 al 29 de agosto,
que va a triplicar lo que se gastó en los de 2000 en Sydney. Tras las
recientes elecciones para el Gobierno griego, los ganadores han acusado al
anterior Ejecutivo de desorganización y despilfarro. Han constatado
que casi se ha duplicado el coste real de los proyectos olímpicos hasta
alcanzar la suma de 5.000 millones de euros, sin contar los 2.100 millones
del presupuesto operativo del Comité Organizador (ATHOC).

Las medidas de seguridad no deben, por otro lado, entorpecer ni hacerse notar
en demasía en el normal transcurrir de los eventos olímpicos.
Se ha previsto que haya un ensayo general de todas las fuerzas de seguridad
griegas durante el mes de junio para estar preparados ante cualquier circunstancia,
incluyendo la coordinación con los servicios médicos de emergencia.

Para un país de sólo diez millones de habitantes como Grecia,
esto va a ser una dura carga que le obligará a arrastrar durante lustros
el pago del déficit que van a ocasionar los Juegos, a imagen de lo
que ya ocurrió en Montreal en 1976. Por ello, gran parte de su población
–orgullosa de poder de nuevo ser sede, tras la inauguración en
1896 de los Juegos Olímpicos de la era moderna y con toda la historia
detrás como cuna de los mismos– teme que el precio que habrá
de pagar por ello sea demasiado alto y que vaya a repercutir en sus economías
particulares durante muchos años. Es cierto que el país, y especialmente
el área ateniense, va a quedar muy mejorado y modernizado en cuanto
a infraestructuras viarias, hosteleras y deportivas. Pero los griegos no saben
si va a merecer la pena el elevado coste que tendrán que pagar.

Lecciones para el futuro
¿Qué se puede hacer para evitar que vuelvan a ocurrir estas incertidumbres
y excesivos gastos en el futuro? Los próximos Juegos serán en Pekín, en 2008,
y el país más poblado del mundo está echando el resto para que todo
esté preparado con suficiente antelación y con una excelente calidad. Pero
este gigantismo desproporcionado en que se han convertido los Juegos
más recientes no debe seguir su escalada en el futuro. Cada vez será más difícil
contar con los recursos humanos y económicos necesarios para llevar a buen
puerto su organización y, además, está perdiendo protagonismo su verdadero
espíritu, que es la competición deportiva entre los mejores deportistas del
mundo, frente a todas las exigencias que su organización plantea en términos
de coste, seguridad, alojamiento o transportes. Sólo grandes urbes con un
entorno adecuado podrían ofrecer las infraestructuras de todo tipo necesarias
para albergar unos Juegos Olímpicos.

¿Qué puede hacer el Comité Olímpico Internacional
que usted preside para corregir este derrotero, que se aparta de los anteriores
valores olímpicos? Llevar a cabo la reforma del programa de los Juegos
que usted mismo ha propugnado en numerosas ocasiones. Es una decisión
difícil, porque ningún deporte quiere salir y muchos quieren
entrar, pero absolutamente necesaria.

Los deportes del siglo xxi
En estos más de cien años, desde que se refundaron los Juegos,
los gustos y costumbres en la actividad física de nuestra sociedad
han cambiado extraordinariamente. Deportes que se practicaban a principios
del siglo xx con cierta popularidad tienen hoy día pocos adeptos, y
otros que ni existían hasta finales del siglo pasado, son hoy practicados
por millones de personas. Por tanto, las competiciones olímpicas deben
acomodarse a los tiempos y hacer una selección de los deportes que
deben formar parte de su programa y descartar los que ya no tienen sitio en
el mismo. En Atenas vamos a tener 28 deportes en el programa oficial de competición,
y ese número se toma como un punto de partida para la reforma. Actualmente
hay como tope para la villa olímpica el alojamiento de 10.500 deportistas
y 5.000 acompañantes (entrenadores oficiales y equipos médicos,
entre otros) con cuotas para los diferentes deportes (2.000 atletas, por ejemplo).
Pero esto, en mi modesta opinión, son unas cifras difícilmente
sostenibles.

Ya hace unos años se consultó a 50 expertos en el deporte a
nivel mundial sobre la continuidad de los actuales integrantes del programa
olímpico. Se les pidió seleccionar los 16 deportes que consideraban
imprescindibles en dicho programa. Sólo obtuvieron la unanimidad el
atletismo, la natación y la gimnasia. Con más de cuarenta propuestas
se situaron también el baloncesto, el remo, el ciclismo y el voleibol.
El resto no llegaron a 35 y varios ni a 10.

Otro factor que debe tenerse en cuenta –y éste con efectos mucho más
directos– es el impacto de cada uno de los 28 deportes en los
ingresos que obtiene el COI en cada Olimpiada y los dividendos que
aportó a cada federación internacional, tras los de 2000. De los 162 millones
de dólares (unos 136 millones de euros) repartidos entre esas 28 federaciones,
89 se distribuyeron a partes iguales (poco más de tres millones cada una),
en concepto de derechos de televisión. Los otros 73 se repartieron en diferentes
cantidades,
en función del impacto que cada deporte tiene en las retransmisiones y en
los derechos de marketing que el COI cobra a sus patrocinadores.
Esto es muy significativo de cara a decidir lo que el propio Comité
Internacional Olímpico debiera considerar como deportes fundamentales
para mejorar sus ingresos por venta de derechos televisivos o aumentar el
número de patrocinadores que pueden usar la vitola del COI. Estableció
para ese segundo reparto cinco categorías. En la primera (A) sólo
está el atletismo, cuya federación (la IAAF) recibió
14,5 millones de dólares más por el concepto mencionado.

La B engloba el baloncesto, el ciclismo, el fútbol, la gimnasia, la
natación, el tenis y el voleibol, que recibieron cinco millones. En
la C están el remo, la hípica, el balonmano y el hockey sobre
hierba, que recibieron dos millones. En el grupo D, otras 14 federaciones
recibieron un millón, y en el E, los dos deportes que entraron en el
programa de Sydney, sólo medio millón de dólares. Por
tanto, se deduce de esto que el propio Comité Internacional considera
esta clasificación como un dato fundamental a la hora de decidir lo
que todo el mundo considera imprescindible para el futuro de los Juegos: reducir
el número de deportes en el programa olímpico. Pero ¿quién
le pone el cascabel al gato?

Decisiones dolorosas para los aficionados mundiales
La Comisión nombrada al efecto, para elaborar y proponer un plan estratégico
a medio y largo plazo (al menos para los de 2012), que modifique los actuales
programas de los Juegos Olímpicos de verano, ha establecido unas cuantas
premisas para dicho estudio. Ha considerado una serie de criterios específicos
para evaluar, desde muchos puntos de vista, los posibles deportes que deberían
formar parte de los Juegos Olímpicos del futuro.

El programa deberá ser variado, con deportes de equipo e individuales,
al aire libre y bajo techo, y respetando hasta donde sea posible las tradiciones
acuñadas durante los más de cien años de Juegos de la
era moderna. Pero además, tanto para entrar en el programa como para
mantenerse, tendrá que cumplir otra serie de criterios: suscitar un
interés universal en los medios de comunicación y tener un alto
valor social, con impacto en la salud, en la educación, en la solidaridad
y no ser discriminatorio por ningún motivo. Además, deberán
practicarlo hombres y mujeres, así como tener un gran desarrollo entre
la juventud, con competiciones a nivel mundial para todos ellos. Que tenga
su práctica futura y su viabilidad garantizadas y que sus competiciones
se puedan juzgar con objetividad, transparencia y ética.

Por otro lado, en el programa no sólo hay que tener en cuenta cada
deporte, sino las pruebas y especialidades que condicionan su tamaño.
La natación, por ejemplo, abarca el waterpolo, los saltos de trampolín
y la natación sincronizada (lo que le da una cuota de 1.300 participantes).
Al voleibol se añade el voley-playa. En el piragüismo existen
modalidades de aguas tranquilas y aguas bravas; en la lucha, la libre y la
grecorromana; en hípica, los saltos, la doma y el concurso completo.
En gimnasia hay tres modalidades: la artística, la rítmica y
el trampolín; en ciclismo, el de pista, el de ruta y el mountain-bike.
Todo ello, con modalidades de reciente introducción en los Juegos,
también tendrá que ser considerado, pues afecta al número
de participantes lo mismo que lo hacen las pruebas de cada deporte, que suelen
ser menos que las que tiene en su propio Campeonato del Mundo. En atletismo
son actualmente 46 (24 para hombres y 22 para mujeres, las cuales no compiten
todavía en los Juegos en 3.000 obstáculos ni lo hacen nunca
en 50 kilómetros marcha).

Se tratará de evitar que el mismo tipo de deportista pueda competir
en pruebas que sean muy similares o que se creen artificialmente. Por ejemplo,
en natación 50 metros en todos los estilos, sólo lo hay en sus
mundiales por su parecido a los 100 metros. Hay, además, modalidades
que tienen en cuenta el sexo del participante, como la gimnasia rítmica
o determinados aparatos de la artística, más el softball, sólo
para mujeres, o la lucha grecorromana, el boxeo y el béisbol, en los
que sólo compiten hombres en los Juegos. En cambio, todas las especialidades
ecuestres, así como algunas de vela, son mixtas.

La decisión final
Todo ello habrá que evaluarlo, pues no arregla nada retirar del programa
un deporte de equipo o individual que afecte a 100 posibles participantes,
para introducir uno que suponga el doble o el triple. De lo que se trata es
de reducir el número de competidores a los que haya que atender y dar
servicios, para hacer más manejable la villa olímpica y las
infraestructuras de todo tipo, más que rebajar el número final
de deportes. Algunos provocan, además, graves problemas logísticos,
como aquellos que incluyen caballos (hípica y pentatlón moderno),
además del elevado coste de su transporte y medidas de cuarentena.
Todos estos factores habrá que tenerlos en cuenta a la hora de enunciar
los criterios de selección para los deportes del programa de los futuros
Juegos.

Tras revisarla la Ejecutiva, la información recibida se envió
en mayo a todas las federaciones internacionales olímpicas y a todos
los comités olímpicos nacionales para que emitan sus comentarios.
Con todas esas opiniones se elaborará una propuesta de criterios que
deberá ser aprobada el próximo agosto en la sesión plenaria
del COI.

Habrá que tener en cuenta, además, los datos originados por
cada deporte durante la celebración de los Juegos de Atenas. Tras posteriores
debates, una propuesta llegará en julio de 2005 a la sesión
plenaria del COI, que se celebrará en Singapur. En ésta se decidirá
cuál de las ciudades candidatas seleccionadas en mayo pasado, entre
ellas Madrid, organizará los Juegos de 2012, pero tendrán además
que tomar otra importante decisión sobre las modificaciones propuestas
al programa olímpico de esos Juegos. Esta segunda votación será
incluso más importante que acertar con la elección de la ciudad
sede, y deberá ser previa. Si queremos evitar el gigantismo actual
de los Juegos, que condiciona gravemente surealización y éxito,
no hay más remedio que reducir el número de deportes presentes
en el olimpismo y eso influirá en la sede a elegir.

Ya hemos comentado algunos de los factores que deberían ser tenidos
en cuenta. Si queremos que lo que ha sido el movimiento social más
importante del siglo xx continúe siéndolo en el xxi, manteniendo
la universalidad que se consiguió bajo el mandato de Juan A. Samaranch,
con más de doscientos comités olímpicos nacionales formando
parte del mismo, habrá que tomar medidas drásticas, por muy
difíciles y dolorosas que sean. Pero cualquier cambio en la estructura
de los Juegos debe ir encaminado a originar un beneficio para el movimiento
olímpico, además de incrementar el valor y atractivo de los
mismos.

Espero que acierten en las importantes decisiones que deben tomar en los
próximos meses sobre el futuro de los Juegos Olímpicos. ¡Y
mucha suerte en Atenas!

José María Odriozola es presidente
de la Real Federación Española de Atletismo, miembro del Consejo
Ejecutivo de la Federación Internacional de Atletismo (IAFF) y catedrático
de Bioquímica en la Universidad Complutense de Madrid.