Zona rural de Ginebra, Departamento Valle del Cauca, Colombia. (Luis Robayo/AFP/Getty Images)
Zona rural de Ginebra, Departamento Valle del Cauca, Colombia. (Luis Robayo/AFP/Getty Images)

El éxito de la AP dependerá no solo de las identidades ideológicas y políticas, sino de que se construya una infraestructura vial, portuaria y energética que facilite además del comercio y la integración económica, la movilidad de los ciudadanos y la mejora de las condiciones de vida de sus pueblos.

América ha sido tierra estéril para los procesos de integración. O quizás demasiado fértil, a juzgar por la cantidad de intentos efectuados. La integración económica y política es una empresa en la que el éxito ha sido esquivo desde los días subsiguientes a los de la Independencia. En 1826 el Libertador Simón Bolívar convocó un Congreso Anfictiónico en Panamá con el propósito de diseñar una confederación continental que tuviese un Ejército comunitario y una capital que fuera punto de encuentro de dos océanos. Dicho congreso se llevó a cabo pero el proyecto de la confederación fracasó, como fracasó igualmente el intento de unir a Colombia (incluida Panamá), Venezuela y Ecuador (la Gran Colombia, 1819-1832); iniciativa que se diluyó ante la ausencia de un acuerdo que garantizara la gobernanza. Igual le ocurrió al mariscal Andrés de Santa Cruz, con su proyecto de Confederación Perú-Boliviana (1836-1839) para reunificar el Perú norte y centro con el Alto Perú. Desde esos días la historia americana podría escribirse a partir de los múltiples intentos de integración.

El listado de iniciativas integradoras es largo. Entre ellos la ALADI, el SELA, el Pacto Andino y la Comunidad Andina de Naciones (CAN) en los 70, y Mercosur, a finales del siglo XX. En éste hay que incluir la iniciativa de Libre Comercio para las Américas (ALCA), lanzada por George Bush en 1994, con el propósito de conformar un área de Libre Comercio desde Alaska hasta la Patagonia (con la excepción de Cuba), decisión que tuvo entierro de tercera durante la IV Cumbre de las Américas llevada a cabo en Argentina en 2005. Los más recientes experimentos son la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), el ALBA y Alianza del Pacífico (AP), esta última, la de más reciente creación, constituida por Chile, Colombia, México y Perú, el 28 de abril de 2011 en Lima.

La AP ha logrado despertar interés en una treintena de países observadores (entre ellos España), gracias a que comienza a mostrar resultados, como la desgravación arancelaria del 95% de los productos, la eliminación de los visados para los ciudadanos de los Estados miembros o el otorgamiento de becas para estudiantes, una especie del Erasmus europeo.  Todo ello sin ninguna estructura burocrática, lo cual es, per se, un triunfo. La AP tiene cuatro de las economías con mayor dinamismo de América Latina y el Caribe. En 2013 México exportó productos agroalimentarios por más de mil 230 millones de dólares a Japón y China, y las previsiones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) aseguran que en 2014 Panamá (que en breve se sumará a la Alianza, junto con Costa Rica) crecerá un 6,7%; Colombia un 5,0%; Perú un 4,8%, Chile un 3,0% y México un 2,5%. Entre tanto Brasil crecerá solo un 1,4% y Argentina un 0,2%. Así, la AP tendrá un crecimiento mayor al promedio regional. Está previsto que en 2014 se expanda al 3,1% y en 2015 al 4%.  La AP tiene un PIB de 13.500 dólares per cápita y busca la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas.

Demográficamente, México (120 millones) y Colombia (47 millones) son los dos países más grandes de AL y el Caribe, después de Brasil (198 millones). Esto le garantiza un mercado interno de casi 208 millones de personas, un poco menos de la mitad de la UE y casi 3 veces el de Alemania, aunque no con la misma capacidad adquisitiva. De todas formas se constituye en el quinto o sexto mercado más grande del planeta. Los países que la integran gozan de afinidades ideológicas y políticas y esto les ha permitido avanzar más rápidamente. Chile, tiene 23 tratados de libre comercio, entre ellos con Australia, Estados Unidos, Canadá, Corea del Sur, China, Malasia, Vietnam, la Unión Europea (UE), Japón e India, y fue el primer país sudamericano en ingresar en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De igual forma, Colombia, México y Perú tienen tratados de libre comercio (TLC) con Estados Unidos y acuerdos de asociación económica, concertación política y cooperación con la UE. Los TLC con Estados Unidos (de Colombia y Perú), fueron el pretexto para que en 2006 la Venezuela de Hugo Chávez se retirara de la CAN (Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) y el proceso de integración andino sufriera un revés.

Los países de la AP captan los mayores flujos de inversión extranjera directa (IED) que llegan a América Latina y el Caribe, que durante la última década se han multiplicado por cuatro allí. Casi 70 mil millones de dólares, más que Brasil, el que más recibe en la región (64.046 millones de dólares en 2013). Lo anterior significa que entre el gigante amazónico y la AP absorben cerca del 70% de la IED que llega a AL y el Caribe. De otra parte, el crecimiento en la zona de la AP (en los últimos tres años) ha sido de un promedio de 5,7% anual, 5 puntos más que en la UE. Crecimiento soportado en el aumento de la demanda interna y en los altos precios de los productos primarios de exportación. Esto último quizás sea su talón de Aquiles, pues en los dos últimos años los precios internacionales de las materias primas han caído y ello podría afectar sus economías, en razón de la dependencia que tienen. Chile, del cobre; Colombia, del petróleo y carbón (el 72% de las exportaciones pertenecen al sector minero-energético); Perú, del oro (5º productor mundial). No es el caso, por fortuna, de México, que exporta manufacturas y compite con China por el mercado norteamericano.

También caracteriza a los países de la AP la estabilidad y la sanidad fiscal. Atrás han quedado los días de hiperinflación, como al final de los 80 en Perú, cuando llegó a tener una inflación de 2,775%.  En estos países parecer estar superado lo que el economista Jeffrey Sachs considera un paradigma populista, caracterizado por políticas macroeconómicas expansionistas que producen hiperinflación y crisis en las balanzas de pagos. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce. Si bien estas economías van bien, muchos de sus habitantes no tanto. En Perú, por ejemplo, en 8 de las 24 regiones el porcentaje de pobres se ha incrementado. Pasco registró un aumento de pobres de 4,7% (2013) y Cajamarca, que es la más pobre de Perú, el 52,2% de su población está en esta situación. En Chile, a su vez, el 28,8% de los niños del sur del país vive en situación de pobreza extrema. Un estudio de la CEPAL asegura que en México el salario mínimo es inferior al umbral de pobreza per cápita. El 45% de los mexicanos son pobres, aunque Carlos Slim sea, un año sí y otro año no, el primero o segundo hombre más rico del universo. De los cuatro países Colombia ocupa el último lugar en el Índice de Desarrollo Humano de PNUD, según el informe 2014. En los países de la AP subsisten, pues, altos índices de pobreza y desigualdad, que son las asignaturas pendientes en América Latina, en donde a millones de bocas aún no llegan los beneficios del libre comercio ni de las políticas neoliberales implementadas en los últimos 25 años.

Ahora bien, lo más interesante quizás de esta nueva iniciativa sea su criterio pragmático y su estilo menos retórico. En el medio plazo no es descartable un acuerdo entre la AP y Mercosur, algo en lo cual tiene especial interés Brasil, país que aspira a que en 2015 se libere el comercio Mercosur/Alianza del Pacífico. Dilma Rousseff quiere anticipar para 2015 el arancel cero en el comercio entre estos dos bloques. La liberación arancelaria estaba prevista para 2019 pero a Brasil le parece que hay que acelerar el libre comercio en Sudamérica. Brasil representa el 74% de las exportaciones de Mercosur y cree que este acuerdo ampliaría sus mercados. Este convenio atenuaría la fractura entre el bloque del Pacífico y el bloque del Atlántico, que parece existir en América Latina.  Para el expresidente chileno, Ricardo Lagos, el dilema de AL no es optar por uno u otro sino en aceptar la existencia de dos velocidades diferentes, pues estos dos bloques tendrán que integrarse más temprano que tarde.

La AP es un nuevo intento de integración, pero su éxito dependerá no solo de las identidades ideológicas y políticas, que hasta el momento han sido el núcleo duro de las mismas, tanto en la AP como en el ALBA o en Mercosur, sino de que se construya una infraestructura vial, portuaria y energética que facilite además del comercio y la integración económica la movilidad de los ciudadanos, que ha brillado por su ausencia en casi todos los proyectos, y de que se logren, por supuesto, mejorar las condiciones de vida de sus pueblos. Solo el tiempo dirá si la AP es un esfuerzo más, o llegó para quedarse.